JÓVENES EN LA CASA COMÚN: CAUSA INTRÍNSECA, ACCIONES QUE REALIZAN, ¿QUÉ PLANETA LES DESEAMOS?

 

PAULO SAMPAIO

Querida compañera, compañero, comunidad que acompaña la agenda latinoamericana, pido permiso para escribirles como si estuviéramos todas/os juntas/os, en círculo, realizando un encuentro para compartir vida y camino, dialogando sobre este tema tan decisivo para nuestros tiempos.
Inicialmente algunos podrán preguntarse: ¿por qué una sección sobre medio ambiente dentro de una agenda con temática de paz? Al menos dos pueden ser las respuestas a esta pregunta. La primera tiene que ver directamente con el tema: el cambio climático agrava la violencia en contextos de conflicto y, en segundo lugar, existe una larga
tradición ecuménica que mira al mundo desde una visión holística que une la justicia, la paz y la integridad de la creación.
Respecto a la primera respuesta, traemos a colación el informe “Desafíos climáticos en estados frágiles y afectados por conflictos” que divulgó el Fondo Monetario Internacional –FMI– en 2023. El estudio se realizó a partir de la realidad de 39 países denominados Estados de “fragilidad, conflicto y violencia” (FCV). Estos países albergan a mil millones de personas, entre ellas el 43% más pobre del mundo. Una de las conclusiones señala que el cambio climático empeora los conflictos y las dificultades relacionadas: el hambre, la pobreza y los desplazamientos forzados.
Respecto a la segunda, hacemos referencia a la primera asamblea que celebró el movimiento ecuménico europeo, en los años 80 del siglo pasado, en la ciudad de Basilea, Suiza.
En esa asamblea se reunieron por primera vez grupos –Iglesias y organizaciones cristianas– para tratar conjuntamente las tres temáticas: justicia, paz e integridad/cuidado/salvaguardia de la Creación. Desde entonces se realizaron otros grandes encuentros basados en esa tríada y se crearon varias comisiones, grupos y movimientos con este lema.
Entonces, ya sea porque el cambio climático es un agente agravante de los conflictos, o por la íntima relación entre la paz y la justicia y el cuidado de la Creación, este tema es pertinente para el debate en la agenda 2025.
El cambio climático viene ocupando más espacio en debates, noticias, conferencias, agendas políticas nacionales e internacionales y en la vida cotidiana de nuestros pueblos. Año tras año, a veces agravadas por factores naturales como “el niño”, las consecuencias del cambio climático llaman a nuestra puerta. En algunos lugares, la sequía y sus consecuencias –como la disminución de la producción de alimentos, la desertificación de territorios, la pérdida de biodiversidad, el aumento de la mortalidad infanti l y el desempleo– son la cara visible de este cambio. En otros lugares sucede lo contrario, aumento de las precipitaciones, aumento del nivel del mar y sus consecuencias, como deslizamientos de barreras, inundaciones, desplazamientos de poblaciones a otros territorios, etc. Para reflexionar: ¿hemos notado esa evidencia? ¿Cómo afecta la crisis climática a nuestros territorios?
Los signos de los tiempos se imponen y, sin embargo, algunos los quieren atribuir a lo sagrado, como responsabilidad o plan de alguna deidad. Caen en el fatalismo, en la idea de que no hay nada que hacer. Si es plan divino, solo nos queda esperar que las profecías se cumplan y el mundo se acabe. Otros niegan rotundamente la crisis climática. Entonces, si no hay ningún problema, no hay necesidad de pensar en ninguna solución o cambio.
Ambas posiciones se basan generalmente en el fundamentalismo. Debemos tomar en serio ambas posiciones cuando pensamos en soluciones a la crisis climática. Ambas posiciones niegan un consenso científico: la crisis climática tiene sus raíces en la acción humana. El modo en que habitamos este planeta ha llevado a su destrucción y, en consecuencia, a nuestra destrucción.
Que la crisis se originó en la acción humana significa que se fundamenta en valores sociales producidos por un modelo de sociedad. Este modelo nuestro se basa en una lógica moderna, de industrialización, de predominio de la razón por encima de todo, de un sistema económico capitalista. Su centro originario es Europa, siendo por tanto un modelo eurocéntrico, colonialista, sexista y racista.
Entonces, si el problema se origina en la acción humana y en ciertos valores sociales, su solución pasa también por la acción humana y la construcción y rescate de otros valores. Por un lado, tenemos la competitividad, por el otro, la cooperación. Si se nos presenta una perspectiva puramente racional, debemos presentar una perspectiva que también involucre emociones y afectos. Si se nos presenta una visión dualista del mundo, debemos proyectar un mundo plural y diverso, construido bajo una ética de amor y no de destrucción.
En la búsqueda de otro futuro, diferente al que se basa en una sociedad colonialista, nos ubicamos los jóvenes. A partir de estas otras visiones de habitar esta Tierra, hemos liderado movimientos que buscan cambios serios, reales, comprometidos con las realidades de nuestros pueblos y territorios. Desde el norte global varias iniciativas
surgen y ganan protagonismo en los medios y redes sociales, también desde el sur global.
Los movimientos de jóvenes del sur global, provenientes de las periferias de grandes ciudades, del interior de nuestros estados, de comunidades y pueblos tradicionales, han tenido impactos. Ya sea estando presentes en lugares de toma de decisiones –como las Conferencias de las Partes (COP) de las Naciones Unidas, Conferencias
sobre biodiversidad, reuniones de líderes de países de economías grandes y emergentes (G7, G20, BRICS, etc.)– o directamente en los territorios con trabajo de formación, incidencias locales y producción de contenidos que informen y denuncien. Son muchas las acciones que hoy realizan los jóvenes para, usando un título del indígena e inmortal líder de la Academia Brasileña de Letras Ailton Krenak, posponer el fin del mundo.
¿En nuestros territorios hemos visto acción juvenil? En las escuelas, en las universidades, en los espacios públicos, en las periferias y en los grandes centros ¿hemos visto estas acciones? Podemos hacer un primer ejercicio de identificar y ubicar a grupos juveniles o jóvenes que realicen acciones socioambientales en nuestras comunidades.
Una vez identificados pensemos ¿cómo podemos ayudarles a continuar con su trabajo? ¿cómo llegar a otros jóvenes? Si no los hemos identificado ¿cómo podemos motivar a los jóvenes en este tema? ¿Cómo podemos traer experiencias de otros jóvenes para inspirar a los jóvenes de nuestros territorios?
Una buena idea para este año en el que en Brasil nos preparamos para la experiencia COP30, puede ser crear más espacios para compartir e intercambiar entre quienes viven una ética amorosa y buscan vivir una ecología integral. Otra propuesta para quienes buscan esta agenda como herramienta formativa, sería promover foros o redes donde experimentar buenas prácticas, diálogo y ayuda mutua. ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo podemos reunir a tanta gente, de tantos lugares, y compartir caminos hacia una nueva sociedad? ¿Cómo podemos hacer intercambios entre nuestras juventudes? ¡Aquí está nuestro desafío!
Para concluir, pedimos al Sagrado que adoramos que nos guíe por caminos de amor y cuidado socioambiental, enfrentando el racismo ambiental y buscando la justicia climática.