El poder de la imagen. Quien paga manda
El poder de la comunicación. Quien paga manda
Martín Valmaseda
Escuchamos con frecuencia comentarios de personas que se las dan de listas afirmando: «la tele no dice más que mentiras», «la prensa sólo informa de lo que le parece»...
Pero al poco tiempo les vuelves a escuchar: «¡Es verdad que ayer no hubo casi nadie en la manifestación. Lo vi en la tele!...», «hay un informe en la prensa sobre Venezuela que pone en claro que es una dictadura».
La globalización capitalista de que gozamos tiene, naturalmente, como arma principal la información y, en el caso que reflexionamos, la información a través de la imagen. Una imagen –perdonen el tópico- vale por mil palabras. También vale por mil mentiras.
Ya que he hablado de Venezuela, uno de los casos más típicos fue la información sobre el golpe contra Chávez. Unos camarógrafos venezolanos recibieron el premio «Rey de España» por un reportaje donde se veía a los defensores de Chávez disparando contra la multitud. Con palabras grandilocuentes de defensa de la libertad se les entregó el premio en España...
Pues unos meses después, una película irlandesa «La revolución no será transmitida», recibió otro premio europeo por demostrar justamente lo contrario: cómo las empresas de la televisión privada venezolana apoyaron el golpe y cómo un montaje astuto hacía aparecer como asesinos a los militantes chavistas. Por medio de vistas panorámicas la televisión Irlandesa ayudaba a ver los sucesos en su conjunto. En cambio, un montaje a base de planos cortos, seleccionados y cambiados de lugar era lo que en el reportaje venezolano hacía aparecer a los golpistas como víctimas y a los partidarios de Chávez como «ejecutores de la dictadura».
Pocos espectadores pudieron cambiar de opinión. En España, por ejemplo, la mayor parte de los televidentes se quedaron con las imágenes premiadas por su gobierno, y quedaron convencidos de lo que el gobierno derechista del PP y de Bush siempre han intentado: desprestigiar en Latinoamérica todo intento por liberar al pueblo de los hilos que se manejan desde el Norte.
Pero cuando los periodistas fotógrafos no se dejan manejar por estas directrices hay una segunda solución: la policía los golpea , o les quita y destruye las cámaras. Este sistema es el empleado en Guatemala en los últimos años. El gobierno actual de empresarios aparentemente es más civilizado que el corrupto FRG. Pero, ¡qué casualidad!, en los enfrentamientos de los campesinos con los policías y guardias privados siempre algunos periodistas terminan con la cámara destrozada. A veces también con el cuerpo golpeado, o muertos.
El poder que globaliza el dominio del dinero utiliza tres sistemas para su desinformación: el impacto emocional, el silencio y la repetición.
*Las imágenes más fuertes son siempre las que crean compasión por los pobres individuales, sin que se note la relación con los causantes de una pobreza colectiva. El poder del capital, las estructuras injustas, los distintos TLC (Tratados de «Libre» Comercio)... eso no aparece en las imágenes ni en los pies de fotos.
Actualmente en Guatemala se vuelcan en la pantalla imágenes de hombres y mujeres asesinados que dejan a los televidentes sin ganas de salir de casa y, menos, de meterse en líos. Nunca se dan a conocer las causas de las muertes. Lo que sí se muestra de un modo que da escalofríos es el corro de vecinos, muchos de ellos niños, que contemplan curiosos la sábana que cubre a la víctima. La lección de la imagen es: mantener quieto al personal.
*El silencio: hay otras imágenes que no existen en la pantalla... y lo que no se vio en la tele ya se sabe que no existe.
La imagen se silencia distrayendo con otras imágenes. En España se recuerda hoy con ironía la celebración de la fiesta del 1 de mayo (fiesta entonces no de los obreros, sino de San José artesano) durante la dictadura franquista: una fiesta que era distraída por los «coros y danzas» bailando en el estadio Bernabeu -y en la tele, claro-, mientras una tímida manifestación obrera intentaba salir y terminaba corriendo por las calles de la capital. Ninguna televisión tenía... tiempo de filmarla. Pero eso son tiempos pasados.
Hoy se considera como la primera guerra contra Irak como la primera guerra de imágenes, asombrando al mundo con la precisión de las armas de EEUU y ocultando la precisión de los muertos (mujeres, niños...) iraquíes, los hospitales destruidos, los soldados heridos enterrados por las palas mecánicas...
