Hacia la sociedad mundial solidaria
De la globalización a la sociedad mundial solidaria
Sergio Ferrari
No había aún concluido el Foro Social Mundial de Porto Alegre en la última semana de enero del 2001 y ya estaban en marcha las convocatorias a algunas de las nuevas citas internacionales de resistencia en los más distantes rincones del planeta. Desde Quebec (ALCA, en abril) a Qatar (OMC, inicios de noviembre), pasando por Génova (Grupo de los 8, julio) y Washington (Asamblea Banco Mundial y FMI, fines de setiembre).
Se anticipaba así lo que a la postre sería un dinámico accionar de los movimientos anti-globalización durante todo el año, a escala planetaria, para seguir fortaleciendo la propuesta alternativa de «Otro Mundo Posible». Incorporando, además, la cita referencial del 31 de enero al 5 de febrero del 2002, para que un segundo Foro Social Mundial en Porto Alegre también -y en otras ciudades del planeta que decidan acogerlo simultáneamente-, posibilite el balance común y la definición de nuevas metas.
Dotándose de un calendario mínimo, el cada vez más amplio movimiento anti-globalización ha dado así en los últimos meses un paso significativo, inimaginable sólo dos años atrás cuando Seattle (diciembre 1999) le diera un bofetazo en las calles al modelo hegemónico mundial, u ocho años atrás (enero 1994), cuando el zapatismo lanzara, desde Chiapas, la primera convo-ca-to-ria a una resistencia mundial que por entonces sonaba a surrealismo político.
La convergencia: salto cualitativo
Clarificado el calendario consensual, la gran pre-gun-ta se centró en los contenidos, es decir, la base política común que ha ido nutriendo este continuo proceso de citas, autoconvocatorias y movilizaciones. Y que intenta «mundializar de otra manera» un planeta que en caso de seguir ejecutando linealmente el actual modelo, está ya condenado a la destrucción ecológica y humana.
Tan simple como profunda, la Declaración de los Movimientos Sociales, firmada en Porto Alegre (enero 2001, véase aquí en la Agenda) por 150 orga-ni-za-ciones, plataformas y movimientos de todo tipo, se ha constituido en un referente básico de acción.
«Construimos una gran alianza para crear una nueva sociedad, distinta a la lógica actual que coloca al mercado y al dinero como la única medida de valor», define el preámbulo fundante de la Declaración. Que pasa revista a los principales males del modelo domi-nan-te actual esbozando pistas alternativas, simples y sectoriales. Y reivindica a los pueblos indígenas, la reforma agraria, la no-privatización del Estado, la defensa ecológica de la tierra, la lucha contra la deuda externa, el combate al racismo, el desmantelamiento de los paraísos fiscales, la introducción de mecanismos de control de los capitales especulativos...
Tras estos acuerdos, la convergencia cada vez más amplia y sólida de los más variados sectores golpeados por la globalización neoliberal, aparece como el factor clave de esta etapa de recuperación de la confianza del movimiento social planetario. Nunca en los últimos veinte, treinta o cuarenta años, se vivió un proceso de esta naturaleza, que supera las fronteras nacionales y que desborda el mero marco sectorial de campesinos por un lado, obreros por otro, ONGs y movimiento asociativo en su propia esquina, mujeres por allá e indígenas por acá.
Los valores de la nueva “mundialidad”
A pesar de su infancia e inexperiencia, esta nueva dinámica internacional de construcción común, presu-po-ne una serie de valores y “verdades” nacidas de una constatación de base: a problemas globales -la globalización (neoliberal)- se le debe contraponer respuestas/propuestas globales -mundialidad solidaria (la “otra mundialización”)-.
Con una diferencia significativa: mientras la globalización de la economía y el mercado han sido impuestas a sangre y fuego a la aldea planetaria, el «otro mundo posible» pregona su construcción, manco-munadamente, a partir de las experiencias locales, regionales y sectoriales.
Para esta nueva alternativa -a diferencia de la globalización neoliberal centrada en la economía como valor supremo-, tal como lo define la Declaración de los Movimientos Sociales, «el ser humano y la naturaleza son el centro de nuestras preocupaciones».
Para ejercitarla, ciertas precondiciones son esen-cia-les, en este pensamiento alternativo en construcción. Por una parte, el desarrollo de una novedosa democracia realmente participativa e integral prácticamente desconocida en la actualidad. Por otra parte, el ejercicio de una nueva ciudadanía planetaria, con actores sociales protagonistas, Estados que respondan a sus reivin-di-ca-ciones y una clase política -partidos y gobiernos- al servicio de esos movimientos sociales en acción.
Sin subestimar la construcción de una nueva lógica redistributiva y democratizadora en lo económico-financiero-productivo, tierras, deuda externa, así como en la comunicación, información, cultura y educación, áreas donde la horizontalidad y el derecho a su acceso de parte de todos sería la premisa innegociable.
