A manera de introducción fraternal y sororal Decolonizar el mundo, reparar la red de la vida
Evelyn Patricia Martínez Mejía El Salvador
1492 significó para nuestros pueblos amerindios la imposición violenta de una sola mirada del mundo – la occidental- sobre el resto de miradas. La colonización implicó una desconexión de la red de la vida al anular el reflejo de la otredad, de la diferencia, anulando así la posibilidad de un nosotros. Sobre nuestros cuerpos habitan memorias, dolores, voces, silencios de nuestros ancestros exterminados y negados; pero también habitan las memorias de libertad, de resistencia, de comunidad y vida vinculada. Las ausencias nos habitan, nos llaman, nos preguntan, nos interpelan, nos alientan, nos sueñan, nos acompañan.
Es necesario comprender que la modernidad colonial configura una nueva forma de ordenación mundial, en tanto que Europa se autoconfería un lugar de universalidad y superioridad frente a los otros pueblos colonizados. Esa pretensión de superioridad encubrió y negó el resto de culturas y saberes que fueron catalogados como pueblos atrasados. Para la racionalidad moderna eurocéntrica los pueblos indígenas y pueblos esclavizados no éramos reconocidos como “humanos”, aquí surge el mito de la raza como mito fundacional de la modernidad/colonialidad. Esta configuración del sistema mundo, establece, como señala el peruano Aníbal Quijano la colonialidad del poder (control del capital sobre el trabajo, la administración colonial de la violencia a través de los Estado-Nación, ), la colonialidad del saber (la racionalidad científica eurocentrada que invalidó otras epistemes no occidentales) y la colonialidad del ser (la negación de la humanidad ser del otro, de sus subjetividades y símbolos), cuya visión de mundo es la del progreso lineal de la historia.
Va a ser el feminismo descolonial quien va a desarrollar que, además, el sistema mundo moderno colonial se funda también por la colonialidad del género, donde se establece un universalismo del género que invisibiliza y niega la realidad diversa de los pueblos indígenas y negros. El feminismo descolonial va asumir la tarea de peinar críticamente la historia a contrapelo, es decir, ha tratado de comprender a fondo la matriz de opresión de la modernidad.
En la edición de este año 2024 de la Agenda Latinoaméricana, se presentan algunas reflexiones actuales sobre los procesos actuales de la colonialidad vigente, una de estas interpelaciones es la que nos plantea Ivone Guevara, nos propone una mirada introspectiva y honesta para revisarnos el colonialismo al interior de cada uno, nos recuerda que las raíces coloniales y colonialistas nos habitan, por lo cual es necesario revisarlas, dado que colonizar también implica querer que el otro sea mi imagen y semejanza, anular la diferencia y la autonomía del otro. Nos recuerda que quienes exhortamos el fin de un mundo antirracista, ecológico y feminista, no somos exentos de encarnar el sistema mismo en nuestro interior. Por lo cual implica asumir no la culpa, sino una responsabilidad real y una justicia profunda incorporando una ética decolonial, de ternura mutua y cuidado. Guevara nos invita a recuperar la brújula de la ternura y emprender un éxodo más allá de la ganancia destructiva. Esa revisión interna también nos conduce a descolonizar el deseo y el inconsciente, construyendo un deseo desde la pulsión de vida.
Por su parte Boff, nos recuerda los nuevos colonialismos que se extienden en Abya Yala que siguen queriéndose apropiar de nuestros ecosistemas, también nos invita a recordar que la colonización ha implicado los mayores genocidios de la historia, asesinatos por guerras de exterminio, por enfermedades traídos por los blancos, o por los trabajos forzados y la esclavitud transatlántica. Boff nos recuerda que es necesario exigir a los países colonizadores reparaciones a nuestros pueblos que siempre se han negado hacer. Hace un llamado a unirnos como pueblos para impedir la recolonización de nuestros territorios.
Melissa y Sampaio, nos recuerdan que la violencia de la modernidad también implicó que la belleza de las diferencias fueran suprimidas por una única propuesta de existencia, basada en el consumo y la mercantilización. Dada este descuido de la red de la vida, a nivel personal, comunitario y con la naturaleza, nos proponen una ética amorosa, que nos conduzca a un compromiso de conexión, intimidad y responsabilidad con toda la red de la vida, que nos permita la vivencia de una espiritualidad y una reconexión con la tierra.
Necesitamos recuperar la historia negada de los pueblos condenados del mundo, la historia de los vencidos por la historia oficial de los vencedores. Necesitamos despertar de la larga noche de los 500 años, reparar la red de la vida, recuperar los vínculos, para tener verdaderamente posibilidad de futuro, porque el que tenemos ha sido impuesto por el sistema mundo moderno colonial, no es nuestro. El futuro que buscamos es para que haya vida, vida buena. Necesitamos reparar, de algún modo, las heridas provocadas por la violencia y la fragmentación provocada por el proyecto de la modernidad colonial.
Aún tenemos la posibilidad de reconstruir la red de la vida, los mundos comunales, es necesario hacer una contrahistoria desde abajo, restituir el lazo comunal. El pasado está abierto. Necesitamos recuperar esos relámpagos, de resistencias de libertad y vida vinculada, del pasado que nos alumbran, para que nos despierten, para que nos resuciten, en el aquí y ahora.