El milagro chino: supremacía tecnológica en 30 años

 

Alberto Barbieri retina-elpais.com

 

«¡Se acerca el invierno!». Robin Li, CEO de Baidu, el Google chino, citó la serie Juego de Tronos para avisar a sus inversores sobre lo que estaba por llegar: la lucha por la supremacía en el campo de la tecnología de frontera está destinada a revolucionar las relaciones económicas mundiales en las próximas décadas. Lo explica sin rodeos el mismísimo órgano oficial de la República Popular, el Global Times.

«Las disputas comerciales son sólo el trasfondo de la pugna por la hegemonía entre la primera y la segunda potencia mundial, por mucho que algunos todavía no consideren a China como la potencia que representa el cambio en el actual statu quo». Esta opinión de la sinóloga Águeda Parra ahora es mayoritaria también en Washington.

En octubre de 2017, Xi Jinping pronunció en el Congreso del Partido un discurso de más de tres horas en el que instó a la nación a convertirse en líder en el campo de la IA (inteligencia artificial), porque «esta tecnología cambiará el mundo». Para lograr el objetivo en 2030, el jefe supremo de la nación estableció un gasto de 150.000 millones de dólares. Hoy en día, en China el sector alcanza un valor de 3.500 millones de dólares y, a partir de 2019, la IA se incluirá en todos los colegios del país.

Según un informe de la Universidad Tsinghua de Pekín, la República Popular atrajo entre 2013 y 2018 el 60% de las inversiones mundiales en el campo de la IA. En octubre de 2018, el China Development Bank financió el desarrollo digital con 14.550 millones de dólares. El gobierno invirtió 2.300 millones en un centro de investigación para la IA en la capital y otros 5.000 millones para uno en Tianjin. El Ministerio de Ciencia y Tecnología ha asignado a cinco empresas privadas la tarea de acelerar el desarrollo de la IA: Baidu, Alibaba, Tencent, iFlytek y Sensetime.

En China se produce el 75% de todos los teléfonos móviles del mundo, y el 90% de los ordenadores, pero la «fábrica del mundo» ahora quiere convertirse también en el cerebro del planeta.

La mina de datos china

Además de dinero, la inteligencia artificial requiere metadatos, recopilados por las grandes empresas digitales. Por esta razón, Pekín no quiere a los gigantes estadounidenses en su suelo. No tanto por razones de censura, sino por no compartir información valiosa para la supremacía en IA. De la misma manera, el gobierno de Estados Unidos intenta, con algo más de resistencia, mantener a sus campeones nacionales fuera del mercado chino.

En la actualidad, China cuenta con la mayor base de datos del mundo. Las redes sociales del país recopilan mucha más información que las estadounidenses, aunque casi exclusivamente dentro de la República Popular. Los clientes chinos de telefonía móvil son tres veces más que los estadounidenses y gastan 50 veces más porque usan sus móviles para pagar cualquier cosa: el tíquet del metro, alquilar bicis y hasta para dar limosna.

En China, WeChat (propiedad de Tencent) es internet. En una sola aplicación caben Whatsapp, Facebook, Twitter y el homebanking. La protección de la privacidad es muy débil y el gobierno puede acceder fácilmente a los datos personales, mientras en Occidente los obstáculos legales son mucho mayores. Si la base de datos china para la IA ya es mucho más amplia que la occidental, ahora el gigante asiático necesita diversificarla, con los mercados extranjeros.

La batalla por el 5G

Las infraestructuras donde se moverán todos estos datos adquieren una enorme importancia estratégica. Se estima que en 2035, el 5G podría mover un volumen de negocio de 12.300 millones de dólares. Pero no es sólo cuestión de dinero: controlar la infraestructura significa también poderla desactivar o censurar, y tener acceso a información muy valiosa.

Hoy en día, el 97% de todos los datos se transporta por cables transoceánicos, una infraestructura construida principalmente por los gigantes tecnológicos privados de EEUU; su protección, sin embargo, es asunto de Estado. 

 EEUU domina los flujos de datos, pero con el avance chino en el campo del 5G, ese predominio podría debilitarse; muchos servicios pasarán del ethernet al inalámbrico, gracias a una densa red de antenas colocadas cada 50 metros: pequeñas cajas que se instalarán directamente en las paredes de las casas, y la seguridad de la red estará a cargo del proveedor. Quién controle esas cajitas controlará la red.

