LA NOVIOLENCIA: ALGUNAS REFLEXIONES BÁSICAS

 

IGNACIO DUEÑAS GARCÍA DE POLAVIEJA

Decía Charles Péguy que la juventud está hecha para el heroísmo. Por ello estuvo en el mayo francés, en el movimiento hippie, en la revolución sandinista, en la primavera árabe… Y si buena parte de ella ha caído en el narcisismo, el consumismo, el fundamentalismo tecnolátrico y el hedonismo, es por el mundo absurdo e irracional que le hemos legado. Por lo demás, quienes se activan es siempre una minoría, y en ello la juventud no tiene por qué ser una excepción.
Por esto, la noviolencia debiera contar con la gente joven como terreno abonado. Con sus insuficiencias (nada es una panacea, y la noviolencia tampoco), si la generación que antecede a la actual juventud (esto es, nosotras) se hubiese entusiasmado más con tal instancia liberadora, es posible que ésta fuese hoy causa común.
Ahora bien, ¿qué es la noviolencia? En principio, no es simplemente la renuncia a usar la violencia, ni el mero pacifismo. Consiste en desafiar a la violencia mediante la renuncia a su uso (considerando la injusticia y el orden social que la justifica como una forma de violencia). La mera resolución pacífica de
un conflicto no es per se noviolencia, ni por supuesto desentenderse de los conflictos violentos.
Todas conocemos la lucha noviolenta de Gandhi (o ahiṃsā), que desafió a la violencia estructural del colonialismo británico (con su sucesión de hambrunas y masacres provocadas por él) mediante el arma
moral (o satyagraha) de estar dispuestas a padecer la violencia antes que generarla, mediante la disposición a ser golpeadas, encarceladas o masacradas. Y recordamos la marcha de la sal: una gran caminata para llegar a la playa y tirar un puñadito de sal al mar fue el detonante para quebrar el monopolio británico de tal producto.
A su vez, Marti n Luther King (“I have a dream”) lideró la lucha antirracista de los negros norteamericanos mediante prácticas de estricta noviolencia: la huelga, la marcha, el boicot…desafiando a los perros policía, la brutalidad policial, los linchamientos y los asesinatos; como el del propio King, al parecer por su radicalización contra el establishment, pues su crítica a la pobreza y a la guerra de Vietnam lo volvieron peligroso.
A partir de estos dos personajes, la noviolencia pasó a popularizarse en el mundo. En occidente, Lanza del Vasto (discípulo de Gandhi, que convivió con él y posteriormente fundó la Comunidad del Arca), popularizó dicho referente mediante una serie de campañas (huelgas de hambre, protestas contra la tortura y contra la bomba nuclear). Pero sobre todo, su obra La aventura de la no-violencia es una sistematización conceptual y metodológica, a la vez que muestra algunos ejemplos de utilización espontánea de ella a lo largo de la historia, tales como la revuelta polaca contra Rusia en el siglo XIX para exigir un parlamento, la negativa de los daneses a entregar sus judíos a Hitler, la resistencia a la invasión soviética de Checoslovaquia, ciertas actitudes del arzobispo Hélder Câmara o el ayuno de 100 días del activista Jean Goss.
Por su parte, el escritor y activista Gonzalo Arias, que estuvo en la cárcel en el tardofranquismo por pedir elecciones libres paseando en silencio por las calles de Madrid, en su libro La noviolencia, arma política, presenta textos de algunos activistas como Gandhi, Luther King, Thoreau, Tolstoi, etc. A su vez, su obra La noviolencia: ¿tentación o reto?, argumenta la viabilidad de ésta, y despeja prejuicios y críticas poco fundadas al respecto, mientras analiza la postura del cristianismo a lo largo de su historia en relación a la violencia, desde la negativa de los primeros cristianos a ser militares hasta la insumisión en la actualidad.
Por tanto, ya existe un cierto recorrido cronológico y conceptual de la noviolencia, lo cual nos permite
elaborar algunas reflexiones sobre su pertinencia y utilidad, entre ellas las siguientes:
-La constitución del ser humano ante la noviolencia: es cierto que el ser humano tiene un instinto de conservación que le predispone a la violencia (de hecho somos carnívoros), pero también tenemos una emocionalidad, una racionalidad y una espiritualidad que pueden minimizar y eliminar el componente violento de nuestro instinto.
-El mecanismo de supervivencia de las especies del planeta se basa (no en exclusiva, diría la bióloga Lynn Margulis) en la violencia (carnívoros, depredadores –“el pez grande se come al pez chico”-), pero por empatía y amor a la vida, y mediante la racionalidad, cada individuo puede minimizar (tal vez no eliminar) el hecho de matar seres vivos (este es uno de los fundamentos del vegetarianismo).
-El devenir de la humanidad es una constante de violencias a cuales más cruenta: así, cuando Marx decía que “la violencia es la partera de la historia”, tal vez más que emitir una opinión, constataba un hecho. El noviolento en cuanto tal enfrenta la violencia mediante la noviolencia (lo que no excluye la autodefensa), por amor a la vida.
-Hay numerosas prácticas de lucha noviolenta que pueden ser efectivas en según qué contexto y proporción: el ayuno, la huelga de hambre, la marcha, la huelga, la sentada, el encartelamiento, el boicot, la insumisión, la objeción de conciencia, la objeción fiscal, la desobediencia civil... No obstante,
muchas de estas prácticas no son exclusivas de la noviolencia.
-A nivel de intrahistoria, en la cotidianidad hay numerosas actitudes tendentes a ella, por lo general coincidentes con las normas de la ética, que se transforman en noviolencia cuando se usan en un contexto de violencia: la sinceridad, la cortesía, la valentía, la honradez, etc.
-El pacífico puede trabajar para una empresa de armamento. El pacifista con su actitud ante el conflicto
evita que surja la violencia. El noviolento, por lo general, entra en conflicto contra una violencia preexistente, por lo general dirigida a terceras personas.
-La noviolencia, además de ser ejemplo de amor, espiritualidad y heroísmo, tiene una dimensión práctica para solucionar numerosos conflictos de todo tipo: abortar un golpe de Estado, encauzar una rebelión contra alguna tiranía, defender sin armas una invasión militar, bloquear despidos laborales o evitar desahucios.
-Podemos considerar que, como máxima expresión de amor social (¿se puede considerar el poner la otra mejilla de Cristo como un núcleo conceptual de la noviolencia?), la santidad es al individuo lo que ella a la sociedad. O dicho de otro modo: la noviolencia como expresión política del amor.
-El adversario del noviolento no es el resistente violento, es el opresor que, en cuanto tal, genera la violencia inicial. Decía Hélder Câmara que respetaba a quienes por generosidad o por idealismo empuñaban las armas (caso del sandinismo de los setenta, o de personajes como Camilo Torres o Gaspar García Laviana).
-El carácter violento o pacífico de un conflicto depende del opresor, generador de la violencia inicial. 
Según Kennedy, “los que cierran las puertas a las reformas pacíficas abren las puertas a las revoluciones
violentas”.
-Otro gran adversario de la noviolencia es el indiferente. Gandhi decía que era más temible millones de hindúes indiferentes que varios miles de soldados británicos, y que prefería a un violento que a un cobarde o un hipócrita.
-La noviolencia no es la panacea, no es la solución a todos los problemas de la humanidad. Gandhi reconoció que ella no hubiese detenido a Hitler. Y ante las masacres de Guatemala y El Salvador de hace unas décadas tampoco hubiese sido de gran utilidad. Pero que la medicina no cure aún todos los
cánceres no niega que sí cure todas las tuberculosis.
-Debemos recordar las posibles acciones injerencistas de EEUU que, invocando fraudulentamente la noviolencia o el pacifismo, manipulan a los pueblos para desestabilizar a gobiernos no afectos a las oligarquías, encubriendo lo que se llama “golpes de Estado suaves”, según la doctrina de Gene Sharp.
-La humanidad aún se encuentra en su adolescencia. La noviolencia, embrionaria en el siglo XIX, cristalizó en el XX. Nosotros creemos que la adultez de la humanidad no vendrá de la mano de la tecnología, vendrá de la noviolencia. De los jóvenes.