El primer mundo visto desde los pobres.

La situación mundial
desde la perspectiva de los pobres
 

Rafael ARAGÓN


Hablar de la situación mundial mirando al Primer Mundo desde la perspectiva de los pobres es presentar los aspectos dinamizadores que pueden ofrecer alternativas en este momento actual. Partimos de un hecho fácilmente observable: el mundo se mueve o camina al ritmo de dos velocidades: el 20 por ciento avanza en el carro de la globalización del neoliberalismo y el 80 por ciento restante forma el mundo de los pobres hoy excluidos. La realidad de la exclusión es un proceso relativamente nuevo que deja ver la tramoya, permite reconocer la maraña y, sobre todo la autoalimenta, ampliando permanentemente los márgenes de la exclusión. Su catalogación resulta difícil, ya que ha dejado de ser un lugar habitado por ciertos grupos poblacionales para convertirse en un proceso creciente de nuestra sociedad. Estas dos realidades avanzan a distinto ritmo, creando cada día un distanciamiento mayor. Son dos mundos que se hacen sentir no sólo en los países pobres, sino también en los ambientes propios de los países desarrollados.

¿Cómo estamos reaccionando ante esta realidad, y cuáles son las perspectivas de cambio que vamos encontrando en ella? Sabemos que las reacciones no son siempre conscientes ni todos los estratos de la sociedad caminan al mismo ritmo. Hay un amplio sector que se deja arrastrar por la fascinación de la cultura de la sociedad de consumo: el mito del libre mercado y la consiguiente mentalidad individualista y competitiva ha conseguido colarse en la cultura dominante de la población; aunque dado el ritmo diferenciado, cada día son menos los que pueden entrar en ese mundo de consumo y gozar de sus conquistas. Hay otro sector de personas y grupos que sufren pasivamente las consecuencias, ven los problemas, tienen conciencia de lo que está pasando, pero se conforman con aprovechar los espacios y las fisuras del sistema para actuar sin mayor conciencia crítica o esperanza en posibilidades de cambio, con un cierto oportunismo pragmático buscan respuestas inmediatas que no resuelven los problemas de fondo.

En grupos y hasta organismos interesados en estimular la solidaridad con el Tercer Mundo existe la tentación fácil de proyectarse hacia los pobres sin más objetivo que ayudar, o “vivir una experiencia” solidaria satisfactoria. Es el ambiente muy extendido entre la gente joven: hacer el bien y realizarme personalmente, satisface mis aspiraciones vitales, sin proponerme grandes compromisos ni esperar grandes cambios ni transformaciones sociales. Pero el ambiente más generalizado está formado hoy por esa masa humana que se cierra en una visión mística de la realidad y busca llenar el vació que dejó la crisis de finales de los años 80 con el retorno a un mundo espiritual, incluso mirando más a las corrientes que vienen del oriente que a las tradiciones propias de nuestra cultura occidental.

Parte de los problemas de la cultura actual es evadir responsabilidades y desconocer las causas de los problemas. Los medios de comunicación juegan, sin duda alguna, un papel determinante en este sentido. Y para salir de estas actitudes, me parece necesario volver a retomar la importancia que tiene la formación de la conciencia crítica, partiendo de los análisis de la realidad que nos saquen del inmediatismo y de las experiencias vivenciales solamente, para partir de una visión de conjunto que nos ayuden a entender nuestras acciones concretas en una red de relaciones e interferencias comunes. Voy a acudir a un hecho de la situación de los prisioneros en los campos de concentración de la segunda guerra mundial para destacar la importancia de una visión de conjunto de los problemas de la realidad actual.

“Entre las condiciones inhumanas en que se mantenía a los prisioneros, estaba la de no poder adquirir una visión de conjunto de su universo, 'podía suceder que los prisioneros no supiesen siquiera en qué punto de Europa se encontraba el Lager al que habían llegado después de un viaje agónico y tortuoso en vagones sellados; no conocían la existencia de otros Lager, aunque estuviesen a pocos kilómetros de distancia de ellos; no sabían para quién trabajaban. Rodeado por la muerte, el deportado no estaba en condiciones de valorar la magnitud de la aniquilación que se estaba llevando acabo ante sus ojos. El compañero que hoy trabaja a su lado, mañana había desaparecido: podía estar en la barraca de al lado o borrado del mapa; no había posibilidad de saberlo. Se sentía, en suma, dominado por un enorme edificio de violencia y de amenaza, pero no podía formarse una imagen de él, porque ¿tenía los ojos pegados al suelo por las vitales necesidades cotidianas de cada minuto'” (Hundidos y salvados, p. 16. Citado en el libro Contra la exclusión. Joaquín García Roca. Sal Terrae, 1995).

