Ecología interior

Ecología Interior

Frei BETTO


Por un momento, olvida la polución del aire y del mar, la química que contamina la tierra y envenena los alimentos, y medita: ¿cómo anda tu equilibrio ecobiológico? ¿Has dialogado con tus órganos interiores? ¿Has acariciado tu corazón? ¿Respetas la delicadeza de tu estómago? ¿Acompañas mentalmente tu flujo sanguíneo?

¿Están sucios tus pensamientos? ¿Ácidas tus palabras? ¿Agresivos tus gestos? ¿Cuántos desagües fétidos recorren tu alma? ¿Cuántos escombros –pesares, ira, envidia– se amontonan en tu espíritu?

Examina tu mente. ¿Está limpia de ambiciones desmedidas, pereza intelectual e intenciones inconfesables? ¿Tus pasos ensucian los caminos de barro, dejando un rastro de tristeza y desaliento? ¿Se intoxica tu humor con rabia y arrogancia? ¿Dónde están las flores de tu bien-querer, los pájaros posados en tu mirada, el sueño cristalino de tus palabras? ¿Por qué tu temperamento hierve con frecuencia y expele tanto hollín por las chimeneas de tu intolerancia?

No desperdicies la vida quemando tu lengua con el desdoro de tus comentarios infundados sobre la vida ajena. Preserva tu ambiente, invierte en tu calidad de vida, purifica el espacio en que transitas. Limpia tus ojos de las ilusiones de poder, fama y riqueza, antes que te quedes ciego y se te vayan los pasos por el camino sin señalización de los rumbos de la ética, lleno de agujeros.

Tú eres, como yo, un ser frágil, aunque consideres fuertes a los semejantes que merecen tu reverencia. Somos todos finos vasos de cristal que se quiebran al menor roce: una palabra descuidada, un gesto que hiere, una desconfianza que perdura.

Gracias al Espíritu de Dios que moldea y anima tu ser, el vaso partido se reconstituye, entero, si te haces capaz de amar. Primero, a ti mismo, impidiendo que tu subjetividad se ahogue en las mareas negativas. Después, a tus semejantes, ejerciendo la tolerancia y el perdón, sin jamás sacrificar el respeto y la justicia. Y ama también la naturaleza, pues de ella recibes todos los frutos que alimentan tu vida. Tú mismo eres fruto singular engendrado por billones de años de evolución de ese Universo en el que acampas tu breve existencia. Y deja que Dios te ame sin medida.

Libra tu vida de tantos basureros. Tira por la ventana las cajas que guardan heridas y tantas fichas de tu contabilidad con los supuestos débitos de los otros. Vive cada día como si fuese la fecha para volver a nacer a lo mejor de ti mismo, y los otros te recibirán como don de amor.

Practica el difícil arte del silencio. Deslígate de las preocupaciones inútiles, de los recuerdos amargos, de las inquietudes que transcienden tus posibilidades. Recógete en lo más íntimo de ti mismo, sumérgete en tu océano de misterio y descubre, allí en el fondo, el Ser Vivo que funda tu identidad. Guarda esta enseñanza: a veces es preciso cerrar los ojos para ver mejor.

Acoge tu vida como es: una dádiva involuntaria. No pediste nacer, y ahora, no deseas morir. Haz de esa gratuidad una aventura amorosa. No sufras por dar valor a lo que no tiene importancia.

Pero ármate de indignación y esperanza. Lucha para que todos los caminos sean allanados, hasta que la especie humana se descubra como una misma familia, en la que todos, a pesar de las diferencias, tengan iguales derechos y oportunidades. Y estés convencido de que convergemos todos para Aquel que, como supremo Atractor, nos ha impregnado de esa energía que nos permite conocer la abisal distancia que hay entre la opresión y la liberación.

Haz de cada segundo de tu existir una oración. Y tendrás fuerza para expulsar los vendedores del templo, hacer milagros y diseminar la ternura como plenitud de todos los derechos humanos.

Aunque estés cercado de adversidades, si preservas tu ecobiología interior serás feliz, porque llevarás en tu corazón tesoros que nadie podrá arrebatarte.

 

Frei BETTO

São Paulo, SP, Brasil