Los nuevos principios de cara al futuro
El FSM reunió en su primera edición en Porto Alegre a más de cuatro mil delegados acreditados de 117 países, a 436 parlamentarios de 26 naciones (que funcionaron además durante 48 horas en el Foro Parlamentario Mundial) y a más de 240 autoridades locales de numerosas ciudades del mundo que también animaron un “subforo” de gobiernos regionales y municipales convocado por la municipalidad anfitriona.
Más de 12 mil personas circularon por momentos en las actividades cotidianas: las conferencias por la mañana, los más de 80 talleres diarios por las tardes y los testimonios nocturnos de personalidades de primer orden mundial. Explosión participativa que desbordó todos los cálculos previos de los organizadores que vieron asombrados cómo delegados, periodistas y participantes duplicaron con creces las previsiones iniciales.
Maratón ciudadana desbordante que confluyó en un minucioso balance realizado a inicios de abril por los ocho organismos y movimientos brasileños convocantes: la Asociación de ONG; ATTAC; la Comisión Brasileña Justicia y Paz de la Conferencia de Obispos; la Aso-cia-ción de Empresarios por la Ciudadanía; la Central Unica de Trabajadores; el Movimiento de los Sin Tierra; el Centro de Justicia Global y el Instituto de Análisis Sociales y Económicos.
Tal balance, apenas setenta días después de concluido el FSM, abrió las puertas a lo que se denominó «Carta de Principios» que se convertirá en el marco futuro orientador de la continuidad de esta iniciativa. La idea de base es que el Foro se repita “centralizadamente” cada dos años (en este caso el 2003) y que cada año intermedio se realicen foros regionales en distintos países, asegurando Porto Alegre, el evento más importante del 2002, para asegurar la continuidad de la convocatoria a sólo un año de su nacimiento.
Si bien la primera edición se realizó en Porto Alegre, a partir de ahora el Foro se convierte en un proceso permanente de búsqueda de construcción de alternativas, de carácter mundial, concebido como espacio plural, diversificado, no confesional, no gubernamental y no partidario, para fortalecer la mundialidad solidaria.
El FSM, según la Carta, se opone a toda visión totalitaria y reduccionista y asume la democracia como camino para resolver políticamente los problemas de la sociedad . Se entiende a sí mismo como una articulación de los movimientos de la sociedad civil de todos los países del mundo.
Sin pretender, sin embargo, ser una «instancia representativa de la sociedad civil mundial», «...ni excluir de los debates a los responsables políticos, mandatados por el pueblo, que decidan asumir los compromisos que de ellos resulten».
El arte de lo posible
Para ejercitar estos nuevos valores y premisas de la nueva «mundialidad», el movimiento anti-globalización neoliberal comienza a reclamar, implícita o explí-ci-ta-men-te, una nueva reformulación de los marcos de acción universal.
“La política como el arte de lo posible” deberá reajustar sus propios márgenes y destruir “impo-sibi-li-da-des” impuestas por intereses económicos o ideológicos del poder.
Si hoy el no-pago de la deuda externa del Sur, por ejemplo, aparece como “imposible” en la lectura dominante, los conceptos anti-globalizadores se esfuerzan por demostrar que, estratégicamente, el no-pago es la única opción “realista” si se reorienta el péndulo del beneficio económico puro y duro hacia el ser humano, la sobrevivencia de la humanidad y la sobre-vi-vencia ecológica del planeta.
La viabilidad del «otro mundo posible» ha empezado a plasmarse en la recuperación misma de la auto-confianza del movimiento social. En su capacidad de convergencia y de consensuar calendarios únicos. En sus nuevos valores contracorriente y anti-sistema. En una base programática mínima suficiente para transformar el planeta si el movimiento social en su conjunto se apropia de ella. Y sobre todo, en el cuestionamiento globalizado a los finos dogmas ideológicos, casi bíblicos, del actual modelo neo-liberal. Que asustan y amenazan. Y pretenden hacerle creer a la humanidad que fuera de la mundialización no queda más que el fin de la historia o el principio del caos universal.
Direcciones WWW útiles
Foro Social Mundial
www.forumsocialmundial.org.br
ATTAC
www.attac.org
Acción Mundial de los Pueblos
www.agp.org
Centro Europa Tercer Mundo (visión crítica de derechos humanos)
www.cetim.ch
Por el control público de Davos
Declaración de Berna
www.evb.ch
Comisión Tercer Mundo de la Iglesia Católica de Ginebra
(COTMEC)
www.cath.ch/cotmec
Comité por la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo
(Para contactos)
cadm@skynet.be
Sergio Ferrari
Berna, Suiza