La causa de los Derechos Humanos en Bolivia

La causa de los Derechos Humanos en Bolivia

Mi testimonio sobre la fundación de la asamblea de derechos humanos de Bolivia

Gregorio Iriarte


La Asamblea Permanente de Derechos Humanos de Bolivia (APDHB) surge en la clandestinidad más absoluta en tiempos de la dictadura del Gral. Bánzer en noviembre de 1976. En el más absoluto secreto, en una Parroquia de La Paz nace esta institución llamada a tener gran importancia en el futuro de la vida socio-política del país.

Tuve que aceptar el trabajo de redactar el borrador que debería ser aprobado en la próxima reunión. Había que definir qué tipo de organización se precisaba, así como algunos aspectos relacionados con la seguridad de todos sus miembros sin que ello afectase a la actividad en favor de las personas perseguidas, detenidas y exiliadas. Estas personas eran, sobre todo, dirigentes sindicales y de otras organizaciones populares, así como los miembros activos de los partidos políticos defensores del sistema democrático.

Las características de la nueva organización para la defensa de los derechos humanos eran las siguientes:

Debería ser una Asamblea. En primer lugar, la nueva organización se autode-fine como “Asamblea” ya que las decisiones se deben tomar con la participación y el consenso de la mayoría del grupo, lejos de una directiva dirigista o elitista.

Los miembros con mayor representatividad fueron los dirigentes sindicales y de organizaciones populares como mineros, fabriles, campesinos, magisterio, juntas vecinales... La participación de los partidos políticos fue mínima pero muy importante en todo lo relacionado con la información de personas perseguidas o detenidas.

La Asamblea debía organizarse en cada ciudad y pueblo importante del país, ya que se buscaba, no solamente ayudar a las personas perseguidas y encarceladas, sino también crear un movimiento nacional que, ante la eliminación de los partidos políticos por el régimen dictatorial, luchasen por un cambio real. Era necesario ir poniendo las bases para, derrocando a las dictaduras, dar vida a un auténtico sistema democrático.

Desde un principio todo el movimiento de defensa de los derechos humanos en Bolivia se organizó como un trabajo totalmente voluntario, sin retribución alguna. En las frecuentes reuniones clandestinas se pasaba una bolsa donde cada uno de los participantes iba poniendo libremente su aportación voluntaria.

Desde un primer momento participaron, junto con grupos de la Iglesia Católica, miembros importantes de la Iglesia Metodista y de la Iglesia Luterana-Boliviana.

El Consejo Consultivo

Para darle a la Asamblea cierta seguridad, unida a su visibilidad, se pensó desde el principio en la organización de un Consejo Consultivo paralelo a la Asamblea. Era la parte visible y la que tenía la misión de firmar los documentos que se iban elaborando en base a las continuas denuncias contra el régimen dictatorial.

Pertenecían a este Consejo algunos miembros connotados de la sociedad y de las distintas confesiones religiosas. Hay que destacar la labor valiente y abnegada que realizaron a través de este Consejo el ex- presidente de la República Dr. Luis Adolfo Siles Salinas y el sacerdote boliviano P. Julio Tumiri Javier.

Contactos Internacionales

Fueron numerosos y muy importantes los contactos con instituciones de Derechos Humanos a nivel internacional por su apoyo moral y económico.

Los diferentes gobiernos «de facto» de Bolivia estaban dispuestos a dar la libertad a muchos de los presos ya que las cárceles y otros lugares tenebrosos de prisión estaban saturados, pero exigían que los pasajes al exterior fueran pagados por sus respectivas familias. La gran mayoría de esas familias eran pobres, sin capacidad alguna para correr con los altos costos de los pasajes. La Asamblea, a través de su «secretaría de hacienda», corría con esos gastos.

Fue muy eficaz la labor que en esta delicada función desempeñó, durante largos años, la Ha. Amparo Carvajal. También corría a cargo de ella el gestionar ante las Embajadas de distintos países para que aceptasen a esas personas desterradas en calidad de exilados políticos.

Los países que se mostraron más solidarios y acogedores fueron Suecia, Holanda, Francia, México y Noruega. Las instituciones internacionales que colaboraron más eficazmente fueron la Cruz Roja Internacional, el Consejo Mundial de Iglesias con sede en Ginebra, la Iglesia Luterana Sueca, Pan para el Mundo, Misereor de Alemania, y otras.

