La Izquierda como gran causa

La Izquierda como gran causa

Rafael Díaz Salazar


La historia de la izquierda es la de una larga marcha en la lucha contra la barbarie provocada por los seres humanos. Esta lucha se ha dirigido a disminuir las injusticias y conquistar una mayor fraternidad entre estos seres llamados -no en vano- animales racionales. Ya sabemos que en el desarrollo civilizatorio hay sobradas pruebas de lo uno y de lo otro, y no sabría decir qué es lo que más sobreabunda: la animalidad o la racionalidad.

La lucha por suprimir la barbarie y alcanzar la fraternidad humana es muy antigua. Hay quien identifica el nacimiento de la izquierda con la historia de las tres Internacionales obreras surgidas en 1864, 1889 y 1919, respectivamente. Otros retrotraen su surgimiento a fechas más tempranas, como la Revolución Francesa de 1789, la fase del primer desarrollo del socialismo utópico en Inglaterra y Francia en la década de 1810, o la publicación del Manifiesto Comunista (1848). Hay incluso quien ha afirmado que las raíces históricas de la izquierda socialista moderna hay que buscarlas más lejos, nada menos que doscientos años antes de la publicación del Manifiesto Comunista, concretamente en el periodo de la guerra civil inglesa (1642-1652), en el que surgió el movimiento radical de los diggers que defendía ideas igualitaristas.

Para denominar con el nombre genérico de izquierda al conjunto de movimientos que han luchado y siguen luchando contra la barbarie de la explotación y la dominación que impiden la fraternidad, la igualdad y la libertad, tenemos que irnos todavía mucho más atrás. Desde esta premisa, yo establecería el origen de la izquierda en la rebelión de los esclavos dirigida por Espartaco entre los años 73-71 antes de Cristo. Una guerra que terminó con la muerte de éste en la lucha contra las tropas de M. Licinio Craso, en Apulia, y con la victoria definitiva de Pompeyo, que aniquiló al ejército de esclavos.

Durante estos 2.073 años, las luchas de liberación de millones de seres humanos han alimentado el curso humanizante del río de la historia. Creo que debemos insertar nuestra perspectiva en un horizonte muy amplio, que destierre de una vez por todas la imagen de la caída del muro de Berlín como el fin de la historia y el principio de un futuro unidimensionalmente marcado por el fracaso del experimento bolchevique; al fin y al cabo, uno más de los muchos que se han creado en una larga historia de búsqueda de cómo construir un mundo que armonice la igualdad, la fraternidad y la libertad. Esta perspectiva amplia puede liberar a la izquierda de sobrecarga ideológica y centrarla en raíces morales y objetivos humanizantes. Desde este enfoque, las culturas políticas, las ideologías y los programas se convierten en meros medios, en instrumentos que deben someterse a la dinámica de prueba y error para ir consiguiendo los fines morales y sociales que son los que verdaderamente otorgan la identidad más profunda a lo que hoy denominamos en el lenguaje coloquial «la izquierda».

Por estas razones, si hubiera que buscarle un adjetivo para concretar la identidad de fondo que une su pasado y su futuro, creo que el más adecuado sería el de espartaquista, mucho más que el de marxista, socialista o postmarxista. Espartaco como arquetipo de una izquierda que busca la erradicación del sufrimiento humano causado por mecanismos de explotación y dominación y que apela a la sublevación moral, al compromiso político de todas aquellas personas que -desde diversas ideologías, éticas o religiones- quieren acabar con situaciones de inhumanidad y desigualdad en torno a un programa común de acción.

La lucha proseguirá con el nombre o sin el nombre de izquierda, marxismo o socialismo, mientras haya colectivos de humanos que se rebelen contra la explotación, la dominación y el empobrecimiento de unos seres por otros. Conviene dejar bien clara esta idea en un momento en que hay que saber distinguir muy bien los fines de las modalidades y métodos para alcanzarlos. Los nuestros son tiempos para anclarse en lo esencial y estar muy abiertos en la búsqueda de mediaciones de todo tipo para alcanzar los fines de la izquierda, los cuales han de ser redefinidos en cada coyuntura histórica.

Lo esencial es saber precisar los fines y los medios de un proyecto colectivo y universal para lograr que disminuyan las explotaciones, injusticias, opresiones, desigualdades y pobrezas que siguen existiendo.

Rafael Díaz Salazar

Madrid, España