La amazonia y el equilibrio hídrico
La amazonia y el equilibrio hídrico
Ivo Poletto
El poder de la Amazonia
La Amazonia tiene un extraño poder: generar agua tanto para el propio bioma, como para otras regiones, especialmente de América del Sur. Parte de la humedad que caracteriza la región viene del Atlántico, pero la mayor parte se debe a la interrelación de muchos factores que hacen de esa región un espacio vivo y una fuente de vida únicos: un bioma.
No siempre fue así. Antiguamente la vegetación era estepa, y el clima, más seco. Desde que las revoluciones vividas por el planeta, en sus más de cuatro mil millones de años, dieron origen a la Cordillera de los Andes, la cantidad de agua aumentó, por los hielos que se formaron en las cumbres de hasta seis mil metros. Con ello, esas aguas se sumaron a las enviadas por el cerrado (bioma) de la meseta central, el bioma más antiguo de la región, con más de sesenta millones de años. Con tanta agua, el calor ecuatorial aumentó la humedad y, con ello, cambió la vegetación, que se fue volviendo alta y densa, con raíces profundas. En un bosque tropical denso, caliente y húmedo, los árboles se convierten en bombas de agua que la lanzan en forma gaseosa a la atmósfera. Además, las hojas de los árboles emiten aerosoles, que, en contacto con el vapor de agua de la atmósfera, provocan la condensación, las nubes y las lluvias.
Aparte de las lluvias torrenciales que produce en el lugar, forma por encima de la selva todo un «río volador» –que lleva más agua que el mismo Amazonas–, arrastrado por los vientos hacia el Océano Pacífico. Al chocar con la Cordillera cambia de dirección hacia el centro, sureste y sur de Brasil y de todo el Continente. Es lo que ayuda a entender por qué una gran área del continente no es desértica, afirma el científico Antônio Donato Nobre. Así, el largo proceso que dio origen al bioma Amazonia le dio el poder de generar y distribuir humedad, lluvias, fertilidad... a otros biomas, próximos y distantes.
Un poder frágil
Pero este poder depende de la interconexión de todos los factores que constituyen la Amazonía: gran cantidad de agua, inmenso bosque denso, altas temperaturas, generación de humedad, vientos, Cordillera. Basta que uno de esos factores sea significativamente modificado para provocar desequilibrios que alteran su misión natural de generar y mantener el ciclo de las aguas de muchas regiones.
Es lo que ha ocurrido con la deforestación. El área deforestada de forma radical ya supera los 735 mil kilómetros cuadrados, tres veces el área del estado de São Paulo. La cantidad de agua que fluye hacia la región está disminuyendo, tanto la del deshielo en la Cordillera, que disminuye a causa del calentamiento global, como la del bioma Cerrado, duramente herido por la destrucción de su cobertura vegetal y por la implantación del sistema de monocultivos químicos de la agroindustria.
El desequilibrio ya perceptible se expresa en eventos extremos en el propio bioma y en la disminución de la transferencia de humedad a otros biomas. La repetición de sequías inclementes cada 5 años a partir de 2005, así como la repetición de inundaciones por encima del llenado normal de los ríos luego de las sequías, han servido de comprobación para los pueblos del bioma y para los científicos de que el clima de la Amazonia ya no es el mismo. La constatación del cambio climático ha llevado a los investigadores a buscar información científica sobre la muerte de plantas en áreas no deforestadas; aunque aún no cuantificada, es alta la incidencia de muerte en el seno del bosque.
Ante esto, nos preguntamos: ¿quiénes son los responsables de la agresión a la Amazonía y del cambio climático que está experimentando este bioma? No lo son los pueblos indígenas ni las comunidades tradicionales, ni siquiera los colonos llevados a la región por políticas públicas, como insisten los empresarios, los gobiernos que los apoyan y los medios de comunicación. Lo son los pocos empresarios del agronegocio, de la minería, de la hidroelectricidad, de las grandes infraestructuras, y los gobiernos de la región; ellos deben responder por los crímenes cometidos contra la naturaleza y los pueblos.
