Buen vivir: desaprendiendo para aprender una nueva forma de relacionarnos sanamente

 

Buen vivir:  desaprendiendo para aprender una nueva forma de relacionarnos sanamente,

Carlos Bresciani, Jesuita, Tirúa, región del Biobío, Chile

Una machi (autoridad espiritual mapuche) dijo ante las enfermedades que atraviesan las personas hoy en día: “Si quiere sanarse, debe aprender a dejar que su espíritu llegue a su cuerpo porque suele andar más rápido que lo que el espíritu anda”. Hoy vivimos atravesados por enfermedades no solo en nuestros cuerpos personales, también en el cuerpo comunitario o social y en el cuerpo de la Madre Tierra. Pareciera ser que las grandes crisis en las que andamos y que nos tienen enfermos tienen relación con un modo o estilo de vida que aleja el espíritu de nuestros cuerpos. Lo vivimos en la pandemia, lo vivimos en las depresiones, lo vivimos en las crisis políticas de nuestras democracias, lo vivimos en la tierra sobreexplotada.

Viviendo en territorio indígena mapuche al sur de Chile hemos hecho un camino que nos ha llevado a ir descubriendo que una vida sana tiene que ver con todas las dimensiones de la vida. Nada está separado. Mente, espíritu, cuerpo, tierra, relaciones, todo está profundamente interrelacionado. Un desequilibrio en una dimensión hace que, como personas, como comunidad y la misma Madre Tierra se enferme. Esta certeza la hemos ido comprendiendo a partir de una profunda conversión que al vivir en este territorio se nos ha presentado. Hemos ido desaprendiendo para aprender a reconocer las infinitas manifestaciones de Dios en un territorio que se nos presenta como un lugar epifánico del Espíritu. Epifanía que nos ha revelado una nueva forma de entender la realidad, la espiritualidad, nuestra propia identidad y fe. Una nueva forma de entendernos como seres humanos en relación con toda la creación. Una conversión de la mirada desde la sabiduría de esta tierra que se puede resumir en el Buen Vivir o, mejor dicho, Buen Convivir. Un horizonte y camino de sentido que los pueblos originarios han elaborado a partir de su cosmovisión, religión e historia de resistencia.

Este camino nos ha implicado quedarnos sin palabras, sin respuestas, sin soluciones preelaboradas. Quizás el primer paso para volver a relacionarnos más sanamente es hacer silencio para escuchar la “palabra de la gente de la tierra” y de la misma tierra. Escuchar nuestro propio cuerpo, nuestra historia personal y colectiva. Palabra que nos habla, que nos enseña, que nos manifiesta la vida que estamos invitados a vivir y a Vivir Bien (Küme Mongen), en toda su diversidad, sus tensiones, sus luces y sombras.

Es todo un aprendizaje para personas criadas en la ciudad y en la formación de una racionalidad instrumental-tecnológica que busca desentrañar las mecánicas de las cosas, dividiendo para entender y enfrentando al mundo en una relación sujeto-objetivo, que valora todo según la utilidad o provecho. En esa lógica, no es fácil entenderse o sentirnos compartiendo profundamente la vida con todo lo viviente y menos entender que los “cuerpos” enfermos expresan el modo como vivimos y nos relacionamos entre todos y todas y con la Madre Tierra. Necesitamos hacer silencio de estas lógicas enfermas para escuchar las sabidurías de la tierra, la sabiduría del Buen Convivir. Esta sabiduría que está en el centro de la espiritualidad de todos los Pueblos Originarios de Abya Yala y también del pueblo Mapuche con el que convivimos en estos territorios, es una invitación a descubrir un nuevo paradigma de la vida, basado en la armonía de relaciones justas y reconciliadas con Dios y las fuerzas espirituales, con la Madre Tierra, con los demás y con uno mismo. Paradigma que se aleja de consumismos y avaricias. Un modelo que recupera aquellas realidades y demandas esenciales para una vida sana y plena. En palabras de un sabio mapuche: “Si derribo el árbol, yo comeré en abundancia… pero no habrá comida para mis nietos”. Se trata de una propuesta de vida que implica experimentarnos profundamente, interrelacionados unos con otros. Otros son los hombres y mujeres, pero también el viento, el árbol, la mon-taña, el río, la roca, las estrellas, lo trascendente… todos los vivientes, toda la creación. Es lo que los kimnche (persona sabia) llaman el “itrovill mongen”, que describe algo semejante a lo que entendemos por diversidad de vidas, biodiversidad o todo lo viviente incluido lo trascendente. Todos son mis hermanos y hermanas. Como se afirma en el Sínodo de la Amazonía: “Se trata de vivir en armonía consigo mismo, con la naturaleza, con los seres humanos y con el ser supremo, ya que hay una intercomunicación entre todo el cosmos, donde no hay excluyentes ni excluidos, y donde podamos forjar un proyecto de vida plena para todos. Tal comprensión de la vida se caracteriza por la conectividad y armonía de relaciones entre el agua, el territorio y la naturaleza, la vida comunitaria y la cultura, Dios y las diversas fuerzas espirituales.” (Documento Conclusivo Sínodo Amazonía número 9)

