La Iglesia Católica sobre la economía

¿Qué dice la Iglesia Católica sobre la economía actual?

CEDI


El título expresa una pregunta frecuente hoy día: En 2008 estalló una crisis inmobiliaria que se extendió a todo el sistema financiero y a la economía real –a la producción y al empleo–. Se inició en EEUU, pasó a Europa y afecta al resto del mundo. Ha dejado a millones de personas sin trabajo, sobre todo a jóvenes. A miles de familias sin vivienda y con escasos ingresos. Crea situaciones angustiosas en los diversos países. ¿Y qué dice la Iglesia Católica de esa crisis y de esa economía? Y más preocupante, muchos gobiernos tratan de solucionar la crisis con tijera: reduciendo el déficit fiscal con recortes de empleo público, salarios, pensiones y programas sociales, en nombre de la «austeridad». E inyectando miles de millones para recapitalizar a bancos en los que se originó la crisis. ¿Y qué dice la Iglesia de esa economía, que afecta así la vida de millones de personas?

Un fallo de memoria

Al formularse esa pregunta muchos, probablemente, interpretan: ¿qué dicen el Papa y los obispos? Y al cuestionar de esta manera reflejan un tremendo fallo de memoria. El olvido de un principio enunciado con rotundidad por el Papa Pablo VI: «Frente a situaciones tan diversas, nos es difícil pronunciar una palabra única, como también proponer una solución con valor universal. No es ese nuestro propósito ni nuestra misión». Es decir, si queremos saber «lo que dice la Iglesia» de la economía, no escuchemos sólo al Romano Pontífice o a los obispos. Ampliemos nuestro campo de visión. Pablo VI aclara: «Incumbe a las comunidades cristianas analizar con objetividad la situación propia de su país, esclarecerla mediante la luz de la palabra inalterable del Evangelio, deducir principios de reflexión, normas de juicio y directrices de acción según las enseñanzas sociales de la Iglesia…» (Octogésima Adveniens 4).

Quiere decir, según Pablo VI, que es importante conocer los documentos del Magisterio que sistematizan esas enseñanzas sobre la economía contemporánea. Pero, sobre todo, la clave es conocer cuáles son las lecturas de la realidad que hacen las comunidades cristianas, —no sólo los católicos—, cuáles son los análisis y juicios éticos con que escudriñan esa realidad y cuáles las acciones que emprenden junto a hombres y mujeres de buena voluntad.

Los documentos del Magisterio exigen una economía diferente…

Sin duda, es importante saber que la Iglesia en los Documentos oficiales ha sido clara en afirmar que una economía que se preocupa sólo por el crecimiento y no por el paso de todos a condiciones de vida más humana, no es una economía que sirva al desarrollo de la humanidad. Que un crecimiento económico que no es regido por un objetivo moral fácilmente se vuelve contra el género humano para oprimirlo. Que un capitalismo que no se construya en torno a un núcleo de valores morales, es inaceptable. Que el capital siempre deberá ser un instrumento al servicio del trabajo humano y no a la inversa. Por eso los retos principales —hoy y desde hace décadas— no consisten en elevar los pueblos al nivel de los hoy «países ricos», sino en «fundar sobre el trabajo solidario una vida más digna, hacer crecer efectivamente la dignidad y la creatividad de toda persona». Que hay que superar el «imperialismo internacional del dinero» y llegar incluso a reformas del sistema internacional de comercio, del sistema financiero y monetario mundial, de los modos de intercambio de tecnología y de la estructura de los organismos financieros internacionales. En fin, hay que construir una sociedad y una economía nuevas donde prevalezca la búsqueda del bien común de toda la humanidad, la preocupación por el desarrollo espiritual y humano de todos y todas en lugar de una dinámica que conduce sólo a perseguir el provecho de algunos. Todo esto y más está contenido en los documentos del Magisterio Social de la Iglesia. Pero todo esto y más se escribió gracias a que Papas y Obispos oyeron el clamor del pueblo, pusieron atención a esas comunidades cristianas que analizaban las causas de sus problemas, formulaban directrices para entenderlas éticamente y proponían líneas de acción.