El enemigo en casa?

Hace un año, el personal de seguridad de la Unión Africana descubrió que sus ordenadores habían estado enviando datos a Shanghai durante cinco años, todos los días. José Manuel Ávalos Morer, vicepresidente de Eurodefense Joven España, asegura que «todas las infraestructuras críticas son el objetivo principal de cualquier estrategia militar que se aprecie. Y es evidente que son susceptibles de ser saboteadas o atacadas».

Frente al avance chino en el 5G, todas las áreas de influencia de EEUU han sido llamadas al orden. Primero Australia, luego la Unión Europea y ahora Japón. El vicepresidente de la Comisión Europea para el Mercado Único Digital, Andrus Ansip, llegó a afirmar que la Unión Europea debería «estar preocupada y tener miedo» de Huawei y otras compañías chinas, como ZTE. La tecnología del Dragón ya está en el banquillo de los acusados.

«En China hay una especie de ley no escrita según la cual prácticamente cualquier dispositivo que se conecte a la red debe tener una puerta trasera que envía datos a la madre patria. A lo largo de los años lo he ido comprobando también con compañeros del aquel país. Si compras un dispositivo móvil o IoT (internet de las cosas) en China, éste prevé un montón de puertas traseras. Con los comercializados en el exterior son un poco más cuidadosos, aunque las hay igualmente», avisa el hacker Yago Hansen.

«Si la infraestructura que transmite los datos no es tuya, será mucho más difícil controlarla. Las empresas o los gobiernos que controlan esta tecnología podrían decidir bloquear el funcionamiento mundial de la infraestructura de una forma muy simple. Por ejemplo con un pequeño ataque hacia una vulnerabilidad que ellos conocen de antemano o una mala actualización, para que el servicio caiga cuando ellos quieran», reconoce Hansen.

El caso Huawei

Huawei es la mayor empresa privada china, la primera del mundo en investigación científica y servicios de telecomunicaciones. Penetra en 170 países, facturando más de 100.000 millones de dólares en el último año (+40%), con más de 74.000 patentes registradas. De sus 180.000 empleados, el 45% trabaja en investigación. Lo hacen en campus que reproducen ladrillo por ladrillo las universidades europeas más prestigiosas. No son ladrones de patentes, y es por eso que asustan a Washington.

Huawei es líder a escala mundial en el desarrollo del 5G, con una inversión de 800 millones de dólares en investigación y desarrollo en 2018. En 2019 ha anunciado la firma de 22 acuerdos comerciales para el 5G, 14 de ellos en Europa, y ha desplegado 10.000 estaciones base 5G. Dentro de Europa, en España es el principal impulsor de esta tecnología.

Fundada en 1987 con sólo 3.000 dólares por Ren Zhengfei, desde sus inicios la compañía tuvo una clara propensión a la proyección internacional, llegando a menudo a tocar los países más sensibles para la geoestrategia estadounidense.

Las principales agencias de inteligencia estadounidenses (CIA, FBI y NSA) insisten en la urgencia de prohibir los dispositivos Huawei, y el senador de Arkansas, Tom Cotton incluso llegó a afirmar que la empresa es «un brazo del Gobierno de China». Tampoco es un secreto que Ren trabajara como ingeniero para el Ejército Popular de Liberación.

De hecho, prácticamente todos los líderes de las principales compañías chinas son miembros del Partido Comunista. Es el descubrimiento del agua tibia, que confirma solamente que el desarrollo de la esfera de influencia china en la tecnología es la emanación directa de la estrategia geopolítica del país perseguida por el gobierno de Xi Jimping. Rutas de la seda y tecnología van de la mano.

Enfrentamiento para largo

El enfrentamiento por el 5G es sólo el primer capítulo de un desafío destinado a durar mucho y que, en los planes de China, tendrá que concluirse en 2049, año en el que se conmemora el centenario de la República Popular. Para entonces, el gigante asiático quiere situarse al mismo nivel que EEUU, desde el punto de vista tecnológico, económico y militar.