Corazonando la vida junto a los pueblos indígenas

Viviana Vaca. ENDEPA (Equipo Nacional de Pastoral Aborigen-Argentina) Misionera laica, diócesis de Neuquén. 
Patagonia, Argentina.

En Argentina, compartimos la Vida con aproximadamente 38 Pueblos Indígenas. Y digo “aproximadamente” ya que los Pueblos nunca mueren, siempre por algún recodo van rebrotando semillas nuevas que van tomando conciencia de su identidad. A veces, solo es necesario, abrir espacios, correrse un poco, dar lugar para que hermanos y hermanas que han sido durante siglos humillados, menospreciados, desconsiderados, estigmatizados en un mundo que quiere globalizar hasta la identidad, puedan empoderarse, animarse a ser lo que siempre fueron, lo que llevan en su sangre, lo que habita en lo más profundo de su corazón.
Desde hace más de cuarenta años, ENDEPA (Equipo Nacional de Pastoral Aborigen de Argentina), viene caminando junto a los Pueblos Indígenas. Comenzamos en momentos donde el estado argentino y la sociedad toda hablaba de estos Pueblos en pasado: “existían”, “comían…”, “se vestían…”. Fueron tiempos donde la voz indígena estaba acallada, invisibilizada.
Desde aquella mirada que no contemplaba la presencia indígena, hoy la realidad es muy diferente. Los Pueblos Indígenas en Argentina, no sólo están de pie, sino que desde su propia voz reclaman, exigen, participan, para que sus derechos no queden sólo en la letra muerta del Art. 75, inciso 17 de la Constitución Nacional, -donde se incorporaron en 1994, luego de una larga pero firme lucha y presencia de indígenas y organizaciones que acompañaron-, sino que su implementación sea efectiva y real.
Ahora bien, ¿cuál consideramos que es nuestro rol, como ENDEPA, en la actualidad? Sentimos que somos aliados junto a los Pueblos Indígenas. Ser “aliados, aliadas” nos UNE, unimos fuerzas en alianza no sólo en la lucha por sus derechos sino en la construcción de un mundo donde la homogeneización cultural no gane la batalla sino el respeto, reconocimiento, valorización, riqueza de ser diversos, únicos, irrepetibles; ser un color más del arco iris donde cada matiz da brillo propio y enaltece a los demás.
Ser conscientes de la diversidad de caminos por los que cada Pueblo transita implica no sólo reconocerlo y respetarlo sino valorarlo y abrir el espíritu a lo que ese Pueblo tiene para enriquecer lo que desde mi cultura he recibido.
Nos hacemos eco de lo que nuestro Hermano Papa Francisco nos anima en QA, en el Nro 38, En la Amazonia, aun entre los diversos pueblos originarios, es posible desarrollar «relaciones interculturales donde la diversidad no significa amenaza, no justifica jerarquías de poder de unos sobre otros, sino diálogo desde visiones culturales diferentes, de celebración, de interrelación y de reavivamiento de la esperanza».
Descubrimos la existencia vigente de tantos Pueblos Indígenas en nuestro país y a lo largo de toda la Abya Yala, con sus organizaciones propias, a distinguir el sonido de diversas lenguas, la gran riqueza cultural y las diversas formas de vivir y expresar la espiritualidad, valores que les han permitido sobrevivir en medio de tanto atropello y negación. 
Desde este ser Equipo Sinodal, renovamos la inmensa alegría de estar junto a los Pueblos Indígenas, en actitud respetuosa y fraterna de escucha, de aprendizaje, de diálogo intercultural, de acompañamiento en la lucha por sus derechos.
En el andar de todos estos años y de caminar juntos, aprendimos a estar atentos para reconocer que en nuestras actitudes podemos guardar sin querer resabios colonizadores. Detrás de todas nuestras miradas y prácticas –que hacemos con la mejor de las intenciones-, sin querer, muchas veces puede estar arraigada y agazapada esa actitud. 
Actualmente, las necesidades de Pueblos Indígenas en Argentina pasan por una reivindicación como Pueblos pre-existentes, sujetos de derechos, la defensa de su territorialidad, con resultados sustentables y respetuosos de sus culturas.
Sin embargo y con mucho pesar, vemos que la Madre Tierra, -Casa Común-, sigue siendo saqueada, devastada y vejada impunemente. Son numerosos los conflictos por los territorios donde una vez más constatamos que intereses poderosos, de empresas extractivas, de latifundios en manos extranjeras y locales, de emprendimientos urbanísticos, entre otros, son protegidos y promovidos por los gobiernos de turno.
Al mismo tiempo nos preocupa e inquieta ver la dureza con que son reprimidos los que defienden su derecho a la Tierra y a vivir en un ambiente sano. Muchos de los territorios y comunidades indígenas del país se encuentran en áreas de interés y de conflictos importantes de tierras, mega minería, petróleo, hidrocarburos no convencionales (fracking), bosques, agua, contaminación de los ríos, etc. 
Como personas de fe, no podemos “mirar” para otro lado cuando está en juego la defensa de la Vida. Estos proyectos de minería a cielo abierto, de fracking, geotermia minera, soja, agrotóxicos, etc, son los desafíos actuales que el anuncio de la Buena Noticia nos presenta y nos exige posicionarnos.
Lamentablemente, muchos de nosotros, nosotras, hemos aprendido (y lo peor de todo es que aún hoy hay una gran mayoría que lo sigue sosteniendo) el relato del Génesis, de la Creación, con una mirada antropocéntrica que nos ha hecho tanto daño. Sentimos que somos los “DUEÑOS-PATRONES” de la Creación y eso nos pone en un lugar tan equivocado. Ese sentirnos “dueños” nos vuelve autoritarios, dominadores, destructores, impiedosos, explotadores. Y eso va creando sociedades cada vez más mercantilistas, individualistas, consumistas, donde todo pasa por la sed de tener más y más, sin respetar el equilibrio y la armonía de la naturaleza que tan bien nos enseñan los Pueblos Originarios.
Por eso, nos preguntamos: ¿Se puede anunciar a un Dios de la Vida, Madre-Padre de todos los Pueblos, si no me comprometo en serio en la defensa de esa Creación de la que soy parte, que Dios me ha confiado y espera que cuide, valore, respete y que siga generando vida?
Toda esta realidad nos desafía e interpela como misioneros, como Equipos Pastorales, a fortalecer nuestro compromiso y presencia como cristianos/as, no solo en las zonas rurales sino también en los centros urbanos, donde cada vez más encontramos presencia de hermanos/hermanas indígenas y campesinos.
Pidamos al Espíritu que sostiene y anima nuestras vidas que nos regale la sabiduría para inculturar nuestra fe, nuestra espiritualidad, acogiendo lo sagrado de cada Pueblo y compartiendo lo sagrado que habita en nuestros corazones.
Que vivamos la diversidad como una riqueza y no como una amenaza y que nos animemos a transitar con respeto y valoración el camino de la interculturalidad.