El renaciomiento de la Política

El renaciomiento de la Política

José Comblin


Después de la destrucción del Estado

Durante los últimos 20 años hemos asistido, en el mundo en general y en América Latina en particular, a la destrucción sistemática del Estado y de la política por las fuerzas económicas que supieron aprovecharse de la globalización para desmontar el poder del Estado, o ponerlo al servicio de sus intereses. Las fuerzas económicas construyeron conjuntos gigantescos a los que los Estados no podían oponer resistencia. Las fuerzas económicas fueron capaces de financiar una campaña publicitaria que logró divulgar e imponer la ideología neoliberal, que era nada más que la justificación de los intereses de las grandes corporaciones trasnacionales.

En el mundo, sobre todo el mundo asiático, el Estado renace y se transforma en el gran motor de la economía, que controla la economía, en lugar de entregarla a las grandes corporaciones. El 4 de diciembre de 2006, la más importante compañía china, Petrochina, superó a la Shell en las bolsas de valores de Hong Kong y de Nueva York. Es un símbolo. Los Estados recomienzan a dominar el sector de la energía, principalmente el sector del petróleo y del gas. Las diez naciones de la OPEP controlan más de la mitad de la producción mundial, y las antiguas corporaciones anglo-sajonas, que eran las reinas del petróleo (Exxon, Shell, BP, Total, Chevron) controlan solamente el 9% de las reservas (Le Monde Diplomatique, marzo 2007, p. 1). En Rusia el Estado recuperó el petróleo y el gas.

También en A.L., el Estado recuperó el control del petróleo en Venezuela, Bolivia, Ecuador. Sucede que las reservas conocidas están bajando y todos los productores están buscando nuevas reservas en todos los países del mundo. Los asiáticos practican una política desarrollada de prospección en el mundo entero.

El éxito de los asiáticos del Extremo Oriente constituye una advertencia para los demás países. ¿Por que los asiáticos se desarrollan más que los latino-americanos? Allí el Estado no permitió que la economía dominara la política, como sí se permitó en A.L. Allí, el Estado permaneció fuerte y no permitió que las corporaciones adquirieran un poder capaz de neutralizar el poder del Estado, como sucedió en A.L. Hoy día, cada vez hay más personas latinoamericanas que miran hacia los asiáticos y se hacen preguntas...

Desde 2006 todas las elecciones en A.L. han manifestado que la mayoría de los electores ya no acepta el dominio de las fuerzas económicas en el Estado y que quieren un Estado más fuerte. Unos presidentes han avanzado en ese camino y otros han sido más bien lentos. De todos modos hay una señal muy clara. Esta señal significa algo. No es probable que los electores cambien. El movimiento para controlar las fuerzas económicas va a crecer. Una buena introducción a la novedad política latinoamericana es el libro de Marc Saint-Upéry, Le rêve de Bolivar. Le défi des gauches en Amérque du Sud, La découverte, Paris, 2007).

El obstáculo: las élites

Las élites sociales tradicionales, que son los herederos de los conquistadores, dueños de la tierra, dueños de los medios de comunicación y de muchas otras cosas, no quieren una verdadera independencia. Su ideal es la unión más íntima posible con EEUU. El ejemplo más típico es el de Chile. Las élites latinoamericanas ven el futuro de su país como un país colonial, continuador de la posición tradicional. Creen que con una alianza con EEUU podrán mantener mejor sus privilegios. Quieren hacer de su país un vendedor de materias primas, principalmente de productos agrícolas y de minerales. Por eso no se preocupan mucho por el desarrollo de la industria. En Chile la industria casi se murió, y esto no preocupa para nada a las élites, que prefieren comprar fuera los productos industriales más elaborados.

La consecuencia de esa opción colonialista es que no se da importancia a la investigación científica o tecnológica. Basta con comparar con lo que hicieron los países asiáticos. A las élites latinoamericanas no les preocupa la baja valoración de la enseñaza. Mantienen la educación popular al nivel más bajo posible, porque saben que no necesitarán muchos cuadros formados. La tecnología vendrá por las grandes corporaciones extranjeras.

Las élites latinoamericanas nunca han sido independentistas, nunca han sido nacionalistas. Su ideal es su fortuna personal o la fortuna de su familia, no el crecimiento de su país.

Éste es un problema cultural. Se trata de la cultura de las élites, un fenómeno predominante desde el siglo XVI. Quien se preocupó por la formación humana, técnica de los pueblos indígenas fueron los jesuitas en las reducciones. Por eso las élites dueñas de la tierra y de los esclavos lograron su expulsión, y los pueblos indígenas volvieron a su condición ancestral, que les dejaba sin defensa, como víctimas de los terratenientes.

