Ecología y socialismo

Ecología y socialismo

Leonardo Boff


En 2007, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, organismo de la ONU que estudia el planeta Tierra, afirmó que el calentamiento es debido a las prácticas irresponsables de los seres humanos. Estas prácticas están ligadas al proceso industrial mundial, que ya tiene más de tres siglos. Por él, las sociedades humanas se han propuesto explotar todos los recursos de la Tierra, de forma ilimitada. Han lanzado anualmente a la atmósfera 27 mil millones de toneladas de dióxido de carbono, que, densificadas, equivaldrían a una montaña de 1 km de altura por 19 km de base. ¿Cómo va la Tierra a digerir tal polución? Está dando señales de que no consigue hacerlo.

En razón de la pérdida de auto-regulación, ha subido su temperatura, lo que tiene como consecuencia final sequías por una parte, e inundaciones por otra, el deshielo de los cascos polares y de las montañas nevadas, tifones, y la desaparición de millares de especies vivas. ¿Hacia dónde vamos? Ésta es la cuestión que todos se plantean. Si continúa este proceso, vamos hacia un desastre con millones de víctimas humanas y una degradación generalizada de la biosfera.

La voracidad industrial ha sido puesta en práctica históricamente por dos modelos de sociedad: la capitalista y la socialista.

El llamado socialismo real de la Unión Soviética y de otros Estados burocráticos, devastó y produjo gran tensión en los ecosistemas. Pero no figuraba en los ideales del socialismo originario ese tipo de práctica. Es verdad que Marx no incluyó el momento ecológico en sus análisis, porque, en su época, se daba por descontada una capacidad permanente e ilimitada de regeneración del sistema-Tierra. Los ideales socialistas anunciaban una reconciliación del ser humano consigo mismo, con el otro y con la naturaleza. Las fuerzas productivas, en sí mismas, no serían destructivas. Estarían al servicio de más igualdad y más justicia para todos.

En todo caso, el balance del socialismo real en términos ecológicos es negativo. Pero queda ahí la propuesta de una relación integradora del ser humano con la naturaleza. El socialismo, en su sentido físico y político, es anti-ecológico sólo accidentalmente. Entre el socialismo originario y ecología hay una verdadera afinidad, y no una incompatibilidad, pues ambos se basan en la inclusión, y en la superación de todo tipo de explotación.

No se podría decir otro tanto del capitalismo. Éste es esencialmente antiecológico, porque su propósito es usar la naturaleza y explotar la fuerza de trabajo humano para acumular riqueza, en el tiempo más breve posible, con una inversión lo menor posible y con una capacidad de competitividad lo mayor posible. El capitalismo lo ha transformado todo en mercancía: los bienes de la naturaleza, los órganos humanos... hasta ha inventado el «mercado de los derechos de polución»: si un país no alcanza la cuota de polución a la que «tiene derecho» (en realidad, nadie tiene ese derecho), puede vendérsela a otro. ¿Cómo hacer dinero con algo que, en sí mismo, es perverso y contrario a la naturaleza? Pero ésa es la lógica del capitalismo.

Marx, en El Capital, intuyó que la tendencia del capitalismo es destruir las dos columnas que lo sostienen: el trabajo humano, al sustituirlo por la máquina, y la naturaleza, agotándola totalmente. Por eso, preveía un final trágico al capitalismo. Hoy estamos viendo la verdad de la previsión de Marx.

Actualmente, el modo de producción capitalista es el que domina en el mundo globalizado. Si fuera llevado hasta el final, podría destruirnos a todos y herir gravemente a Gaia, la Tierra viva. Por eso, es urgente su deslegitimación ética y política y su superación histórica. Eso implica presentar una alternativa al capitalismo.

Es en este contexto donde resurge el socialismo como proyecto político, ético y ecológico, capaz de salvar la Tierra. No se trata de un socialismo utópico, en el sentido de que va a realizarse en un futuro imprevisible, sino de una propuesta a ser realizada ya ahora en la historia, en caso de que queramos salir del impasse al que el capitalismo mundial está sometiendo a todo el sistema de la vida.

¿ Cómo será este ecosocialismo? En primer lugar, hay que recordar claramente cuál es la intuición básica del socialismo. Es colocar la sociedad y el «nosotros» en el centro de las preocupaciones humanas, y no el individuo o el yo. Esto significa que el proyecto económico debe estar al servicio del proyecto social y del proyecto ecológico de sustentación de toda la vida. La economía debe someterse a la política, y la política a la ética de la solidaridad y de la participación del mayor número posible de personas.

