¿Es posible la democracia en África?

¿ES POSIBLE LA DEMOCRACIA EN AFRICA?

ALEX ZANOTELLI


«Exigimos y hacemos otra democracia» es el título de la Agenda Latinoamericana 2007.

¿Es posible exigir y hacer otra democracia en el continente más oprimido y marginado de la tierra?

«No se trata de ignorar la realidad –nos recuerda el amigo Pedro Casaldáliga-. Al contrario, es necesario asumirla y transformarla radicalmente».

«La pobreza y el estancamiento en África son la más grande tragedia de nuestro tiempo», afirma la «Comisión África» del gobierno Blair (2005).

Ante un mundo que se hunde en la abundancia, cada año mueren en África 4 millones de niños por debajo de los cinco años, dos tercios de los cuales se podrían curar con poco dinero. Cuarenta millones de niños no pueden asistir a la escuela. La mitad de la población africana vive con menos de un dólar por día. Treinta y ocho millones de personas, enfermos terminales de sida, están destinadas a morir en breve tiempo, porque no pueden acceder al uso de fármacos, por ser muy costosos.

«Cada mes de cada año África sufre algo equivalente a un Tsunami, es decir, una onda mortal de enfermedad y hambre, que rara vez entra a formar parte de las noticias», afirma nuevamente la relación de la Comisión África.

No obstante, África es el continente más rico del mundo por lo que concierne a materias primas, y representa tan sólo el 1% del producto mundial bruto. Y entonces, ¿cómo se explica toda esta pobreza?

Sería muy largo explicar lo que ha sucedido y por qué ha sucedido. El continente africano ha vivido quinientos años dramáticos -desde el viaje de Vasco de Gama (1498) hasta hoy-, tres siglos de esclavitud –puesta en práctica tanto por los blancos como por los árabes-, un siglo de colonialismo y luego cincuenta años de neocolonialismo, liberalismo, y ahora globalización. Y los frutos amargos están allí, y basta abrir los ojos para verlos.

Los 51 Estados africanos fueron creados por los imperios coloniales. Las pocas carreteras, ferrocarriles y puertos fueron pensados y construidos en función de poder llevar los productos hacia Europa. USA y URSS, durante la guerra fría, apoyaron a «sus» dictadores, que ambicionaban enriquecerse y endeudar a sus pueblos (África tiene una deuda de 350 millardos de dólares).

Pero la riqueza de África constituye también su maldición (conflictos, guerras como la del Congo, que ha generado cuatro millones de muertos).

La agricultura en África fue desarrollada en vista a exportar materias primas para los países ricos, productos sujetos a las variaciones de los precios (en el período 1980-2000 el precio del azúcar sufrió una caída del 77%, el del cacao cayó un 71%, y el del café descendió un 64%).

Los males que se ciernen sobre el continente no son sólo responsabilidad de factores externos; también se deben a causas internas.

La traición de la élite burguesa autóctona, la cual se ha enriquecido a costas de las masas populares, cada vez más empobrecidas. La traición de los gobiernos, cada vez más autoritarios y dictatoriales, corruptos, y cada vez menos respetuosos de los derechos humanos y de los procesos democráticos. El daño que han causado las políticas que han privilegiado la industria en detrimento de una agricultura de subsistencia. El sinsentido de los enormes gastos en armamento, que han dado lugar a guerras, conflictos, masacres y genocidios.

Lamentablemente África no ha gozado de un buen gobierno, es decir, un gobierno que comporte políticas correctas y personas capaces para realizarlas, un poder judicial independiente, una policía eficaz y transparente, y medios de comunicación independientes del poder político. Son muchas las razones que caracterizan la debilidad de los gobiernos en África, entre ellas: la falta de recursos y estructuras, la insuficiencia de capital para mejorar las comunicaciones, la vivienda, el servicio de agua... la imposibilidad de obtener las informaciones decisivas para tomar las decisiones justas, falta de transparencia, la corrupción... «África ha puesto en práctica dos tipos de sistema de gobierno que la han conducido a la nada» –afirma el conocido teólogo luterano congolés Kä Mana-.

«El primero, ejercido durante los primeros treinta años de independencia, ha sido aquel de haber creído en personas que se habían autoproclamado ¡hombres de la providencia! El fracaso de este tipo de gobierno forma parte de la trágica historia de este continente.