La presencia humana
Los pueblos indígenas y los pueblos del bosque y de los ríos no son agresores, sino cuidadores de la vida del bioma. Necesitamos darnos cuenta de que ha habido y continúa habiendo seres humanos que se relacionan con el bioma en forma de explotación, mientras otros se relacionan en forma de convivencia (ver https://goo.gl/ut6xfq).
La explotación parte del principio de que sería natural que el ser humano se apropie de los recursos naturales, usando la razón instrumental para alcanzar sus objetivos. Cuando el objetivo es el enriquecimiento ilimitado, la lucha por la apropiación se vuelve apresurada e incluso violenta, para anticiparse y derrotar a los competidores. Al tratar de apropiarse de tierras, bosque, minerales, agua... continúa y aumenta la amenaza a los territorios que quedan de los pueblos indígenas y quilombolas, y de las comunidades tradicionales. Y como desean controlar todos los recursos y nunca quedan satisfechos, actúan con violencia contra los campesinos sin tierra que luchan por un pedazo de tierra para sobrevivir.
Las fuerzas económicas del sistema capitalista, si no son contenidas, llevarán a la Amazonía a la muerte como bioma. Ello agravará la emisión de gases de invernadero con la quema del bosque y con el uso de suelo y de aguas del sistema de agronegocio, de minería y de producción de la energía como mercancía. La más maliciosa forma de control y explotación, en este tiempo del capitalismo neoliberal hegemonizado por la oligarquía financiera globalizada, son las propuestas de cesión de los territorios preservados de bosque nativo a cambio de títulos de crédito de carbono, la estrategia central de la ideológicamente denominada «economía verde».
Pero hay pueblos, comunidades y movimientos sociales que están activos y proponen el Bien Vivir como alternativa, que contesta las prácticas de explotación de las personas y de la naturaleza practicadas por las empresas, y que orientan su vida por el principio de la convivencia. El punto de partida es que los seres humanos somos parte de la Madre Tierra. Ella existe mucho antes, y fue ella quien, junto con el amor creador de Dios, preparó las condiciones que hicieron posible la vida en todas sus formas y especies, entre ellas la especie humana. En vez de separarnos de ella y buscar formas de explotarla, nuestra capacidad de inteligencia y razón es la posibilidad de que la Tierra sea diferente, capaz de escoger libremente el amor cuidadoso.
El Buen Vivir es, al mismo tiempo y de forma relacionada, expresión teórica de diferentes modos de vida característicos de pueblos originarios, y propuesta de reorganización de las sociedades humanas que necesitan liberarse y superar las contradicciones socio-ambientales generadas por la civilización hegemonizada por el capitalismo liberal y neoliberal. En síntesis, pero respetadas las peculiaridades de cada pueblo, se da el Bien Vivir cuando la convivencia entre las personas tiene como base y valor la cooperación, la comunidad y la posesión colectiva de un territorio, y cuando la convivencia con todo lo que constituye la Tierra es armoniosa, de intercambio y complementariedad. La experiencia de estar involucradas y ser participantes de relaciones marcadas por gran complejidad, lleva a las personas y comunidades a profundizar la conciencia de estar en un lugar sagrado. En verdad, todo es sagrado y no puede ser apropiado y explotado; todo es de todos y para todos los seres vivos.
La posibilidad de que no se repita en la Amazonia lo que ocurrió en los demás biomas está en la defensa de las formas de vida de los pueblos de la selva. Y será necesario que otras comunidades, animadas por movimientos sociales, asuman la construcción de sociedades de Bien Vivir como su estrategia de vida y de lucha política. En concreto, al implementar la economía como tarea común de organización de cada territorio y bioma de la Casa Común, será necesario multiplicar prácticas agroforestales, es decir, de producción consorciada con el bosque, de recreación de bosque junto con la producción, y siempre con organización de comunidades autónomas y voluntariamente articuladas para construir sociedades en que todos los seres humanos quepan y vivan con dignidad.
La atención a la Tierra, a los biomas, y de modo particular al bioma de la Amazonia es una de las Grandes Causas de la humanidad. Debe estar presente en las luchas -grandes y pequeñas- para enfrentar los desafíos económicos, políticos y sociales, de la construcción de sociedades de Bien Vivir.
Tome el libro del autor en: https://goo.gl/TpCkAU
Ivo Poletto
Científico social y educador popular, Brasilia, Brasil