Información, conocimiento y escuela

INFORMACIÓN, CONOCIMIENTO Y ESCUELA
POR UNA PEDAGOGÍA, CRÍTICA Y TRANSFORMADORA
 

Pep Gratacós i Guillén


Marco Raúl Mejía, en La educación en el contexto actual: aportes desde la información y la investigación (Cebiae, La Paz 2001), nos compartía una interesante reflexión de Xabier Gorostiaga: «Esta concentración del capital corresponde al carácter de la nueva revolución tecnológica, donde el ciclo de acumulación del capital depende cada vez menos de la intensidad de los recursos naturales y del trabajo, e incluso de la intensidad del capital productivo, para concentrarse en una acumulación tecnológica basada en la intensidad del conocimiento». La relación que establece Gorostiaga entre conocimiento, tecnología y riqueza constituye un triángulo en cuyo centro hay un elemento que él obvia y que, a nuestro parecer, es el más importante: el poder. Esta sociedad informatizada del tercer milenio, empujada por una revolución tecnológica de gran velocidad, ha cambiado radicalmente los roles de algunos componentes que la constituyen: las posibilidades de acceso a la información, las capacidades para gestionarla y la construcción de un conocimiento significativo y permanentemente actualizado, son tres elementos decisivos a la hora de analizar de qué manera se llega hoy al dominio de unos sobre otros.

En función de lo que acabamos de decir, hay dos elementos de nuestro mundo que son claves para asegurar el control de las relaciones humanas y la construcción de modelos sociales que desea todo gobernante: los medios de comunicación por lo que se refiere a la información, y la escuela en relación al conocimiento. Medios de comunicación y escuela son sujetos determinantes para conseguir la conducción de la sociedad porque posibilitan la creación y –sobre todo- la transmisión de una manera interesada de entender la realidad.

Si dispusiéramos de espacio para analizar detalladamente el rol actual de la escuela a través de las legislaciones que la regulan veríamos la aparición de objetivos referidos a procesos de descentralización y autonomía escolares, educación para la competitividad, planes de flexibilidad en currículos y programas, metodologías de trabajo en equipo, estímulos a la innovación educativa y a la formación permanente, búsqueda constante de la calidad, educación como inversión en capital humano... conceptos todos ellos que adaptan, al contexto escolar, los principios toyotistas del mundo empresarial de hoy en día. En el àmbito de los currículos veríamos, en este análisis, un predominio del aprendizaje teórico-conceptual sobre el aprendizaje analítico-reflexivo.

Estos dos aspectos son bien significativos para descubrir los dos objetivos principales de la escuela: a) la formación de personas-productoras que se preparen para la polivalencia y el dinamismo de la economía globalizada, trabajadores y trabajadoras reciclados constantemente al camaleónico ritmo del mercado mundial y b) personas-consumidoras que con su consumo acrítico e inducido estimulen de forma permanente el círculo productivo y las formas de economía actuales basadas en la inequidad y la concentración de riqueza. La escuela se convierte así en una herramienta subsidiaria del proyecto neoliberal, un proyecto que, por principio de supervivencia, reniega de la formación humanista y crítica de personas-pensantes que, siempre, son una amenaza para las situaciones de dominio y privilegio establecidas. En todo caso, en una visión general, la escuela no forma aquellos “seres de transformación” de Freire, sino que más bien busca preparar lo que el pedagogo brasileño llamaba “seres de adaptación”. Está claro: nuestra educación neoliberal, modelando personas para la docilidad y la obediencia, inocula el antídoto contra el peligrosísimo veneno de la revolución...

En este contexto, es urgente recuperar el sentido político y transformador de la educación y de la institución a la que se otorga la responsabilidad de diseñarla: la escuela. La época y el contexto que ahora hemos dibujado piden una escuela con decidida vocación política que –recuperando la etimología griega de la palabra- prepare seres capaces de intervenir activamente en su polis/comunidad humana. Luego, ciudadanos preparados para una intervención crítica, transformadora, colectiva y solidaria, construirían el bien común y combatirían las formas de injusticia y abuso causadas por la acumulación escandalosa de riqueza y poder. Se trataría de una escuela decididamente militante, nunca neutral y que toma partido por la “revolución ética” que proponía Carlos Núñez en uno de sus libros.

