Cambiar la mirada para sentipensar el otro mundo posible

Relectura de mt. 14

Rosa Ramos. Uruguay.

Cambiar la mirada y el suelo desde donde se mira permite un cambio de hermenéutica y de  acciones. El mismo locus o los ojos fijos en un punto conducen a simplificaciones erróneas, repeticiones, claudicaciones y parálisis nefastas.
Nos puede suceder con la realidad, como con los textos bíblicos, cuando los vemos como ya archiconocidos perdemos la novedad que entrañan y creatividad para los cambios. Ver a los pobres como carentes, como objetos de planes de ayuda, o verlos idealizados cuando no les hemos permitido desarrollarse como sujetos-actores, son posturas “ideológicas” que no respetan la compleja realidad. Necesitamos colirios para aclarar la mirada y brújulas para reorientar la acción.
Si trascendemos las historias oficiales y la des-información de los medios, nos llega por los poros el dolor del mundo, el zozobrar de los pueblos a merced de quienes mal gobiernan y negocian cobardemente con la vida. La pandemia, lejos de cambiar el rumbo de la historia hacia el bien común, ha conducido a más egoísmos y más riqueza de algunos sobre la muerte y miseria de tantos. Estamos ante un fracaso de la humanidad -perdida la oportunidad de dar un salto en humanización-, que provoca vergüenza, pena, rabia y frío de muerte por falta de solidaridad colectiva. Sin embargo, cabe mirar desde otras perspectivas que iluminen rumbos humildes y valientes.
Veamos un texto bíblico, el capítulo 14 de Mateo. Relata la prisión y muerte de Juan el Bautista, la atención de Jesús a los enfermos, la “multiplicación” y el compartir los alimentos sentados en la hierba y otros relatos. Es un largo capítulo. El versículo 13 puede pasar desapercibido entre los hechos narrados: informado Jesús de la muerte de Juan “se retiró de allí, aparte, en una barca a un lugar solitario”. ¿Asustado y confuso ante el peligro? ¿O a llorar a solas el gran dolor? El versículo permite entrever los sentimientos de Jesús: dolor y compasión, que cambian su mirada y orientan sus movimientos. Estamos más acostumbrados a sus entrañas conmovidas de compasión; aquí invito a contemplar su dolor, a mirar el rostro de Jesús, captar los nubarrones de sus ojos, sus lágrimas, sus dientes apretados, su mover incrédulo la cabeza, bajándola un instante hasta el pecho para luego subirse a la barca y alejarse. 
Jesús sintió y quiso hacer duelo por Juan, rumiar la injusticia y arbitrariedad de su muerte, llorarla. Podemos intuir su impotencia y fragilidad, la experiencia de la vulnerabilidad, propia de su humanidad. Es poco probable que se alejara solo, irían con él los discípulos, también las mujeres que lo seguían. Una retirada en silencio denso, tan triste como solidario en torno al Maestro. Jesús tiene que atravesar el dolor, no le rehúye, necesita retirarse para exponerse pequeño ante el misterio, cuestionarse su misión, en suma: escuchar a Dios en esas circunstancias. Quiso beber en su propio pozo para acabar abrevando su sed de sentido y claridad en la fuente del Padre. 
Podemos interpretar que su Abba se le hace visible, a la vez que le refleja su identidad y misión. ¿Dónde? En la soledad y en los otros. ¿Cuánto tiempo estuvo Jesús en ese duelo? El mismo versículo 13 dice: “En cuanto lo supieron las gentes salieron tras él, vinieron a pie de las ciudades”. A continuación el versículo 14: “Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos.” Obviamente la secuencia y la velocidad no son verosímiles, pero nos permiten “sentipensar” con Jesús, asomarnos a sus movimientos interiores expresados en los gestos de alejarse primero, luego desembarcar -“bajar”-, atender, curar y alimentar a la gente. Jesús es capaz de salir de sí y de sus cuitas: “más allá de mis penas personales, me ensancho, me ensancho”, nos dice Celaya. Y Goytisolo en sus “Palabras para Julia”, dice a su hija: “Otros esperan que resistas, que les ayude tu canción entre sus canciones”
