El ALCA como instrumento del imperio
El ALCA como instrumento del imperio
Luiz Bassegio
Introducción
El ALCA, como todos los demás tratados, no es un acuerdo comercial, sino un proyecto estratégico de anexión del Continente al territorio estadounidense. Nadie mejor que el general Colin Powel, uno de los principales arquitectos de la devastación de Irak, para definir los objetivos reales del ALCA: «Nuestro objetivo con el ALCA es garantizar para las empresas estadounidenses el control del territorio que va del Polo Ártico hasta la Antártida, y el libre acceso de nuestros productos, servicios, tecnología y capital a todo el hemisferio, sin ningún obstáculo». O sea, vale lo que es bueno para ellos. Los mandamientos que vigen en este «nuevo orden» mundial son éstos: «quien puede más llora menos; haga usted lo que digo, pero no haga lo que hago; ahora se trata de la lucha del bien contra el mal y quien no está conmigo está contra mí». En realidad, lo que vale es: «Lo mío, es mío; lo tuyo, es negociable».
Para garantizar estos principios, debe ser eliminada cualquier barrera, como las leyes laborales, los movimientos huelguistas, y toda política pública que impida a las empresas estadounidenses concurrir libremente, en los más variados sectores, incluso en la educación y la salud. Hasta el punto de que podrán -según el capítulo 11 del ALCA- llevar a juicio a los gobiernos que les pongan el menor obstáculo.
¿Qué es el ALCA?
El Área de Libre Comercio de las Américas comprendería 34 países de las Américas, excepto Cuba, y fue propuesta en la 1ª Cúpula de las Américas y del Caribe, en Miami, en diciembre de 1994. Hasta ahora han sido realizadas 6 reuniones de los ministros de asuntos exteriores, siendo que todas las negociaciones han sido de contenido secreto. Área de Libre Comercio es aquella en la que los países que la componen eliminan los obstáculos al libre comercio en por lo menos un 85% de su intercambio. Eso significa que cada país podrá imponer medidas de protección en apenas un 15% de sus transacciones comerciales. Los acuerdos establecieron que las negociaciones concluirían en 2005. Hasta esa fecha, todos los obstáculos tarifarios y no tarifarios deberían ser eliminados. En ese tratado no hay ningún tratamiento preferencial para las empresas de los países en desarrollo, siendo por tanto todavía más favorables a los intereses de las megaempresas multinacionales estadounidenses en todos los sectores. Además de esto, EEUU quiere preservar una relación de 300 productos «sensibles» sobre los cuales deberían continuar las tarifas, o sea, para defender sus productos.
En los 34 países que la componen, hay una población de 800 millones de personas con un PIB de 11’3 billones (un billón es un millón de millones) de dólares. La distribución de este PIB es totalmente dispareja: el PIB de EEUU representa el 79% del total; Canadá 5’9%; México 4’2% y Argentina 2’5%. Las economías de los demás países son insignificantes en relación a EEUU. ¿Podrán competir estos países?
En las negociaciones internacionales, EEUU quiere obtener para sus productos los mismos patrones de producción que están en vigor allá. En el caso del jugo de naranja y del tabaco, por ejemplo, la protección llega al 300%. Desde la aprobación del TPA (negociación rápida) el gobierno estadounidense tiene autoridad para imponer salvaguardas. El presidente Bush sancionó la Ley Agrícola, liberando un subsidio de 180 mmd (mil millones de dólares) para la agricultura. Significó un aumento de 180 mmd para su agricultura. O sea, un aumento del 75% en los subsidios de EEUU a sus productores, y que no quiere que demos a nuestros productos agrícolas. Nuestras exportaciones de frutas y vegetales sufren con la burocracia en la tramitación de procesos fito-sanitarios. Hay estudios que revelan que sobre los 15 principales productos que Brasil importa, por ejemplo, inciden tasas de apenas 14’3%. La lógica que vale es la de ellos. Quieren que el ALCA vaya más allá de la OMC en lo que les interesa. Cuando, por el contrario, los países latinoamericanos quieren ir más allá de la OMC, para derribar las protecciones estadounidenses a los productos agrícolas, ahí ellos alegan que no cabe discutir eso en el ámbito del ALCA.
