Economía de Armas

Economía de Armas

Richard Renshaw


Al actual ritmo de producción de balas en el mundo (16 mil millones por año), si usted tiene 20 años le corresponden 33 balas. Puede parecer una producción exagerada, pero la industria de armamento no piensa lo mismo. Y con la producción de armas ligeras actualmente de un millón por año y con una longevidad de 50 años, hay armas que disparar más que suficientes como para que alguna le dé a usted. El problema no se restringe a los países de África y Asia con conflictos armados, o a Honduras, con su represión armada. En cualquier parte del mundo donde viva, usted es un blanco potencial para la violencia armada, ya sea a través de conflictos sociales, represión o crimen.

Aproximadamente, 1,5 billones de dólares se gastan cada año en producción de armas de todo tipo. Es una cantidad suficiente para erradicar la pobreza del mundo entero, o para proveer de una vivienda razonable, seguridad alimentaria, agua potable, condiciones sanitarias, electricidad, educación universal y cuidados de salud para todos en donde faltan esos servicios esenciales. Sería un valor suficiente para detener el calentamiento planetario. Pero... la producción continúa, y por un motivo muy serio: el lucro. Hay una enorme cantidad de dinero implicado en la producción y comercialización de armas.

Esta industria implica un amplio espectro de producción que se ramifica por todos los aspectos que tienen que ver con los conflictos armados. Somos tal vez más conscientes de la producción de armas nucleares –que continúa a buen ritmo y envuelve cada vez a más países– que de la producción de armas convencionales. Éstas son la “maquinaria pesada” de los juegos de guerra e incluyen de todo: desde tanques y artillería a tipos de aviones como los recién desarrollados “drones”. Esta industria está en la vanguardia de la tecnología. Miles de millones de dólares son invertidos todos los años tratando de perfeccionar las armas existentes, así como de desarrollar nuevas formas de guerra quirúrgica, tales como sofisticadas armas de sonido y microondas, que pueden destruir a las personas dejando intactos los edificios y los objetos.

La rama menos conocida de la industria del armamento es la de las armas ligeras, aquellas que cualquier individuo puede transportar. Desde espingardas, cazas y ametralladoras, hasta morteros y cohetes tierra-aire antiaéreos. Actualmente hay 24 áreas en el mundo consideradas zonas en conflicto. La mayoría de los muertos en estos conflictos mueren por armas ligeras y son, sobre todo mujeres, niños, jóvenes y ancianos.

Uno de los factores fundamentales para el mantenimiento de la industria de las armas es el «mercado» informal. Mientras los Estados encargan una gran parte de las armas, otra parte considerable va destinada a proporcionar armas a los llamados “combatientes de la libertad”, “rebeldes” o “terroristas”. También es verdad que, mientras los mayores proveedores de esos grupos son los mismos que surten de armas a los gobiernos nacionales –son numerosos los modos de evadir los controles de las transferencias internacionales de armas– por otro lado existe una amplia lista de proveedores informales a través de redes (relativamente) clandestinas que tienen la capacidad de producir armas ligeras de alta calidad. El norte de Pakistán y Colombia son, por ejemplo, productoras de armas ligeras de calidad a través de redes clandestinas.

La industria de armamento no se restringe a la producción de armas de fuego y municiones (balas o cohetes). Hay una vasta gama de productos esenciales para la conducción de la guerra y específicamente designados para complementar el impacto de las armas mismas. Podemos incluir en esta categoría, por ejemplo, los barcos de guerra (desde portaaviones a transportes de artillería). Igualmente importantes son los instrumentos de entrenamiento (como los simuladores aéreos), instrumentos de precisión (como los medios de visión nocturna y los sistemas de orientación de misiles), o los (muy caros) medios de protección individual. Sin olvidar los enormes sistemas tecnológicos para detección de movimientos, vigilancia de comunicaciones y provisión de informaciones a los cuarteles generales. El desarrollo e instalación de tales sistemas, sólo en Estados Unidos, implica miles de millones de dólares cada año.

La mayoría de los lucros de estos negocios acaban en los bolsillos de los mayores productores internacionales de armas en Estados Unidos, China, Francia, Rusia e Inglaterra. Algunas de estas compañías tienen una historia que se remonta a la Segunda Guerra Mundial. Estos productores de armas están también ligados a los mayores sectores de la economía mundial, como transportes, energía (particularmente el petróleo), comunicaciones y finanzas. Ello hace imposible separar los intereses militares en la actual economía globalizada. Esto es mucho más verdad ahora que cuando el presidente Eisenhower inventó el término «complejo militar-industrial», en la década de 1950.

