A la búsqueda de los primeros pobladores de América
A la búsqueda de los primeros habitantes de América
¿De dónde vinieron los primeros pobladores de América?
Benedito PREZIA
La respuesta a esa intrigante cuestión ha provocado muchas teorías e hipótesis, y está lejos de haber sido solucionada completamente. Tres instrumentos son fundamentales para arrojar luz sobre estas cuestiones: la genética, la lingüística y la arqueología.
Investigaciones de estas últimas décadas confirman una teoría aceptada hace mucho tiempo: el patrón genético de las actuales poblaciones indígenas revela que vinieron del Este de Asia y no de la Polinesia o de Australia. Los indígenas actuales, tanto del Norte de América como del Sur, aunque tienen padrones diferenciados, son descendientes de proto-indígenas que llegaron a América a través del Estrecho de Bering hace muchos milenios.
En las investigaciones fueron identificados cuatro grupos genéticos, que corresponderían a tres importantes levas migratorias: los proto-indígenas, que habrían llegado hace unos 10 mil años, o sea, al final de la glaciación Wisconsin, hacia el 8.000 a.C; la segunda, sería de los indígenas de la lengua Na-Dene, grupos nómadas del noroeste de América del Norte, que deben haber llegado un poco más tarde; y la última, la de los Esquimales, que habrían llegado hace 4 mil años, o sea, hacia el 2000 d.C.
Si la genética ayuda a identificar esa procedencia, la lingüística también es un instrumento importante para develar la antigüedad de cada grupo lingüístico. Por la semejanza y la diferenciación de los vocablos es posible identificar la antigüedad de un tronco lingüístico y de las posibles lenguas madres. Así, en la región donde hoy es Brasil, donde son encontrados dos troncos lingüísticos -el macro jê o tupí-, el primero habría comenzado a diferenciarse en familias hace 5 ó 6 mil años, mientras que la dispersión del tronco tupí ocurrió hace unos 3 o 4 mil años. La cantidad de lenguas indígenas que todavía sobrevivieron a la gran masacre, tanto en América del Norte, del Sur y el Caribe, muestra la antigüedad de estos pueblos y las sucesivas migraciones.
Arqueología. Si fueron llamados proto-indios, o sea, los primeros, en realidad no son los más antiguos. Al llegar al Continente se encontraron con grupos que ya estaban aquí hace 10 o 15 mil años.
Eran grupos cazadores y colectores, que habrían pasado para nuestro Continente durante la última glaciación –la Wisconsin, llamada Wurm en Europa- que duró cerca de 70 mil años, yendo hasta hacia el 7000 a.C. Todo el norte del planeta fue cubierto por una inmensa capa de hielo, que en algunos puntos alcanzaba tres kilómetros de espesor. Esa formación glacial absorbió mucha agua de los océanos, haciendo que el nivel del mar bajase más de 80 metros y dejando al descubierto una gran faja terrestre de 1600 Km de anchura, que formó una región a la que se le ha dado el nombre de Berigia. Era un área cubierta de tundra y no de glaciares, formando un paso natural para animales y para los humanos después, que buscaban climas más agradables.
Atravesando este camino, esos grupos entraron, al noroeste del actual Canadá, en regiones más heladas, consiguiendo alcanzar sin mucha dificultad las tundras y regiones menos heladas que los llevarían a inmensas praderas en la región central de América del Norte.
La caza abundante estimuló la ingeniosidad de esos pobladores, que vivían de la caza de grandes mamíferos. Así, la presencia humana en el Continente puede estimar de 27.750 a 29.100 años, como muestra la datación de dos huesos de mamut trabajados, encontrados en la región de Old Crow, en el extremo norte de Canadá, ya junto a la frontera de Alaska. Otro lugar importante, el de Meadowcroft Rockshelter, a 48 kilómetros de Pittsburgh, en Pensylvania, revela una presencia humana de 17.000 años. Este período fue llamado lítico inferior.
Aparte de cuatro lugares en la América anglófona, otros varios fueron localizados en México y en América del Sur. En Pikimachay, cerca de Ayacucho, en Perú, fueron encontradas lascas de piedra de bordes elaborados, al lado de huesos de mamíferos arborícolas gigantes, caballos y camélidos, antepasados de las actuales llamas, con antigüedades que varían de 14.700 a 20.000.
Un importante descubrimiento en el Centro-sur de Chile, en Monte Verde, mostró lo que sería la población más antigua de América, con filas de casas de madera, instrumentos de piedras, restos de plantas y huesos de mastodontes con una antigüedad que varía de 3500 a 12500 años. En Tequendama y Aguazuque, en Colombia, ha sido también probada una presencia humana de 12 mil años.
En el Nordeste de Brasil, en São Raimundo Nonato, fue localizado un gran santuario arqueológico, que se conservó gracias a la aridez el lugar. Habrían sido encontrados vestigios humanos con cerca de 48.000 años, en una gruta. Como son restos de lo que pudiera ser un incendio natural no están siendo aceptados en los medios científicos.
