Influjo cultural de EEUU en el tercer mundo
Influjo cultural de EEUU en el Tercer Mundo
Syed Husin Alí
Controlados en su mayoría por corporaciones multinacionales y marcados por la alianza entre los intereses de estas y los del gobierno, los medios de difusión norteamericanos resultan, cada vez en magnitud superior, uno de los instrumentos más peligrosamente eficaces para fomentar la ya enorme y nefasta influencia de Estados Unidos en el Tercer Mundo.
Cada mañana antes de salir para el trabajo, hojeo los Periódicos locales comenzando por las noticias extranjeras, que provienen fundamentalmente de las agencias noticiosas AP, UPI y Reuter. Por la tarde, veo en el televisor los reportajes sobre los acontecimientos en el mundo, la mayoría de los cuales probablemente ya han sido televisados para el público norteamericano. A veces me quedo para ver una o dos películas, que inevitablemente proceden de EEUU. Durante la proyección, debo tolerar las repetidas interrupciones con anuncios de cigarros u otros productos de las multinacionales norteamericanas que patrocinan las películas.
Ocasionalmente sintonizo la Voz de los Estados Unidos de América, sólo para que se me reitere que a pesar de algunos conflictos aquí o allá el mundo aún gira. Ya para el fin de semana, paso algún tiempo leyendo las revistas Times, Newsweek o Asiaweek, también publicadas por compañías norteamericanas.
En realidad, los medios de prensa norteamericanos tienen un gran impacto en mi vida personal. Estoy seguro que también lo tienen en las vidas de millones de personas en todo el Tercer Mundo.
De hecho, EEUU ya ejerce una tremenda influencia en los países subdesarrollados a través de diferentes instrumentos, entre ellos los de difusión masiva: televisión, radio, periódicos, revistas y libros. Pero de estos quizás sean la televisión y los diarios los canales más importantes para practicar esa influencia.
Los medios de prensa norteamericanos constituyen una poderosa y constante presencia en cada país subdesarrollado. Dado este inmenso poder de los medios, sería normal que EEUU asumiera responsabilidades y rindiera cuentas; sin embargo, son vistos más bien como mercancías en una simple transacción comercial.
Por lo general, se está de acuerdo en que para el florecimiento de la democracia moderna deben existir diferentes opciones de políticas e ideas, lo cual requiere de fuentes verdaderamente diversas y competitivas de noticias, literatura, entretenimiento, etc. Pero estas opciones ineludiblemente no existen cuando los medios de prensa son controlados monopólicamente por un pequeño grupo de personas que responden a los intereses del Estado, de las empresas o incluso de ambos.
La prensa norteamericana desempeña muchas funciones importantes fuera de sus fronteras. Informa y de una manera u otra todos dependemos de ella. En el Tercer Mundo, las élites nacionales dependen casi totalmente de los medios de difusión masiva norteamericanos, mientras sus pueblos ven, escuchan y leen sólo lo que dichas élites consideran conveniente que deben recibir.
Aunque en EEUU los medios de difusión masiva no están dominados por una única corporación, las tendencias sugieren una creciente concentración de la propiedad. Se ha indicado que al término de la II Guerra Mundial, por ejemplo, el 80% de los diarios eran de propiedad Independiente, pero ya para 1987 la proporción casi se había revertido: 72% pertenecía a corporaciones y 15 de éstas controlaban la mayor parte del negocio.
(B.Bagdikian, 1987, 712),
Al parecer han tenido lugar dos procesos fundamentales. Por una parte, distintos tipos de empresas dedicadas a la difusión se han estado fusionando, por lo cual las que controlan la prensa también controlan la televisión, etcétera. Por otro lado, las corporaciones de difusión han estado enlazándose con otras que operan en diversas esferas. Ilustración de esto son los casos de The New York Times, el periódico más influyente de EEUU, y la Tíme Inc.
The New York Times se ha interrelacionado con las corporaciones Merck, Morgan Guaranty Trust, Bristol Myers, Charter Oil, Johns Manville, American Express, Bethleham Steel, IBM, Scott Paper, Sun Oil. The First Boston Corporation y otros. Por su parte Time Inc. está representada en una gran cantidad de juntas directivas de numerosas compañías norteamericanas como Mobil Oil, AT&T, American Express, Firestone Tire & Rubber Co.. Mellon National Corp. Atlantic Richfield, Xerox, General Dynamics, y en varios bancos Internacionales.