Pues, la mala educación en las escuelas populares es una política sistemática de las élites, que quieren que los pobres permanezcan pobres y no se desarrollen. Todos sus discursos son mentirosos, porque hacen lo contrario de lo que dicen. Si quisieran que la enseñanza pública tuviera el nivel de Corea del Sur, de Malasia, de Singapur, de la India... podrían hacerlo fácilmente. Pero no quieren gastar plata en eso. En los discursos no dejan de proclamar la prioridad de la educación, pero en la práctica lo que hacen es, precisamente, impedir el desarrollo de la educación popular.

¿Cómo cambiar la cultura de las élites?

¿Cómo lograr que nazcan en ellas sentimientos patrióticos y preocupación por el bien de la nación? Ése es el gran desafío.

La gran fuerza de las élites es la supremacía de EEUU, el poder total de EEUU dominando el mundo política, militar, económica y culturalmente. Ya manifiesta señales de debilidad, pero todavía dispone de una fuerza impresionante. Por eso, a pesar de todas las barbaridades de G. Bush, la potencia norteamericana inspira miedo, y nadie quiere enfrentarse directamente. Solamente Corea del Norte e Irán se atreven a desafiar, porque saben que tienen protectores potencialmente poderosos, como China. Hugo Chávez pronuncia discursos furibundos, pero mantiene buenas relaciones comerciales y proporciona petróleo a EEUU.

La necesidad de importar energía es una de las debilidades de EEUU, que tratan de garantizar reservas seguras, pero sabe que su posición precaria depende de su inmenso poder militar. En todo caso, las élites latinoamericanas hasta ahora mantienen una firme alianza con EEUU.

La resistencia de los movimientos populares

En los últimos años las élites han encontrado una creciente resistencia a su política colonialista. Los movimientos populares han logrado el fracaso del proyecto del ALCA protagonizado por EEUU, porque Lula lo impidió. En compensación, varios gobiernos han aceptado Tratados de Libre Comercio (TLC). Chile el primero, después los centroamericanos, y hay una gran presión sobre los demás. Sin embargo la creación del MERCOSUR levanta una barrera que será difícil destruir.

El hecho de que EEUU haya evitado represalias militares en Venezuela, Bolivia y Ecuador, muestra que no se siente ya tan seguro de sí mismo. Siente que hay límites que ya aparecieron. ¿Será suficiente esto para abrir los ojos de las élites?

EEUU ha tratado de recuperar el control de A.L. por medio de la lucha antiterrorista. Ha tratado de involucrar los gobiernos latinoamericanos en su campaña antiterrorista.

Logró convencer al presidente de Colombia porque allí hay circunstancias especiales: la guerra civil que existe desde los años 50 del siglo pasado. Ha podido imponer al Ecuador la base militar de Manta, objeto de muchas protestas populares. Está tratando de instalar una base cerca de las cataratas de Iguazú, en el punto en el que se encuentran Brasil, Argentina y Paraguay; pero parece que hay resistencia fuerte, porque ya no se habla mucho del asunto.

En todo caso, cualquier revés de EEUU en el mundo debilitará las élites latinoamericanas y abrirá espacio para los movimientos populares y nacionalistas de A.L..

Organización de masas

Si fracasan las élites, ¿cuál será el futuro político de A.L.? Están los movimientos populares, y hay un sentimiento de rebelión de las masas populares, lo que se ha manifestado en las últimas elecciones. Sin embargo, las grandes masas populares no están organizadas. Necesitan un liderazgo. Los partidos políticos no tienen ninguna capacidad de liderar un movimiento popular. La cuestión es: ¿de dónde saldrá un líder popular carismático que sea capaz de unir las masas populares en un movimiento político de conjunto?

En este momento, ya tenemos por lo menos dos ejemplares: Hugo Chávez y Evo Morales. No sabemos hasta dónde irán Rafael Correa en Ecuador o Daniel Ortega en Nicaragua. Por lo menos en este momento en que estoy escribiendo, la situación no está clara. Son personalidades no comprometidas con los gobiernos anteriores que perdieron legitimidad a los ojos de las masas, porque no se mostraron capaces de aplicar en nada sus programas anunciados en sus discursos.

Los defensores del sistema actual gritan: ¡eso es populismo! ¿Será que el populismo va a renacer en A.L.? Sin duda habrá algunas analogías con el populismo clásico del siglo XX. Y no cabe duda de que hay un repunte. Pero las circunstancias han cambiado.