El camino tiene ya sus hitos y rutas marcadas. Paulo Freire y la larga praxis de la educación popular nos han regalado una rica teoría y una densa experiencia que, para la reconstrucción de la pedagogía crítica, son semilla. En algunos países de Latinoamérica (Bolivia, Chile, Colombia, Perú...) se está reinventando la utopía a través de un interesante proceso de deconstrucción del legado de la educación popular. Es un proceso que busca proyectar la fecundidad de tantas prácticas educativas liberadoras y críticas del pasado y actuales hacia el desconcertante nuevo milenio, recogiendo la herencia para reconstruirla y hacerla más beligerante en el nuevo contexto mundial. Probablemente, después de una tarea así, va a surgir una nueva forma de pedagogía crítica que será alternativa real e inmediata a la escuela neoliberal que hemos dibujado anteriormente.

Existen muchas y diversas experiencias que demuestran que entender la escuela y la educación como herramientas de formación crítica, política y humanista es fundamental para transformar la realidad y combatir las opresiones que, a pesar de los cambios históricos globales, continúan existiendo en tantos lugares. Son experiencias que, también, demuestran que soñar otra escuela al servicio del pensamiento crítico es posible y, con frecuencia, exitoso:

i. la Cruzada Nacional de Alfabetización, que el 2005 celebraba su 25 aniversario, redujo la tasa de analfabetismo en la Nicaragua sandinista de un 50’3% a un 12’9%, facilitando el acceso a la lectura y escritura a 400.000 personas que, así, empezaron itinerarios diversos hacia nuevas formas de saber y conocimiento y, por lo tanto, hacia nuevas formas de afirmación personales y colectivas

ii. La actual campaña/método Yo sí puedo, elaborada por el IPLAC (Instituto Pedagógico Latinoamericano y Caribeño) de Cuba que, aplicado a Venezuela, ha alfabetizado a 1’3 millones de personas en un año y medio, con el soporte de radio y TV-vídeo, y que trabaja a partir de una alfabetización concienciadora y liberadora

iii. Las múltiples redes de instituciones y grupos que van coordinándose en el ámbito mundial para a) remodelar la propuesta liberadora de la educación popular, unas, y b) promover la búsqueda de nuevas formas de educación crítica y humanista, las otras, y entre los posibles ejemplos citamos la red Alforja que, con instituciones de siete países centroamericanos, busca «la incidencia política a través de la educación popular»; la Red Internacional de Educación para el Desarrollo y la Educación Popular Polygone, compuesta por treinta y cuatro organizaciones de América, Asia, África y Europa, y que tiene como objetivo determinar el «rol de la educación como práctica transformadora en las sociedades del Norte y del Sur»; el CEAAL (Consejo de Educación de Adultos de América Latina), compuesto por 195 organizaciones civiles de América Latina y Caribe y que pretende ayudar a formular «el pensamiento crítico, funcional a los procesos alternativos del continente»; el Instituto Paulo Freire y su voluntad de promover «una sociedad democrática y socialmente justa» a partir de las propuestas liberadoras y transformadoras del pedagogo brasileño; etc.

iv. La misma edición de la Agenda Latinoamericana Mundial, que imprime anualmente 50.000 ejemplares en veinte países y en siete idiomas, y las múltiples campañas de difusión también mundiales que genera son un ejemplo modélico de educación popular para la conciencia crítica.

Desde noviembre de 1989, después de la caída del muro de Berlín, una eficaz estrategia ideológica y de pensamiento, edificada por el neoliberalismo «triunfante», ha trabajado para hacer creer a la conciencia colectiva de los pueblos del mundo que no hay otra alternativa posible de organización social que la suya. Y lo ha conseguido en parte: hoy, en los imaginarios de las personas, la utopía parece haber perdido crédito y fuerza ante el pragmatismo individualista que se arrastra tras el dinero y el poder. La crisis del pensamiento crítico y la desorientación ante la caída de las ideologías podría sugerir -¡erróneamente!- que la voluntad de transformación de este mundo tan desigual e injusto es imposible...

Si la escuela es el lugar preferente para preparar las relaciones sociales y humanas, es urgente una cohesionada alianza global de educadoras y educadores para que sea también el lugar donde empiece a forjarse el cambio.

Es inaplazable la construcción de una propuesta educativa mundial para la formación de la conciencia crítica y del compromiso para la transformación social.

Pep Gratacós i Guillén

Comisión Agenda Latinoamericana de Girona