La cara indígena de América

La cara indígena de América

Xavier Albó


  Hay una visión de América distinta de las convencionales, que echa raíces muy anteriores a 1492, y que nos recuerda que ya había pueblos y sociedades con su propia estructura, y cuya historia en una u otra forma sigue hasta hoy, aunque obviamente está marcada por lo que ocurrió desde 1492. Esta «otra cara de América», con sus raíces en el pasado y sus manifestaciones en el presente, es la que queremos presentar aquí.

Algunos de los grandes legados de la humanidad provienen de este Continente, sobre todo de la región andina (Chimú, Tiwanaku, Twantinsuyu-Inca) y de Mesoamérica (Maya, Azteca-Náhuatl…). En menor grado, hay otras sociedades y culturas en cada lugar. Sus legados a veces se han perdido. Otros han pasado al patrimonio de la humanidad. La sociedad mundial ahora sería distinta de no haber existido estas civilizaciones; y sería también distinta si no hubieran sido cortadas de golpe en su desarrollo.

Hubo innumerables pueblos, cada uno con sus particularidades, a lo largo y ancho del Continente: un sinfín de sociedades en las zonas bajas de la selva, en toda la periferia de las «grandes civilizaciones». En conjunto, América tenía una demografía relativamente fuerte, comparable con la de otras partes del mundo. Eran pueblos con su propia organización e identidad, su propia tradición, sabiduría y cosmovisión en todos los órdenes: económico, social, religioso, artístico… No eran las masas amorfas que nos pinta la historia oficial.

Desde la perspectiva de aquellas sociedades ya establecidas, la llegada de los españoles, portugueses y demás europeos fue vista indudablemente como una invasión, y más dura que las que ya habían ocurrido anteriormente entre los diversos pueblos del continente. Pero la invasión y la subsiguiente conquista-colonización, tuvo impactos diversos según las regiones, por las diversas características de las sociedades preexistentes, y porque sus diversos recursos apelaban de manera distinta a los intereses de los invasores. Distinguiremos varias situaciones, que siguen siendo actuales:

a) Los pueblos simplemente acabados o extinguidos.

Algunos pueblos más débiles no pudieron sobrevivir al impacto, por ejemplo en la región del Caribe.

b) El colonialismo interno.

Esta fue la situación más corriente en las regiones de las grandes civilizaciones, hasta hoy. Los invasores buscaban riqueza, sobre todo oro y plata; más mano de obra para explotarla, y una agricultura subsidiaria para sustentar todo lo anterior. Esto supuso nuevos niveles de explotación desconocidos anteriormente. Desbaratando la base económica de subsistencia de las poblaciones conquistadas, se inició un rápido proceso de despoblamiento, de modo que el Continente sólo retomó los niveles precoloniales hacia el siglo XIX.

La población originaria de las regiones centrales siguió manteniendo muchas de sus raíces en su forma de vida: en la organización económico-social, en las creencias, etc. Ello ocurre principalmente en las regiones rurales, donde, hasta hoy, la dominación por parte de las élites dominantes es más indirecta.

c) Los bolsones y pequeños mosaicos.

En varios lugares de antiguas civilizaciones, por ejemplo en partes de México y otras partes más periféricas (los Páez de Colombia, los Mapuches de Chile, los Navahos en USA, los Miskitos en Nicaragua, etc.), sigue habiendo enclaves regionales que mantienen su propia identidad, aunque se sienten cada vez más cercados por las nuevas sociedades y por las economías dominantes. Suelen ser áreas de fuertes conflictos y hasta genocidios. Los casos más desesperados son los de los pueblos «reliquia», a veces con sólo decenas de supervivientes; o con unos pocos miles esparcidos por la región amazónica. Ha habido casos en que han sido cazados como animales salvajes, o han sido simplemente eliminados envenenando sus ríos, echando insecticidas desde aviones. En muchos planes oficiales su existencia es simplemente olvidada y sus territorios son considerados sin más como terrenos baldíos.

En conjunto, estas poblaciones son PUEBLOS TESTIMONIO, que mantienen hasta hoy las raíces más profundas del Continente. Son más de 40 millones (más del 90 % de la población amerindia), concentrados principalmente en Ecuador, Perú, Bolivia. México y Guatemala.

Muchos de ellos han redescubierto en años recientes su propia identidad. Son pueblos que ya no quieren morir en cuanto tales, que no se resignan a la simple «asimilación» que les transformaría en proletarios desarraigados. Varios de ellos mantienen viva en su memoria la lucha desde el pasado colonial (ej., el movimiento katarista de Bolivia, así llamado en recuerdo de los Katari, héroes indios de un levantamiento colonial). Son cada vez más las organizaciones de estos pueblos, y las federaciones que aglutinan a varias de ellas, por ejemplo, CRIC (Páez), Ecuarrunari (varios grupos de Ecuador), Confederación de la Amazonía Peruana, Consejo Indio de Brasil, Katarismo de Bolivia…

En estos grupos está viva la doble problemática de una lucha de tipo clasista (contra sus explotadores, sobre todo económicos) y a la vez nacionalista (en el sentido de pueblo-etnia; no Estado) anticolonial. En la media en que ambos elementos se combinan en su lucha, tienen más fuerza y poder de convocatoria. Pero a veces se olvida una de las dos dimensiones, y se debilitan.

(Pasamos por alto la consideración de otros grupos importantes, como los europeos recién llegados ya desde 1492, los negros, los asiáticos… y exponemos secundariamente un último grupo).

d) El mestizaje racial y cultural.

Desde un principio se produjeron muchas mezclas entre estos diversos tipos de poblaciones y sociedades. En la fase inicial hubo mucha mezcla biológica, fruto de uniones por lo general ilegítimas y con frecuencia abusivas entre blancos e indias. Poco después, cuando se había establecido bien la estratificación social de las diversas «castas», se añadió también el simple mestizaje cultural. También es frecuente el mestizaje nogro-blanco.

En algunos casos todo este proceso ha marcado muy fuertemente la identidad de algún país. El caso más típico es tal vez Paraguay, donde la gran mayoría de la población habla tanto el castellano como el guaraní. En otros casos el proceso ha ido llevando a una cultura de estilo más castellanizante: por ejemplo Colombia (pese a sus raíces Chibchas, de las que seguía habiendo bolsones importantes hasta el siglo XIX) o en El Salvador (donde en este siglo hubo aún una masacre de 30.000 indios).

En los lugares en que se ha ido perdiendo la identidad étnica originaria (por la influencia de poblaciones inmigrantes, por mestizaje cultural o por otras razones) pasa a un primer plano la problemática de tipo socio-económico, aunque ésta está naturalmente presente en todos los casos y situaciones semejantes, como falta de tierra, abusos de intermediarios, etc.

América Latina tiene sin duda muchos rasgos comunes, como el impacto europeo «latino», su pobreza en gran parte derivada de su situación de dependencia frente a Estados Unidos («lo malo de América del Sur es que es del Norte», Perich), pero esta unicidad tiene a la vez la expresión de un gran mosaico lleno de diferencias de un país o región al otro. El mismo problema común tiene muchos rostros locales, fruto de historias muy diferenciadas.