Siento la necesidad de volver de una visión fraccionada e inmediatista a una visión más articulada de los problemas, que fortalezca la concepción dinámica de la historia en la que adquieren una importancia relevante los grupos contestatarios y las corrientes proféticas de la sociedad y de las Iglesias. Desde esta perspectiva vamos a trabajar el artículo.

Sin duda que la sociedad no es un todo homogéneo que avanza linealmente en una orientación o en otra. Es una masa viva, dinámica y plural en la que se hacen presente las diferentes fuerzas sociales. Ningún sistema es cerrado o funciona de forma mecánica. Si en algún momento daba la impresión que el mundo de los excluidos había quedado al margen del dinamismo de la historia, hoy muestra su capacidad de transformación.

Hay dos eventos celebrados en enero del 2001 que pueden ser horizonte referencial del momento que estamos viviendo. Davos, por una parte, representa la concentración de la riqueza en pocas manos, la verdadera globalización de la pobreza y la destrucción del planeta, y por otra Porto Alegre, expresión de la lucha y esperanza de un mundo posible donde el ser humano y la naturaleza son el centro de nuestras preocupaciones, afirman sus participantes.

Para tomar posturas ante estos hechos no es suficiente un análisis descriptivo de lo que a primera vista observamos, hay que entrar más al fondo y juzgar la situación actual, sin duda, mucha más determinada por la realidad económica que por lo ideológico o político y destacar la presencia de los movimientos sociales y el papel que juegan o pueden jugar en la búsqueda de nuevas alternativas. Si en algún momento parecía que el mundo de los excluidos no tenía futuro, estaba al margen del devenir histórico, hoy muestran su capacidad de metamorfosis.

¿Qué ha significado o qué pasó en la reunión de Davos celebrada en el mes de enero? La revista The Economia del 27 de enero del 2001 anuncia que la “fiesta neoliberal” ha terminado. EE.UU. entró en el 2001 en una recesión y es real el riesgo que este hecho lleva consigo para todo el mundo. Después de una década de expansión económica que parecía no tener fin, la recesión está a la vista, es un hecho. En marzo del año 2000 la bolsa de valores de Nueva York había llegado al máximo después de 18 años de ascenso. No vamos a dar muchas cifras ni grandes informaciones, nos quedamos solamente con este dato general que orientará nuestra reflexión. Y la pregunta clave que surge al analizar este problema es ésta: ¿Hasta cuándo seguirán sobrevalorando esta vieja economía, una vez que se ha perdido el optimismo de las décadas anteriores? El descenso económico significa una crisis bursátil de gran envergadura y las referencias a las crisis del 29 son cada vez más frecuentes. La bolsa norteamericana creció en el pasado reciente de manera vertiginosa por un masivo endeudamiento de las empresas privadas. A ello podemos agregar el endeudamiento de los propios hogares provocado por una sed ascendente de comprar acciones hasta tal punto de que las tasas de ahorro se tornaron negativas. El endeudamiento para el consumo ha sido igualmente alarmante, estimulando una espiral de importaciones que ha dejado un déficit en las cuentas corrientes de más de mil millones de dólares.

La gran pregunta ante la recensión norteamericana anunciada en el Foro Mundial no es si la caída es solamente de la bolsa o si es una crisis general, lo que se da como un hecho aceptado, más bien la pregunta es si no es posible un aterrizaje suave y cómo hacerlo. ¿Cómo va a influir esta crisis en las economías de Japón, México, América Latina, que dependen mucho de la dinámica norteamericana ahora en recensión? Seguro que los economistas van a buscar ya están buscando fórmulas nuevas al neoliberalismo y que conserven a la vez la racionalidad capitalista, sin duda. Y entre ellos no faltan voces que invitan a volver al modelo de Estado Bienestar.

