JUVENTUD Y JUSTICIA CUANDO LA JUSTICIA ES NECESARIA…

 

VINICIUS ELLERO

Los momentos de derrota profunda para la clase trabajadora exigen una cuidadosa reflexión sobre el por qué, con quién, cómo se organiza y lucha. La ausencia de un balance crítico sobre cómo se desarrolló ese escenario desfavorable, presente en mayor o menor escala en toda la América Latina actualmente, puede tener como consecuencia una profundización de las derrotas sufridas. Es necesario
identi ficar y superar los errores y limitaciones que llevaron a la coyuntura actual, para que se pueda actuar sobre ella correctamente y conquistar victorias. Esta tarea se muestra especialmente desafiante, por poner a prueba una generación de jóvenes luchadores y luchadoras, que se formó en medio de un largo periodo de hegemonía a escala global.
Una de las grandes preguntas que se plantea para la militancia en este momento tiene que ver con las formas más adecuadas de luchar. Toda la experiencia de profunda transformación de la sociedad fue capaz de combinar las diferentes esferas de lucha popular, desde las movilizaciones de masa hasta disputas jurídicas y electorales, conciliando acciones dentro del orden vigente. Las condiciones históricas, políticas e ideológicas de cada país, en diferentes coyunturas, hicieron que las soluciones correctas, para esta cuestión, fueran muy diversas, con diferentes contextos, dando mayor centralidad a formas de luchas distintas. Sin embargo, en todos los casos, las organizaciones de la clase trabajadora tuvieron que responder a una cuestión muy importante: ¿Cómo lidiar con las disputas que se desarrollan dentro de las instituciones del Estado?
Por un lado, la forma en que están organizadas estas estructuras no permite modificarlas “desde adentro”. En la sociedad capitalista, el Estado tiene la función de organizar las desigualdades sociales y garantizar su continuidad. Los tribunales, a menudo, desempeñan un papel importante en ese proceso, actuando como protectores de los intereses de la clase dominante y forman parte del aparato represor,
que busca contener las luchas populares a través de la violencia. Además, en la formación social brasileña, el Poder Judicial, ha ejercido, históricamente, la función de apoyar y legitimar el exterminio de la juventud negra, de la clase trabajadora, en las periferias de las grandes ciudades.
Sin embargo, la negación absoluta de las disputas institucionales, incluyendo aquellas en la esfera judicial, significa renunciar a luchas que pueden traer importantes victorias para el pueblo. La coyuntura brasileña reciente tiene varios ejemplos de victorias conseguidas de esta forma. Medidas que garantizan y protegen intereses de las mujeres de la juventud negra y de la población LGBT fueron
o pueden ser obtenidas a través de las decisiones de la Suprema Corte brasileña. En la reciente coyuntura, en la cual el movimiento neofascista, liderado por Bolsonaro, ha realizado abiertamente movilizaciones que buscan producir un golpe de Estado, el Judicial –a pesar de diversas contradicciones– también ha actuado en el combate al golpismo.
De esta forma, la defensa de los intereses de la clase trabajadora en la esfera judicial reproduce las contradicciones que marcan las disputas internacionales en general. Aunque la propia estructura del Poder Judicial y los principios fundamentales que esa forma de lucha puede garantizar no deben ser alteradas. El reconocimiento y la garantía por medios judiciales de derechos económicos, políticos y culturales, además de responder a cuestiones inmediatas, y muchas veces urgentes del pueblo, también pueden contribuir para aumentar su capacidad de movilización.
La lucha en las instituciones jurídicas, por lo tanto, tiene un carácter contradictorio, del que las luchadoras y luchadores deben tener conciencia para actuar correctamente. Las victorias obtenidas en esa esfera son limitadas, pero tienen el potencial de fortalecer procesos de organización, que tienen como objetivo la transformación radical de la sociedad –lo que necesariamente implica romper con los límites estrechos de la legalidad burguesa–.
¿De qué manera, la juventud de la clase trabajadora, puede utilizar la lucha del Poder Judicial para alcanzar sus objetivos, tanto estratégicos como inmediatos? La respuesta para esa cuestión está vinculada a factores históricos y coyunturales. En una esfera más profunda, es posible afirmar que ser joven, mucho más que un estado natural o psicológico, es resultado de un proceso histórico vinculado
al desarrollo del capitalismo. La existencia de una fase de la vida de transición entre la infancia y la madurez, destinada a preparar y educar para el trabajo, se vincula profundamente al crecimiento productivo, que se inició con la Revolución Industrial. Inicialmente restringido a los miembros de la clase dominante, el reconocimiento de la juventud como un derecho creció a partir de las luchas de los trabajadores. En este proceso, importantes victorias envolvieron medidas legislativas y judiciales, como la prohibición del trabajo infantil y la expansión y universalización de la enseñanza escolar.
Sin embargo, así como toda victoria reivindicativa de los trabajadores, el derecho de ser joven cambia según el contexto con la coyuntura en la que se inserta, siendo duramente atacado en momentos de reflujo de las luchas populares. El neoliberalismo representó un enorme retroceso en ese sentido, con la aplicación de un programa, que obligó a un contingente creciente de jóvenes trabajadores a abandonar la escuela y ocupar puestos precarios de trabajo.
Además, el aumento de la represión, y la fuerza en la juventud de la ideología del individualismo y del espíritu empresarial, han dificultado, en gran medida, la capacidad de organización colectiva de este sector.
Así, la juventud se suma al conjunto de derechos que han sido duramente atacados por la ofensiva neoliberal. La lucha por su garantía debe combinar diferentes frentes, incluyendo la esfera jurídica. Es necesario proteger garantías económicas y políticas frente al ataque que precariza las condiciones de vida de los trabajadores, en especial de la juventud, y reduce su capacidad de organización y movilización. Al mismo tiempo, la militancia popular, que se inserta y disputa esos espacios, no puede perder de vista limitaciones e imposiciones estructurales, que en diversos momentos la obligarán a confrontar la legalidad y el orden establecido.