«El segundo tipo de gobierno, que ha prevalecido en los últimos años, ha sido el de las democracias formales, preparadas para tranquilizar a la comunidad internacional. Exceptuando algún caso, en la mayor parte de estos países, la comunidad internacional, detrás de una cortina de humo, estaba convencida de poder exportar la democracia o de dirigirla a distancia». De este modo, se ha concluido la independencia africana con la llegada de los nuevos líderes «democráticos», tan aclamados en los años 90 por Estados Unidos, entre ellos Museveni (Uganda), Kagame (Ruanda), Melawi (Etiopía), Afeworki (Eritrea). «Muchos dictadores han sido reciclados y han sido tenidos por «heraldos de la independiencia africana» ante la opinión pública, cuando en realidad no han sido otra cosa que lamentables comediantes, empeñados en sinuosas danzas del vientre, con el fin de humedecer los ojos de los lascivos patrones del mundo», afirma siempre Kä Mana.

Resulta, pues, evidente que África tendrá que buscar su propio camino también en cuanto a su forma de gobernarse, es decir, tendrá que inventar ese camino.

«Es necesario inventar un liderazgo comunitario, y empeñar a nuestros pueblos en la praxis de un gobierno solidario. Sueño algo aún con algo más profundo: educar al pueblo para un liderazgo comunitario y para una nueva forma de gobierno según los principios de la responsabilidad recíproca. Para llegar a este punto, son esenciales la circulación de la información, el compartir las ideas, la organización de los debates y los referendos. Tenemos que poner como cimiento de este proceso la educación y la formación de las conciencias sociales. Este propósito lo podrá realizar la parte más sana de la sociedad civil. Aquí hay que entablar, hoy y no mañana, una batalla formativa para que surja una «vanguardia» que crea en esta nueva forma de conducir a los pueblos y administrar la cosa pública. Habrá que invertir enormes energías en África, pero es la única esperanza que nos queda».

Kä Mana sugiere cuatro caminos para realizar este sueño:

a) efectuar opciones individuales para unas nuevas relaciones personales con todos los tipos de poder, rechazando la fidelidad a jefes y a formas de gobernar que aplastan a las naciones;

b) coordinar las fuerzas individuales en momentos colectivos de pensamiento y de acción con miras a desarrollar poderes comunitarios de resistencia;

c) involucararse en las luchas políticas que ya están promoviendo una verdadera transformacion social;

d) conectarse a la red mundial que trabaja para una nueva ética del poder.

«Para despejar los horizontes y abrir nuevos caminos no hay nada mejor que las comunidades de fe –afirma nuevamente Kä Mana– porque éstas recogen lo que la humanidad tiene de más fecundo: esa linfa espiritual que ha conducido a la humanidad a salir del estadio animal para constituir comunidades vivientes y organizadas, regidas por sanas reglas de vida y animadas por sinceras aspiraciones para el pleno desarrollo de todos hasta la manifestación de aquella conciencia que, poco a poco, ha convencido a los pueblos a formar parte de una misma patria ética y de un mismo Dios creador Padre-Madre de todas las civilizaciones».

También para mí éste es el único camino viable para que África vuelva a ser la Madre, signo de esperanza para la humanidad. De hecho, África constituye el pulmón antropológico del mundo. ¡Ella carga consigo una increíble riqueza antropológica, espiritual y cultural! ¡Ay de nosotros si la perdemos! Sería una pérdida fatal para toda la humanidad.

Empecé a escribir éste texto el 23 de abril, día del martirio de uno de los grandes teólogos de África: Engelbert Mveng, camerunés, jesuita, poeta, pastor, artista, convencido impulsor de un cristianismo inculturado. Fue hallado en su lecho sin corazón, cerebro y testículos, asesinado bajo precisas órdenes provenientes desde las altas esferas por sus críticas a la dictadura de Paul Biya, tirano de Camerún.

Y termino este texto el día 25 de mayo, jornada de África, con las palabras de un gran amigo de Mveng, el sacerdote camerunés J-Marc Ela, importante teólogo de la liberación: «Dios convoca a su pueblo en aquellos lugares donde se organiza la lucha para la plena humanidad de hombres y mujeres desfigurados por las estructuras de dominación y de injusticia. No se puede hablar de Dios sin antes preocuparse por ver brillar su imagen en los rostros de cada hombre y de cada mujer».

 

ALEX ZANOTELLI

Nairobi, Kenia – Nápoles, Italia