Casi la totalidad de esas compañías operan no sólo en EEUU, sino también en muchos países del Tercer Mundo, en forma de corporaciones multinacionales. Según fuentes de Naciones Unidas, en 1990 había más de 11000 multinacionales en todo el orbe. De las 10 más grandes, 8 radicaban en EEUU y eran responsables de 3/4 de las ventas y ganancias totales obtenidas por esas transnacionales en su conjunto. Los dividendos conseguidos por estas en los países subdesarrollados cuadruplican las cifras, en el orden de los miles de millones de dólares, allí invertidos
A los pies del poder y los intereses económicos
Para las corporaciones gigantes es un objetivo promover y apoyar, cuanto les sea posible, los liderazgos políticos y las políticas públicas que no entorpezcan sus intereses de negocios, tanto en los propios EEUU como en otras regiones del mundo.
Los medios de difusión no necesitan hacer campaña para que sus dueños se postulen a importantes cargos públicos. Basta con respaldar a los candidatos electorales, especialmente a los que aspiran a la presidencia de EEUU, quienes garantizarán la protección y el efectivo despliegue de sus intereses corporativos. Por eso no es de extrañar que en determinados momentos esas corporaciones se muestren muy dispuestas, por ejemplo, a otorgar publicidad a sus candidatos favoritos.
Según se asegura, es imposible que los jefes ejecutivos que controlan la mayor parte de lo que los norteamericanos leen y ven, abusen de sus poderes y abandonen los postulados de la libertad de prensa; sin embargo, en gran medida determinan lo que conviene o no presentar al público, como los individuos, temas, o sucesos más significativos,
La mayoría de los editores y periodistas son propensos a la autocensura para satisfacer, o al menos no contradecir, lo que perciben como los deseos de sus empleadores o del Estado. Como describiera brillantemente un escritor: “En discursos y seminarios, los editores, publicistas, y difusores aparentan servir a la libertad y la diversidad. En la práctica, la mayoría de ellos actúan como parte de un rebaño. Utilizan su libertad para enviar a sus reporteros y camarógrafos como enjambres a los mismos lugares para registrar las mismas conferencias de prensa y eventos”. (R. Stein, 1972f:262).
Se reconoce generalmente que la prensa norteamericana es capaz de movilizar a la opinión pública para influir sobre los altos ejecutivos y los formuladores de la política. A la par, el Estado, en la persona del mandatario, por ejemplo, es consciente de que los medios de difusión masiva, en especial la prensa escrita y la televisión, deben ser apropiadamente mimados para que continúen propagandizando de manera favorable las políticas y criterios gubernamentales. Esto no es muy difícil dada la convergencia de intereses entre el Estado norteamericano y el mundo empresarial, el cual, como se ha visto, también controla gran parte de los medios de difusión.
Tanto Richard Nixon como Ronald Reagan criticaron fuertemente a los medios de prensa durante sus primeros mandatos en el gobierno. Pero con posterioridad, ambos realizaron movimientos extraordinarios para amparar la expansión corporativa en la prensa. Como resultado, los editores de periódicos respaldaron masivamente sus reelecciones a la Casa Blanca.
La historia ha mostrado cómo la prensa norteamericana sirvió desvergonzadamente al McCarthismo en la cacería de norteamericanos radicales, y más tarde se arrodilló ante el Hooverismo para perseguir a los activistas de los movimientos negro y por la paz.
Al mismo tiempo, la mayoría de los medios de prensa en ese país, estuvieron ligados a la promoción de la guerra fría en diferentes momentos de su historia, y a la justificación de las agresiones de EEUU en varias zonas del mundo. Los influyentes medios de prensa, en cooperación con el gobierno, trataron de ocultar en un inicio las verdaderas intenciones norteamericanas en el episodio de Playa Girón. Así mismo, distorsionaron los hechos durante la guerra de Viet Nam; luego alabaron el desembarco de los marines en la pequeña isla de Granada (J. Aronson, 1970).
Somos cautivos de las actitudes políticas de EEUU, exportadas por sus medios de prensa, cuando escuchamos en ellos lo relativo a las maldades de sus actuales enemigos y las bondades de sus amigos de hoy. En una época los héroes fueron Chiang Kai Shek, Shyngman Rhee, Ngo Dinh Diem, después fueron Park Chung Hee, Nguyen Kao Kee, y el Sha de Persia. Ahora EEUU tiene una cuadrilla nueva de amargos héroes.
