La incesante búsqueda histórica de la libertad

La incesante búsqueda histórica de la libertad

João Pedro Stédile


Procuramos construir sociedades y modos de vida que nuestra propia cultura está destruyendo diariamente. El capitalismo forma parte de nuestra cultura. Como se trata de procesos históricos, no podemos, simplemente, volver al tiempo perdido y reconstruir lo que fue destruido. Con el material de las ruinas culturales de ahora y con la memoria de antes, necesitamos construir la cultura del «buen vivir», como algo nuevo y heredado, sobre la base de «otra economía». Pensar esa «otra economía» significa «producir bien», para que todos puedan hacer aquello que los medios de producción y la naturaleza permiten, sin explotar a los otros por el trabajo ni alienarlos por el consumo.

I. Al estudiar la historia de la humanidad y del comportamiento de los seres humanos, percibimos la libertad como la construcción de una utopía, de un sueño ligado a la ¡«liberación»! ¿Liberación de qué? De todas las amarras que oprimen al ser humano.

Si utilizamos el materialismo histórico como método de análisis de la evolución de la historia –aunque haya otros métodos no menos importantes–, se puede percibir que a lo largo de su historia la humanidad ha adoptado las más diferentes formas de organización de la producción para resolver sus problemas materiales. Así, tuvimos la forma inicial de las tribus y comunidades locales, que se definió como comunismo primitivo. Siguió el modo de producción del esclavismo, que después evolucionó hacia el modo de producción feudal y asiático (en Asia y en las Américas). Y finalmente, a partir del siglo XIII, hemos visto el surgimiento del capitalismo, que nació del comercio y ha pasado por varias etapas, como el capitalismo industrial, a partir de la revolución industrial del siglo XVIII. Al final del XIX se desarrolla el imperialismo, como una necesidad que las grandes empresas capitalistas han tenido de salir de sus países y emigrar para explotar recursos naturales, mano de obra y mercados de otros pueblos. Y ahora, en las últimas décadas de la historia, estamos viviendo la etapa del dominio de la mundialización del capital financiero y de las empresas transnacionales sobre toda la economía mundial.

A lo largo del siglo XX muchos pueblos han hecho revoluciones sociales con el sueño de superar el capitalismo y han puesto en marcha una transición al socialismo. En algunos países esa experiencia ha sido interrumpida y han vuelto al capitalismo. Otros, han hecho cambios, resisten y continúan batiéndose con el desafío de construir otro modo de producción que supere las bases del capitalismo.

II. La historia de los regímenes políticos construidos por la humanidad para organizar el poder en la sociedad ha pasado por muchas y diferentes experiencias. Al principio, con los pequeños grupos y clanes, predominó el caciquismo y la fuerza física. Después evolucionó hacia los reinos y monarquías, en los que el carácter hereditario definía los poderes absolutos y centralizados, mantenidos siempre por la fuerza militar, o por falsas doctrinas de superioridad de los soberanos sobre la población.

Hasta que con el capitalismo industrial, se dio una revolución social de la burguesía, como nueva clase dominante que intentó implantar un sistema republi-cano, en el que supuestamente todas las personas tendrían los mismos derechos y deberes en la organización del poder político. En la mayor parte de los países, sin embargo, los sistemas electorales organizados no consiguen registrar verdaderamente la voluntad de la mayoría, y las votaciones son manipuladas de muchas formas, con el poder económico, el dinero, las manipulaciones religiosas, los prejuicios, o el poder concentrado de los medios de comunicación.

Incluso tras la revolución burguesa, que pretendía organizar la sociedad de una forma más democrática, han proliferado en todo el mundo, hasta hoy día, regímenes dictatoriales de control del Estado al servicio de los intereses de una clase, de un grupo o de familias.

III. Mirando esta historia económica y política de la humanidad, se percibe un hilo conductor unitario: en todas sus etapas hubo contradicciones que provocaron cambios. Nada fue eterno o absoluto. Siempre surgieron contradicciones, crisis, movilizaciones del pueblo y cambios. Y tras ellos, una nueva etapa, que superaba la anterior. Y así una y otra vez.

Estas contradicciones dialécticas que se gestan en el tiempo y en el espacio son determinadas por las condiciones objetivas con que la sociedad va organizando la producción de los bienes que necesita para sobrevivir y progresar. Y son gestadas también por las condiciones subjetivas, determinadas por el nivel de conocimiento y de conciencia que evoluciona en las personas. Esas condiciones subjetivas, relacionadas con el grado de conciencia social que se desarrolla en ciertas etapas de la historia de una sociedad, están vinculadas directamente con la búsqueda permanente de la libertad por el ser humano.

