LA NOVIOLENCIA: FUNDAMENTOS
ANTONI SOLER RICART
Los cimientos
Siguiendo el símil arquitectónico, podemos afirmar que hay tres grandes columnas fundamentales y sobre ellas todo un entramado de vigas que son su consecuencia.
La Verdad
La primera gran columna, la base de todo, es la Verdad. Determinadas concepciones absolutistas de la verdad han derivado en dogmatismos esclavizadores y en totalitarismos inhumanos. Como reacción a esta concepción, ha aparecido un relativismo radical: depende del punto de vista, cada uno tiene su verdad, todas son válidas… Pero la consecuencia de este relativismo también ha sido nefasto. Hemos visto aparecer expresiones como “ganar el relato”, “fake news”, mentiras con apariencia de verdad, medias verdades, mentiras declaradas… Lo importante es aquello que la gente cree, no aquello que realmente es. Entonces todo vale para “ganar el relato”.
¡No nos podemos conformar! Ghandi llamó a su movimiento y a sus seguidores “los buscadores de la verdad”. La verdad es el único cimiento sólido sobre el que poder edificar cualquier cosa. Para defenderla debemos afirmar con contundencia dos cosas. La primera, que la verdad no es relativa, es la que es. La segunda, sin la cual la primera sería una temeridad, es que a la verdad nadie la conoce completa. Podemos conocer una parte, una verdad parcial. Parcial significa dos cosas: que no es completa y que es partidista. Efectivamente, cada cual conoce, puede observar, un trocito de verdad; pero, además, es muy fácil que este conocimiento no sea neutral ni objetivo, sino que esté sesgado por nuestro deseo o nuestro interés. En consecuencia, nuestra aproximación a la verdad tiene que ser crítica y humilde. Nos acercaremos a los demás, no para imponer nuestra parte de verdad, sino con disposición de entender e incorporar, también de forma crítica, su parte de verdad y de mostrarles la nuestra. Este es el auténtico sentido del diálogo. Sólo desde aquí podemos aspirar a resolver los conflictos.
La Justicia
La segunda columna es la Justicia. La justicia contiene dos aspectos imprescindibles: las exigencias éticas de rebelarse ante la injusticia y , en el conflicto, buscar el bien común y no la imposición o la victoria.
Rebelarse ante la injusticia, especialmente cuando afecta a otras personas, es el primer paso hacia la noviolencia. La pasividad, disimular, mirar hacia otro lado, es siempre la peor alternativa, la menos humana. La mayor parte de los males de la humanidad no son solo debidos a la maldad y el abuso de unos cuantos sino, sobre todo, a la inhibición y al consentimiento pasivo de muchos.
En el conflicto parece inevitable que lo que gana una parte lo hace a costa de la pérdida de la otra. Entonces el estira y afloja, la competición está servida. Una primera concepción de la justicia aspiraría a
encontrar un punto de equilibrio, donde nadie gane ni pierda más que el otro. Pero hay otra manera de concebir la justicia: el bien común. No siempre la solución justa está en el 50% para cada parte. El bien, o es común o no es bien. El bien que se consigue a costa del daño del otro, no es bien para nadie. Esta es la auténtica justicia, la que incorpora el bien para las dos partes. Esta es una característica definitoria de la noviolencia: la búsqueda de la justicia (el bien común) y la reconciliación en vez de la búsqueda de la victoria y, por tanto, de la derrota y la imposición.
El Respeto
La tercera columna es el Respeto hacia todos los seres humanos, siempre. Así lo expresa la Declaración
Universal de los Derechos Humanos en sus primeras palabras: “Considerando que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento de la libertad intrínseca y de los derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana...”. El Respeto es justamente este reconocimiento inherente e inalienable de la dignidad humana. Toda persona, por el simple hecho de serlo, es digna de ser respetada.
