Europa
EUROPA
Anarldo de VIDI
¿Europa de los 15, de los 41, de los..?
¿Cuáles son los límites de Europa? Y cuando decimos Europa, ¿nos referimos tal vez sólo a aquella de la moneda que se limita a los once países adherentes al euro, o aquella de las fronteras de los países signatarios del Tratado de Schengen? Son todos miembros de la Unión Europea, hoy una comunidad de quince países y cerca de 350 millones de personas, que contempla la posibilidad de ampliarse ulteriormente con el ingreso en el próximo futuro de seis o más países de la Europa central y oriental. La más antigua institución europea, el Consejo de Europa, que funda su trabajo sobre la promoción de los derechos humanos y sobre relaciones de cooperación cultural, cuenta hoy con 41 países y 800 millones de habitantes, incluida Rusia. El Consejo de Europa, al adoptar en 1959 la Convención Europea de los Derechos Humanos y darle seguimiento con la adopción de la Carta Social Europea, es punto de referencia fundamental hoy para cualquiera que tenga en el corazón la protección de los derechos humanos y de las libertades fundamentales. Más de 35.000 casos han sido encaminados por los órganos internacionales promovidos por la Convención y en 1998 Strasburgo ha venido a ser oficialmente la sede de una única Corte para los Derechos Humanos.
«Escoger el modelo futuro de Europa es un debate todavía abierto», afirmaba uno de los principales artífices de las políticas europeas recientes, Jaques Delors, al término de su doble mandato como presidente de la Comisión Europea en 1994.
¿Quién prepara la guerra en Europa?
Del 24 de marzo al 11 de junio de 1999 se realizaron 25.000 misiones aéreas, 14.000 bombas o misiles contra cerca de 2.000 objetivos. Sin declararla oficialmente, sin hacer autocrítica sobre la propia responsabilidad en el proceso que ha llevado a los acuerdos de Dayton sobre las fronteras de la Ex Yugoslavia, sin consideración alguna hacia quien en Serbia y en Kosovo ha sabido construir una dura pero pacífica oposición al gobierno central serbio, los países de la Nato (ya a las puertas de Rusia) llevan la guerra a Europa por primera vez después de la segunda guerra mundial, e intervienen brutalmente en Serbia y Kosovo con razzias aéreas, con una campaña mediática en todo el mundo que presenta las bombas propias como cargadas de «razones humanitarias». Es una guerra que de nuevo divide a Europa en torno a la región de los Balcanes, pero que en realidad sanciona una voluntad de los más fuertes de alinearse con la actitud agresiva del eje EEUU-Gran Bretaña ya manifestado en Iraq al día siguiente de la caída del muro de Berlín, y todavía en curso, dramáticamente. Es un paso atrás en relación al derecho internacional y a la voluntad de poner progresivamente la guerra fuera de la política. Recuerda el jurista Philip Alston: «La Nato se ha lanzado a una ofensiva que, sea cual sea la motivación inicial, ha adquirido en seguida un nivel tal que deja poco espacio a los principios de los derechos humanos, incluso cuando se pretendía actuar en su nombre». Y tal vez la pregunta que más gravita hoy sobre el destino de Europa es: después de haber demostrado por enésima vez que sabe desencadenar la guerra, ¿quién sabe todavía construir la paz?
Fortaleza Europa ¿puede prescindir de la tolerancia?
El año 2000 se abrió en Europa bajo el signo del clamor suscitado por la entrada en el gobierno austriaco de Jorg Haider, líder político de posiciones claramente xenófobas. En realidad hace algunos años que en Austria (aunque no sólo allí) los gobiernos precedentes de orientación socialdemócrata habían exasperado al límite de la violación de los derechos humanos la legislación (y el clima general) frente a los «extranjeros». El racismo latente en las políticas de progresiva integración de la Unión Europea crea una espiral perversa que favorece la consolidación de una idea de la «fortaleza Europa», asediada por emigrantes provenientes de los países pobres.
Al concluir en 1997 el Año europeo contra el racismo, la Comisión Europea no ha podido menos que recordar que hoy un tercio de los habitantes de la Unión Europa se define como bastante o decididamente racista. Casi la mitad de los ciudadanos de la Unión Europea (el 45%) piensa que hay demasiados extranjeros en el propio país. Para una quinta parte de los ciudadanos de la Unión Europea, ni siquiera los refugiados que piden asilo político deberían ser acogidos. Y sin embargo, casi el 10% de la población de la Unión Europea está constituido por ciudadanos originarios de países distintos de aquellos en los que están viviendo.
Los miedos de los europeos frente a los «otros» están en gran parte ligados a la imagen negativa asociada frecuentemente a la inmigración de los países en vías de desarrollo, olvidando con demasiada facilidad que la imagen negativa proporcionada por los medios sobre muchos países en vías de desarrollo tiene un efecto perverso sobre la percepción de los europeos ante ciudadanos que pertenecen a minorías étnicas reconducibles a tales países.
¿Cooperación o competición?
