EL CASO BRASKEM: CODICIA E IMPACTO AMBIENTAL

 

MOISÉS BORGES Y GABRIELLE SODRÉ

En el corazón del Nordeste brasileño, un mineral con formidable potencial productivo despertó la codicia del capital. En 1941, durante la Tercera República, bajo el gobierno de Vargas, exploraciones en busca de petróleo en la Laguna Mundaú, en Maceió, estado de Alagoas, revelaron algo inesperado: un lecho de sal gema de alta pureza. Esta roca sedimentaria quimiogénica,
formada bajo tierra a unos mil metros de profundidad, es la materia prima para productos como el PVC y la sosa cáustica.
Su descubrimiento despertó la codicia, impulsando la explotación desenfrenada del mineral, sin considerar las consecuencias.
La extracción de sal gema en Maceió, intensificada a partir de la década de 1970 por la empresa Salgema Industrias Químicas,
durante la dictadura militar, generó impactos socioambientales devastadores. La ciudad, alguna vez conocida por su belleza natural, se sumió en un escenario de hundimiento del suelo, grietas en casas y edificios y una creciente inseguridad ciudadana.
Entre 1995 y 1996, período de fuerte privatización en el sector petroquímico, Salgema fue privatizada, siendo controlada por Odebrecht, empresa que en la década de 2000 comenzó a monopolizar el sector petroquímico en Brasil. Braskem nació en 2002, fruto de la fusión de seis empresas petroquímicas de la Organización Odebrecht y del Grupo Mariani. Con la compra del complejo industrial y minero, ahora cuenta con 35 minas subterráneas repartidas en terreno firme debajo de la laguna de Mundaú.
En Maceió, la explotación desenfrenada de la sal gema por parte de Braskem, estimulada por el afán desmesurado de lucro,
resultó en un desastre de proporciones inimaginables. La avaricia de la empresa la llevó a extraer el mineral a un ritmo acelerado, ignorando los riesgos para la seguridad de los trabajadores y de la población local, generando además un impacto ambiental, histórico, arquitectónico y cultural.
Los temblores de 2018, provocados por la formación de cavidades subterráneas debidas a la extracción de sal gema, sacudieron
los cimientos de la ciudad y provocaron el hundimiento de cinco barrios: Pinheiro, Mutange, Bebedouro, Levada y Bom Parto.
El impacto fue abrumador. Alrededor de 60.000 familias se vieron obligadas a abandonar sus hogares, sus historias y sus raíces,
ante el riesgo inminente de derrumbes y graves daños a su salud. Expulsadas de sus hogares sin una compensación justa y
obligadas a aceptar indemnizaciones irrisorias, las víctimas se enfrentan a un escenario de sufrimiento e impotencia. Al menos
12 personas ya se han suicidado, vidas perdidas por la desesperación, una cifra que revela la dimensión de la tragedia.
Con el paso del tiempo, la situación en Maceió se vuelve cada vez más preocupante y la sombra de la minería se cierne sobre el futuro de la juventud de la ciudad. La especulación inmobiliaria generada por la minería, la alta tasa de desempleo en la región, la ausencia de servicios básicos como salud, educación, trabajo y ocio, colocan a los jóvenes en un escenario de incertidumbre
marcado por la falta de oportunidades, imposibilitando el desarrollo de una vida digna en el presente y de cara al futuro.
En 2019, después de años de esa explotación desenfrenada, las minas de sal gema cerraron operaciones. La empresa inició el
proceso de taponamiento con el objetivo de estabilizar el suelo y comenzar a reparar los daños causados. Sin embargo, las acciones de Braskem para mitigar los impactos fueron insignificantes y en 2023 nuevos terremotos sacudieron la ciudad, originados por el colapso de la mina 18. La mina, ya en proceso de desmoronamiento, empeoró la situación y afectó a otras 10 mil personas. Se expandió la calamidad más allá de los límites de Maceió, otros municipios están siendo impactados, superando la marca de más de 200 mil personas afectadas.
Para colmo, los tribunales, a través del Ministerio Público Estatal y Federal, y de la Municipalidad de Maceió, avalaron todos
los acuerdos propuestos por la empresa. Es evidente el sometimiento del Estado a las grandes corporaciones. La omisión y negligencia de las autoridades ante los impactos de la minería pone de relieve la fragilidad de la democracia y el entreguismo del poder público a intereses privados.
El caso de Maceió no es aislado. Si examinamos con atención casos como la contaminación provocada por la petrolera Chevron
en Ecuador, las 291 muertes provocadas por el colapso de las represas de la minera Vale en Minas Gerais, el colapso de la
hidroeléctrica Hidroituango en Colombia, entre otras, en toda nuestra América Latina, todos demuestran que el capitalismo
continúa con su proyecto imperialista de mantenernos como colonias exportadoras de materias primas para mantener el privilegio de los llamados países ricos.
A pesar de tanta violencia, el pueblo latinoamericano continúa resistiendo y luchando valientemente contra el poder de las
multinacionales. En Maceió no es diferente, los afectados se han organizado y mantienen un calendario permanente de luchas
con presión popular. La juventud ha participado activamente en la organización de eventos de calle, debates públicos, intervenciones creativas en la ciudad, entre muchas otras iniciativas en la lucha por garantizar sus derechos y los de toda la comunidad afectada.
Nuestra América Latina tiene contextos históricos similares y un presente marcado por la lucha contra un enemigo común, el
capitalismo. Necesitamos continuar el proceso de organización popular, formación política y lucha anticapitalista. Seremos nosotros quienes garanticemos la soberanía de nuestro pueblo e impidamos el colapso ambiental generado por nuestro enemigo. Nuestro futuro dependerá de nuestra solidaridad e internacionalismo entre los países latinoamericanos.