Cambios en estilos de vida frente al neoliberalismo

Cambios en estilos de vida frente al neoliberalismo

Elfriede Harth


Aquí en Alemania se está discutiendo bastante en círculos crecientes todo el problema de la «modernidad extractiva» y «modernidad extensiva», con sus «gulags del consumo». Es tanto lo que se llega a comprar (ropa, comida, celulares cada vez más sofisticados, objetos de toda clase) que muchas veces no alcanza el tiempo para usarlo o consumirlo, sino que se termina desechándolo, sin tener en cuenta la cantidad de recursos que se están desperdiciando. Surge el sentimiento de que más que consumidores, nos estamos convirtiendo en agentes de compra de mercancía producida para ser botada a la basura.

Aumenta la conciencia de que hay que renunciar al mito del crecimiento económico e ir hacia el decrecimiento. Se ha puesto de moda el lema: «menos es más». En arquitectura se propaga la idea de que para ser sostenible, en vez de construir algo nuevo, hay que «reutilizar, reducir y reciclar». Y esa idea ha contaminado muchos otros ámbitos. Se trata de consumir menos, lo que llevará a que se venda menos, y por lo tanto, a que se produzca menos, gastando menos recursos. Eso llevará a que se despida gente. Habrá una disminución del empleo remunerado. La gente deberá arreglárselas para sobrevivir con menos ingresos, creando modelos solidarios de subsistencia, volviendo a hacer muchas cosas ellos mismos, en vez de comprarlas, reparando en vez de tirar... El Do-it-yourself, hazlo tú mismo, que siempre ha existido y ha sido el origen de grandes invenciones técnicas, se está poniendo de moda. Revela el profundo anhelo de superar la condición alienante de consumidor embrutecido, y volver a ser creador, a imagen y semejanza de Aquél.

Se crean monedas locales que permiten intercambiar productos y servicios locales sin pasar por el «mercado» global... Es todo el movimiento de las transition towns (ciudades en transición) que empiezan a experimentar cómo será vivir sin petróleo y sin carbón, evitando utilizar el automóvil y dando por ejemplo prioridad a la bicicleta. Es el movimiento de las monedas locales y regionales que no sólo no generan intereses sino que se van devaluando a medida que corre el tiempo, y que por lo tanto no sirven para atesorar sino sólo como medio de intercambio. Para evitar la devaluación el dinero se gasta rápido aumentando así su circulación proporcionándose unos a otros una remuneración por algún servicio o bien producido, e intensificando las relaciones interpersonales. Cada tanto hay que comprar un sellito que compensa la pérdida de valor de la moneda y con ese pago del sellito se financian proyectos comunales… es una especie de impuesto local para asuntos comunitarios locales. Es el movimiento de la economía del compartir: se comparten automóviles, herramientas, se vive en comunidad y así se pueden compartir lavadoras... sin tener que comprar cada familia la suya, que sólo estará en uso pocas horas por semana.

En Frankfurt tenemos en los barrios armarios públicos en la calle, colocados allí por el municipio, que están abiertos, y en los que la gente deposita libros que ya no necesita, para que los pueda coger otra persona y los lea, volviéndolos a depositar allí o depositando otros libros… para evitar que se llenen de polvo en las bibliotecas individuales sin que nadie los disfrute. También hay bolsas para intercambio de ropa, que tienen mucha acogida entre la juventud, pues les permite cambiar de ajuar a cada rato sin tener que gastar casi nada. Hay bolsas en que las personas «se liberan de objetos que no necesitan», regalándoselas a quien las pueda necesitar o desear.

Surgen los huertos urbanos, en los que la gente cultiva hortalizas en terrenos baldíos. En ciertos municipios, en vez de flores, siembran hortalizas y plantas comestibles en los parques públicos, permitiendo a cualquier ciudadano coger tomates, o fresas, o lo que se dé… (el gasto es el mismo que sembrar flores decorativas). Se forman cooperativas de agricultura solidaria, en la que un grupo de consumidores se comprometen a entregarle a un agricultor u hortelano mensualmente una suma determinada de dinero proporcionándole así los medios necesarios para costear los gastos de producción. El agricultor/hortelano pone la tierra y su trabajo, y tiene asegurada la venta de lo que produzca, pues el dividendo que le paga al grupo de personas que forman la cooperativa es lo que logre sacarle a la tierra con el sudor de su frente. Los inversionistas solidarios comparten el riesgo de que salga mala la cosecha por razones climáticas. Desaparecen los costos de mercadeo y la angustia del agricultor/hortelano de correr solo con el riesgo. Bajan los costos de transporte, pues se consume localmente, y según lo que esté de cosecha.