Pero, atención, a veces se confunde el respeto a la persona con una tolerancia hacia todas las ideas y todas las conductas. Esta tolerancia fofa no tiene nada que ver con el respeto, sino todo lo contrario. Las personas tienen que ser respetadas siempre, pero las ideas y las conductas no. Precisamente por el respeto debido a la dignidad de las personas, no pueden ser respetadas ni toleradas las ideas y las conductas que atentan contra esta dignidad. Pero, atención nuevamente, este combate se debe librar
manteniendo el respeto a la dignidad de la persona que las manifiesta. Una combinación difícil: combatir la agresión, respetando al agresor; combatir la injusticia, respetando al injusto. Este es el núcleo de la noviolencia: combatir el mal y la injusticia sin hacer daño ni cometer injusticia.
Algunas consecuencias
De estas tres columnas se derivan muchas consecuencias, algunas ya apuntadas, pero que conviene explicitar como partes esenciales de la Noviolencia. Veamos algunas:
Rechazo de la pasividad, por ser contraria a la Justicia.
Rechazo de la violencia, por ser contraria al Respeto.
Fijémonos en que Justicia y Respeto se necesitan y se complementan. Si olvidamos el respeto y nos quedamos solo con la justicia, nos transformaremos en “justicieros” violentos y crueles. Si olvidamos la justicia y nos quedamos solo con el respeto, nos transformaremos en blandos, permisivos, pasivos. Solo la combinación de los dos nos hace noviolentos.
Medios y finalidades tienen que ser coherentes. Muchas veces se ha pretendido contraponer esta relación inevitable con aquella frase de “el fin justifica los medios”. Esta expresión es el origen de muchos males. Cuando se dice esto, se ha renunciado al Respeto. Además de ser una afirmación falsa. No es verdad que una finalidad noble justifique el uso de medios crueles e inhumanos. Más bien, los medios crueles e inhumanos acaban pervirtiendo y envenenando la más noble de las finalidades. Disponemos de multitud de ejemplos históricos de revoluciones violentas, muy idealistas, que se han convertido en dictaduras feroces. Aquello que se obtiene por la violencia, solo se puede mantener con violencia.
La fuerza interior es el arma de la noviolencia. Ghandi hablaba de la fuerza de la Verdad, Lanza del Vasto de la fuerza de la Justicia; Martin Luther King de la fuerza del Amor. “La auténtica fortaleza no se
deriva de la capacidad física, sino de una voluntad indomable”, decía Ghandi. Esta fuerza de voluntad,
esta presencia de ánimo, esta fortaleza interior es la que da la capacidad de resistir sin retroceder ante
las agresiones y la fuerza transformadora, especialmente sobre la conciencia de los agresores. Labrar
esta vida interior es un elemento que multiplica la capacidad transformadora de la acción noviolenta.
La finalidad última del luchador noviolento no es la victoria, sino la solución justa. Sabemos que
las victorias comportan derrotas y por tanto, la repetición, tarde o temprano, del conflicto. La finalidad
es la solución justa, el bien común y finalmente, siempre que sea posible, la reconciliación. Este es el
único auténtico final del conflicto.
Conclusión
¿La violencia es un mal que se debe evitar siempre, o en algunos casos puede ser justificada como una necesidad para evitar males mayores?. La respuesta que se dé a este dilema tiene consecuencias decisivas en la vida de las personas y de las sociedades. Desgraciadamente sabemos que a través de esta grieta “del mal menor necesario” acaban colándose infinidad de “males superiores y de ningún modo necesarios”.
A lo largo de la historia nos hemos encontrado siempre con practicantes de la barbarie y practicantes de la humanización, con personas generadoras de destrucción y muerte y con personas creadoras de vida y de bienestar. A pesar de las apariencias, han predominado con mucho las segundas sobre las primeras. La prueba es que la humanidad sigue viviendo y avanzando, a pesar de los obstáculos y las dificultades. Lo que pasa es que, como cuenta el dicho, “hace más ruido un árbol que cae que un bosque que crece” y siempre se da más relieve a las excepciones violentas que a la cotidianidad creativa de millones de personas que hacen bien su trabajo y hacen posible la vida.