La altermundialización : historia y desafíos

La altermundialización : historia y desafíos

François Houtart


Si recordamos que la primera reunión de este tipo se organizó en enero de 1999 en Zürich y Davos, solamente con la participación de 5 movimientos sociales (uno por continente) y con el título «Otro Davos», constatamos que los progresos han sido espectaculares. En 2003 en Porto Alegre fueron cien mil personas las que se dieron cita en el Foro Social Mundial (FSM), organizándose cerca de 1.700 reuniones, seminarios y conferencias, en las cuales participaron 4.000 periodistas con una cobertura de prensa mundial que eclipsó a Davos en los medios de comunicación internacionales. En 2004, en Mumbai, el FSM reunió mas de 110.000 personas, con una gran mayoría de Asiáticos

El Foro Social Mundial se ha convertido en el polo opuesto de Davos, y representa una expresión de la sociedad civil de abajo, frente a la sociedad civil de arriba. Las catástrofes sociales de las políticas neoliberales son tan obvias que incluso algunas personas vinculadas con el sistema (como es el caso de J. Stiglitz, por ejemplo) empiezan a reaccionar y a denunciar el carácter ideológico de las políticas que se llevan a cabo, así como sus efectos negativos. Cada vez más y más grupos sociales resultan afectados por estas políticas y cada vez más y más movimientos y organizaciones se juntan en el Foro Mundial para expresar sus desacuerdos, analizar las causas y proponer soluciones alternativas. La orientación fundamental de este encuentro de movimientos está bien clara: se trata de crear un espacio de intercambio mundial, continental, nacional y regional para los que luchan contra el neoliberalismo, contra la hegemonía mundial del capital y buscando alternativas frente a estos fenómenos (carta de base del FSM).

¿Por qué se ha producido esta explosión en tan pocos años? Existen, evidentemente, varias causas. La primera, fue el desarrollo sin obstáculos del neoliberalismo como fase de la acumulación capitalista a partir de los años 70 y, en particular, después de la caída del Muro de Berlín, caída que dejó el terreno libre al capitalismo y a su lema de «economía de mercado» o de «libre comercio». Dentro del mercado capitalista, esto se traduce en la relación cada vez más desigual entre las economías fuertes y las economías débiles, y, dentro del interior de los países, la relación desigual se expresa entre los actores económicos poderosos y los restantes, los cuales tienen sus fuerzas reducidas.

El proceso de globalización contemporáneo extendió la explotación del capital hacia sectores cada vez más amplios dentro de las poblaciones, afectando no solamente a quienes se encontraban directamente vinculados con las relaciones capital/trabajo, sino también a aquellos grupos sociales relacionados con otros mecanismos de la dominación del capital: monetarios, financieros, fiscales, etc. Por otra parte, las privatizaciones han conducido a que cada vez más y más sectores de la vida colectiva y de los servicios públicos se transformen en mercancías y, en consecuencia, los grupos más pobres queden excluidos de su acceso. El predominio del capital ha estado acompañado por una doble ofensiva contra los actores de los antiguos pactos sociales: el trabajo y el Estado. Los resultados han sido tales, que los afectados son cada día más numerosos: mujeres, pueblos indígenas, pequeños campesinos, pobres urbanos...

Encontrarse es importante. Hacer crecer una conciencia colectiva también. Desembocar en la acción es una necesidad que exige una vinculación con el campo político. La propia existencia del Foro Social Mundial es seguramente un hecho político en sí mismo. Nadie puede ignorarlo. Muchos partidos políticos envían miembros y dirigentes para participar en este evento, aún cuando no pueden formar parte oficial del proceso. Sin embargo, las relaciones entre los Foros y los partidos políticos resultaron ser elementos muy sensibles y discutidos en numerosas ocasiones, especialmente en Mumbai.

Se reconoció la necesidad de los dos campos de acción, pero admitiendo que cada uno tiene funciones propias y que no se deben confundir. Por una parte, los movimientos y las ONG progresistas no pueden aceptar ser instrumentalizados por los partidos en función de objetivos electorales o partidarios y, por otra parte, los partidos no pueden aceptar que las ONG y ciertos movimientos sociales contribuyan a despolitizar las sociedades. El reconocimiento mutuo parece ser la única solución posible.

De hecho el funcionamiento de los Foros refleja su naturaleza y sus objetivos. Por una parte, la diversidad exige una gran flexibilidad; por otra parte el objetivo pide coherencia en la organización. Su fuerza reside en el carácter masivo de la participación, lo contrario del elitismo de Davos. Su fragilidad: el riesgo de hundirse en una dulce anarquía. Hasta ahora, el equilibro ha podido estar asegurado gracias a la conciencia compartida del carácter agresivo del adversario, a un espíritu de tolerancia interna y, por el Foro mundial, a la inteligencia del comité organizador brasileño.