IV. Pero, ¿qué libertad es ésa? El ser humano busca una libertad de acuerdo con su condición de clase, a la que pertenece. Un burgués propietario de tierras, comercio y fábricas, responderá, que su libertad es su derecho de propiedad privada, sólo suyo, y hacer lo que quiera con esos bienes materiales, que a pesar de que son resultado de una producción social, colectiva de millares de trabajadores, él considera que solamente él, el propietario, tiene la libertad de hacer lo que quiera con ellos. ¡Incluso despedir a los trabajadores de su trabajo!

Un pequeño-burgués de la clase media, medirá su libertad por el derecho de ir y venir, de hacer turismo, de viajar a cualquier parte, de comprar lo que quiera, de decir lo que quiera, resumiendo la libertad simplemente en un derecho de libre expresión.

Y los trabajadores, la inmensa mayoría de la población mundial, que vive trabajando todos los días para poder sobrevivir, alimentarse y reproducirse en sus familias, ¿qué dirían que es la libertad? La libertad, para la inmensa mayoría de la población mundial probablemente sea el derecho a no ser humillado. A no ser oprimido. A no ser explotado. A no ser maltratado. El derecho a vivir en paz. Significa el derecho a tener un trabajo digno y remunerado de forma justa por las riquezas por él producidas. El derecho de tener una vivienda con condiciones salubres en donde poder cuidar a su familia con dignidad.

Para las capas más pobres de la población, que viven en las periferias de las grandes ciudades o en los bolsones interioranos, desprovistos de los bienes necesarios para una reproducción social con dignidad y desprovistos hasta del conocimiento sobre la razón de su existencia, es posible que la palabra libertad no signifique nada. Pues la sociedad en que viven los transformó en personas desprovistas de valores y de sueños. Su condición de sobrevivencia se reduce a la misma condición de los animales: ¡tener derecho a la alimentación! En ese caso, la libertad comienza por el derecho al pan de cada día.

En estas circunstancias en que millares de seres humanos están sufriendo la crisis del capitalismo, libertad significa el derecho de trabajar. Trabajo no como la condición de ser explotado por alguien, de transferir nuestras energías, las que producen los bienes, para que alguien apropie de ellas, sino trabajo como una situación de realización personal de nuestros saberes, de nuestras energías, de nuestra participación activa en una sociedad cualquiera. Al final, el trabajo, la dedicación de horas de nuestro tiempo vivido, son la forma principal de participar como socios de una sociedad. La libertad es tener derecho a trabajar. Ser alguien en el concierto de nuestra sociedad. Sin derecho al trabajo, no somos socios en la sociedad, somos parias sustentados por otros y por tanto humillados por los demás.

V. La libertad es tener derecho a los conocimientos, a la cultura, a la educación, a todo lo que la humanidad aprendió y registró a lo largo de su historia.

Libertad es superar la ley de explotación del capital, que se apropia de los días de trabajo y de la riqueza por él creada, para acumular bienes y poder político.

Libertad es escoger sus auténticos representantes políticos, que puedan desempeñar funciones públicas en su nombre, pero respetando su voluntad delegada. Y poder revocar en cualquier momento esa delegación.

Libertad es tener derecho a organizar formas de decisiones colectivas, de participación efectiva-mente popular, en la gestión de todos los bienes públicos.

Libertad es tener derecho a tiempos para cultura y ocio, para el intelecto, el espíritu, la reflexión. Libertad es ¡el derecho de pensar con la propia cabeza!

Libertad es superar la mediocridad de los prejuicios y discriminaciones que transforman lo diferente en peor. O incluso, ¡en enemigo!

Libertad es tener conciencia de que todos los humanos somos genética y espiritualmente iguales. Y que, por tanto, nuestras diferencias de opciones sexuales, de color de la piel, de origen étnico, de tamaño o peso, de vocaciones y habilidades personales, son sólo cualidades, no deficiencias.

Libertad es la utopía de que todos los seres humanos tengan conocimiento y conciencia de que necesitamos vivir en una sociedad con igualdad entre todos.

Así, la libertad es la búsqueda constante de una sociedad utópica. No como un sueño irrealizable, sino como un proceso continuo de perfeccionamiento de la vida en sociedad. Fuera de lo colectivo, de lo social, de la comunidad, de la convivencia con nuestros hermanos, no hay ni sociedad, ni libertad, sino sólo un individualismo oportunista e ignorante.

La historia de la humanidad es la historia de la construcción de la libertad, la lucha por una sociedad de seres humanos plenamente libres. Con sus contradicciones, retrocesos y desafíos, pero siguiendo siempre ese camino, hasta que lleguemos un día a la Tierra Prometida de la parusía, ¡de la Libertad!

 

João Pedro Stédile

Activista social del MST, São Paulo, SP, Brasil