La raíz de las injusticias actuales está en no vivir en armonía. Como dijo un hermano indígena: “Buen Vivir es el concepto del equilibrio cosmológico como proyecto de vida, un equilibrio tanto interior a la persona como exterior, en la relación con todo lo creado y sólo desde esta perspectiva se entiende la gravedad del conflicto social”. Desde este aprendizaje del silencio y la escucha, hemos ido abriendo la mirada a la experiencia que todo y todos estamos profundamente unidos. Que todo tiene vida. Que todo tiene un espíritu que anima. El Buen Convivir habla de esa realidad viva, donde nada ni nadie está solo. Como dice un sabio mapuche, cuando habla de los espíritus que animan y dan vida a todo: “En la tierra existen los Ngen (Espíritu protector que anima cada elemento de la naturaleza), está la cascada, las aguas que corren, el mar, lo cerros sagrados, los volcanes, las estrellas en el medio del cielo, el sol, la luna, ninguno está solo, nada existe en soledad, todos tienen un Ngen”

Es el mundo de lo tangible y el espiritual que están profundamente unidas. El territorio no es meramente un lugar con seres físicos sino también espirituales. Lugar especial ocupan los Kuivikeche (antepasados), los Kumeke pulonko y wedake pulonko (espíritus buenos y espíritus malos), junto a los Ngen. Las relaciones están atravesadas por esta trascendencia y presencia de lo espiritual, de ahí que todo cobra vida, significado e interpelación. Así, una enfermedad no es meramente una disfunción o daño de un órgano en particular, sino que también incorpora un sentido según las relaciones que se han tenido con el territorio, y exige también, ciertas acciones para encontrar alivio. Por tanto, la enfermedad no es un problema individual y desconectado de las relaciones y contexto en el que se encuentra la persona. Tampoco el remedio está desvinculado de quién lo ofrece.

En una sociedad que nos presenta la felicidad en la góndola de un supermercado, se nos hace difícil discernir, en medio de un cúmulo de bienes innecesarios, que es lo que necesitamos para vivir bien. Para vivir sanamente. Son muchos los hombres y mu-jeres indígenas sabios que dicen que como país estamos enfermos. Desde la ciencia occidental se dice que muchas enfermedades hoy son “psicosomáticas”. El mapuche diría que se trata de desequilibrios con el entorno, cuya causa principal es el poco respeto a las fuerzas espirituales que rigen la naturaleza y que nos rigen a nosotros mismos. Sufrimos dolores de cabeza, de espalda, crisis de pánico, angustias, estrés y depresiones que no son sino síntomas de algo que está mal en nuestro modo de vivir. Para mejorarnos necesitamos aprender a vivir bien, aprender a vivir en relación y no en posesión.

El Kume Mongen, es una propuesta vital que se hace urgente para nuestra sociedad. No sólo para el mundo mapuche y rural. En medio del ruido de las grandes ciudades también necesitamos vivir en relación. Hoy más que nunca necesitamos dejar que el espíritu alcance nuestros cuerpos para vivir sanamente, en armonía. Vivir en equilibrio y no en la frenética carrera por acumular bienes. Es una propuesta que nos mueve a buscar otras formas de economía, de relaciones políticas, sociales y espirituales. Necesitamos desaprender modos que nos han ido alejando, es unidad vital en nosotros, nuestras comunidades y en la Madre Tierra.