Pero también debemos pensar que en esta crisis cada vez más evidente del neoliberalismo surge la voz y la necesidad de implementar alternativas. Lo primero que afirmamos es que en la medida que la crisis del neoliberalismo se profundiza, también se va agotando el pensamiento único, renace la utopía y se pude desarrollar de una manera paulatina la perspectiva de una alternativa viable, a la vez que crece ampliamente la plataforma social hacia una propuesta más allá de la racionalidad capitalista. ¿Estamos preparados para este nuevo momento coyuntural de la historia? ¿Qué está pasando en la otra cara de la moneda? ¿Por dónde andan las alternativas y qué podemos hacer? ¿Porto Alegre es el inicio o la respuesta paradigmática a este desafío?

Vamos a analizar la situación paso a paso. La primera pregunta que nos hacemos es: ¿qué pasa entre los grandes?, ¿simplemente están contemplando la crisis a la que se someten irremisiblemente o tienen otras propuestas? Ellos ya se adelantaron en la reunión de Davos de l999, proponiendo crear una nueva arquitectura financiera que consiste en demandar una conciencia transparente, planteada desde los centros de poder, como una especie de remedio al libre juego del mercado para que éste funcione mejor, sin abandonar el credo en el neoliberalismo. El carácter cortoplacista y superficial de la propuesta revela en última instancia que la crisis neoliberal no ha tocado fondo aún.

Las alternativas más a mediano plazo, por su parte, que se desarrollan conforme a la crisis tienden a amenazar la estabilidad financiera a nivel mundial, poniendo en peligro incluso los intereses de las mismas transnacionales y del propio capital financiero que opera a ese nivel. Ante estas crisis generalizada no faltan voces alarmantes que nos preocupan. En la medida que la política de corte neoliberal no responde a estos cambios demandados del sistema, la lógica imperante, se vuelve más radical y se perfila un desenlace que podría fomentar el resurgimiento del neofascismo. De esta tendencia, fomentada por los grandes capitales sobre todos, existen huellas muy claras en los tiempos más recientes y no exclusivamente en Europa. En el neoliberalismo es un modelo de acumulación donde el acaparamiento de los mercados ya existentes se prioriza sobre la creación de riqueza nueva y las transnacionales son las ganadoras en este juego, su acción se dispersa sin crecimiento real de la economía global e incrementa la economía especulativa.

Por otra parte, ante las contradicciones del sistema se revelan el agotamiento del neoliberalismo y el desarrollo de la acción ciudadana hacia una alternativa aún sin un perfil claro y definido, esta es la otra alternativa.

En Seattle en la Organización Mundial del Comercio no solamente se reveló, de nuevo, la contradicción interburguesa al fracasar un acuerdo entre ministros neoliberales del mundo, sino que además se manifestó muy claramente la protesta ciudadana a nivel internacional y el clamor por una alternativa. Esta internacionalización a su vez realimenta a las propuestas nacionales.

La situación es grave, la respuesta a ultranza del gran capital no es una fantasía, sobre todo ante la crisis norteamericana. En el futuro pueden darse nuevos ataques a la soberanía nacional. Actuaciones que percibimos ya en el “Plan Colombia”. La falta de unidad de los países latinoamericanos permite el acceso directo del gran capital a los recursos naturales, y el control lucrativo del gran negocio del narcotráfico en sus raíces y dejar libre el flujo del capital general. En esta situación no es extraño que surjan las tendencias nacionalista regionalista pero no necesariamente todas de corte progresista. Por otra parte el cierre eventual de mercados significaría muerte para el capital transnacional. Sálvese quien pueda, va ser el grito, al descubrir el capital transnacional que ni para ellos habrá lugar lucrativo en este mundo. Esta conciencia permite aún más espacio a un movimiento contestatario que busca la alternativa poscapitalista. La transición del neoliberalismo al poscapitalismo es lo más difícil de percibir en este momento. ¿Será una alternativa que desde ya puede reivindicarse para lograrlo a más largo plazo? Su potencialidad debe ser el centro de nuestra atención. ¿Está la sociedad civil preparada para dar este paso?

El pos capitalismo se basará en una racionalidad llevada a cabo por la ciudadanía en forma de una democracia participativa, un modelo de desarrollo en el horizonte del bien común sin suprimir el interés privado, y la defensa de los derechos humanos.