La Asamblea colaboró en forma muy eficiente al éxito de la Huelga de Hambre, iniciada por cinco mujeres del Distrito Minero de Catavi-Siglo XX, que logró el derrocamiento del régimen de Bánzer.

El holocausto de los mejores

Bolivia perdió, a lo largo de 20 años de dictaduras, sus mejores cuadros políticos: Marcelo Quiroga, los mártires de la Calle Harrigton, Teoponte, Espinal... y tantos otros.

Personalmente, tuve que lamentar con profundo dolor la pérdida de mis mejores amigos en aras de la justicia y la libertad: Mauricio Lefevbre, Federico Escobar, Luis Espinal, Marcelo Quiroga Santa Cruz...

Marcelo era, sin lugar a duda, el hombre más temido por las dictaduras de entonces: modelo de político, analista, orador, periodista, escritor... pero, sobre todo, un hombre de la más profunda honestidad, tanto en su comportamiento personal como en lo político.

Manteníamos una estrecha amistad. El Gobierno del General Luis García Mesa y su colaborador Coronel Arce Gómez, temían y odiaban a Marcelo, y esperaban la ocasión propicia para eliminarlo.

Al leer en la prensa claras amenazas contra Marcelo me decidí ir a su domicilio para expresarle mi solidaridad. Vivía en el edificio Apolo en uno de los pisos superiores. Le dije con toda franqueza que en ese lugar no tenía ninguna opción para liberarse de la persecución que el régimen iba a desencadenar contra él.

- , me contestó, pero por el momento, no tengo otra opción. No voy a huir.

- Aquí no tienes escapatoria. Te ofrezco mi casa.

- Marcelo, le dijo su mujer, debes aceptar el ofrecimiento que te hace el Padre Gregorio. Yo te apoyaré desde aquí.

- Bueno. Voy a aceptar, respondió.

En mi casa ya funcionaban algunas elementales normas de seguridad. La primera era lograr un perfecto camuflaje de la identidad del alojado frente al personal de la casa y ante las visitas. Era como un nuevo bautismo. Había que ponerle un nuevo nombre, así como una nueva profesión y nacionalidad. También había que «inventar» los motivos para vivir en la casa parroquial.

Con Marcelo todo eso fue muy sencillo y hasta un poco cómico. Marcelo pasó a ser, desde ese momento, un sacerdote argentino amigo mío, que se llamaba P. Juan y que había venido a Bolivia a seguir unos cursos de pastoral (!). Marcelo aceptó con mucho humor su nueva identidad, así como algunas medidas de seguridad: no debía salir de su habitación cuando llegaban personas extrañas; si necesitaba hablar por teléfono, no debía hacerlo personalmente, etc. Todo fue muy bien; a lo largo de los dos meses que vivió en mi casa, el camuflaje era perfecto y no hubo ningún problema.

La fatídica reunión en la COB.

Pero un nuevo golpe militar se estaba gestando. Llegaban informaciones preocupantes desde Trinidad. La Comisión por la Defensa de la Democracia convocó a una reunión urgente en el edificio de la COB. Marcelo me dijo que él debía ir a esa reunión. Yo se lo desaconsejé encarecidamente. Marcelo me insistió en que él sentía la obligación moral de participar en la reunión.

El desenlace trágico de esa reunión es historia sabida. Los paramilitares del Coronel Arce Gómez, camuflados en varias ambulancias, llegaron hasta el edificio de la COB y lo asaltaron, tomando presos a los principales dirigentes. A Marcelo, que era el objetivo principal, uno de los paramilitares le disparó a bocajarro. Aunque nunca el Gobierno dio una información veraz de este horrible hecho, se sabe que, gravemente herido, Marcelo llegó con vida hasta el Cuartel General del Ejército, donde fue torturado salvajemente hasta acabar con su vida.

Por más que, tanto sus familiares como la opinión pública, hayan exigido, en forma constante, recuperar sus restos mortales, nunca se ha logrado obtener una información seria y cabal.

Marcelo, eso sí, ha pasado a la historia de Bolivia como modelo de dirigente político, no solo por sus cualidades intelectuales y de estadista, sino por toda su trayectoria humana y política, guiada por una línea de conducta basada siempre en los grandes principios de la ética.

Gregorio Iriarte

Cochabamba, Bolivia