Las armas no responden a ninguna necesidad humana. Sin embargo, están, en proporción a su utilidad, entre los utensilios más dispendiosos que una sociedad puede producir, y una de las mayores causas de degra-dación ambiental del mundo. Aun así, en nombre de la seguridad, no sólo continuamos permitiendo que sean fabricadas, sino que tanto nosotros como nuestros gobiernos continúan comprándolas en gran cantidad.

Desde hace muchas décadas el núme-ro de conflictos armados está en declive. Sin embargo, son decenas de millones las víctimas de esos conflictos, hombres, mujeres y niños desde la Segunda Guerra Mundial. También el número de soldados víctimas de la violencia armada en el mundo disminuye. Hoy son las mujeres, niños y los ancianos la mayoría de las víctimas.

Aquí entra también la cuestión de las armas nucleares. Con todo lo que ha sido acordado desde la Segunda Guerra Mundial sobre el desarme, nos quedamos con la impresión de que las armas nucleares ya no son un problema. Sin embargo, no podemos olvidar que existen más de 22 mil misiles nucleares armados y almacenados por todo el mundo. Algunos están en submarinos con ojivas múltiples. Las grandes potencias están todavía en capacidad de destruir gran parte de la población mundial en cualquier momento. Son bien conscientes de que un dispositivo nuclear puede ser fabricado a partir de uranio enriquecido y transportado fácilmente a cualquier parte del mundo. Aun así la producción de uranio enriquecido para energía nuclear y para armamento continúa. Tendemos a pensar en una guerra nuclear como algo parecido a Hiroshima. Sin embargo, existen actualmente diversos conflictos armados en el mundo en los que armas con depósitos de uranio –para endurecer los proyectiles y hacerlos más penetrantes– están siendo usadas. La radiación afecta a la salud tanto de los soldados como de los civiles. En este sentido, los mayores conflictos armados del mundo son conflictos “nucleares”.

Hubo grandes esfuerzos internacionales para colocar esta industria lucrativa bajo control. Hubo tratados internacionales de desarme nuclear (que necesitan ser renovados frecuentemente a riesgo de que colapsen); hay tratados de control de la producción y venta de armas militares convencionales (artillería pesada, aviones, tanques, etc.) y actualmente se está haciendo un gran esfuerzo para crear un tratado internacional que establezca normas para la producción y transferencia internacional de pequeñas armas (las que pueden ser transportadas por una persona). Naciones Unidas se reúne cada dos años para revisar las prácticas de comercio mundial de armas y para reforzar las normas que efectivamente reduzcan el riesgo de que las armas caigan en manos de fuerzas no-gubernamentales. En la práctica, la transferencia internacional de esas armas es, muy frecuentemente, una sofisticada danza en torno a las restricciones internacionales, que encuentra coladeros tremendos. Muchas de las más efectivas medidas de control del mercado de armas son contrariadas por las naciones más desarrolladas por la presión de sus sectores industriales-militares. ¿Quiénes son los mayores productores mundiales de armamento, los que producen y exportan la mayoría de las armas? Precisamente los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que tienen derecho de veto: Estados Unidos, Francia, Reino Unido, China y Rusia.

Hay signos de movimiento y se dan pequeños pasos. Los esfuerzos para establecer normas internacio-nales de producción, inspección y transporte de armas, los esfuerzos de Naciones Unidas para encontrar alternativas a los conflictos armados a base de negociaciones, los frágiles esfuerzos para supervisar los alto al fuego, aunque inadecuados, abren precedentes para nuevas prácticas internacionales. Aunque las ruedas giren muy despacio, giran, y la disminución del número de conflictos armados es uno de los indicadores.

Cualquier esfuerzo que hagamos para provocar cambios significativos en el sistema económico mundial y sus instituciones financieras, habrá de tener en cuenta el puesto central que la industria del armamento ocupa en las estructuras económicas.

Mientras tanto, esos 12 mil millones de balas y ese millón de armas ligeras continúan siendo producidas cada año; un billón y medio de dólares continúa siendo gastado en armamento y una persona por minuto es alcanzada por una bala en alguna parte del mundo.

 

Richard Renshaw

Montreal, Quebec, Canadá