Hacia la internacional humana

Hacia la internacional humana

Pedro Casaldáliga


El actual sistema mundial cruje, y muchos así lo reconocen. Hasta en las altas esferas de los organismos que comandan el sistema, surgen cada día voces nuevas que se suman al ejército de los convencidos de que el actual (des)orden no tiene salida sino con un cambio estructural. Ya son pocas las voces que se atreven a repetir la cantinela de décadas pasadas: «estamos en el mejor de los mundos posibles», o «no hay alternativa»…

Decididamente, la «altermundialidad» venció sobre la ideología de la «inevitabilidad». Aquel tímido grito, que comenzó en torno al Foro Social Mundial, «otro mundo es posible», ha dado efectivamente la vuelta al mundo, y se ha hecho clamor, voz común, unificada, internacional. Sí, es la altermundialidad: afirmamos que no estamos en el mejor de los mundos posibles, que no es inevitable esta actual situación del mundo, y que «otro mundo es posible».

Ahora bien, el otro mundo posible no caerá del cielo, ni amanecerá un día cualquiera… ¿Cómo vendrá? ¿Quién lo construirá? ¿Qué hará que vaya surgiendo?

Lo primero que habrá que hacer para construir el mundo nuevo será «soñarlo». Lo nuevo no vendrá más que si hay muchos y muchas que lo sueñan utópicamente, que se esfuerzan por configurarlo como sueño y proyecto, como esperanza. Para que venga el mundo nuevo, hay que poner a trabajar la imaginación, la fantasía, la esperanza, la utopía. Soñar el otro mundo posible es un primer paso para provocarlo, para darlo a luz. ¿Cómo será ese otro mundo posible? ¿Cómo debería ser?

La Agenda Latinoamericana’2004 quiere ser eso: un sueño colectivo, muchas voces, en fantasía comunitaria, soñando los diversos aspectos, elementos, dimensiones… del otro mundo que es posible y que queremos que sea real. Esta vez, la Agenda no es, no quiere ser «protesta», sino «propuesta». He aquí el mundo otro posible que queremos, el mundo futuro que soñamos, el mundo real-ideal en que deseamos vivir.

Ahora no se trata sólo de propuestas menores, locales, parciales, dispersas, coyunturales, aunque necesarias y articuladas sistemáticamente. En conjunto se trata de «la propuesta», la propuesta de un mundo otro, un proyecto para el mundo otro… Se trata pues de “tocar” el corazón del sistema, las grandes instituciones, los poderes que condicionan o posibilitan. En todo caso, el grito más común es “queremos otra cosa”, la alternatividad.

Eso lo pide y lo posibilita la mundialidad que estamos viviendo, por la comunicación y el conocimiento que todos podemos tener sobre lo que pasa y lo que no pasa. Y porque sentimos que todos somos afectados por los mismos poderes, los mismos peligros y los mismos sueños cuando soñamos humanamente… Estamos bajo el mismo sistema. Cada vez más, en un sentido cierto, percibimos que estamos en «un solo mundo», un mismo mundo, y que somos entre todos y todas una misma Humanidad. Estamos en un momento privilegiado para hacernos cargo del mundo y participar. Los «otros», ya estaban en esa situación, ya se habían tomado el mundo por su cuenta y además no tenían enfrente a nadie que les contestara mundialmente.

Todo esto es “agenda”, tarea a ser hecha, quehacer: hay que soñar ese otro mundo posible, crearlo e irlo construyendo… Es «agenda» latinoamericana y mundial. Agenda-tarea cada vez más mundializada, más en red, más en coordinación con comunidades de cerca y de lejos, de mi región y de otros continentes. La red acaba de empezar apenas. El 15 de febrero de 2003 ha sido el día de la primera manifestación mundial. Una nueva época ha nacido, una nueva militancia está empezando: mundializada, organizada internacional e intercontinental-mente. Es urgente crear una especie de Internacional de la sociedad civil democrática mundial…

Sabemos que es utopía, y que por eso mismo va a ser, será, viene, nos está empujando y atrayendo. Todos los corazones sanos la quieren, y por otra parte queremos irnos comprometiendo entre todos y todas a hacer de la utopía una creciente realidad. No es una sorpresa que surgirá un día, como una flor sin suelo de lucha, ni un milagro que caerá del cielo sin los esfuerzos de la tierra. «Todas las manos, todas, todas las voces, todas». Como se hablaba de la internacional obrera y por ella se luchaba, ahora habrá que hablar cada vez más de la Internacional Humana, y luchar por ella.

