Agenda militante para 2007

AGENDA MILITANTE PARA 2007

Gustavo CODAS


La coyuntura política de nuestra región dio un giro. Hay un despertar de los pueblos y el neoliberalismo es por aquí un proyecto puesto en jaque. Se trata de una situación con tantas o más posibilidades que cuando otras oleadas de movilizaciones transformadoras cubrieron la región en el pasado. Pero, el giro no ha sido ni homogéneo ni completo, y hay muchos desafíos y contradicciones que nos acechan. En 2007 habrá batallas decisivas para consolidar las perspectivas emancipadoras y para abrir un nuevo período histórico en nuestro Continente.

La línea del tiempo de la coyuntura actual la podríamos comenzar en muchos puntos. En el caracazo de 1989 (Venezuela), primera revuelta masiva contra un ajuste neoliberal; en enero de 1994, en el levante indígena zapatista mexicano contra el TLC con EEUU y Canadá; en la rebelión popular en Cochabamba, Bolivia, en 2000 contra la privatización del agua. En esa cronología habría que poner los momentos, desde finales de la década pasada, en que movilizaciones populares echaron a presidentes neoliberales en Ecuador, Paraguay, Argentina y Bolivia. Y cuando los pueblos, a través de su voto, buscaron alternativas, comenzando con las elecciones venezolanas de 1998, cuando Hugo Chávez fue elegido presidente de Venezuela.

Vista desde nuestra región, la fase actual de la historia está marcada, en primer lugar, por un creciente rechazo popular al proyecto neoliberal. Quedó para atrás, en inicios de la década pasada, el auge de ese programa neoconservador. Por otro lado, no podemos desconocer que ocurre al mismo tiempo en que el poder impulsor de ese programa, el imperialismo norteamericano, se ha fortalecido desde el derrumbe de la Unión Soviética y el antiguo «campo» del socialismo real (1989-1991).

Una intensa actividad de los movimientos sociales (o de la «sociedad civil» según se quiera conceptualizar) está en los orígenes de esta nueva fase. Entre los antecedentes más importantes habría que citar a la «campaña continental contra los 500 años», en 1992. En ese entonces, la convergencia entre movimientos indígenas, campesinos, barriales, de mujeres, de cultura y comunicadores populares, etc., apuntaba hacia la formación de nuevos actores políticos. Articulaciones continentales o mundiales surgieron o se fortalecieron en ese proceso en nuestra región: la Vía Campesina y la Coordinación Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC), los encuentros de pueblos indígenas, Jubileo Sur Américas y «50 años (de FMI / Banco Mundial) bastan», la Marcha Mundial de Mujeres y la Red Mujeres Transformando la Economía (REMTE), el Frente Continental de Organizaciones Comunitarias (FCOC), la Alianza Social Continental (ASC), la Campaña Continental contra el ALCA y los Encuentros Hemisféricos de Lucha contra el ALCA; la Convergencia de Movimientos Populares (COMPA), la Asamblea de los Pueblos del Caribe (APC), el Foro Social Mundial y el Foro Social de las Américas... entre otras.

A diferencia de otros continentes y diferentemente de otros momentos en nuestra región, hoy tenemos en las Américas muy amplios espacios unitarios de convergencia, articulación y construcción de luchas comunes. Son herramientas fundamentales para que, más allá de las diferencias nacionales o sectoriales que se dan, vayamos trabajando en perspectivas cada vez más unitarias de superación de nuestra herencia colonial, de nuestra dependencia en relación al imperialismo y de las desigualdades sociales, étnicas y regionales que marcan a América Latina.

El actual período se equipara (o supera) en potencialidades a otros momentos históricos de nuestra región: el ciclo de las independencias en las décadas del 1810-20, el de los nacionalismos entre los decenios de 1930 y 1950, o el abierto por la revolución cubana en 1959 (y tiene también marcadas diferencias con cada uno de ellos).

Desarrollar esas potencialidades es nuestro gran desafío militante. Hay una agenda política que debemos trabajar y que viene de las raíces de las luchas populares que originaron esta nueva fase:

1. La defensa de los recursos naturales (agua, hidrocarburos, biodiversidad, tierra, etc.) como bienes colectivos de los pueblos, contra su apropiación por parte de las grandes empresas multinacionales. América Latina tiene inmensas riquezas naturales que no benefician a sus poblaciones, es una historia de hace ya más de 500 años. Las batallas populares del pueblo boliviano contra la privatización del agua y después por la nacionalización de los hidrocarburos han abierto caminos. Las luchas campesinas por la reforma agraria se inscriben también en ese marco.

