LA FUERZA INNOVADORA DE LOS JÓVENES
Leonardo Boff
La humanidad enfrenta una tremenda encrucijada: decidir si sigue cavando su propia tumba o si quiere continuar en este hermoso planeta Tierra, lo que implica un profundo cambio de rumbo.
El problema más grave es que el sistema capitalista que explota a la gente, que agota los bienes de la naturaleza en una competencia feroz e insolidaria, ha impuesto una cultura del consumo ilimitado y desigual. Todos somos sus rehenes: cambiamos de zapatos, de camisa, de nevera o de ordenador porque los productos se fabrican con caducidad programada, convirtiéndonos en víctimas de su lógica de cambio y nueva adquisición.
¿Cómo salir de esta inercia? ¿Quiénes serían los protagonistas de algo alternativo, capaz de crear otro tipo de cultura de sobriedad y solidaridad para que todos puedan vivir dignamente? En su encíclica Fratelli Tutti (2020) y en la exhortación apostólica Laudate Deum (2023), así como en la Economía de Francisco y Clara (2019), el Papa Francisco propone “una economía diferente, que da vida y no mata, incluye y no excluye, humaniza y no deshumaniza, cuida la creación y no la destruye”. Deposita su confianza en los jóvenes, en los economistas de mentalidad diferente y en quienes buscan formas menos desiguales e injustas de convivencia social. Desafió a los jóvenes a construir otro tipo de mundo. Les urgió a no esperar iniciativas de afuera o de arriba, sino a priorizar las suyas.
Resaltó tres pilares básicos: que la producción fuera para el sustento de la población y solo después para el mercado; que se buscase la justicia social, garante de la paz; y que cuidásemos de la Madre Tierra, sin ella todos los proyectos son fallidos.
Vemos surgir nuevas iniciativas que no se rigen por la lógica competitiva del capital, sino por la cooperación, con el uso de suelos libres de pesticidas, el cuidado de los bosques y los cursos de agua. Las decisiones se toman colectivamente y las comunidades ayudan a los más necesitados. Se producen alimentos en predios baldíos de las ciudades o en los tejados de los edificios, estableciéndose relaciones de aprendizaje y colaboración entre la ciudad y el campo.
Estamos sembrando las semillas de lo nuevo. La humanidad soportará una gran transformación por el cambio climático ya irreversible. Todos sufrirán. Quienes trabajan cooperativamente enfrentarán mejor las crisis y minimizarán los daños de sequías severas, inundaciones, tifones, nevadas rigurosas.
Surgen proyectos para garantizar el futuro de la vida humana y de nuestra civilización. Veamos algunos de ellos y sus orientaciones.
El primer proyecto es patrocinado por los más ricos del mundo (0,1% de la humanidad) que se reúnen anualmente en Davos, Suiza. Diseñaron el Gran Reinicio del capitalismo, es decir, la “gran reanudación” del capitalismo llevado al extremo. A través de la Inteligencia Artificial proponen un despotismo cibernético controlador de cada persona,
de pueblos enteros, de los celulares y computadoras apagados y hasta de la pasta de dientes que estoy usando. Impondrían su tipo de producción, distribución y consumo a toda la humanidad. Este proyecto es tan perverso que no tiene posibilidades de realizarse.
El segundo proyecto es el de capitalismo verde. Propone reforestar las zonas devastadas y conservar las zonas verdes, lo que parece muy atractivo. Pero este proyecto no cambia el sistema de producción de mercancías basado en el lucro, la competencia y el individualismo; no cuestiona la perversa desigualdad social. Más bien, mercantiliza toda la naturaleza.