Nace el movimiento de la Revolución del Cuidado, que coloca a la persona en el centro de la economía. Su principal axioma o fundamento es que dependemos inexorablemente unos de otros y que la sostenibilidad económica reposa no sólo en la ecología sino en el reconocimiento del valor del trabajo de reproducción social. Se trata de todo el trabajo de la crianza de los hijos, del cuidado de enfermos, de personas con discapacidad, de ancianos, el trabajo de creación e innovación, el arte, el trabajo comunitario y de solidaridad entre vecinos... todas esas actividades que se realizan la mayoría de veces sin ser remuneradas y que por ende no son tomadas en cuenta para el cálculo del PNB.

Va cogiendo fuerza el movimiento de la Renta Básica Incondicional, que exige que se distinga entre trabajo e ingreso, redefiniendo el concepto de trabajo y comprendiendo que es un grave error limitarlo a las actividades remuneradas. Pues a medida que se invisibiliza el trabajo indispensable de reproducción social, el neoliberalismo puede apropiárselo privatizando los costos de esas actividades (el tiempo que se emplea en desarrollarlas y el desgaste físico y síquico de las personas que lo realizan) y capitalizando privadamente el resultado de esas actividades (la fuerza de trabajo reproducida). Este movimiento reivindica una Renta Básica Incondicional para todos, que permita vivir modesta pero dignamente, y poder dedicar el tiempo necesario a las actividades indispensables para el Buen Vivir. Esta RBI permitiría renunciar a todo tipo de trabajo que no ofrezca condiciones laborales dignas. Proporcionaría a las mujeres la autonomía económica suficiente para poder renunciar a una relación de pareja abusiva o violenta, sería una salida de la prostitución, etc.

Una de las compañías eléctricas alemanas más grandes, EON, decidió abandonar las centrales nucleares y de carbón y meterse de lleno en las energías renovables. Hay quienes creen que ya perdieron el tren, pues en Alemania 26% de la energía que se consume es renovable y producida por particulares: el campesino, la cooperativa de ciudadanos, particulares que aprovechan el techo de su casa... Ya mucha gente prefiere comprarles a ellos la energía y no a las compañías gigantes. Y sucede lo mismo con los automóviles: Volkswagen está pensando que tiene que transformarse de una compañía que produce automóviles, a un prestador de servicios de movilidad. Porque la gente (sobre todo la joven) ya no tiene interés en comprar automóvil, prefieren compartirlo: se paga una cuota módica (3 euros al mes, por ej.) por tener derecho a usar un carro, y cuando lo necesitas, lo reservas, y pagas 3’5 euros por hora, más 30 centavos de euro por kilometro, lo que incluye la gasolina, seguros, impuestos, mantenimiento, garaje... Como los transportes públicos en las ciudades funcionan muy bien, sólo de vez en cuando necesitas carro. En París el 60% de la población ya no tiene carro propio...

Aumenta el número de personas vegetarianas, y «veganas», que no consumen nada animal (miel, huevos, leche ni carne). Crece el número de restaurantes vegetarianos y veganos, y en los que no lo son no falta nunca el menú vegetariano. Baja el consumo de carne y se propaga la cultura del «slow-food» (cocina/comida lenta). La venta de productos bio aumenta mucho, pues la gente prefiere comer poco y de calidad… Surgen supermercados exclusivamente veganos.

Está de moda el minimalismo: personas que salen de todo lo que no necesiten absolutamente. Tienen sólo 3 ó 4 mudas, poquísimos muebles, casi ningún libro ni disco propio... todo lo prestan cuando lo necesitan y lo devuelven apenas dejan de necesitarlo…

Estos movimientos se están dando en todos los países europeos. Y nos llegan testimonios de experiencias similares y muy esperanzadoras que se están dando en otras partes del globo. No son aún una corriente dominante, pero cada vez hay más gente interesada en ello. La televisión pública, sobre todo ARTE (cadena franco-alemana) ha emitido documentales muy interesantes sobre estos cambios culturales. Se discute el asunto en los medios, en conferencias y coloquios y seminarios... El capitalismo ya está intentando convertir esa tendencia cultural en negocio, y a veces lo logra. Pero no le es tan fácil, pues hay una toma de conciencia creciente.

Esperamos la encíclica del Papa sobre la ecología… ojalá sea un impulso en ese sentido.

Es un buen momento para que llegue este cambio, pues si no, se acaba este planeta...

 

Elfriede Harth

Colombia-Alemania