La Deuda con la Paz

LA DEUDA CON LA PAZ

Adolfo PÉREZ ESQUIVEL


Hemos llegado al final del Siglo XX, un siglo marcado por fuertes contrastes de luces y sombras. Recién conmemoramos el 50° aniversario de la Decla-ración Universal de los Derechos Humanos, con todos los avances que en la conciencia social y el campo normativo se ha logrado al respecto. A través de la ciencia y la técnica, hay mayores posibilidades de vida y bienestar que nunca antes en la historia. Sin embargo asistimos a un final de siglo y de milenio a todo fuego, con los horizontes incendiados por la violencia, guerras, conflictos, hambre y exclusión social de millones de seres humanos.

Sobre nuestros pueblos pesan en forma agobiante nuevas formas de colonialismo y dominación como la Deuda Externa, a la que denomino la “Deuda Eterna”. Es impagable, inmoral e injusta. Nos obligan a pagar lo que nunca recibimos y, con los intereses usurarios, a pesar de todo lo pagado, cada día debemos más y tenemos menos.

Este mecanismo perverso está instrumentado a través de las políticas de Ajuste Estructural impuestas por el FMI y el Banco Mundial, organismos que debieran estar al servicio de los pueblos para su desarrollo y no de los intereses especulativos del gran capital finan-cie-ro. Bajo su dirección el futuro de nuestros pueblos está siendo sacrificado ante el Dios del Mercado, un mercado nunca tan atado ni ajeno como hoy por hoy lo es.

A la vez, América Latina y Caribe, según la CEPAL, es el continente que más armas ha incrementado sus compras de armas en los últimos años. El gasto militar regional aumentó en 10 millones de dólares desde 1990, elevándose a 16,5 millones de dólares en ese año a 26,5 millones en 1998, monto que equivale al 1,3% del producto bruto interno de la región.

¿Para qué y contra quién van a utilizar las armas? Las fronteras se han calmado; uno de los últimos conflictos fronterizos entre hermanos, Ecuador y Perú, acaba de concluir. Después de la experiencia desgarradora de los regímenes de facto y sus políticas represivas de “seguridad nacional”, hoy vemos cómo lo suceden las democracias de baja intensidad junto con sus renovados intentos de control social.

Se está gastando millones de dólares en armas y en el pago de los servicios de la Deuda Externa, y se posterga la Vida, las necesidades y los derechos de los pueblos que soportan la pobreza -y en muchos lados la miseria-, la violencia y la desprotección social.

La Deuda con la Paz es con la Vida y la dignidad de nuestros Pueblos. Saldarla significa reconocer los rostros concretos de los niños y las niñas, mujeres, ancianos, indígenas, negros, jóvenes. Es a partir de ese recono-cer-nos como hermanos y hermanas, y como hijos de Dios, que podemos construir la Paz, no con la ausencia de conflicto. No existe la Paz en la pasividad. Es una dinámica de vida generadora en las relaciones entre las personas y los pueblos.

A pesar de los horizontes incendiados, debemos descubrir los signos de esperanza en nuestro Continente, Abya-Yala, cuando los pueblos dejan de ser espectadores y se asumen como protagonistas de sus propias vidas y de sus propias historias. Son como vías subterráneas que emergen en determinados momentos históricos e irrumpen con fuerza cambiando los cursos. Los movi-mientos de mu-jeres construyen nuevos espacios de conciencia y par-ti-ci-pación social. Los movimientos indígenas recu-pe-rando sus raíces e identidad de ser Pueblos; lo vemos en Chiapas, México, en Ecuador, Guatemala, Chile y Argentina. Las organizaciones de DDHH en su lucha por la libertad y la construcción democrática y contra la Impunidad. El movi-miento por el Jubileo de la Deuda Externa y la transfor-mación del injusto orden económico mundial. Las organizaciones de negros y mujeres negras que luchan y trabajan por su identidad cultural, su espiritualidad. Los religiosos y religiosas, que continúan trazando caminos de liberación junto a los pobres. Los jóvenes con con-ciencia crítica, que reclaman el poder vivir con dig-ni-dad.

La Deuda con la Paz son espacios a construir en la solidaridad y el Amor. Se van tejiendo, trabajosamente, y muchas veces marcadas por el dolor, redes fraternas y alternativas de Vida. Son espacios a construir para saldar la Deuda que la humanidad tiene con la Paz.

 

Adolfo PÉREZ ESQUIVEL

Argentina