También en Brasil, al Norte de Rio Grande do Sul, fueron también encontrados artefactos de piedra con 12.700 años.
Así cae por tierra la teoría, hasta hace poco aceptada, de que los primeros pobladores habrían llegado al continente hace unos 10.000 años, como testimonian las puntas de lanza encontradas en una región de Nuevo México, denominada Clovis.
Mientras, estos antepasados tan antiguos han dado mucho dolor de cabeza a los investigadores, pues recientes hallazgos han presentado resultados sorprendentes.
En Minas Gerais, sudeste de Brasil, un cráneo de una mujer de la región de Lagoa Santa, “bautizada” como lucía, ha provocado un alboroto. E nombre de Lucía es una referencia a Lucy, representante femenina de los australopithecus afarensis, que vivió en África hace 3’3 millones de años. Localizado en 1971, sólo recientemente fue estudiada por Walter Neves, de la Universidad de São Paulo. Para espanto de los investigadores, el cráneo, de aproximadamente 12 mil años, tiene características negroides, estando más próximo de las poblaciones de Australia y de África, que de las de Asia.
En América del Norte, un cráneo de mujer también suscita polémica. Se trata de la osamenta localizada en la Paeonindian Spirit Cve Mummy, en Kennewick (Estado de Washington), con 8400 años. El cráneo sería de una persona con características caucasianas, próximo al fe los europeos actuales y no de asiáticos, como las poblaciones amerindias modernas. Eso desagradó a los Umatilla, pueblo indígena en cuyas tierras fueron encontrados los huesos. Como las conclusiones arqueológicas iban contra la tradición oral del pueblo, que identificaba allí la sepultura de uno de sus antepasados, pidieron que se les devolviera esos restos, enterrándolos nuevamente e interrumpiendo de esa forma las investigaciones.
Esos grupos antiguos, tanto el de Kennewick como el de Lagoa Santa, forman parte de levas migratorias anteriores a la diferenciación morfológica de tipo racial mongoloide.
Si el estudio de las lascas de piedras y huesos dan informaciones del estilo de vida de estos pueblos, gran contribución está ofreciendo también el estudio de las pinturas rupestres del Continente. Hace unos 12 mil años, cazadores de São Raimundo Nonato dejaron grabadas escenas de la vida cotidiana, cuyos temas más frecuentes son la danza, prácticas sexuales, caza y rituales en torno a un árbol. Como afirma Niède Guidon, investigadora de aquella región, “es un arte alegre y libre”.
Esos pueblos también tuvieron su evolución e involución, pues el auge pictórico de esas pinturas, hace unos ocho mil años, revela las primeras escenas de violencia, como afirma Pessis, también investigador de aquella región: ya aparecen “ejecuciones, luchas individuales y batallas colectivas; las escenas sexuales, al principio sencillas e involucrando dos o tres personas, se transforma también en grupos numerosos de individuos de ambos secos que practican conjuntamente actividades sexuales. Las escenas de caza, que representaban caza individual de pequeños animales, pasan a representar cazas colectivas, con innumerables guerreros atacando a animales peligrosos como la onza”.
Otro importante descubrimiento surgió recientemente en la Amazonia brasileña. Son fragmentos de cerámica encontrados por la arqueóloga norteamericana Anna Rooswelt, en sambaquis fluviales (locales formados por restos de conchas y mariscos a la orilla de los ríos), con unos 9 mil años. Esta cerámica se ha convertido en la más antigua del Continente.
Fue un gran hallazgo, pues la fecha más antigua para la cerámina en América era de 3’5 mil años, en Valdivia, Ecuador. Eso muestra que regiones ricas en nutrientes, como el delta del Nilo y el bajo Amazonas, ayudaron a desarrollar muy pronto sociedades complejas, capaces de desarrollar un artesanado más elaborado.
A partir de ese período han aparecido nuevas levas migratorias, oriundas de otras rutas. La misma Niède Guidon, analizando heces humanas fosilizadas (cropólitos) de la región de São Raimundo Nonato, de 7 mil años, encontró huevos de ancilóstomo, parásito de regiones calientes, que vive en el norte de África, el Mediterráneo y Asia Oriental. Como ese gusano no resiste las bajas temperaturas, no habría sobrevivido en climas fríos en una posible migración humana por la Beringia. Dos hipótesis son posibles para esa presencia tan antigua en Brasil: o el portador oriundo de aquellas regiones habría raído en vida, en un largo viaje por el norte del Continente hasta llegar a América Meridional, lo que no parece posible, o habría migrado de Europa, del norte de África o del sudesdte de Asia por vía marítima.
Por tanto, esos descubrimientos han traído muchas más dudas que respuestas, para el complicado rompecabezas del poblamiento de América. Pero algunas certezas ya se van definiendo: que hubo no sólo una, sino varias migraciones para nuestro Continente, en diferentes épocas. Que la región de Bering o Beringia fue un importante puente terrestre en la última glaciación. Y que las primeras migraciones datan de una época en que el tipo racial mongoloide todavía no se había establecido.
Benedito PREZIA
Brasil