A los líderes religiosos del mundo
A los líderes religiosos del mundo
Arturo PAOLI
Hemos pedido a Arturo, en la cima de madurez de su vida, que tome la palabra y dirija una carta a todos los líderes religiosos, visto que la mundialización hacia la que abocamos también tiene un mensaje para las religiones del mundo. Paoli aboga por que nos aboquemos todos a la religión esencial, la responsabilidad sobre la Vida.
Cada uno de ustedes es responsable de una religión que reúne múltiples verdades, reglas, leyes, normas de vida... muchas de las cuales son tradiciones de sus distintos pueblos. Estos contenidos han sido históricamente causa de litigios, conflictos y guerras. En ciertas épocas esas verdades han sido abiertamente presentadas como identidad de un grupo o de una etnia, convirtiéndose en leyes cuya aceptación o rechazo decidía la vida o la muerte de muchas personas. La historia ya ha puesto al descubierto cuántos delitos se cometieron “en nombre de Dios” en el transcurso de los siglos.
Aunque hoy las religiones no son el motivo esencial que desencadena guerras, siguen sirviendo de cobertura a odios raciales y tribales; pero sobre todo, no presentan una exigencia absoluta de justicia y de paz. La obediencia a esa exigencia de justicia y de paz que el Ser supremo nos pide a nosotros los humanos, parecería no tener ningún peso en las relaciones humanas.
No les pido que renuncien a todas las riquezas de verdad, de tradiciones, de solemnidades... que constituyen la identidad y la diferencia de cada religión. Pero si cada religión descubriese el punto de encuentro primario, el más simple, el del respeto y veneración de la Vida, y se articulase alrededor de él como una responsabilidad común, como una ética general, creo que daríamos a la humanidad aquello de lo que verdaderamente tiene necesidad.
No me ilusiono con que la humanidad no pusiera resistencia a los llamados religiosos que llegaran de esta opción básica, pues muchos adherentes a las religiones han encontrado en ellas la cobertura a sus planes de poder y la justificación a los planes de destrucción de toda diversidad que amenace sus sueños de hegemonía, de superioridad, que son el signo de una enfermedad endémica o casi el DNA de la raza humana.
Un primer resultado de las alianzas de las religiones alrededor del tema de la Vida sería precisamente el liberarlas de la complicidad con la enfermedad del poder. Las religiones atraerían a esos seres humanos puros que a menudo se alejan por no encontrar en las religiones el amor por la justicia y por las víctimas de las injusticias que es el sentido mismo de su vida.
No parece que las religiones tengan el programa de satisfacer esa necesidad humana de justicia, de paz, de convivencia feliz sobre la tierra, aunque produzcan documentos y pretendan probar que su principal objetivo es promover la paz entre los humanos. Toda la complejidad que hemos creado alrededor a la simplicidad de las relaciones con el Ser supremo, parece llevar casi fatalmente a los responsables religiosos a la complicidad con quienes llevan adelante proyectos que tienen necesidad de negar a los otros la vida, complicidad cubierta con una legalidad construida por ellos y por ellos mismos sancionada.
El tema de la vida ha llevado a algunos juristas de América Latina a promover un derecho alternativo que está por encima del derecho positivo que el primer mundo ha impuesto a los pueblos conquistados. Así, las etnias que habían descubierto reglas de vida comunitaria y derechos que garantizaban la vida de cada uno, han sido sometidas al derecho de la expoliación legalizada por los códigos europeos que garantizan la propiedad privada más que la vida. Las tierras latinoamericanas han perdido su función de alimentar a sus hijos que viven de ella desde hace siglos, y se han vuelto objeto de especulación. El derecho positivo se ha puesto por encima del derecho a la vida, y lo ha cancelado. Y lo que es más grave, casi increíble: algunos responsables religiosos se han apegado a este derecho de los fuertes, de los dominadores, y no han escuchado el quejido de aquellos que eran “legalmente” despojados no de una propiedad, sino del derecho a la vida.
Así como el núcleo de las grandes religiones -las de denominación cristiana sobre todo- está situado en el Occidente invadido por la idolatría del provecho y de la ganancia, así también ese núcleo está contaminado en sus expresiones religiosas por la idolatría.
No veo otro modo de liberarnos de la idolatría que sutilmente ha entrado en el corazón del cristianismo que esta defensa de la vida como relación esencial y directa con Dios. Defender la vida en todas estas personas y pueblos en los que está constantemente amenazada. Ustedes, responsables religiosos del primer mundo, son acusados de haber colaborado con su indiferencia al triunfo de este imperialismo idolátrico guiado por los ideales de la acumulación de la riqueza.