Eso es también lo que piden todas las religiones cuando responden a su vocación de portadoras de sentido e indicadoras de horizontes últimos. Lo piden además desde dentro, yendo a ese hondón de donde salen el bien o el mal, el manantial del cambio, no sólo un cambio de época sino también y sobre todo un cambio personal.

Simultáneamente al avance que la Humanidad ha dado al afirmar al unísono que «otro mundo es posible» y al llevar esta afirmación de alternatividad a una convicción ya «pacíficamente poseída», la invasión de EEUU contra Irak nos han retrotraído en el plano internacional como no hubiéramos podido imaginar. Muchos ya sabíamos de la peligrosidad de la potencia y prepotencia de la única superpotencia mundial actualmente existente, pero no pensábamos que fuera posible que se perdiera así la compostura y la sensatez y se adoptara una actitud despectiva de rompimiento con el derecho internacional que llevara a la ley de la selva, vanamente camuflada de lucha contra el terrorismo y de defensa de la seguridad. La legalidad internacional ha saltado por los aires hecha añicos y la organización de las naciones ha sido desmoralizada hasta la humillación.

Es una lucha sistémica: contestamos un sistema y queremos otro. Contestamos un sistema que es capitalis-mo neoliberal globalizante, que en vieja plata llamaríamos imperialista. Un imperio que hoy está fundamental-mente en manos de una nación. En positivo, diciendo otras palabras verdaderas, querríamos, queremos, un socialismo democrático, una democracia socializada, socializadora. Sólo socializando bienes mayores -la tierra, la salud, la educación, la comunicación, la igualdad de oportunidades, de derechos y de responsabilidades- podrá haber justicia y paz. Ese «otro mundo» sólo podrá existir en el clima de una cierta igualdad fraterna que comparta el sol y el pan, el aire y la técnica, la vida. Es una lucha simultáneamente espiritual, política, económica, cultural, religiosa… Es cada ser humano, o la Humanidad entera, queriendo humanizarse. Queremos un mundo donde quepamos todos y todas y donde quepamos según la talla de la dignidad humana.

Otro modo de ser humano es posible. Para el cual, en el viejo lenguaje religioso, nos urge constantemente la indeclinable «conversión», el radical cambio personal, la «metanoia» del Evangelio. Para el otro mundo posible, otra persona ha de ser posible...

Avisando a tiempo. El terrorismo tiene mucha más fuerza de lo que parece. Será el elefante y las hormigas, pero éstas pueden matar al elefante. O nos salvamos todos o no se salva nadie: ése es el desafío. En su afán de controlar el terrorismo, el sistema hace lo posible para que olvidemos su propio terrorismo, terrorismo estructural, sistémico, macroterrorismo (que en el fondo es la vieja y siempre nueva “violencia estructural”).

Toda desigualdad mayor, toda exclusión social… es una tentación de terrorismo. Si quieres la paz, no prepares la guerra, ni hagas la «guerra preventiva», ni siquiera la «guerra contra el terrorismo», sino «elimina el terrorismo original»: el hambre, la miseria, la exclusión, la marginación, el imperialismo… Cualquier otra salida no lo es; es más bien un círculo vicioso o una espiral de violencia terrorista.

Esta agenda es número no monográfico, sino globalizador, estructural, que va a la totalidad. Al «otro mundo posible», al sistema alternativo, a la altermundialidad. Y para que no se quede en sólo utopía, para ir forjando hoy el mañana que soñamos, ahora ya y en cualquier lugar hay que bajar a la praxis de la glocalización: vivir cada uno, cada una, las propias prácticas cotidianas con esa visión, global y local a un tiempo, en esa pasión, y desde cada remo (local) empujar el mundo (global).