Algunos se escandalizan. Pero, en primer lugar, los líderes carismáticos van a concentrar más poder en el Estado, con la capacidad de cambiar estructuras, especialmente la repartición de los verdaderos poderes en la nación. No van a declararse populistas. Van a mantener las formas de lo que se llama actualmente democracia. En la actualidad, todos los países del mundo tienen que establecer esas estructuras que son como un certificado de buena conducta en la ONU. Pero los nuevos gobiernos van a quitar los poderes de las estructuras ineficientes.

En la historia de A.L. nunca el sistema llamado democrático (elecciones, partidos políticos, congreso nacional, poder judicial independiente...) ha podido cambiar estructuras sociales. Solamente líderes populistas han podido cambiar algo de la situación social. Cuando el sistema se muestra incapaz de dar respuesta a un movimiento popular amplio y profundo, la puerta está abierta para que venga un líder popular que podrá contar con el apoyo del pueblo para gobernar.

«La política ha muerto...»

Lo que está en crisis es el actual sistema político. El régimen de Asambleas o Congresos de representantes no funciona. No produce ningún resultado, pues hay dos circunstancias que limitan la posibilidad de los representantes.

En primer lugar, los diputados y senadores, cada vez más, representan a las grandes empresas que financiaron su campaña... o que continúan financiándolos para que el diputado o senador defienda los intereses de la empresa. No son representantes del pueblo, sino representantes de una empresa. Ahora bien las empresas no quieren reformas sociales, lo único que quieren es... «más mercado libre». Son conservadoras. Y por eso mismo es por lo que las asambleas son conservadoras, aunque sus diputados se llamen «comunistas» o «socialistas»... o incluso «revolucionarios». Una vez que entran en la asamblea, todos son conservadores.

Hace pocos días el presidente de la Cámara de representantes de Brasil, señor Aldo Rebelo, miembro del partido comunista de Brasil, que nació de los guerrilleros en tiempos de los militares, declaró tranquilamente que no veía ningún problema en que se tale la Amazonia para plantar soja... Claro que la soja sería de grandes compañías americanas como Cargill o Bunge... y que la Amazonia sigue perteneciendo al pueblo de Brasil. Un comunista notorio defendiendo los intereses del capitalismo con una total generosidad. Es un símbolo de lo que sucede en las asambleas.

En segundo lugar: desde el primer día, el nuevo diputado no puede olvidar que, en unos pocos años más, va a querer ser reelegido, y que tendrá que ganar votos. Todo lo que va a hacer ahora será campaña electoral. No le interesa el contenido de los proyectos que va a votar. Lo que interesa es lo que los electores van a pensar, y estos electores lo que buscan es obras a corto plazo.

Ser diputado o senador es una carrera semejante a la de funcionario público. Lo importante son las elecciones siguientes. Tiene que evitar posiciones que podrían poner en peligro su reelección. Por eso, todo lo que propone es a corto plazo, es algo que debe tener algunos efectos inmediatos. Ningún proyecto a largo plazo sería posible, porque no garantizaría nada para las elecciones siguientes.

La TV influye en la medida en que puede mostrar o no a un candidato. Lo que importa es que su persona aparezca. Para no ofender a nadie, el diputado dirá las peores trivialidades del mundo. Además, todos van a decir lo mismo. Cualquier cambio social sería desfavorable a las élites, que son los grandes electores.

Hay excepciones, pero, en forma general, la mayoría de los representantes responde a este modelo. Algunos se quejan de la «corrupción» en las asambleas del congreso... No es corrupción, es la norma, es parte de la estructura del sistema. Por eso cada vez vemos un rechazo mayor a los congresos, que paralizan todo cambio.

Cualquier cambio en A.L. significa disminuir los privilegios de las élites. Éstas siempre tienen el número suficiente de representantes para hacer imposible cualquier cambio social.

Los partidos políticos son todos iguales. Todos tienen el mismo programa teórico, y ninguno aplica su programa, porque eran puros discursos. Los partidos son una institución necesaria para los que quieren entrar en la competición. Cada candidato escoge el partido que le dará más posibilidades.

Siempre se habla de la reforma de los partidos, de la reforma política... pero la estructura impide que se haga ningún cambio. Las fuerzas económicas no están interesadas en que haya cambios.

Única esperanza: los líderes carismáticos

Con ese sistema no se puede dar ninguna respuesta al problema de la educación, de la salud, de la vivienda popular... menos todavía al desafío del desempleo.Llega un momento en que el sistema queda totalmente desacreditado. La puerta queda abierta para un líder popular carismático.