Pero, ¿qué estamos haciendo o qué podemos hacer para cambiar el curso de la historia? La fascinación del capital a pesar de la crisis es muy grande y determina en gran parte la vida de la gente, incluyendo a los más excluidos. El mundo no es consciente, defiende y promueve ese modelo y como no hay un horizonte unificador, más bien sentimos que aún no se ha superado la crisis ante la derrota del socialismo real y de las alternativas populares, y se da una gran dispersión de las fuerzas sociales. Muchos se han refugiado en corrientes espiritualistas o encerrados en sus pequeños proyectos miran el mundo desde reducidos y parciales planteamientos ecologistas. Hay que pasar de la fragmentación de pequeños proyectos y la dispersión de las fuerzas a soñar en común con un mundo posible, solidario, en el que la realidad económica esté en función de la ciudadanía.

Conforme se agudice la crisis del neoliberalismo, su racionalidad no sólo se agudiza y se agota, lo que hace posible y cada vez más demandado el abandono del libre juego del mercado, sino que se abre la posibilidad de un pensamiento que busque un camino político orientado a crear un equilibrio entre interés privado y bien común, priorizando este último, llevado a cabo por la ciudadanía y en favor de la misma. Es la inversión del péndulo de la historia; pasando del libre juego del mercado sin intervención ciudadana hacia una mayor participación ciudadana y con ello la apertura para una alternativa poscapitalista.

Ante la perspectiva de una mediación entre lo económico y lo político a favor de lo último, surge un nuevo sujeto organizado. Con la perspectiva creciente de una alternativa necesaria y posible. La mundialización de la resistencia a partir del Seattle se hace sentir, Porto Alegre lo confirma. Hace unos años era inimaginable pensarlo. En los albores de un nuevo milenio, soñamos con un movimiento social multipolar y horizontal, sin cabeza ni vanguardia claras, pero con la conciencia creciente que quiere una alternativa ante el neoliberalismo. Espacios como el Foro Mundial de las Alternativas, que tiene como misión de servicio a la mundialización de la resistencia y de brindar un apoyo a los movimientos sociales en su convergencia global en búsqueda de una alternativa postcapitalista.

La participación de mucha gente joven es también reconfortable, pareciera que se está superando el escepticismo y que ellos también quieren estar en la lucha por encontrar un nuevo horizonte. Los líderes indígenas ecuatorianos y el movimiento Zapatista en México, dejan en claro que en adelante se debe contar con ellos y que tienen un pueblo organizado para luchar por sus derechos.

Los pueblos del mundo están tejiendo una red de constructores de utopía. La cita más inmediata de esta convergencia por los derechos de la gente y contra la injusticia será en Quebec (Canadá) donde se reunirá la Alianza Social Continental en abril de 2001.

MIRANDO ESTE MUNDO DESDE LA EXPERIENCIA CRISTIANA

Hay varios hechos en la historia del cristianismo de los últimos años que aún son referencia importante, no solo para los hombres y mujeres que miran el mundo y sus problemas con los ojos de la fe, sino también para todos aquellos que desde sus análisis propios de la realidad incluyen la presencia de los cristianos y su sentido utópico y dinamizador de la historia. Desde esta visión queremos decir una palabra sobre la realidad de lo religioso en el mundo actual.

También los cristianos nos sentimos al final de una época. Para la tradición católica fue la época marcada por el Concilio Vaticano II y en América Latina por la interpretación o la adaptación de sus conclusiones a la realidad propia del continente en los encuentros del episcopado latinoamericano de Medellín, Puebla, Santo Domingo, acompañados por una rica diversidad de experiencias pastorales expresadas sobre todo en las comunidades eclesiales de base, cuya mejor expresión reflexionada es, sin duda alguna, la teología de la liberación. El final de esta época viene determinado también por una actitud oficial de la curia romana frente al tema de la teología de la liberación, hecho de vital envergadura que trascendió las fronteras del continente americano para convertirse en un paradigma de referencia universal. Los conocedores de los ambientes curiales de Roma repiten que no habrá ya más reuniones del Episcopado Latinoamericano que pueda mantener viva la memoria de esta destacada experiencia eclesial.

Al describir las características de este fin de época seguimos afirmando que nuestro mundo se mueve a dos velocidades. En los países del norte que gozan de los bienes conquistado por el desarrollo y los avances de la sociedad de consumo, influenciados por la cultura del neoliberalismo globalizado, encontramos el individualismo, la indiferencia ante la pobreza, la falta de una conciencia crítica, creando una situación perpleja, incluso en aquellos grupos solidarios y en teólogos comprometidos en otros tiempos con las causas de la justicia, hoy han perdido el ardor profético del pasado y ante los desafíos de las nuevas corrientes culturales se acomodan sin más interés que aprovechar las fisuras del sistema para realizar lo que dentro de esa realidad es posible hacer.