2. La defensa del medio ambiente contra la explotación depredadora por parte de los grandes capitales. Las luchas indígenas en defensa de sus saberes milenarios (que las multinacionales quieren patentar en beneficio propio), la campaña de los movimientos campesinos en defensa de las semillas y contra los transgénicos (éstos que son la principal estrategia del agronegocio capitalista, y las multinacionales agrícolas), las luchas de las poblaciones y los movimientos ambientalistas contra las industrias contaminantes y la basura tóxica que los países desarrollados envían al Sur, son puntos decisivos para construir sociedades según con las necesidades sociales (y no en función de los lucros empresariales).

3. Las luchas de los movimientos de mujeres contra el patriarcado capitalista, de los movimientos de gays y lesbianas contra la homofobia y la intolerancia, y de los movimientos negros contra la discriminación racial, son fundamentales para que los actuales procesos sean auténticamente emancipadores, ya que se trata de liberarnos no sólo de las cadenas neocoloniales, sino también de las opresiones que fueron introyectayadas por las clases dominantes en las clases dominadas.

4. En toda América Latina hay una revigorización de los movimientos, de la conciencia y de la identidad indígenas. Los pueblos originarios reclaman el derecho a la tierra y a la conservación de sus culturas e identidad. Eso pasa por la conquista de derechos a la autonomía y por la construcción de nuestros países como estados plurinacionales.

5. El auge neoliberal pasó, pero su pesada herencia de destrucción de derechos sociales y laborales quedó. De forma unitaria el sindicalismo de la región elaboró una «Plataforma Laboral de las Américas», que será uno de los instrumentos para presionar por la recuperación de derechos elementales para la ciudadanía de las clases trabajadoras.

6. El impulso neoliberal continúa llegando a través de los TLCs (Tratados de Libre Comercio) y la OMC (Orga-nización Mundial del Comercio), aunque la resistencia popular y la actitud soberana de algunos gobiernos hicieron parar la principal estrategia del imperialismo estadounidense para la región, el ALCA (Área de Libre Comercio para las Américas). El ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas) propuesta por el gobierno venezolano, los TCPs (Tratados de Comercio entre los Pueblos) defendidos por el gobierno boliviano, las redeficiones del Mercosur y de la Comunidad Sudamericana de Naciones que están en discusión entre varios gobiernos, así como las propuestas de los movimientos para la integración sobre otras bases, son parte del desafío mayor: construir una relación económica entre nuestros países como un paradigma diferente al neoliberal, y constituir un espacio económico regional capaz de resistir a las presiones del imperialismo y de impulsar el desarrollo regional.

7. Pero no habrá desarrollo si no libertamos nuestros pueblos del yugo del capital financiero internacional. Así, continuarán en agenda las campañas contra la deuda externa y contra la vulnerabilidad de nuestros países frente a los ataques financieros especulativos. Pero en esto no habrá salidas aisladas para nadie: se hace necesario construir una voluntad política regional y concretarla creando instrumentos de financiamiento para los proyectos definidos soberanamente por nuestros países.

8. Nuestra región siempre fue considerada el «patio trasero» del imperio norteamericano. Quiere dejar de serlo, y está dando algunos pasos en ese sentido. Pero, desde hace siglo y medio, el gobierno de Estados Unidos ha echado mano de intervenciones militares (directas, o a través de sus títeres locales) para derrotar a los pueblos latinoamericanos que tratan de libertarse. Siguiendo el ejemplo del pueblo de Vieques, que se movilizó para expulsar a la base militar norteamericana, este año será central la lucha contra la presencia militar norteamericana en nuestra región (el caso más obvio es Colombia, pero mantiene bases militares en varios países y está buscando penetrar también en otros).

Otra América Latina se diseña en el horizonte. Tal vez como nunca antes, las posibilidades para hacer efectivos proyectos emancipatorios están puestas. Pero hay peligros que nos acechan. El imperialismo puede aprovechar antiguas y nuevas rencillas entre países del Sur. El nacionalismo, que es una postura positiva cuando es antiimperialismo, puede ser mero patrioterismo cuando se lo aplica en los conflictos entre pueblos hermanos del Sur.

Una integración entre países del Sur en abierta oposición a las pretensiones del imperialismo norteamericano es un proyecto que aún no había sido intentado y sobre el cual poco fue pensado, así que no es una sorpresa que surjan muchas dificultades en su camino. Desde los intelectuales (como los que se reúnen en la Red en Defensa de la Humanidad), y desde los movimientos (como los que se articulan en la Campaña Continental contra el ALCA), hay una urgencia por elaborar nuevos paradigmas, nuevos caminos y propuestas. El imperialismo está expectante de que las dificultades del proceso y sus conspiraciones nos derroten.

En el Encuentro Hemisférico de Lucha Contra el ALCA realizado en 2006 en La Habana, Cuba, los movimientos sociales del Continente aprobaron un plan de acción que justamente busca responder a ese desafío.

 

Gustavo CODAS

Asunción, Praguay – São Paulo, Brasil