Asia

ASIA
Esperanzas y desafíos de Asia


Si alguna de las antiguas civilizaciones de Asia sobrevivieron ininterrumpidamente hasta hoy, eso no se puede explicar sin reconocer el mérito del elemento "esperanza" que en ellas estuvo vigorosamente presente y actuante. Esta esperanza, alimentada por la cultura y las tradiciones religiosas, se sedimentó en el "etos", en la estética, en la literatura y en los proverbios que inspiran la vida cotidiana de los pueblos asiáticos. Uno de esos proverbios, del sur de la India, dice: "Hay ciertamente millares de soles detrás de las nubes". Como la flor del loto, esta esperanza encontró expresión en Asia en medio de adversidades, en medio de situaciones de pobreza, desnutrición, miseria y desamparo. Esa misma situación transformó las masas asiáticas en un pueblo de esperanza y capacidad de recuperación, que sueña con un mundo nuevo y ansía un futuro diferente.

Los sueños y esperanzas de Asia, este continente donde se encuentran las tres quintas partes de la humanidad, se expresan en diferentes niveles. Algunos ejemplos: recientemente hemos visto cómo los deseos del pueblo indonesio de tener un gobierno justo y democrático produjeron cambios políticos dramáticos en ese país, gracias al papel decisivo de los estudiantes. En Filipinas, la larga dictadura de Marcos, que chupaba sus riquezas del pueblo (piénsese sólo en la colección de los 1700 pares de zapatos de Imelda, su esposa), fue liquidada sin derramar una sola gota de sangre, con sólo la confianza y la esperanza del pueblo en su futuro democrático. Pero el caso más llamativo fue el del animoso pueblo vietnamita, que se enfrentó a la mayor potencia militar que jamás hubo en la tierra y salió victorioso. En Myanmar se registran también ahora luchas por la democracia y los derechos humanos llevadas adelante con indomable coraje bajo el liderazgo de una valiente mujer, Aung San Suu Kyi.

Aparte de esos acontecimientos locales sigificativos, en los países asiáticos tenemos numerosos movimientos populares que son señales de esperanza, como luchas por los derechos humanos, la dignidad, justicia para las mujeres, protección del medio ambiente, etc.

Estas historias de esperanza son el antídoto para el desánimo desmoralizante y la desesperación provocada por la situación de impotencia. En términos bíblicos, estamos en Asia constantemente en la situación de David frente a Goliat. Los David se están multiplicando en Asia, lo que representa la fuerza de Asia para un futuro lleno de esperanza.

Es difícil describir la gran variedad de sueños de los pueblos asiáticos. Estos sueños difieren según el lugar social, la clase, la casta, etc., de las personas. La psicología elemental nos dice que los sueños revelan a la persona. Los ricos y poderosos pueden tener sueños fabulosos, por cuya realización luchan y compiten entre sí. Pero si miramos a los pobres de Asia, sus sueños pueden espantarnos por su carácter tan elemental: en el Sur de Asia, conde cerca del 60% de los niños está desnutrido, ¿cuál podría ser el sueño de un niño sino un buen plato de arroz? Los sueños y esperanzas de los pobres de Asia se refieren a lo más fundamental de la vida.

Tras los sueños de los marginados de Asia hay profundos anhelos: rescatar el poder -vaciándolo de su iniquidad-, ampliar la esfera de la libertad, y ser aceptados en la propia identidad diferente, lo que es una cuestión de dignidad y justicia.

La pobreza obliga a personas, familias y comunidades a alienar sus derechos. El resultado es la prostitución, el trabajo infantil, la esclavitud, la venta de órganos humanos y la mutilación del cuerpo para aumentar la posibilidad de mendigar. Una vida digna es imposible en medio de la pobreza.

En toda Asia hay muchas personas y grupos fuertemente activos entre las capas populares, que animosamente mantienen viva la esperanza del pueblo por su compromiso en pro de la libertad y de los derechos humanos. Pensemos en los jóvenes chinos que valientemente defendieron esos derechos y se opusieron a su violación, a pesar de la violenta represión del régimen chino en la Plaza de la Paz Celestial en junio de 1989.