Recordamos que en el nacimiento de la Primera Internacional, Carlos Marx y Friedrich Engels se encontraron frente a una situación bastante similar: una gran diversidad de organizaciones de nivel y de desigual nivel de conciencia social, donde los sindicatos, prohibidos en un gran número de países se encontraban en minoría. En verdad, el objetivo allí era diferente: hacer entrar la clase obrera en el campo político internacional. Los fundadores insistieron sin embargo en evitar todo autoritarismo, toda decisión que viniera sólo de arriba y toda toma de posición que no contara con el acuerdo general. Más tarde, cuando la estructura se tornó autoritaria y vertical, terminó por estallar.

Los Foros Sociales están confrontados a una serie de cuestiones internas y externas. En el plan interno, reúnen sindicatos obreros de diferentes orientaciones y numerosos otros movimientos sociales, cada uno con una cultura específica de la lucha. Convergen también allá organizaciones no gubernamentales (ONG), de las cuales varias disponen de medios importantes financieros y de personal, con el riesgo de dominar los debates. En la elección de las intervenciones y de las conferencias, las estrategias individuales o institucionales no están tampoco ausentes. Finalmente la dimensión misma de los foros mundiales y continentales (100.000 personas en Porto Alegre y 40.000 en Hyderabad, India, 40.000 en Florencia, 110.000 en Mumbai, y su crecimiento) plantean problemas de organización, de participación y de financiamiento considerables.

Un tal esfuerzo exige evidentemente importantes recursos, que se cifran en millones de dólares. El principal proviene del aporte de las inscripciones de los participantes. Las colectividades locales y territoriales conseguidas intervinieron de manera importante para el financiamiento de las infraestructuras en Brasil, Italia y Francia, pero no fue el caso en la India. Finalmente, varias fundaciones internacionales han cubierto gastos específicos de preparación y de organización. Sin embargo, se puede dudar que tales montajes financieros podrán prolongarse indefinidamente, al mismo ritmo y con la misma amplitud. Una cuestión idéntica se plantea respecto a la disponibilidad de los participantes, lo que puede hacer pensar en una participación menos intensiva en el futuro.

La presencia dominante de clases medias, y la poca representación de medios populares se refleja en el lenguaje y a veces en la ideología. En este sentido, el Foro Social Mundial de Mumbai estableció una nueva orientación: la presencia intensiva (entre 15.000 y 20.000 personas) de los más pobres. Los Dalits (fuera de casta), las minorías étnicas, los habitantes de suburbios marginales de grandes ciudades estaban presentes, no en los grupos de discusión, por razones de lengua, sino en el sitio mismo del Foro, con manifestaciones permanentes, teatro de calle, etc.

Algunos reprochan a los Foros de vehicular una perspectiva reformista, lo que se confirma por la mayoría de las organizaciones presentes. Sin embargo, en la medida en que posiciones más radicales pueden expresarse también, el hecho de compartir conocimientos, análisis y propuestas, permite hacer progresar una conciencia social compartida. La necesidad de crear otra relación de fuerza a escala mundial es primordial y ha permitido hasta ahora alianzas que en el pasado eran imposibles, y concebir ciertas posiciones críticas radicales reconociendo que el corto plazo pasa por reformas, a condición de no parar en este camino.

Los problemas externos se revelan también muy importantes. Podemos citar dos de ellos. Primero el sistema empieza a defenderse: adopta los mismos conceptos (sociedad civil, participación, lucha contra la pobreza...), pero transforma su sentido; coopta movimientos y ONGs en los programas de desarrollo (Banco Mundial) o en encuentros internacionales (Davos); dificultades administrativas; transformación del las legislaciones penales; asimilación al terrorismo, criminalización de los movimientos sociales (porque sus luchas se refuerzan en numerosos países)...

Por otra parte -y esto es el segundo elemento-, los medios de comunicación tienden a «folklorizar» los eventos y ponen particularmente de relieve ciertos aspectos insólitos, o durante las manifestaciones contra los grandes poderes de decisión, los actos de violencia cometidos por una minoría -o, como en Génova en julio 2001, que fueron fruto de provocaciones policiales-. Este tipo de violencias es objeto de otro debate entre los que quieren reforzar el movimiento y ganar en número de participantes para crear una «masa critica», y los que, exasperados por la capacidad del sistema para absorber su contestación -lo que le permite perseguir su obra destructiva-, se muestran partidarios de una prueba de fuerza.

Más allá de estas contradicciones, un gran paso está dado: el de recrear la utopía, es decir de proyectar un objetivo que, si no existe hoy, puede realizarse mañana. ¿Qué sociedad queremos? ¿Qué educación, qué tipo de salud, qué transportes, cuál comunicación, qué agricultura? El horizonte del mercado total, con su cortejo de consecuencias sociales nefastas, ya no es la pretendida «solución única». Esta esperanza tendrá que traducirse en objetivos alternativos a medio y a corto plazo, y esto en todos los dominios, económicos, políticos, sociales, culturales, en una dimensión tanto macro como micro. En este punto, una simbiosis entre movimientos sociales e intelectuales comprometidos es fundamental.

Ni Woodstok social, ni Quinta Columna Internacional: los Foros Sociales son de hecho las asambleas multifacéticas de una sociedad civil de abajo en movimiento.