La hora del ATTAC: la propuesta más popular

LA HORA DEL ATTAC
Se extiende por América Latina este movimiento internacional alternativo
contra la dictadura de los mercados financieros
 

Antonio Martins


La historia todavía no ha terminado. Los mercados financieros mueven un billón y medio de dólares por día, pero ni por eso las sociedades deben poner en manos de aquel mercado su propio destino. Las turbulencias que sacuden a América Latina no serán resueltas transfiriendo el control de las economías al FMI. Por no creer en ello, latinoamericanos que resisten al neoliberalismo están construyendo, en varias partes del Continente, un movimiento social nuevo. Se llama ATTAC. Nació en Francia en 1997. No pretende sustituir a las organizaciones y partidos populares que ya existen, sino estimularlos a hacer lo que muchas veces la rutina aplastante del día-a-día nos impide: estudiar en profundidad la globalización y procurar las alternativas.

Lanzado en diciembre de 1998, el movimiento internacional ATTAC prueba que es posible globalizar el capital, pero también su crítica; y que por las redes electrónicas de comunicación circula la rebeldía, más allá de las órdenes de compra de acciones y monedas. En diciembre del 97, cuando el «pensamiento único» procuraba presentar la crisis económica internacional como un fenómeno restringido a Asia, el diario Le Monde Diplomatique lanzó un editorial de alerta y una propuesta. «La mundialización del capital financiero -decía- somete los pueblos a un estado de in-seguridad generalizada. El poder de las sociedades y de los Estados -proseguía- está siendo vaciado en favor de un 'estado supranacional', cuyos instrumentos son el FMI, el BM y la organización Mundial del Comercio y la OCDE».

Para hacer frente a tal amenaza y evitar que «el mundo del próximo siglo se transforme en una selva en la que los depredadores hagan la ley, los pueblos deberían transformar «el desarme del poder financiero en un objetivo cívico mayor». El primer paso para hacerlo sería establecer «la tasación de las rentas financieras». El diario recuperó una antigua propuesta del norteamericano James Tobin, premio nobel de Economía en 1972. Sugirió instituir un impuesto de 0’1% sobre las tasaciones financieras internacionales. Sirviéndose de estudios de la ONU, calculó que el montante recaudado (cerca de 166 mil millones de dólares por año) sería suficiente par eliminar la miseria extrema en todo el planeta hasta el inicio del próximo siglo. Y fue más allá: ¿Por qué no crear, a escala planetaria, la organización no gubernamental «Acción por una Tasa Tobin en Apoyo a los Ciudada-nos» (ATTAC)?

La primera respuesta favorable surgió en la misma Francia, donde reina, desde la huelga general de 1995, un ambiente de desconfianza en relación al neoliberalismo y de simpatía a las ideas de resistencia. Centenas de lectores de Le Monde Diplomatique manifestaron a través de cartas y mensajes electrónicos, su apoyo al ATTAC. En julio de 1998 la asociación fue lanzada oficialmente, con apoyo político y material de los movimientos sociales más activos. Un año después, celebró en París un primer encuentro inter-nacional, con representantes e más de 40 países. Su crecimiento es asombroso.

A partir del fin del 97 el escenario internacional no ha cesado de modificarse. Nadie duda ya de que la crisis financiera internacional es grave, ni de que sus consecuencias son todavía imprevisibles. Las naciones ya alcanzadas por la fuga en masa de capitales sufren una recesión dramática, desvalorización y entrega del patrimonio nacional, multiplicación del des-empleo y de la miseria. En estos países, ¿es suficiente pedir la aplicación futura de un impuesto suave sobre los especuladores?

El movimiento ATTAC piensa que la respuesta es ¡no! Su plataforma política incluye, más allá del im-puesto de una tasa a los flujos de capitales, un elenco de objetivos entre los que figuran: controlar la especulación internacional, impedir la generalización de los fondos de pensión (la previsión social privada), y apoyar la reivindicación de la anulación general de la deuda pública de los países dependientes y la utilización de los recursos liberados en favor de las poblaciones y del desarrollo sostenible, lo que muchos llaman pago de la deuda social y ecológica...

