¿Cómo vivir este aniversario de los 500 AÑOS?

¿Cómo vivir este aniversario de los 500 AÑOS?

Pedro Casaldáliga


Pistas, gestos, requisitos, los conocemos. Deberíamos asumirlos de la manera más oficial posible dentro de las Iglesias.

No todos los hermanos de fe pensarán lo que uno piensa, es lógico. Cada quien que viva lo que sinceramente piensa con consecuente sinceridad.

Yo, con apasionada convicción -la Patria Grande, el Evangelio, y el Reino la merecen- quiero sugerir mi propuesta:

1. Debemos estudiar y divulgar la Historia real -que no es prehistoria- y las Culturas existentes en el Continente amerindio antes del mal llamado «descubrimiento».

2. Debemos leer, con ecuménico respeto, la carga ético-religiosa de esas Culturas; sus mitos, expresión rica y válida de la propia religión; sus legislaciones, tan ejemplarmente socializadoras muchas veces; también sus conflictos y hasta los «imperialismos» anteriores a nuestros imperios occidentales; la unidad y la diversidad de los Pueblos del Continente -raíces comunes, ramificaciones múltiples; ¡nunca una masa anónima de «indios»!-.

3. Reconocer los «intereses» que motivaron de hecho la «aventura» del «descubrimiento». (Esa multiplicada presencia de la palabra «oro» en los textos de Colón, por ejemplo). Los imperialismos, los mercantilismos, el etnocentrismo, la miopía geográfico-étnico-cultural-religiosa: de la época de la conquista y de los posteriores 500 AÑOS; hasta nuestro día de hoy, miope todavía, política y eclesiásticamente.

4. Confesar, en espíritu de cuaresma histórica, la omisión y la connivencia de la Iglesia en la conquista, en la dominación, en la colonización continuada y en la marginación de nuestros Pueblos amerindio y negro. Confesar abiertamente nuestra culpa «cristiana». Los 500 AÑOS son el Kairós, el «tiempo oportuno» de esa confesión -y conversión también- en orden a una nueva credibilidad de la Iglesia, del Evangelio, del Dios de Jesucristo.

5. Celebrar las minorías proféticas, cuya voz y cuya sangre no fueron atendidos: Bartolomé de Las Casas, Antonio de Valdivieso... Recuperar la «nueva» teología que ellos suscitaron; la raíz legítima que ellos representaron para una Iglesia «nueva», «nuestra», en el Continente. La continuidad de ese testimonio; hoy, a partir de Medellín, mucho más explícito y comunitario.

6. Celebrar también el martirio colectivo de los Pueblos Indígenas y del Pueblo Negro: los muchos más mártires que nosotros hicimos, en nombre de un Dios impuesto y utilizado. (La «Misa de la Tierra sin males» y la «Misa de los Quilombos», que espantan todavía a ciertos hermanos de la Curia, ¡siguen teniendo demasiada razón!).

7. Porque debemos confesar también la romanización posterior, en los diferentes países de América. Las nuevas colonizaciones espirituales: de las devociones modernas hasta los movimientos neoconservadores; siempre dejando de lado el alma indígena y afro del Continente. Esa impenitente falta de inculturación de la Iglesia, de su Liturgia, de su Derecho. La resistencia oficial a la Teología de la Liberación, a la Biblia en las manos del Pueblo, a las Comunidades Eclesiales de Base, a las Conferencias Episcopales comprometidas con la realidad...

8. Potenciar -con nuevos conocimientos históricos y una nueva valoración, más ecuménica, más «católica»- el autodescubrimiento de los grandes Libros, de los Lugares sagrados, de las Figuras tipo, de los Símbolos mayores... que conforman el Continente como Amerindio-negro-mestizo-criollo.

También los grandes Concilios precursores; nuestros Santos -de Las Casas a Romero, de Juan Diego a Santo Dias; nuestros Santuarios y las viejas romerías renovadas; la Religión popular.

Y también las grandes obras literarias, la pintura, la música, la Cultura entera de la Patria Grande, ella, diferente, única.

9. Descubrir, celebrar y estimular la perseverante resistencia -a veces anónima- de las masas populares del Continente a lo largo de esos 500 AÑOS, en sus luchas, con sus expresiones alternativas de vida y organización.

¿Cómo vivir pues este aniversario de los 500 AÑOS? El compromiso asumido para este autodescubrimiento y esta celebración «otra», deberá ser:

*Continental. Porque somos una unidad de martirio y de destino, de resistencia y de utopía libertadora.

*Religioso. Porque siempre fue y es profundamente religioso el Pueblo de Nuestra América. (Con sus potencialidades y sus ambigüedades, en esa religiosidad exuberante).

*Martirial y de esperanza. Pascual, más exactamente.

*De contestación y alternativa, frente al capitalismo, al consumismo, al occidentalismo etnocentrista y colonizador.

*A partir de los Pobres, unidos y organizados, en las reivindicaciones propias y complementarias de etnia/cultura, de clase, de sexo, de edad: el indio, el negro, la mujer, el menor, el labrador, el obrero... Todos ellos pobres, empobrecidos, marginados.

*De solidaridad con todo el Tercer Mundo.

*Negándose, pues, a las pseudodemocracias, a la Deuda Externa, a la involución de las Iglesias, a las renovadas oligarquías, a todo tipo de dictadura y de intervención imperialista.

*En la línea de la Teología, de la Espiritualidad y de la Cultura de la Liberación.

*Invitando -con la palabra y con la vida- al Primer Mundo y a la Primera Iglesia a la respectiva conversión jubilar.