Pero la característica más destacada de esta nueva época es el surgimiento de un conjunto de expresiones religiosas, grupos y corrientes de espiritualidad que rompen los modelos clásicos. Dios ganó la partida, afirmaba un compañero al hablar de los nuevos movimientos religiosos que han surgido en el corazón de la sociedad actual, unos como respuesta al cansancio provocado por la racionalidad moderna y otros como reacción al desencanto del mundo actual, que parecía ofrecer el bien último y definitivo a todos los seres humanos.

La fuerza de los nuevos medios de comunicación insertos en la cultura del mercado, ha hecho que estas corrientes de espiritualidad entren en los círculos comerciales y se convierta también en un negocio altamente lucrativo. Según datos tomados de Walls Street Journal, la espiritualidad mueve millones de dólares. El mundo empresarial ha descubierto el poder de lo religioso e invierte para promover los diferentes movimientos esperando conseguir altos beneficios a corto plazo. La religión, una vez más, es un producto rentable en el mercado. Tres son los movimientos que se encaminan en esa órbita: los Grupos de Auto Ayuda, tienen una amplia difusión y se presentan como formas de realización integral y cauce privilegiado para el logro del equilibrio emocional de sus miembros. La Nueva Era, comprende experiencias heterogéneas y comunicaciones con maestros superiores y hasta las artes curativas conforme a tradiciones de creencias del origen espiritual de las enfermedades. También nos encontramos con nuevas manifestaciones de la magia e interpretaciones del espiritismo que invaden el mercado y con frecuencia desembocan en una credulidad laica entre sus adeptos.

“Todo esto demuestra que se ha producido un desplazamiento múltiple de la creencia crítica que caracterizó el fenómeno religioso de la década anterior hacia una credulidad acrítica; de la gratuidad de la experiencia religiosa que definió los movimientos espiritualistas alternativos al interés crematístico que define hoy nuestra cultura, de la fe movilizadora de la conciencia y de las energías utópicas a una fe pasiva y alienante; de la relación directa con la divinidad a la comunicación a través de sus múltiples mediadores, guías espirituales, gurús El negocio de la espiritualidad constituye una de las graves manifestaciones de la perversión de lo sagrado, como ya viera Marx con especial lucidez. Corrupción optimi, pessima” El negocio de la Espiritualidad, Juan José Tamayo El Pais, 15 de marzo del 2001).

Esto que afirmamos del primer mundo podemos, salvando las distancias, encontrarlo también entre nosotros, pero de forma invertida y con características propias. La modernidad ha tenido una presencia limitada en nuestros ambientes sociales, donde la cultura aún se enraíza en la visión mítico religiosa del mundo rural o se abre a una mueva subcultura en los ambientes propios de los barrios marginados de las grandes ciudades, donde la exclusión de la población, tanto de los bienes materiales como culturales del mundo moderno, no logra llenar las expectativas de la gente pobre. Solo en los ambientes intelectuales minoritarios o en los grupos favorecidos de las clases adineradas, la cultura de la modernidad en su corriente secularizante es un fenómeno conocido. Es por eso que lo religioso tiene una presencia relevante entre nosotros y está más proclive a convertirse en un medio de incidencia ideológica. Como pasó en la revolución sandinista, la religión fue un elemento legitimador de los intereses contrarrevolucionarios tanto en manos de políticos como en la boca de líderes religiosos. En este sentido, el renacer de los movimientos religiosos de corte conservador, como el fortalecimiento del modelo tradicional de la Iglesia católica anclada en la plataforma de la cristiandad es un desafió permanente.

Las actividades celebrativas organizadas en Roma con motivo del Año Jubilar han creado en muchos ambientes de la Iglesia católica una referencia paradigmática ahistórica y sin compromiso, llenando así el vacío utópico que padecemos en este momento. Ir a Roma, participar en las celebraciones oficiales, ha sido para muchos católicos como rescatar el imaginario utópico en este año pasado, junto con las manifestaciones masivas que provocan las visitas papales a los distintos países. Y así el viejo estilo de estar la Iglesia en la sociedad y de relacionarse con los poderes del estado se fortalece y se enraíza en el pueblo sencillo promoviendo las manifestaciones de la religiosidad popular, muchas veces ya desarraigadas de una profunda experiencia de fe, caen con frecuencia en un simple folclorismo cultural, pues responde más a las cosmovisiones mítico religiosa del pasado, hoy en crisis por el proceso de urbanización del mundo campesino, que a una necesidad de evangelización del los nuevos ambientes sociales Se habla que el proceso de urbanización va a llegar pronto al 90 por ciento de la población. Los barrios marginados de las grandes ciudades son ya los lugares de las nuevas experiencias religiosas, en ellos actúan y están presentes los nuevos agentes religiosos productores de sentido.