También es la máquina burocrática la que impide que haya cambios. Su fuerza de inercia es grande. Si los funcionarios no quieren, el Estado no tiene ningún poder. Por eso un líder carismático va a introducir en el sistema personalidades fuertes, que van a romper las fórmulas tradicionales.

Lo mismo vale para el poder judicial: éste está al servicio de los grandes. Castiga implacablemente a los delincuentes pobres, pero siempre encuentra una salida para que los ricos no tengan que soportar las consecuencias de sus delitos o crímenes. ¿Quién podría intervenir sobre el poder judicial? Solamente un presidente con fuerte apoyo popular.

Durante las últimas décadas las masas populares aguantaron esa inercia. Creyeron que después del régimen de dictadura militar vendría un gobierno popular. Lo que sucedió fue exactamente lo contrario: fue la anulación del Estado y el dominio prepotente de las grandes fuerzas económicas, nacionales o extranjeras. Llega un momento en que los pueblos han comenzado a decir: ¡basta!

Un líder popular no se improvisa. Tendrá orígenes muy diversos según los diferentes países. A veces no aparece un líder durante muchos años. El caso brasileño es típico. En las elecciones de 2006 las masas populares pensaron que Lula iba a ser ese líder y que él haría los cambios esperados para proporcionar las bases de una nueva convivencia social. Pudo contar con el apoyo popular para oponerse a las élites tradicionales. Pero él no quiso ese papel. Al revés: reforzó el poder de las grandes fuerzas económicas. Las masas no pueden oponerse a él. Continúan esperando contra toda esperanza. Los cambios están postergados. ¿De dónde podría salir un líder capaz de recibir del pueblo una legitimación semejante? No sabemos.

¡Viva la política!

Lo que sabemos es que hay una tendencia mundial, que tendrá realizaciones diferentes según cada país. Hubo una época de gobiernos militares. Después, vino otra época, de entrega del poder a los grandes conjuntos financieros. En cada país aquello tuvo realizaciones diferentes, pero la tendencia general está presente en todas las naciones.

En Venezuela, en Bolivia, o en Ecuador la participación popular es el elemento fundamental. Hay una fuerte renovación de la política con participación de las grandes masas. Algo semejante sucederá en otros países. Los pueblos van a sentir que no son inútiles, que no son incapaces y que no deben dejar todo el poder a una élite tradicional. Va a ser una renovación de la política.

Los pueblos van a demostrar que es posible controlar las actividades de los poderes económicos, que los Estados pueden formar alianzas para crear una economía común mucho más independiente de los grandes conjuntos financieros.

Lo más urgente es la restauración del poder del Estado. ¿Cómo evitar el autoritarismo? Bueno, ése será el desafío siguiente. Hoy la tarea es otra: restaurar el Estado.

Las élites, que nunca respetaron los derechos humanos ni la igualdad de los ciudadanos proclamada en las Constituciones democráticas, van a gritar. Van a declararse «defensores de la democracia», como de hecho sucede en Venezuela, Bolivia y Ecuador. De repente, van a descubrir su vocación democrática. Pero ya no logran engañar. Nunca las élites quisieron aplicar las normas de la democracia. Siempre las evadieron, para ejercer un autoritarismo de hecho. Aceptaron Constituciones por presión internacional, porque querían ser reconocidas por el mundo occidental como demócratas. Pero nunca tuvieron la intención de aplicar las normas de una constitución democrática.

Está claro que una sociedad dirigida por un gobierno que tiene su apoyo en la masa popular, necesita intelectuales y técnicos para encuadrar la misión del Estado.

Nuevos intelectuales y técnicos podrán salir de los mismos hijos del mundo popular. Pero en una época de transiciones se necesita la ayuda de elementos nacidos en la sociedad burguesa que quieran convertirse y quieran servir a la formación de una sociedad nueva. Estos elementos existen, pero nada hacen porque esperan que se dé la oportunidad. Van a surgir cuando aparezca un liderazgo que se revele capaz y reciba legitimidad por su capacidad.

La sociedad latinoamericana está entrando en movimiento. Siente que EEUU está en declive. Las élites tradicionales están perdiendo prestigio porque se muestran totalmente ineficientes. No son ni siquiera capaces de promover el desarrollo que sí saben promover los asiáticos. El resto depende de las circunstancias locales.

Pero una cosa está clara: la «época del neoliberalismo triunfante» ya pasó...

 

José Comblin

João Pessoa, Brasil