Entendido así, el socialismo representa la realización radical de la democracia. En esta democracia, la sociedad como un todo, y no sólo las élites, se hacen sujetos de la acción política. Es una democracia sin fin, como expresó el pensador portugués Boaventura de Souza Santos, democracia participativa y no sólo representativa y delegaticia, democracia vivida en la familia, en la comunidad, en las organizaciones sociales y en la construcción del Estado.

Por detrás del ideal democrático está una idea, ancestral: todo lo que interesa a todos debe ser discutido y decidido por todos. Por tanto, democracia es participación activa de todos por los caminos más diversos.

Principalmente la democracia debe realizarse también en el proceso productivo, pues en el sistema capitalista, la democracia acaba en la puerta de la fábrica. Dentro reina la dictadura de los dueños y de sus técnicos. Esto implica que los trabajadores no sean meros productores de productos, sino también agentes humanos que discuten entre sí y co-deciden las formas de producción, subordinando el valor de cambio al valor de uso, y organizando la producción en función de las necesidades sociales y de las exigencias de salvaguarda del medio ambiente.

Como escribió uno de los teóricos del ecosocialismo, el brasileño-francés Michael Löwy: «El socialismo ecológico sería una sociedad ecológicamente racional, fundada en el control democrático, en la igualdad social y en el predominio del valor de uso: tal sociedad supone la propiedad colectiva de los medios de producción, una planificación democrática que permita a la sociedad definir los objetivos de la producción y las inversiones, y una nueva estructura tecnológica de las fuerzas productivas» (Ecologia e socialismo, Cortez Editora, São Paulo 2005, 49).

Como postulaba Walter Benjamín, un marxista que enriqueció el marxismo con un pensamiento humanista, a partir de las víctimas y de la sociedad integrada en la naturaleza, citando a Fourier, uno de los fundadores del socialismo utópico: «soñamos con un trabajo que, lejos de explotar a la naturaleza, haga que de ella nazcan creaciones acunadas en su seno».

El trabajo deja así de ser mercancía a ser comprada o vendida. Rescata su función de obra por la cual el ser humano se moldea a sí mismo y plasma la naturaleza de forma que garantiza su supervivencia sin agotar el capital natural.

En este contexto cobra relevancia la cuestión básica para toda sociedad: la energía. El ecosocialismo postula el uso de energías renovables y perennes como el sol, el viento, las mareas. Especialmente la energía solar, despreciada por el capitalismo por no poderse hacer con ella negocios, al ser gratuita. Hasta ha surgido una corriente que se denomina «comunismo solar».

Traducido a términos prácticos, el ecosocialismo subraya soluciones que nacen de las bases y que ahorran recursos naturales o reducen la polución atmosférica. Así, por ejemplo, se empeña en el trasporte colectivo gratuito, que retiraría de las calles millares de carros y evitaría la polución, productora del efecto invernadero, causante del calentamiento del planeta. Valora las luchas más sencillas de la población, que se oponen a la implantación de una industria que poluciona los suelos y las aguas o que implica deforestación y aumenta por tanto el dióxido de carbono.

En una perspectiva más amplia, que anticipa un nuevo paradigma de civilización capaz de responder al clamor ecológico, el ecosocialismo postula la superación de la actual configuración política, asentada sobre los Estados nacionales. Una humanidad unificada en la única Casa Común, la Tierra, exige un centro de organización de los recursos y servicios naturales, responsable en nombre de toda la población del planeta. Se hace necesaria una gobernabilidad planetaria. O repartimos con equidad los pocos recursos naturales, o la Tierra no conseguirá satisfacer a la voracidad de los consumistas, y podrá entrar en un proceso de caos que nos afectará a todos sin distinción. O nos hacemos socialistas por motivos ético-políticos o incluso meramente estadísticos, o sufriremos las consecuencias desastrosas de la insostenibilidad de la Tierra.

Uno de los iconos del ecosocialismo es Chico Mendes. Unió la lucha de los pueblos de la selva –indígenas, seringueiros y los sin tierra- con los ideales universalistas del socialismo. Quería un socialismo ecológico que hiciese justicia a todos, comenzando por las víctimas de los sistemas imperantes, y que al mismo tiempo hiciese justicia a la naturaleza agredida y devastada. Murió víctima de su sueño, que continúa vivo en todos aquellos que no aceptan la destrucción del futuro causada por el capitalismo globalizado, y que creen que otra Tierra y otra Humanidad mejores son posibles.

 

Leonardo Boff

Petrópolis, RJ, Brasil