DEFENSORAS AMBIENTALES EN LUCHA CONTRA LA VIOLENCIA MEDIANTE LA NOVIOLENCIA
DALENA TRAN
Existe un patrón global de represión violenta cuando las empresas y los Gobiernos toman por la fuerza territorios y recursos de comunidades vulnerables en aras de obtener beneficios económicos. Estas comunidades sufren una distribución desigual de
los beneficios y costos ambientales. Las y los defensores del medioambiente protegen su derecho a vivir en entornos seguros y saludables. Sin embargo, a menudo su resistencia está sometida a los embates de los proyectos extractivos o industriales.
Los estudios deberían centrarse con mayor profundidad en las defensoras del medioambiente (WED, Women Environmental Defenders) y sus luchas. Las defensoras ambientales pasan desapercibidas aunque estén muy afectadas. Tal invisibilidad y vulnerabilidad derivan de como las WED defienden el medioambiente y a la vez combaten la misoginia. Intentar ingresar a espacios públicos y políticos las convierte en blanco de múltiples violencias, y el asesinato es la expresión más visible de éstas. Los casos son difíciles de documentar debido al silenciamiento social de las mujeres y al silencio de las partes interesadas que encubren los abusos. Además, la literatura sobre violencia en conflictos ambientales no suele desglosar los datos por género. Las mujeres son esenciales en los movimientos de justicia ambiental no solo por ser víctimas, sino también como sujetos políticos capaces de transformar y resistir estas injusticias.
Este artículo resume los patrones de violencia contra las defensoras del medioambiente que se basan en más de sesenta casos de WED reseñados en el Atlas de Justicia Ambiental (EJAtlas).
Son dos los propósitos principales de este artículo: en primer lugar, describir como las mujeres defensoras experimentan pautas de represión violenta basada en género y, en segundo término, argumentar que su resistencia es muy poderosa porque enfrentan dicha violencia con estrategias y contranarrativas claramente noviolentas.
Violencia
Las mujeres defensoras del medioambiente están sujetas a diversas formas e intensidades de violencia de género según sus identidades y contextos. La violencia de género ocurre porque las mujeres luchan contra cargas ecológicas desproporcionadas (contaminación, desposesión de recursos como el agua y la tierra) y a la vez contra diversas formas de sexismo. Las mujeres suelen ser excluidas de la toma de decisiones, sobre todo durante las negociaciones y los enfrentamientos con las empresas extractivas. El proceso de silenciamiento de género es muy problemático cuando se ataca la credibilidad de las defensoras a través de la criminalización, campañas de difamación, acoso judicial o incluso acusándolas de histeria y abandono de los intereses de sus familias, al mismo tiempo que se emplea la fuerza para reprimirlas. Sin embargo, considerando la interseccionalidad, no todas las mujeres defensoras viven la marginalidad de la misma forma. Tienen distintos niveles de privilegio o de opresión y por lo tanto la forma en que pueden actuar en los conflictos ambientales es diferente. Algunas mujeres defensoras cuentan con una posición más favorable. Por ejemplo, Blackwell y Root, conservacionistas blancas, económicamente favorecidas, utilizaron su privilegio para establecer programas destinados a ayudar a comunidades afectadas
y defender el medioambiente en el Sur Global. Mientras tanto, hay mujeres defensoras campesinas indígenas que al mismo tiempo son criticadas y celebradas como heroínas. Esta recepción polarizada la podemos encontrar en los casos de Acholi en Uganda o Buangern en Tailandia.
La represión de las mujeres defensoras es una violencia de género que se considera normal y a veces ni se la percibe como tal. El control de los movimientos y los cuerpos de las mujeres es una opresión interseccional que une las cuestiones de raza y de clase. Por ejemplo, en el caso de la Coalición de Mujeres de la localidad de Escravos que en la protesta ocuparon las terminales petroleras de Chevron en Nigeria, la violencia física, las violaciones, las desapariciones y los asesinatos se describieron de manera sensacionalista sin tan siquiera mencionar los nombres de las activistas. En este sentido, las mujeres defensoras apenas son consideradas humanas en contextos donde las violencias se ejercen contra campesinas, indígenas o afrodescendientes. El tratamiento público y las denuncias de violencia policial fueron diferentes en el caso de la ocupación antinuclear por parte del Greenham Women’s Peace Camp de una base militar en Inglaterra.