En esta última guerra contra Irak se les fue la mano a los soldados y hubo camarógrafos para reflejar las vejaciones contra los prisioneros. Entonces se vuelve a intentar que, al revés, una frase valga por mil imágenes, y se habla de «daños colaterales», de «casos aislados» debidamente criticados por la autoridad...
¿A ustedes no les extraña la gran cantidad de películas en torno al «holocausto» obra de los nazis, y las pocas que hay -y con dificultades de comercialización- sobre los abusos del nuevo imperio? ¿Cuánta gente pudo ver el reportaje sobre los bombardeos norteamericanos en Panamá, aunque la película ganó un Óscar? ¿Cuando se hará una película sobre -por ejemplo- el minado del nicaragüense Puerto Corinto por parte de la CIA, y la burla del gobierno de EEUU ante la condena del tribunal de la Haya que le obligaba a indemnizar a Nicaragua?
*La repetición: Lo explica con detalle Chomsky en su libro «Los guardianes de la libertad». Mientras el asesinato de Mons. Romero y de las religiosas estadounidenses en El Salvador mereció en la prensa norteamericana un par de noticias breves, las imágenes impactantes, repetidas y comentadas del sacerdote polaco víctima de la policía comunista aparecían días y días en prensa y televisión…
A pesar de los esfuerzos de Carmen Sarmiento y otros reporteros por reflejar los intentos sandinistas para levantar un país sometido a un bloqueo económico, las imágenes y comentarios del día a día en los noticieros de las cadenas de televisión daban por hecho que se trataba de una dictadura sin ninguna democracia. El día a día del «tele...diario» tiene más eficacia que los reportajes esporádicos de los mejores periodistas. Ya lo decían los pedagogos: «Fray Machaca es el mejor predicador». Pero el que puede machacar es el dueño del medio, que para eso tiene la televisión por el mango.
Por eso, los humoristas que día a día intentan hacer ver en sus dibujos (verdaderos «artículos de fondo») la realidad del país, corren peligro del «reajuste de personal» y de quedarse en la calle. Pregúntenselo, en Guatemala por ejemplo, al Filóchofo.
Pero si los que dominan los medios son culpables de la desinformación, también son responsables los educadores por su actitud pasiva. Hubo un tiempo en que la influencia sobre los jóvenes la acaparaba el «familia, iglesia, escuela». Hoy las mentes juveniles -y las adultas- están influenciadas no por un triángulo, sino por un polígono, casi un círculo de influencia de los más variados maestros, profetas, consejeros, gurús...
Maestros, padres y religiosos siguen pensando de que ellos son los responsables únicos de lo que lleguen a pensar los niños. No se dan cuenta de que los muchachos hacen más caso a lo que diga o haga ante la tele un cantante o un jugador de fútbol que las palabras del maestro o del Papa.
Y ¿qué «educación para analizar, criticar, dominar la imagen» se preocupan de facilitar los oficialmente educadores? Los padres, a lo más que llegan muchas veces es a prohibir a su hijo ir al cine, mientras ellos y los hijos siguen tragando desinformación diariamente, en la televisión, la radio, las revistas...
No pocos maestros son analfabetos respecto a la imagen, y no se preocupan de estar al tanto de las películas que ven sus alumnos, ni de proyectar críticamente en clase alguna vez imágenes de una película, o de desmenuzar un anuncio de televisión para descubrir la mentalidad y los engaños que esconde detrás...
Pocos se han dado cuenta, por ejemplo, de que «El rey León» tiene una carga ideológica de profundidad, que presenta como ciclo de la vida... el proceso «natural» del poder imperial actual. Y si alguien lo plantea se le acusa de ver fantasmas en una película tan «inocente». (No se trata de prohibirla a los muchachos sino de saber analizarla con ellos... pero esto es tal vez pedir demasiado).
Y si hablamos de los religiosos... ¿qué interés tienen las distintas comunidades e Iglesias de preparar a sus jóvenes no sólo para que sean maestros sino para que puedan tomar en sus manos los medios de comunicación? Salvo alguna que otra, cuyo fundador vio a lo lejos este problema, la mayor parte se siguen limitando a las parroquias y los colegios, sin decidirse a desembarcar en ese «país de misión» que es el reino de la imagen y el sonido, y que hoy por hoy no refleja demasiado el Proyecto de Dios.
A veces, cuando quieren intentar abordar los medios de comunicación, caen en algo peor: se quedan en unas imágenes que reflejan una piedad «opio del pueblo» y que al imperio le sirven muy bien para seguir manteniéndose en lo alto de la roca, mientras los de la manada le adoran creyendo incluso que adoran a Dios... o a la Libertad.
Martín Valmaseda
Cauce. Guatemala