Hay otras propuestas prometedoras, si aún tenemos tiempo. La de mayor futuro es aquella economía que trabaja en el territorio (bioregionalismo), definido no por la división convencional en municipios, sino por la configuración que ofrece la propia naturaleza: tipos de fauna y flora, cuencas hídricas, lagos, montañas y valles y tipo de población. En el territorio se puede construir una economía sostenible con el uso racional de los bienes y servicios naturales, con redes de cooperativas de producción solidaria, con la integración de la población, permitiendo una democracia verdaderamente representativa, valorizando los bienes culturales, las tradiciones y fiestas locales, celebrando a personajes notables que vivieron en la región. Como todo se produce localmente, se evitan largos transportes. Imaginemos el planeta Tierra como un tapiz de millones de territorios con una economía integrada y sostenible, con reducción real de la pobreza. Este proyecto es viable y está propuesto explícitamente en la encíclica Fratelli Tutti.
Otro modelo es el de la economía solidaria y agroecológica. Cooperativas que trabajan solidariamente basándose en la agroecología, en sintonía con los ritmos de la naturaleza, diversificando la producción (permacultura) para permitir la regeneración del territorio. Se extendieron con las ONGs Ciudades Sin Hambre, huertos urbanos y escolares. Se aprovechan espacios libres en las ciudades o terrazas enteras para una producción de consumo local,
con la participación de todos. No es un proyecto total, sino una forma de garantizar la alimentación saludable para quienes allí habitan. El Movimiento de los Sin Tierra (MST) y Vía Campesina han demostrado los efectos beneficiosos e integradores de este tipo de economía solidaria.
Está el modelo de la economía circular. Se basa en la reducción, reutilización, recuperación, reciclaje y energía. Se reciclan especialmente envases, vidrio, PET, PP y papel. Se ahorran recursos naturales, se aprovecha lo que ya se ha utilizado rompiéndose el actual modelo lineal de extracción-producción- eliminación. La economía circular es ecológicamente interesante pero no plantea superar las desigualdades sociales, por lo que es válida, perode alcance limitado.
Un modelo vivido desde hace siglos por los andinos es el bien vivir/convivir. Es una economía profundamente ecológica, fundamentada en que la Pacha Mama (Madre Tierra) lo produce todo. El trabajo humano ayuda solo cuando no se produce lo necesario. El concepto principal es la armonía que comienza en la familia y se extiende a
la naturaleza, en la que cada ser es sujeto de derechos, consagrados incluso en las nuevas constituciones de Bolivia y Ecuador.
Y aún el movimiento de la economía de Francisco y Clara. Tras la crítica al sistema capitalista y su cultura consumista, propone una fraternidad universal entre todos los seres y entre los humanos (su encíclica Fratelli Tutti). La vida está en el centro, especialmente la vida humana, con especial cuidado por la vida de los más vulnerables. La economía y la política estarían al servicio de la vida en primer lugar y solo después del mercado. Es un ideal generoso, aún en gestación.
Seguramente el proyecto del ecosocialismo es el que tiene mayores posibilidades de realización histórica. No se trata del socialismo soviético, si no de realizar el ideal mayor de dar a cada uno según sus necesidades y ofrecer cada uno según sus posibilidades. Es el proyecto más avanzado y sólido. Presupone un contrato social mundial con un centro plural de gobernanza para los problemas globales de la humanidad, como fue el caso con el coronavirus y ahora con el cambio climático. Los bienes y servicios naturales son de todos y se propone un consumo digno y sobrio, que incluya a la comunidad de vida. El ecosocialismo tiene una amplia base social para garantizar su realización.
Cualquier modelo que pretenda enfrentar la crisis planetaria debe rescatar lo que conservan los pueblos originarios: nuestra profunda pertenencia y comunión con la Madre Tierra y todas sus criaturas. Esta visión ancestral será, según el pensador Ailton Krenak (cf. Futuro Ancestral 2022), nuestro futuro, la que nos garantizará continuar en este planeta.
Los jóvenes, con su entusiasmo y creatividad natural, serán los primeros protagonistas de estos últimos proyectos viables. Todavía son una semilla. Pero la semilla lo contiene todo: las raíces, el tronco, las ramas, las hojas, las flores y los frutos. Esperemos que los tiempos de la Tierra nos sean generosos para que vivamos este sueño.