Si el tratado es implantado tal como está, especialmente como está ese capítulo 11, nuestros países perderán su autonomía y quedarán imposibilitados para hacer políticas públicas; significará renunciar a la capacidad de hacer políticas propias. Será renunciar a la posibilidad de que nuestros países puedan tener un proyecto nacional propio.
Hay muchas razones para estar contra el ALCA:
El ALCA va a concentrar más renta y poder en manos de las transnacionales estadounidenses. Va a retirar los derechos laborales y a precarizar las condiciones de trabajo. Desintegrará la cultura propia de cada pueblo por la presión homogeneizadora de los medios de comunicación unificados bajo el ALCA. Afectará a la agricultura familiar y la seguridad alimentaria de los pueblos. Destruirá el medio ambiente. La biodiversidad de la Amazonia será monopolizada por las empresas estadounidenses. Los Estados-naciones perderán su soberanía nacional y su autodeterminación, y se impondrá el dólar como moneda única.
Para el capital no habrá fronteras, y para el trabajador no habrá posibilidades de movilización. Las mercancías, producidas con salarios de hambre, circularán, pero los trabajadores no. Prueba de ello es el muro de la vergüenza construido entre México y EEUU, de más de 3.000 kilómetros.
De 60 mmd, las exportaciones estadounidenses para A.L. pasarán a 200 mmd. Algunos estudios revelan que el 80% de los empresarios brasileños no tendrán condiciones para competir con las empresas estadounidenses. Por otra parte, sectores vitales como educación, salud, medio ambiente, bancos comerciales y de inversión, seguros, y hasta la seguridad social, podrán ser dominados por los monopolios estadounidenses.
Si abrimos nuestras fronteras a los productos altamente subsidiados por el gobierno estadounidense, nuestros pequeños y medianos productores resultarán perjudicados una vez más, acentuando más aún el éxodo rural y la emigración hacia el exterior. La agricultura quedará dominada por las empresas de simientes transgénicas, dado que dentro de la legislación del ALCA no podremos rechazar productos genéticamente modificados.
La posibilidad de que empresas multinacionales irrespeten las leyes de los países latinoamericanos es enorme, visto que el ALCA les dará derecho a procesar a los gobiernos en caso de que sus lucros sean amenazados por cualquier legislación nacional. Esas empresas podrán incluso llevar a los tribunales a los gobiernos nacionales si se sienten perjudicadas, o por lucros futuros no obtenidos, debido a cláusulas no cumplidas (como energía, huelgas, materia prima...), etc.
Un botón de muestra
Tomemos a México como ejemplo. En los primeros 8 años de vigencia del NAFTA, el país ha presentado datos de sorprendente crecimiento, datos que son usados para abogar por los posibles beneficios del ALCA. Las inversiones extranjeras pasaron de 3 a 11 mmd anuales. En la implantación de nuevas industrias, fueron creados 6.200.000 nuevos empleos. Las exportaciones mexicanas se triplicaron en este período, haciendo de México la octava potencia exportadora. El precio interno de los granos, especialmente del maíz, disminuyó en un 45%, y a lo largo de estos años se produjo un aumento anual del 1’74% del PIB.
Según estos datos, podríamos concluir que el NAFTA ha sido un maná caído del cielo, que ha venido a traer la salvación a la economía y al pueblo mexicanos.
Pero existe el otro lado de la moneda, que no puede ser ocultado o disfrazado, y que confrontado con estos datos, revela el lado trágico de un tratado que fue hecho para favorecer los intereses de las grandes corporaciones, que instalan filiales en México para «maquilar» sus productos aprovechando los bajos salarios de los trabajadores, y aumentando sus lucros con las exportaciones.