De los “malos” oíamos sólo acerca de las maldades de Khomeini, los fracasos económicos de Cuba, la falta de democracia en Nicaragua, y muy poco sobre las monstruosas tiranías que EEUU secundaba en Suramérica.
Ahora, como en el pasado, la prensa se suma al continuo esfuerzo por desacreditar a líderes y gobiernos del Tercer Mundo que no están tan dispuestos a ser sirvientes de EEUU, y se oponen a sus políticas, incluso en temas como Palestina o las armas nucleares.
Se sabe que la prensa ha sido utilizada en intentos de desestabilizar a muchos estados disidentes en el Tercer Mundo, en ocasiones para reemplazar a algunos de sus líderes legítimamente electos, por aquellos que son más pronorteamericanos. Parece como si EEUU se hallara siempre deseoso de ver su propia imagen en tantos países del Tercer mundo como sea posible; pero Cuba y Viet Nam, por ejemplo, también le han demostrado que no siempre puede hacer su voluntad.
Otra cara de la prensa
Está claro que en el mantenimiento del statu quo político-económico, la prensa norteamericana ha tenido una notoria responsabilidad apoyando y estimulando políticas y acciones gubernamentales. Pero se reconoce que ocasionalmente desempeña otros roles que pueden tener un impacto positivo en el Tercer Mundo.
En la actualidad existen escritores, periodistas, editores, y radiodifusores que defienden valores nobles como la libertad, la justicia, la independencia y la verdad. Dichos principios han nutrido la tradición revolucionaria norteamericana, alentados por los padres fundadores de esa nación y recogidas en su Constitución.
Los genuinos herederos de esos valores han sido capaces, pese a todo tipo de represiones, de generar algunos de los más relevantes modelos de periodismo comprometido. Uno de los grandes ejemplos de ello, el periodista Joseph Pulitzer, proclamó una declaración de principios, que fue fustigada por los censores del periódico al que se hallaba asociado. Vale la pena reproducirla aquí:
-Lucha siempre por el progreso y la reforma. Nunca toleres la injusticia o la corrupción. Llucha siempre contra los demagogos de todos los partidos. Nunca pertenezcas a ningún partido. Siempre oponte a las clases privilegiadas y a los saqueadores públicos. Que nunca te falte la compasión hacia el pobre. Mantente siempre consagrado al bienestar público. Nunca te sientas satisfecho con la simple publicación de la noticia. Sé siempre drásticamente independiente. Nunca tengas temor de atacar lo mal hecho, ya sea por parte de la plutocracia depredadora o de la pobreza depredadora. (J. Hohenberg, 1978:86-7).
Hoy día, en los países subdesarrollados frecuentemente es el Estado quien controla los medios de prensa y éstos funcionan fundamentalmente para legitimar a las clases dominantes. Aunque por lo general se proclaman libres, en realidad están asfixiados por leyes y regulaciones que se burlan de esa proclamación.
Bajo tales circunstancias, a los escritores y periodistas leales a los principios mencionados, se les hace difícil, si no peligroso, ejercer sus derechos y responsabilidades. Para lograrlo, no tendrían muchas más alternativas que criticar a sus propios gobiernos autoritarios. Entonces, inevitablemente, afrontarían las amenazantes consecuencias derivadas de sus acciones.
En EEUU, una pequeña casta de escritores, periodistas y difusores de radio y televisión han demostrado coraje y objetividad en la denuncia de todo tipo de perversidades cometidas en su país y en otras áreas del mundo. La manera en que realizan ese trabajo refleja el espíritu de la declaración de Pulitzer. Su labor posee un considerable impacto en el Tercer Mundo, no sólo por sus revelaciones, sino por la valentía, dedicación y excelencia probadas en lo que escriben y reportan.
La práctica de este tipo de periodismo también está asumiéndose, a escalas diferentes, en el Tercer Mundo. Pero todavía queda mucho por hacer para que puedan alcanzar un impacto que propicie las transformaciones sociales progresistas.
La cobertura de la guerra de Viet Nam motivó un cambio en la percepción de la comunidad internacional acerca de la prensa estadounidense. Todos nos admiramos de la voluntad de esos periodistas de arriesgar sus vidas en busca de la verdad, y de desafiar a su gobierno para publicarla. Aquella fue una contienda impopular. Y aún hay reporteros dispuestos a informar sobre causas impopulares en EEUU, como Palestina.
Subversión de la sociedad y la cultura
Hemos abordado temas esencialmente económicos y políticos. Pero ¿cuál es el impacto de los medios de difusión estadounidenses en las esferas social y cultural? En esos campos la televisión parece poseer un papel más preponderante que el de la prensa escrita.