Desde América Latina, donde vivo desde hace 40 años, he recogido muchas pruebas de que las representaciones diplomáticas de la Iglesia católica hacen aceptar en el centro las opiniones y las decisiones de los sujetos del poder económico y político, y no hacen llegar allá el grito de las víctimas. Mientras desde el centro salen juicios sobre el “capitalismo salvaje” y contra las violaciones de la justicia... terminan en la nada las solicitudes de demarcar los territorios en los que las etnias religiosas puedan desarrollar tranquilamente su vida, o la petición de una reforma agraria que termine con el latifundio que quita la vida a los pequeños agricultores y los empuja hacia las tristísimas favelas. Las representaciones diplomáticas de la Iglesia católica buscan a cualquier costo la convivencia pacífica con los sujetos del poder. Les parece normal quitar a un obispo que defiende el derecho a la vida de miles de personas que sólo pueden vivir de la tierra. Piden el respeto al derecho de quien quiere invertir sus capitales.
Y líderes responsables de otras denominaciones religiosas mandan sus misioneros con la misión de apagar el hambre y la sed de justicia y el reclamo al derecho de la vida, con la esperanza en la próxima venida de un mesías inexistente que ya vino pero que no es escuchado, ni hoy ni ayer...
Debo confesar que siento como una traición a los pobres cuando me llegan desde esas capillas sus gritos que piden de ser librados del pecado, porque sé que Dios no retira nunca su mirada amorosa y protectora hacia ellos; hacer sentir a personas cargadas por la miseria material que son todavía más miserables porque estarían siendo culpables, creo que debe provocar en Dios aquel disgusto que los profetas de Israel denunciaron repetidamente...
Todo esto cambiaría si los líderes religiosos decidieran ser coherentemente los aliados de la vida y defendieran en toda ocasión el derecho a la vida rompiendo sus alianzas con los opresores y con el imperio idolátrico del Occidente cristiano portador de la muerte.
Vuestra religión hoy se encuentra frente a una alternativa importante: o es capaz de hacer una opción clara que la purifique de la fractura que se ha abierto y parece cada vez más profunda entre lo que anuncia y lo que vive, o si no, será excluida de la construcción de la sociedad que debe nacer de la caída de la idolatría de Occidente. No se trata de una incoherencia individual debida a la debilidad de cada uno, sino de una incoherencia que tiene sus raíces profundas dentro de la misma institución, y que es debida a dos líneas irreconciliables: la línea pastoral, que exige fidelidad a la opción de los pobres, a los cuales el Maestro se ha comprometido de dar la buena noticia, la del derecho a una vida llena y libre..., y la línea diplomática, que lleva fatalmente a una alianza con aquellos que para vivir sienten necesidad de quitar la vida a otros.
La Iglesia de Roma no parece que cuente con la fuerza de Dios sino con la fuerza del Occidente. Esta fuerza es la misma de la que no supo separarse la fuerza de los evangelizadores de nuevas tierras. ¿Cómo podrían los indios celebrar la entrada del cristianismo en sus tierras? Occidente no sabe remediar a una injusticia sino con otra injusticia: celebrar la cristianización paralela a la conquista es cubrir una injusticia con otra.
Deseo que en el momento en que este imperio se desmorone, ustedes se hayan despojado ya de todo poder y se hayan dado cuenta que su forma de vivir la religión era una forma de poder. Entonces descubrirán que la primera responsabilidad no es la de dar Dios -porque Dios ya se dio-, sino defenderlo de todas las injusticias que se cometen contra el derecho de cada ser humano a tener una vida plena. Hay que defenderlo de quien se siente dueño de la vida, dueño de quitarla, de manipularla, de deformarla, de contaminarla. Esto les llevará a acoger los gemidos, las invocaciones y también las blasfemias, las expresiones de odio. Y se darán cuenta de haber entrado finalmente en el terreno donde Dios está presente y es deseado, amado y rechazado. Este terreno real les despojará de todas las superestructuras y les reconducirá a ser seres humanos entre los demás, y descubrirán que eso es lo que Dios quería. Se darán cuenta de que los dirigentes de la sociedad les han usado y han impuesto su visión de Dios.
Dios puede ser vínculo de unión si van a su encuentro. Lo encontrarán, con todos los responsables de las religiones del mundo, ahí donde Dios les confía el compromiso único para todo ser humano, sea cual sea la religión a la que pertenezca: la responsabilidad de la Vida.
Arturo PAOLI
Foz de Uguaçú, Brasil