Si es verdad que fueron creados 6 millones de nuevos empleos en las maquilas, no podemos ignorar que es mayor el número de empleos perdidos por la quiebra de muchas pequeñas industrias o por la disminución drástica de los componentes fabricados en México, dado que las maquilas importan casi todos sus implementos del extranjero.
Aparte de eso, el 48% de los nuevos empleos no cumplen con las obligaciones legales, como consecuencia de la flexibilización de las leyes laborales impuestas por el NAFTA, con los evidentes perjuicios sociales que de ahí se derivan.
En este tiempo se ha dado una violenta desnacionalización de la industria mexicana. Antes, los productos exportados tenían un índice de 91% de nacionalización. Ahora este índice bajó a 37%. Algunas industrias maquiladoras sólo tienen un 2‘8% de componentes nacionales. Lo que México exporta es muy poco mexicano. Por esto, hay que darse cuenta de un dato sorprendente: incluso habiendo aumentado tres veces las exportaciones, México acumuló un déficit de 38 mmd en importaciones. O sea: a costa de México, las corporaciones se lucran bien, tanto con las exportaciones de sus productos como con la importación de los componentes, sin que les importe la situación del pueblo mexicano.
Pero la situación peor es la vivida por los agricultores, que han visto cómo su mercado se ha inundado con el maíz de EEUU a precio inferior al costo de la producción local, a causa de los grandes subsidios del gobierno estadounidense a sus productores. De modo que México, que se alimenta de «tortillas», ya no produce el maíz necesario para fabricarlas. No pudiendo competir con la agricultura de EEUU, el precio del maíz, por ejemplo, ha ido cayendo. En 1985 el maíz valía 1239 pesos/tonelada; en 1993, 513, y en 1999, 429 pesos/tonelada. Por otro lado, los insumos (simientes por ejemplo), pasaron a costar 63% más, en el mismo período.
Perdió México su soberanía alimentaria. Hasta para comer depende de EEUU. Y los agricultores mexicanos van a engrosar la fila de los miserables de las ciudades. Lo que salta a los ojos de todos en México es el evidente empobrecimiento de la población, mientras las grandes corporaciones facturan alto con la explotación del trabajo barato de los mexicanos.
México no puede competir con el imperio yanqui. Mientras el PIB per cápita de EEUU es de 30.600 dólares, el de México es de sólo 4.400; son 179 millones de hectáreas cultivables contra 27 millones; son 1.484 tractores por cada mil trabajadores del campo, contra 20; es una producción de 8’55 toneladas de maíz por hectárea, contra 2’5; es el segundo país en competitividad, contra el quincuagésimo primero (51º).
Toda esta disparidad ha tenido consecuencias para México en la agricultura, en la industria y en la migración.
Agricultura: el caso de México, tras la implantación del TLCAN (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), es bien ilustrativo. Antes, la agricultura ocupaba 14 millones de hectáreas. Según el FMI el país deberá dejar de plantar 10 millones de hectáreas en los próximos años. Las áreas de tierra cultivada con menos de 5 hectáreas generan empleo para 2’5 millones de personas.
Los trabajadores del campo son los que más sienten las consecuencias, ya que, sin capacidad de competir, sin alternativas de sobrevivencia, y sin trabajo, se ven obligados a emigrar, en este caso hacia EEUU.
Es bien conocido el flujo migratorio de México a EEUU. El número de emigrantes indocumentados pasó de 200 a cerca de 300 mil por año. Significativo también es el número de inmigrantes de Nicaragua para Costa Rica. En apenas 5 años, son cerca de 600 mil nicaragüenses los que emigraron a Costa Rica, con la expectativa de conseguir trabajo. Esta cifra representa el 20% de la población económicamente activa de Costa Rica. Si el ALCA se implanta, aumentarán mucho más las migraciones.