Jesús necesita silencio, tiempo, distancia, encuentro con su Abba en busca de entendimiento, luz, consuelo. Sigamos cambiando la mirada y “contemplando la escena, aplicando sentidos” e imaginación: la multitud que corre tras el alejamiento de Jesús, lo espera en la orilla y extiende hacia él sus manos, buscando alivio a sus dolencias, salvación para sus vidas miserables y amenazadas, ¿acaso no está también salvándolo de su pena y de sus dudas? ¿Por qué no sentipensar que este Jesús en duelo también se salva en la entrega?
No sabemos si tuvo ese tiempo personal (va en su busca nuevamente más tarde, versículo 23) ni si recibió respuesta del Padre, se nos dice que ante esos rostros angustiados, esos pies llenos de polvo, esas ropas raídas, en esas manos tendidas, Jesús en duelo y profundamente interpelado por la muerte de Juan, redescubre su identidad profunda y su misión: ser con y para otros a imagen del Padre rico en misericordia.
Sístole y diástole son los movimientos del corazón, de la vida, contracción y expansión. Así Jesús continuamente entra en intimidad con el Padre y se abre a los otros. El dolor y el consuelo son parte de ambos movimientos, el propio y el de los pobres que lo buscan se confunde, se abrazan en un único dolor. El consuelo y confirmación del amor del Padre también, Jesús los vive, transmite con sus gestos y como luz encendida coloca en alto para que ilumine a todos. 
Vamos a la escena siguiente, Mt. 14, 15-21. El texto dice que se hizo tarde; los discípulos siempre tan realistas y proactivos le dicen a Jesús que despida a la gente para que vayan a los pueblos a buscar comida. Conocemos la respuesta de Jesús y el relato -con variantes- de los cinco panes y dos peces disponibles. 
Arriesguemos otra mirada contemplando la escena desde el duelo de Jesús por la muerte de Juan: ¿no pudo suceder que agotado por la extensa jornada y sus emociones se sentara un poco apartado? ¿Y que la multitud escuchada, tocada, curada por él, se quedara en silencio en grupos? En este ensayar otras perspectivas, imaginemos a un joven, o una joven, acercarse y sentarse junto a Jesús, haciéndole silente compañía, contemplando su rostro. “¿Cómo reparar las fuerzas y consolar al Maestro?” Rebuscando en su morral y ofreciéndole comer algo, eso poco que tiene. Jesús lo/la mira tiernamente y come. Comen juntos, sonríen. Los demás los ven y hacen lo mismo, un movimiento en cascada de complicidad solidaria recorre el prado.
Ahora veamos a Jesús reanimado levantándose y caminando entre los grupos, derramando la bendición sobre ese comer compartido que trasciende las cuitas personales y crea comunidad de hermanos y hermanas saciando sus hambres. El duelo de Jesús por la muerte de Juan se atenúa al ver que es verdad lo que le había mandado decir: los ciegos ven… y a los pobres se les anuncia la Buena Noticia (Mt. 11, 5). La Buena Noticia se realiza en esa comida y en esas sonrisas compartidas en primavera, pues si había pasto allí para sentarse, era primavera. Olía a nardos y renacía la esperanza. El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca (Mc. 1, 15). Jesús despide a los discípulos y a la gente y sube al monte a orar en intimidad con el Padre (Mt. 14, 23).
¿Qué nos aporta este cambio de mirada del texto? ¿Cómo ilumina esta Palabra desde nueva perspectiva nuestra realidad? Algunas pistas; mirar: 
-Más allá del deterioro del enfermo, la dignidad entera, que incluso crece.
-Más allá del agresor, sin consentir ni claudicar, la cultura de muerte y sus límites personales.
-Tras los límites y discapacidades, las posibilidades diferentes de cada uno.
-Allende el aspecto físico, “lepra, pecados y demonios”, la belleza única de cada persona.
-Allende los egoísmos y miserias, el deseo hondo de compartir y hacernos comunidad.
-Tras las omisiones y hasta los errores de un movimiento, aquel elevado móvil originario que aún puede convocar y animar a nuevas conquistas para los más vulnerables.
-Más allá de fracasos personales y colectivos, el resistir pariendo y alimentando vida.
En suma: superar la rutina de ojos gastados y mirar buscando en todas las personas y situaciones el hilo de oro, las huellas salvadoras de Dios. El Espíritu de Dios sigue fiel aleteando la historia. La victoria futura es segura, aunque hoy perdamos batallas.