Afroamericanos y ecología integral

Afroamericanos y ecología integral

Rafael Savoia


Los afrodescendientes, de ayer y de hoy, han revelado su cosmovisión a través de la oralidad más que con los escritos, y han aportado significativamente con su vida a lo que hoy llamamos ecología integral.

El africano vino esclavizado a América, despojado de todo. Las condiciones de desigualdad jurídica entre los esclavos y los esclavistas se extendían a la posesión de la tierra. El esclavizador y propietario lo tenía todo, tenía la tierra, las minas, los ríos, el agua. A los esclavos negros huidos el régimen los consideraba rebeldes que vivían de manera salvaje en regiones inhóspitas. Por el contrario, pertenecía a los colonizadores el mundo «civilizado» donde se trataba a los negros y a los indios como animales.

A pesar de todo, sus descendientes lograron resistir y conservar rasgos fundamentales de su forma de vivir, sentir y pensar, sus creencias y dioses, la manera de relacionarse con la naturaleza y el mundo. Los esclavizados nos enriquecieron con el profundo concepto de su dignidad y libertad, al fugarse como cimarrones a las selvas donde fundaron pueblos libres, llamados palenques. Allí el gobierno era compartido, la propiedad era colectiva, y su relación con la naturaleza obedecía a las creencias y energías ancestrales que les permitieron vivir como personas libres.

El problema de la propiedad y distribución de la tierra se agudizó con la independencia dependiente y las consecuencias se pagan hasta el día de hoy en diversos países. Se dan políticas públicas que generan riquezas a compañías extranjeras, como las mineras y palmeras, mientras a las comunidades tradicionales negras las dejan más pobres y con sus territorios devastados por la maquinaría y sus ríos contaminados con mercurio y productos químicos. El papa Francisco dijo a los indígenas de México: «entre los pobres más abandonados y maltratados, está nuestra oprimida y devastada tierra, que gime y sufre dolores de parto».

Juan Pablo II, retomando la palabra de Pablo VI en Kampala, reconoció los ricos valores espirituales de los pueblos africanos al solicitar: «Dadnos de los dones de la Negritud», fundamentales para una visión ecológica integral de respeto a la tierra, como don de Dios para todo el grupo familiar, para la comunidad, para el pueblo. En esta línea, el papa Francisco nos anima a «acudir a las diversas riquezas culturales de los pueblos, al arte y a la poesía, a la vida interior y a la espiritualidad» (LS 63). Las culturas tradicionales han influenciado el pensamiento y el sentir latinoamericano que está en la base de algunos documentos de los obispos del continente y del mismo papa Francisco. Como sugiere Boff, consideramos la ecología integral, ambiental, social y mental, como es vivida por las Comunidades Tradicionales Afroamericanas:

- El afroamericano se considera cuidador y parte del ambiente que lo envuelve: selvas, río y mar en las costas atlánticas y pacíficas, montañas y páramos de los Andes en Ecuador, Perú y Bolivia. Sin embargo, los afroamericanos y los indígenas son considerados todavía como los últimos.

La estrecha vinculación de algunos grupos afro a la tierra la demuestra la «ombligada», una práctica de origen africano. Según el antropólogo Jaime Arocha, se desarrolla en dos momentos: «cuando alguien nace la madre entierra la placenta y el cordón umbilical debajo de la semilla de algún árbol escogido por ella y cultivado… Antes de realizar el rito, los padres escogen un animal, planta o mineral cuyas cualidades pasarán al niño/a; irán siendo incorporadas a partir de que se esparzan los respectivos polvos sobre la cicatriz umbilical. Por ello, es usual que al observar a alguien la gente trate de inferir cómo fue ombligado» (http://www.banrepcultural.org/blaavirtual/antropologia/omblig/18.htm).

No olvidemos que la mayoría de la población afroamericana ha migrado a los suburbios de las grandes ciudades del Continente. Los motivos principales son la violencia de las fuerzas ilegales, la invasión de colonos, los megaproyectos gubernamentales y la penetración de las multinacionales. En la ciudad los afros se ubican en sectores marginados, tildados frecuentemente como «barrios de negros», y se establece alguna forma de relación de lo social con la territorialidad. Las organizaciones barriales afro tienen una relación entre sí y con las demás en cuanto a lo cultural, lo religioso, el trabajo, la educación, etc., y aportan una vitalidad nueva a través de su estilo de vida, de su música y de sus especialidades culinarias y artísticas: «El afroamericano no necesita un lugar especial para encontrarse con Dios, porque Dios lo abarca todo y todo se mueve gracias a él. De modo que los distintos momentos de la vida, como trabajo, deporte, familia, reuniones, música... están empapados de esta energía vital, del espíritu de Dios, que anima todas las cosas» (Pastoral Afro, Quito).

