El fenómeno de las sectas en América Latina y el Tercer Mundo

El fenómeno de las Sectas en América Latina y el Tercer Mundo

Franz Damen


Cada hora un promedio de 400 católicos latinoamericanos pasan a las «sectas» protestantes, lo cual supone unos tres millones y medio por año.

Las sectas representan ya una octava parte, o sea, el 12'5% de la población del continente; pero en países como Puerto Rico y Guatemala, constituyen nada menos que el 25% o hasta el 30% de la población. El número de miembros de algunas sectas se ha duplicado y hasta triplicado en los últimos diez años.

Tanto a nivel mundial como a nivel latinoamericano, se observa un debilitamiento o estancamiento en el crecimiento numérico de las iglesias establecidas, las cuales ya no mantienen el ritmo de crecimiento natural de la población. Mientras tanto, los grupos «sectarios» cristianos y no cristianos cuentan con un crecimiento que en general, supera varias veces el crecimiento natural. Esto parece indicar que se trata aquí de un problema estructural que está ligado a las formas particulares (de «iglesia» o de «secta») en que se agrupan y organizan los creyentes.

El siglo XX ha visto un fraccionamiento y fragmentación del cristianismo impresionante y sin precedentes. D. Barret señala que de 1900 «denominaciones cristianas» en el año 1900 se ha pasado a 22.189 en el año 1985 (3.799 en América Latina). Asistimos, pues, en la actualidad a una verdadera «sectarización» del cristianismo, que alcanza un promedio de 270 nuevas «confesiones» por año. La forma o modelo de «iglesia» establecida parece estar atravesando una crisis profunda.

El crecimiento y fragmentación del cristianismo se dan en primer lugar en el Tercer Mundo, tanto por la intensa actividad misionera que desempeñan cientos de denominaciones occidentales, como por la proliferación masiva de nuevas «denominaciones indígenas no blancas».

En el Tercer Mundo, las sectas religiosas se desarrollan en un ambiente periférico y de marginalidad económica y social. Las «denominaciones indígenas no blancas» son comunidades o movimientos cristianos negros o indígenas, que se independizaron de las Iglesias a raíz de conflictos y disconformidades con el modo en que el liderazgo misionero occidental trataba el problema de la indigenización o inculturación de la fe cristiana. En ese sentido son una expresión de la voluntad de los pueblos del Tercer Mundo de afirmar y expresar la fe cristiana que han recibido mediante sus propios medios humanos y culturales.

Al mismo tiempo vemos un resurgimiento y reafirmación de las religiones indígenas tradicionales, o de origen africano, que son a menudo sincretistas. Asimismo, se da la proliferación de «nuevos movimientos religiosos en sociedades primitivas» (H.W.Turner), que surgen de una interacción entre religiones «primitivas» y una religión universal como el cristianismo. Todo ello son signos de la autoafirmación religiosa de los pueblos del Tercer Mundo.

Estos y otros elementos son indicativos de que el fenómeno sectario, en la coyuntura actual mundial, no puede ser considerado simplemente como un asunto efímero, aunque molesto. Se trata más bien de un fenómeno que, estructuralmente, va ocupando un lugar cada vez más importante en el campo religioso.


Los pastores de la «Iglesia Universal del Reino de Dios» repiten constantemente que pertenecen a «la Iglesia que más crece del mundo», y «la que más espacio llena en la televisión brasileña». Fundada apenas en 1977 por un carioca, exfuncionario público de 42 años, Edir Macedo Becerra, denominado «Obispo Macedo», y oficializada en 1980 en Río de Janeiro, esta Iglesia posee hoy 513 Iglesias en Brasil, y cinco fuera del país. Realiza cada cuatro o cinco meses concentraciones de millares de fieles. En diciembre de 1987 y 1988 concentró en el estadio Maracaná de Rio de Janeiro a 250.000 personas.

En 1980

había en Filipinas 228 sectas.

En 1987

había ya 1137.