…y esos documentos lo que reflejan es el clamor de los pueblos

Juan XXIII recalcó que las auténticas Enseñanzas Sociales de la Iglesia son las que, antes de juzgar y actuar, empiezan por «ver» —añadamos «oír»— las angustias y necesidades, las protestas y las luchas de los pueblos. El Vaticano II, a su vez, lo expresó diciendo que los gozos y esperanzas, las tristezas y angustias de los discípulos de Cristo, no son otros que los que tienen los hombres y mujeres de nuestro tiempo, especialmente los pobres y cuantos sufren. Reflexionando sobre esa realidad y expresando esa reflexión en Enseñanzas es como surge lo que llamamos «Magisterio Social de la Iglesia». Éste no puede sino expresar lo que nos enseña y nos habla el rostro y la voz de Cristo en todas las víctimas de la injusticia, especialmente la que es producida por el mismo funcionamiento de la economía.

Los dos momentos del Magisterio Social de la Iglesia

Para preguntarse, entonces, de modo correcto por «lo que dice la Iglesia» sobre la economía y la crisis hoy, hay que estudiar y entender que el Magisterio Social de la Iglesia tiene dos momentos: el de su gestación al nivel de las comunidades, que son parte del pueblo que sufre, y el de su formulación escrita en documentos formales de orientación. Es preciso atender a lo que se dice en esos dos niveles si queremos identificarnos con el sentir de la Iglesia. En el primer nivel, de la protesta y la lucha de los cristianos comprometidos contra el sufrimiento inmerecido, la pobreza y la creciente inequidad. Y en el segundo nivel, cuando por el servicio del episcopado y de los teólogos se transforman esas experiencias particulares en enseñanzas sobre una dignidad humana que incluye su dimensión espiritual, para la vida y el compromiso de toda la comunidad cristiana universal.

A pesar de que la Iglesia en sus documentos sociales siempre aboga por la paz, también reconoce que las perspectivas de acción ante la realidad existente conllevan también una «lucha contra». Hay un vasto y fecundo campo de acción y de lucha, en nombre de la justicia, para los sindicatos y demás organizaciones de los trabajadores y de la sociedad civil, que defienden sus derechos y tutelan su persona, para hacerles participar de manera más plena y digna en la vida de la nación y ayudarles en la vía del desarrollo. En este sentido la Iglesia puede hablar justamente de una lucha necesaria contra el sistema económico actual que ha llevado a una dinámica que asegura el predominio absoluto del capital, la posesión de los medios de producción y la tierra al servicio de intereses privados, y que no prioriza el trabajo del ser humano. Ante esto, es necesario proclamar la dignidad humana inviolable, que exige una convivencia fundamentada en el bien común y, por tanto, no instrumentalizar a unos a favor de otros.

Combatir la miseria y luchar contra la injusticia es promover, a la par que el mayor bienestar, el progreso humano y espiritual de todos, y, por consiguiente, el bien común de la humanidad. Implica, sobre todo por parte de cuantos intervienen activamente en ese proceso y son sus responsables, una viva conciencia del valor de los derechos de todos y de cada uno, así como de la necesidad de respetar el derecho de cada uno a la utilización plena de los beneficios ofrecidos por la ciencia y la técnica. No hay que extrañarse de que se exija esta lucha dado que hay un misterio de pecado cuando la persona humana impregna los mecanismos de la sociedad con valores materialistas, con visiones inadecuadas de lo que es el ser humano.

El clamor actual: indignados, «ocupantes de Wall Street», manifestantes… y el Magisterio Social

La revista Time escogió como «Personaje del año 2011», no a un político o dirigente individual, sino a esa figura del «indignado», —del protester en inglés—, de todos esos hombres y mujeres que se echaron sin temor a la calle a protestar contra regímenes dictatoriales, contra la inequidad, la corrupción, el desempleo, la incapacidad de solucionar la crisis con justicia… Ante el fallo de los líderes tradicionales y el descuido de las instituciones, Time vota por un nuevo liderazgo que surge de la base de la pirámide. Porque disintieron, demandaron, pero no perdieron la esperanza. Sin duda que en medio de todos ellos, con ellos y tomando parte de sus sufrimientos y protesta hay muchos miembros de comunidades cristianas que a la luz del Evangelio buscan nuevas directrices y líneas éticas para la acción. Es la primera etapa de un Magisterio Social de la Iglesia que se manifiesta en la acción contra una dinámica económica radicalmente injusta. La segunda etapa de ese Magisterio, que materialice esa lucha en documentos pontificios y episcopales solidarios con la construcción de una sociedad y una economía nuevas, dependerá de lo intensa que sea la fuerza que viene de abajo para arriba y de la fidelidad en la escucha que le presten el Papa y los obispos.

 

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Centro Dominico de Investigación

Heredia, Costa Rica