• La filosofía de las comunidades tradicionales negras, en cuanto a lo social, está en sintonía con la ecología integral. El papa Francisco afirma: «todo planteamiento ecológico debe incorporar una perspectiva social que tenga en cuenta los derechos fundamentales de los más postergados».

La tierra no es sólo para uno, es de la comunidad, en consonancia con la máxima africana «yo soy, porque somos», que permitió y permite una sobrevivencia colectiva en comunión. Al respecto, el Consejo Comunitario Mayor de la Asociación Campesina Integral del Atrato (Colombia) afirma que: «las comunidades negras definen su territorio como una parte fundamental de la vida; por eso lo hemos defendido y conservado, a tal punto que se nos da la categoría de autoridad».

• En cuanto a la ecología mental, algunos exper-tos hablan de ansiedad por inferioridad. Aunque hayan pasado siglos, a muchos afroamericanos se les crea ansiedad en su desempeño en distintas áreas, por causa del prejuicio de inferioridad que existe sobre y contra ellos, lo que ha dado origen a estereotipos que distorsionan el imaginario colectivo.

Los afroamericanos toman la ecología en un sentido integral, del que brota también la necesidad de organizarse para abrirse camino y ser protagonistas en una sociedad globalizada y hostil.

• Una expresión del pueblo es el movimiento negro latinoamericano, que lucha para que los gobiernos de turno, especialmente los que se definen en sus constituciones como multiétnicos y pluriculturales, respeten los territorios ancestrales y los saberes tradicionales en cuanto a las formas de transmitir cultura, de cultivar, pescar, cazar y trabajar en la minería. No se trata de idealizar a las comunidades tradicionales afro, sino de hacer lo posible por fortalecer su actuar político y su autonomía en la toma de decisiones frente a los procesos que les afectan y nos afectan a todos. Una preocupación especial merecen los procesos impulsados por mujeres afrodescendientes, pues en algunos países no se cuenta con un enfoque étnico y diferencial. Todos unidos frente a los ‘enemigos’ de la vida, del buen vivir, de las pequeñas comunidades.

Los sabios afros se preguntan con el ‘decimero mayor’ Benildo de Tumaco, Colombia: ¿Por qué venden lo que es de todos? En el pensamiento afro no cabe esta forma de actuar y, por eso, los Consejos comunitarios de las comunidades negras, como guardianes del territorio, se oponen a los gobiernos que miran sólo a los acuerdos con el capital foráneo. Al ambiente herido corresponde una humanidad herida, que corrompe y destruye la naturaleza. Los territorios afro e indígenas son los más ambicionados, porque fueron mejor conservados y, por ende, todavía mantienen las más grandes reservas forestales, que constituyen el pulmón de la humanidad.

En la cultura del pueblo afro, las expresiones artísticas y religiosas relacionadas con la ecología integral descubren al occidental otra manera de vivir la cotidianidad, de aceptar la vida (los chigualos) y la muerte (los alabados), y a los santos protectores con los arrullos, con la música de viento y de cuerda.

Las cosas van cambiando porque los nuevos actores afro e indígenas y las mujeres –que han preservado territorios a través de la diferente visión del mundo, de la práctica de una ecología integral– proponen otro mundo posible, en el que, de la fuerza vital, emanan el aire, la tierra, el fuego, las plantas, los animales y el mismo ser humano. Motivados a vivir en equilibrio saludable y con un desarrollo sostenible gracias a una contemplación agradecida de la naturaleza poblada de orixás, los afrodescendientes se entregan al trabajo, el canto, la alegría, la solidaridad, el amor y la paz. Han contribuido con su rico patrimonio espiritual a la recuperación de los valores del ser humano –aunque tarde lo reconozcamos– y son parte de la revolución cultural, humana y ecológica promovida por el papa Francisco, que permitirá que la Madre Tierra y la Humanidad vivan.

 

Rafael Savoia

Centro Afrocolombiano de Espiritualidad, Bogotá, Colombia