Hacia un socialismo nuevo. La utopía continúa

Hacia un socialismo nuevo
La Utopía continúa


Nuestra Agenda nació y ha caminado siempre a la luz y bajo el estímulo de la Utopía. Una Utopía indefinida en sus contornos y en su hora, pero irrenunciable desde nuestro compromiso con el humanismo integral.

Cada año ha tenido también la Agenda un tema central, tratado por especialistas que abordan ese tema desde ángulos diferentes. Los temas han sido mayores, ambiciosos, como el diálogo intercultural, la comunicación, la democracia, la política, el mundo indígena, las migraciones, la deuda externa, la Patria Grande... Temas mayores, digo, porque abarcan personas y pueblos, nuestro Continente y el Tercer Mundo, la solidaridad del Primer Mundo y la transformación de las instituciones internacionales.

Tema mayor, urgente y conflictivo, ha sido el tema de la última edición, 2008: la política que murió o que tiene que morir, y una política otra, de justicia, de igualdad, de dignidad, plural en realizaciones concretas y auténticamente mundial frente a la perversa mundialización del capitalismo neoliberal.

Hace siglos que la Humanidad ha ido forjando mediaciones para realizar la política, conflictivamente, tanteando, en experiencias históricas, contradictorias a veces y hasta inhumanas.

Hablar de política era lógicamente hablar de ciudadanía, de participación corresponsable, de sistemas, de gobiernos, de partidos. En esta Agenda de 2009 queremos avanzar, con temblor de aventura, preguntándonos sobre la mediación sistémica para una política verdaderamente humana y mundial.

Hoy el rey está desnudo. El Tercer Mundo, sobre todo, ha experimentado amargamente la iniquidad de ese sistema homicida y ecocida que es el capitalismo, ahora neoliberal y global. «El sistema neoliberal, pondera Mário Soares, está dando manifiestas señales de agotamiento y de incapacidad; se exige un nuevo orden económico mundial». Con indignación, con nostalgia, arropados por tanto ensueño y lucha y sangre, respondiendo a la dignidad herida de la mayoría humana, nos volvemos hacia el socialismo: un socialismo nuevo, reza el título de esta Agenda. Porque evidentemente no se trata de repetir ensayos que han dado, muchas veces, en decepción, en violencia, en dictadura, en pobreza, en muerte. No se trata de «mirar hacia atrás con ira» ni de volver a modelos superados. Se trata de revisar, de aprender del pasado, de actualizar, de no conformarse y, por lo mismo, de vivir hoy y aquí, localmente y globalmente, la siempre nueva Utopía.

El subtítulo de la Agenda afirma categóricamente que la Utopía continúa, que no es una quimera sino un desafío. Por eso nos preguntamos cómo vamos de Utopía. Preocupados por la construcción diaria de la política como arte de lo posible, ¿perdemos de vista lo que parece imposible y sin embargo es necesario? ¿Hay que conformarse con elegir gobiernos más o menos de izquierda y continuar, sumisos o derrotados, dentro del sistema capitalista de derecha? ¿Qué queda de la vieja disyuntiva capitalismo-socialismo? (No falta quien afirme que ya pasó la hora de las derechas y las izquierdas. A esta afirmación el humorista responde: «El que no haya derecha ni izquierda, no significa que no haya arriba y abajo»; «los que tienen y los que no tienen», diría Cervantes). ¿Ya no es posible el socialismo? ¿Hemos llegado tarde? ¿No sigue siendo la Utopía «necesaria como el pan de cada día»?

¿Pero qué socialismo o socialismos? Abogamos por un socialismo nuevo. Con la novedad de una democracia radicalizada, universal, económica, social y cultural. «No habrá socialismo, afirma Boaventura de Sousa Santos, y sí socialismos. Tendrán en común reconocerse en la definición de socialismo como democracia sin fin».

La Agenda nos pregunta: ¿qué cambios hemos experimentado en función de las lecciones que nos ha dado la historia? ¿Qué actitudes, qué acciones son de esperar hoy de una militancia socialista? Nadie nace socialista, el socialista se hace. Personalmente y comunitariamente. Hay valores referenciales, eso sí, que son columnas maestras del socialismo nuevo: la dignidad humana, la igualdad social, la libertad, la corresponsabilidad, la participación, la garantía de alimento, salud, educación, vivienda, trabajo, la ecología integral, la propiedad relativizada porque sobre ella pesa una hipoteca social.

«No hay estructura socialista, insiste Fray Betto, que produzca, por efecto mecánico, personas de índole generosa, abiertas al compartir, si no se adopta una pedagogía capaz de promover permanentemente emulación moral, capaz de hacer del socialismo el nombre político del amor». «Es ilusión voluntarista, advierte Wladimir Pomar, establecer formas rígidas para las transformaciones necesarias y para la radicalización de la democracia... Ellas, las transformaciones, dependen de muchos factores que trascienden nuestro simple deseo y demandan tiempo y sudor. Sin una visión clara al respecto cualquier socialismo corre el riesgo de resbalar, tanto para el democratismo caótico como para el autoritarismo». Evidentemente un socialismo que merezca este nombre, rechaza, por definición, toda dictadura y todo imperialismo; y también toda democracia que sea apenas formal.

Agustí de Semir constata que «dadas las trampas de la democracia son muchos los que se sitúan fuera del sistema y hablan de trabajar en red. Hacen la lucha desde otro punto de partida, con foros sociales, ocupación de tierra, acogida de emigrantes, medios de comunicación alternativos, etc. Trabajar en red significa hacerlo de un modo horizontal pero coordinado, crecer desde abajo y de modo descentralizado, alimentar la autogestión y la acción directa».

«Socialismo, por tanto, afirma Paul Singer, significa una economía organizada de tal modo que cualquier persona o grupo de personas tengan acceso a crédito para adquirir los medios de producción de que necesitan para desarrollar actividades de su elección. Esto implica, evidentemente, la eliminación de la pobreza, de la exclusión social...».

El sociólogo François Houtart propone cuatro principios-objetivos para un socialismo nuevo:

• Prioridad de una utilización renovable de los recursos naturales.

• Predominio del valor de uso sobre el valor de cambio.

• Participación democrática en todos los sectores de la vida colectiva.

• Interculturalidad.

La Utopía continúa, a pesar de todos los pesares. Escandalosamente desactualizada en esta hora de pragmatismo, de productividad a toda costa, de postmodernidad escarmentada. La Utopía de que hablamos la compartimos con millones de personas que nos han precedido, dando incluso la sangre, y con millones que hoy viven y luchan y marchan y cantan. Esta Utopía está en construcción; somos obreros de la Utopía. La proclamamos y la hacemos; es don de Dios y conquista nuestra. Con esta «agenda utópica» en la mano y en el corazón, queremos «dar razón de nuestra esperanza»; anunciamos e intentamos vivir, con humildad y con pasión, una esperanza coherente, creativa, subversivamente transformadora.