La Iglesia católica ya no va a ser la referencia única de la tracción religiosa en nuestros pueblos. A pesar del esfuerzo para fortalecer el modelo eclesial centralista y excluyente, nuestro mundo cada día va a ser más plural, también en la experiencia religiosa. En esta realidad, mucho más sensible en los ambientes populares de las grandes ciudad, nace y crece la subcultura de los pobres con los ingredientes propios de una sociedad deteriorada por la marginalidad y la pobreza. En esos barrios espacio propio de los excluidos, la racionalidad moderna tiene poca presencia, por eso el intento de promover las comunidades de base como único modelo alternativo de iglesia donde se puede vivir la experiencia de la fe en la opción por los pobres motivado más por el análisis de la realidad que nos viene del pensamiento ilustrado, no ha logrado captar a la masa popular ni convertirse en referencia simbólica. El imaginario social en ese submundo de los pobres siguen siendo religioso, por eso crecen y tienen éxito los movimientos pentecostales, las sectas fundamentalista y no solo como experiencia religiosa, sino como espacio de salvación para la persona que vive en un mundo deteriorado y agresivo.

Es en estos ambientes de la subcultura de la pobreza donde crecen los nuevos sujetos sociales, con nuevas experiencias religiosas que desplazan la cosmovisión mítica tradicional campesina, pero sin entrar en la racionalidad moderna propia del modelo del mundo desarrollado y del pensamiento de la ilustración que marcó la teología conciliar y posconciliar, tanto en el primer mundo como entre nosotros en .América Latina.

Concluimos afirmando, desde esta nueva realidad, la necesidad de volver a la conciencia crítica ante el fenómeno desafiante de la presencia de lo religioso en sus diferentes manifestaciones, con nuevos aires y un nuevo espíritu. El desafío es grande para no correr el riesgo de convertir la religión en un medio legitimador de esa corriente neofascista que pueden nacer, ya están naciendo ante la crisis de alternativas y de sentido del mundo y de la sociedad. Un retorno a lo religioso como un elemento más de la sociedad de consumo y de la ley de la oferta y la demanda, guiado por el simple interés de ganar dinero, es peligroso. La dispersión de los religioso como simple experiencia en la cultura de la posmodernidad, la crisis de los grandes relatos para agotarse en una experiencia más personalizada puede llevarnos a esa fragmentación de la experiencia, perdiendo todo el sabor profético de la tradición cristiana sobre todo. Pero también hay aspectos positivos que debemos fortalecer y apoyar.

El primero es una conciencia cada vez más secularizada en un amplio sector de la sociedad, que plantea el desafío de una ética laica, en torno a los valores de un humanismo solidario.

Por otra parte está la experiencia mística como objetivo de valoración fuera del ámbito religioso. La mística tiene mucho de sueño y se mueve en el mundo de la imaginación, es verdad, pero el sueño y la imaginación están cargados de utopía. La utopía forma parte de la historia, se ubica en el corazón mismo de la historia, no para acomodarse los ritmos que impone el orden establecido, sino mas bien para subvertirlo desde sus cimientos, no para quedarse a ras de suelo, sino para ir a la profundidad.

Hay que estar atentos a los grupos alternativos, contestatarios, que rescaten el sentido profético, estos movimientos que se van desarrollando lentamente pueden ofrecer nuevos espacios recreadores de la utopía, sin duda son un desafío para la sociedad y para las iglesias, si quieren volver a la visión profética de la historia, más cercana a la vida y predicación de Jesús. Promover una espiritualidad convergente con esos movimientos, que buscando alternativas desde las fisuras del sistema dé respuestas a la nuevas situaciones.

Desde una sociedad más laica, más plural y participativa se impone una experiencia macro ecuménica que supere las barreras de los particularismos para anunciar la utopía de la solidaridad con los pobres y desde los pobres.

 

Rafael ARAGÓN

Managua, Nicaragua.