La tecnología televisiva ha avanzado tan tremendamente que ahora es posible, para casi el mundo entero, conocer mucho más y más rápido a personas, lugares y acontecimientos. Las transmisiones en vivo de los últimos sucesos en China o la final de una copa mundial en Europa, pueden verse casi simultáneamente en la Casa Blanca y en una barriada pobre de Kuala Lumpur.
Tan sólo la conciencia de este fenómeno puede tener un efecto modernizador en sectores de la población de los países subdesarrollados. Tales influencias positivas, por supuesto, podrían intensificarse mediante programas televisivos de alta calidad educacional y cultural.
Sin embargo, cada vez en mayor medida la televisión funciona sobre bases altamente comerciales, sobre todo en países como EEUU, cuyos programas más exitosos alcanzan los hogares del Tercer Mundo más temprano de lo esperado.
Y es que realmente tras esos programas, en especial los de entretenimiento más populares, actúa el patrocinio de corporaciones multinacionales muy involucradas en el negocio de la publicidad agresiva, que los utilizan para promover sus productos e imágenes. Sutil o abiertamente, dichas compañías pueden determinar qué índole de producciones televisivas deben ser objeto de una mayor propaganda.
Digamos, muchas marcas de cigarros norteamericanos irónicamente reciben una amplia divulgación por medio de programas patrocinados, mientras se supone que el gobierno lleva a cabo campañas contra el hábito de fumar.
Buena porción de los programas patrocinados, sean dramas o musicales, así como los propios anuncios, a menudo reflejan la cultura, estilos de vida, valores y gustos básicamente occidentales o norteamericanos, a los que se les atribuye un alto status o prestigio.
A veces esos dramas y musicales son imitados por las producciones locales no sólo en la forma, sino en el contenido. En las poblaciones del Tercer Mundo, es tal el influjo de los programas norteamericanos y de los norteamericanizados sobre los más extensos y diversos estratos sociales y grupos de edades, que muchos de ellos no parecen capaces de distinguir entre la modernización y la occidentalización, y entre lo que puede enriquecer o lastrar su propia herencia cultural.
La obsesión por la violencia y el sexo en las subculturas de la industria del entretenimiento resultan lo más exportable. Las sociedades subdesarrolladas son nuevas en esto y una parte considerable de la juventud es presa de una visión idealizada de la sociedad estadounidense. Los publicistas amplifican los patrones de esta de manera que modos de vida ostentosos, consumistas e individualistas se proyecten como los convenientes para la población predominantemente rural de los países pobres.
En calidad de mercancía los medios de difusión norteamericanos compiten directamente con los editores y escritores de los países y regiones del Tercer Mundo. Las marcas de sus multinacionales son términos familiares. Las personas pobres invierten sus escasos ingresos en comprar esos productos. Desafortunadamente, todo esto puede provocar impactos nocivos de largo alcance sobre el desarrollo social y cultural de las naciones tercermundistas. La mayoría de ellas vivieron bajo el dominio colonial. Después de obtenida la independencia, batallan por el progreso no sólo económico y político, sino también sociocultural. Dentro de ello uno de los objetivos es la salvaguarda y el fomento de la identidad nacional y cultural, lo que se traduce en no revivir viejas actitudes obsoletas, ni perpetuar la moralmente destructiva cultura imperialista.
En el proceso de promoción de esa identidad, conservar las tradiciones desde una óptica nueva y progresista, es tan importante como la asimilación de la ciencia y la tecnología occidentales.
Las personas en el Tercer Mundo debieran ser libres de decidir por sí mismas lo que conviene o no para su propio desarrollo y futuro. Pero ello sólo podrán lograrlo si consiguen zafarse del aún dominante y abrumador poder económico y político del eje del capitalismo global.
Al mismo tiempo deben tener conciencia siempre del inherente peligro que representan los medios de difusión norteamericanos. Debido al poder que manejan, casi pueden obligar a la mayoría de los países del Tercer Mundo a consumir cualquier cosa que consideren comercialmente rentable, sin preocuparse en lo más mínimo del costo social y cultural que acarrearía a esos pueblos.
En esas circunstancias, el impacto de tales medios sería el peor. Entonces podríamos muy bien acusarlos de ser desastrosos, demoledores, para las sociedades y las culturas de los países subdesarrollados. Esto es lo que necesariamente hay que evitar.
Syed Husin Alí
Universidad de Kuala Lumpur, Malasia