Contraviolencia
Las diversas identidades y circunstancias de las mujeres defensoras influyen en sus estrategias de movilización. Por ejemplo, algunas defensoras eran de clase media o acomodadas, algunas tenían educación universitaria y algunas eran figuras reconocidas públicamente. Este privilegio se refleja en sus tácticas de defensa, pues tenían diferentes herramientas: educación, redes de contactos para iniciar acciones en diferentes esferas legales, profesionales y públicas. Sin embargo, la mayoría de las defensoras en los casos del EJAtlas eran campesinas, indígenas o mujeres empobrecidas que desarrollaban trabajos informales.
Las campesinas especialmente arriesgan sus cuerpos en las protestas; así visibilizan sus luchas para poder ser escuchadas. Sin embargo, las identidades superpuestas como personas afrodescendientes, empobrecidas, rurales también tienen fortalezas.
Muchas defensoras utilizan rituales culturales y acciones artísticas para cuestionar conflictos en un marco de comprensión local y común, destacando valores más allá del desarrollo económico. Al incluir creencias cosmológicas y culturales compartidas, sus
movilizaciones van más allá de los actos de protesta y contribuyen a las relaciones sociales a largo plazo y es útil cuando las protestas o demandas se niegan de forma rápida y violenta o cuando se retrasan años y años por la vía judicial. Las WED cuentan con medios alternativos que incluyen la creación de redes de apoyo, la divulgación y el diálogo entre las partes en los conflictos, así como las resistencias cotidianas, y así crean y comparten las contranarrativas. Incluso, las mujeres más vulnerables y silenciadas superan la violencia a través de una resistencia no violenta e inclusiva.
Las movilizaciones de las WED no solo deben abordar los conflictos ambientales, sino también la violencia de género. Las defensoras desafían las injusticias sistémicas mediante la transformación del espacio político y narrativo con diversos conceptos
de justicia que incluyen a las mujeres, las empobrecidas, las indígenas y afrodescendientes y otros grupos vulnerables para detener las formas de violencia contra las que luchan. Por tanto, las WED transforman la no violencia en contraviolencia.
Conclusión
Los ataques violentos tienen como objetivo reprimir los movimientos liderados por las mujeres defensoras del medioambiente y el uso de la violencia sirve para eliminar la oposición a los proyectos extractivos. Sigue existiendo una violencia patriarcal, racial y
capitalista global con la que las corporaciones multinacionales cometen violaciones de los derechos humanos y ambientales contra comunidades y mujeres vulnerables, predominando los discursos misóginos y del desarrollo económico. Las defensoras ambientales luchan contra la violencia de género, el silenciamiento y las cargas ecológicas desiguales. Sin embargo, ellas no son simples víctimas, sino actores sociales, que viven en entramados comunitarios, con perspectivas y fuerza únicas obtenidas de sus diversas experiencias de opresión. Estos conocimientos locales informan sus estrategias de movilización contraviolenta, desafiando las hegemonías violentas con otras inclusivas y pacíficas. Los movimientos ambientales son cada vez más sostenidos y liderados por mujeres defensoras. Las estructuras patriarcales capitalistas de crecimiento económico se resisten contra esas diferentes formas de movilización. Podemos apoyar a las defensoras ambientales en sus luchas contra las hegemonías violentas que perpetúan estas estructuras visibilizando sus luchas, colaborando con diferentes organizaciones, con las defensoras de primera línea y con algunos académicos para crear una masa crítica que detenga los proyectos de crecimiento económico e injusticias socioambientales.