Dispuesto a acoger las diferentes formas de resistencia al neoliberalismo, el ATTAC va transformándose poco a poco en un polo donde hierven ideas y experiencias de lucha. Esta convergencia es más visible a través de internet. Grupos de trabajo voluntarios, que reúnen decenas de participantes ya han traducido el «puesto» en internet de la asociación (www.attac. org) a seis idiomas (incluidos el español y el portugués), y cinco nuevas traducciones están en camino. Es posible inscribirse para participar en las diversas listas de discusión y recibir o enviar, por correo-e, noticias y opiniones que los «grandes» medios de comunicación no publican. El año pasado fueron relevantes, por ejemplo, las campañas por la anulación de la deuda externa de los países del tercer mundo; las grandes manifestaciones europeas contra el desempleo o la guerra de la OTAN; la marcha que los campesinos indios organizaron par denunciar la devastación social provocada por la apertura de su país a los productos agrícolas importados; las articulaciones internacionales de los trabajadores asiáticos contra los ajustes ordenados por el FMI y en favor del mantenimiento de los derechos sociales; las acciones de movimientos sociales latinoamericanos como el Movimiento de los Sin Tierra y el Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

A partir del principio de 1999, militantes comprometidos con la resistencia al neoliberalismo han constituido los primeros núcleos del ATTAC en América Latina. En Brasil, donde comenzó primero, una serie de debates reunió, en marzo, a Bernard Cassen, director de Le Monde Diplomatique, a personalidades liga-das a los movimientos sociales (como Juan Pedro Stédile del MST) y a la intelectualidad que se resiste al «pensamiento único» (entre otros, el geógrafo Milton Santos). Seis meses después, ya había contactos en por lo menos otros diez países).

¿Qué papel tendrán los núcleos del ATTAC que se formen? Francisco Whitaker, secretario ejecutivo de la Comisión Brasileña de Justicia y Paz y primer propagador del ATTAC en Brasil, ve en las ideas de la asociación fuerza suficiente para reencender la vieja llama. Según él, el movimiento puede ser un espacio de participación política para miles de brasileños que sólo quieren cambiar el mundo y el país: no pelean mandatos parlamentarios, ni puestos en la dirección de los partidos o sindicatos. Para cumplir tal papel, los núcleos del ATTAC deberán transformarse en centros de debates e irradiación de ideas que desafíen el «nuevo orden». En vez de disputar espacio con otros movimientos sociales, le correspondería a la asociación relacionarse permanentemente con ellos y llamar su atención hacia temas que, aunque olvidados en medio de las tareas cotidianas, son esenciales para la construcción de un proyecto de sociedad alternativo. Tal objetivo sería alcanzado más fácil-mente si los núcleos también dialogasen con los intelectuales que mantienen, aparte de una producción activa, un espíritu crítico.

En un momento en que los gobiernos de casi todo el Continente aplican alegremente cortes de gastos sociales, la privatización de la empresas públicas, la transferencia de una parcela cada vez mayor de los presupuestos para los acreedores de las deudas externas e internas, es preciso aclarar que estas medidas no son inevitables. Si los destinos de nuestros países han sido atados a los humores de los mercados financieros, toca a nuestras sociedades el rescatarlos. No se trata de una lucha vana. Junto con la crisis del neoliberalismo, crece la resistencia a este sistema que intentó resolver los problemas de la humanidad promoviendo más desigualdad, en vez de más justicia. Si el progreso tecnológico notable de los últimos años es una conquista de toda la humanidad, los frutos de las nuevas técnicas también deben pertenecer a todos, y no a quien controla el dinero.

Son sueños, por ahora. Pero, como dice una canción brasileña, «sueño que se sueña juntos es ya una realidad». En una época en la que los poderosos procuran decir que todo tiene un precio, parecerá rara una invitación como ésta, que propone trabajo gratuito y placentero, oportunidad de luchar por una causa justa al lado de gente agradable, ocupación para las horas que la televisión nos robaría.

Es preciso subrayar, sin embargo, que la oferta no es para todos. Para apuntarse a ella es necesario creer que hay vida más allá del neoliberalismo.

 

Antonio Martins

abp@ax.apc.org