La Unión Europea es el único actor de la cooperación al desarrollo que ha dado a su compromiso un carácter formal, a través de un documento que parecería ennoblecer la colaboración con países de Africa, Caribe y Pacífico, la llamada Convención de Lomé. No faltan sin embargo contradicciones y señales preocupantes.
Para comenzar se han establecido una veintena de «joint venture» (empresas de riesgo) al interior de la Convención de Lomé que permiten a los pescadores de la Unión Europea pescar en aguas de países ACP, lo que es de hecho un peligro para el futuro de los recursos de pesca de estos países.
En julio de 1999 los ministros de la Unión responsables del comercio han aprobado un decreto que permite sustituir parte del cacao con otros vegetales grasos en la producción del chocolate, una media que puede hacer perder más del 15% de las ganancias a los países productores del cacao.
A la vez, la Unión Europea, gracias a las subvenciones concedidas a sus criadores de ganado está produciendo mucha más carne de la que requeriría su mercado interno. Inevitable por tanto un efecto de «Beff dumping» con consecuencias negativas sobre otras regiones del mundo, con exportación a precio de regalo primero en Africa Occidental, después en Africa austral y más recientemente con 150.000 toneladas de carne de ternera donadas a Rusia como ayuda al desarrollo (marzo 1999). No hay que olvidar que para sostener su producción la Unión Europea hace un amplio recurso a la importación de forraje para animales, en cuya producción se explotan o se sustraen recursos vitales para la alimentación de las poblaciones locales en países pobres.
¿Crecimiento sin empleo?
En los países del ex bloque socialista la desocupación está hoy más allá del 10%. Es un factor que incide negativamente, tanto porque es difícil de afrontarlo en países donde la falta de trabajo había sido controlada hasta hace diez años bajo niveles no significativos, como porque se acompaña de una sustancial disminución del poder adquisitivo de los salarios con una diferencia cada vez más marcada en la distribución de la renta. ¿Es culpa de un sistema que no se sabe adaptar a la economía de mercado? O de una economía de mercado salvaje que hace que el desempleo sea el principal problema señalado por los ciudadanos de la Unión Europea, con medias también significativas, frecuentemente en torno al 12%? Hoy, las palabras clave en Europa son las mismas que en el resto del mundo: crecimiento, privatización, flexibilidad... De hecho el trabajo está sufriendo un proceso que lo hace cada vez más precario, mientras aumenta progresivamente la brecha entre pobres y ricos. Al límite de este proceso de distribución de la renta y de recortes al estado social -es bueno recordarlo- se da un progresivo vaciamiento de las instituciones políticas y de la participación democrática. A las últimas elecciones para el parlamento que representa a los ciudadanos de la Unión Europea la mitad de los electores no se acercó a las urnas.
¿La economía se come el ambiente?
Segundo río de Europa después del Volga, los 2.857 Km del Danubio tocan 13 países: Austria, Bosnia Herzegovina, Bulgaria, Croacia, Alemania, Hungría, Moldovia, Rumanía, República Checa, Ucrania y Yugoeslavia, con un total de 160 millones de personas. El río ha sido fuente de agua potable para cerca de 80 millones de personas. Pero hoy sus aguas están siendo seriamente amenazadas de envenenamiento por la falta de coordinación. El último hecho gravísimo, ocurrido al inicio del 2000, ha sido el envenenamiento por cianuro generado por una empresa australiana de extracción de oro, en Rumanía. El 13 de febrero de 2000 cien mil toneladas de agua cargadas de cianuro han comenzado a navegar a la velocidad de cuatro km por hora. Provenían de la mina en la que el 31 de enero eran desbordados dos afluentes del Tibisco que llevaban el cianuro usado para la elaboración del metal. Con la Convención de Berna para la conservación de los habitat naturales y de su fauna y flora, los países europeos se han dotado -en teoría- con un cuadro de referencia adecuado para proteger la biodiversidad. En realidad, sin embargo, considerar las frágiles economías de Europa central y oriental como territorios de conquista es algo que lleva a una explotación intensiva del ambiente y a la utilización de parte de estos territorios como basurero.
¿Hacia un modelo sostenible?
La campaña «Europa sostenible» ha evidenciado que debe ser reducido a la mitad a nivel global el impacto del consumo de los recursos no renovables sobre el ambiente. Para los países europeos esto significa generar una reducción del 80-90%. Las emisiones de anhídrido carbónico por cápita son hoy de 7’3 toneladas. Para llegar progresivamente al estándard óptimo de 1’7 toneladas, sería necesaria una reducción de al menos una cuarta parte para el 2010. Por ahora no se han dado pasos significativos en esta dirección. «Europa sostenible» está buscando evidenciar los desequilibrios hoy existentes, a través de una medida de Espacio Ambiental basada en las recomendaciones del IPCC para el uso del territorio, calculando la superficie necesaria para producir, con prácticas agrícolas sostenibles, lo necesario para alimentar a la población europea, asumiendo que al menos el 10% del territorio deba ser protegido de modo integral para tutelar la biodiversidad.
Anarldo de VIDI
Centro di Educazione alla Mondialità