La pluralidad ha sido la marca registrada de la vida asiática, y sin ella Asia pierde toda esperanza de futuro. Pero una realidad común a todas las regiones de Asia es la penetración de la globalización. Según los analistas, ésta ha creado un triple modelo de cambio cultural: el primero es el "choque de civilizaciones", el segundo es la homogeización o "macdonalización" del mundo, y el tercero es la hibridación.

Los tres procesos están vivos y actuantes en Asia. Pero el que predomina es el de la homogeneización. Por lo demás, existen muchas formas tradicionales de homogeneización en los distintos países y regiones de Asia. En la India, por ejemplo, el nacionalismo religioso llamado "Hindutva" es una ideología de homogeneización que tiene un programa de unidad que no respeta el hecho del pruralismo de culturas y tradiciones del país. Es interesante observar que tal programa de uniformización pertenece a las castas y clases superiores y converge con sus intereses, mientras que para los marginados el pluralismo es sumamente importante para su vida y para su supervivencia.

El pluralismo, en Asia, es, en último término, una cuestión de justicia. Negar el pluralismo mata la justicia antes de destruir la verdadera unidad. Los pobres pueden recuperar su verdadera identidad afirmando la diferencia. El pluralismo es, por tanto, la defensa y la esperanza de los pobres contra los poderosos, que defienden un programa de pseudo-unidad. En este escenario, el papel que compete a las Iglesias es un papel que suscita esperanza: ser un agente eficaz del pluralismo.

Pero si las Iglesias mismas sucumbieran al miedo al pluralismo, quedarían totalmente incapacitadas para actuar como catalizadores de esperanza para los pobres de Asia.

La crisis financiera de Asia Oriental

En las crisis anteriores se vio que mientras el crecimiento del producto y los datos macroeconómicos (inflación, tipo de cambio, balanza de pagos) se recuperan de una manera bastante rápida, se tarda más tiempo en que se recuperen el empleo y los salarios. Un estudio de más de 300 crisis económicas desde 1973 en más de 80 países indica que el crecimiento del producto recuperó los niveles anteriores a la crisis en un año como promedio. Pero los salarios reales tardaron unos cuatro años en recuperarse, y el empleo cinco años.

El costo humano de la crisis de Asia Oriental ha sido de amplio alcance:

a) Quiebras: 435 empresas de Malasia, por ejemplo, se declararon e quiebra en nueve meses.

b) Aumento de la pobreza: en Indonesia, el país más pobre afectado por la crisis cayeron en la pobreza unos 40 millones más de personas (el 20% de la población).

c) Aumento del desempleo: prácticamente desconocido antes en Corea y Malasia, aumentó en todos los países: 300.000 en Malasia, 500.000 en Tailandia, un millón en Indonesia, millón y medio en Corea. Los salarios reales se redujeron (10% en Corea en un año). La pérdia de empleos afectó más a las mujeres, los jóvenes y los obreros sin calificación. en Corea el empleo de las mujeres se redujo en el 7'1% de 1997 a 1998 y un 3'4% el de los hombres. El número de desempleados de entre 15 y 29 años se dobló, de 300 a 600 mil, y se triplicó en el caso de los trabajadores sin cualificación. Los trabajadores emigrantes también fueron duramente afectados, devueltos a sus países.

d) Reducción de la escolaridad: en Tailandia, por ejemplo, 100.000 estudiantes interrumpieron los estudios. En Corea los abandonos en el nivel superior aumentaron en el 36% en 1998.

e) Reducción de servicios públicos: en Tailandia el presupuesto del ministerio de salud se redujo en un 10%, y el de los servicios sociales en un 7'6%. En Filipinas el presupuesto público de salud se redujo en otro 10% y el de nutrición de la familia se redujo en un 6%. Malasia redujo todos los gastos en un 18-20%.

f) Aumento de la tensión social y de la frag-menta-ción: Todos los países testimonian aumento de la violencia doméstica, de la delincuencia callejera y de los suicidios. Estos pasaron en Corea de 620 por mes en 1996 a 900 por mes en 1998. La línea telefónica de emergencia para mujeres víctimas de la delincuencia doméstica registró en Corea un número de llamadas siete veces mayor que el año anterior al inicio de la crisis.