LA NOVIOLENCIA Y LA IMPORTANCIA DE LA EMPATÍA PARA LA HUMANIDAD

 

OSVALDO ARAVENA SOBARZO

Al hablar de noviolencia deberíamos partir por dar una interpretación distinta a lo que habitualmente los historiadores nos han relatado. Si bien es cierto que el conflicto, la violencia, las guerras han sido parte de la historia de la humanidad, también es cierto que hay elementos fundantes, concretos, que nos permiten constatar que en muchas disyuntivas donde han estado en juego los valores de la libertad, la justicia, la democracia y la defensa de los derechos humanos, el camino de la noviolencia siempre ha sido alternativa para la conquista y defensa de estos valores. Por tanto, siempre ha sido posible y lo sigue siendo, el mantener viva la esperanza de que un mundo en paz, si es posible.
Se trata de mirar la evolución de las conductas humanas en distintas realidades, épocas y lugares. Constatar que la esencia del ser humano, de la persona es pacífica, que la agresividad, la violencia, la hostilidad son consecuencias y cuyas causas también son reconocibles.
En el mundo contemporáneo al escuchar de noviolencia solemos asociar los ejemplos más universales de Mahatma Gandhi, Martin Luther King y Rosa Parks en cuanto a líderes que literalmente motivaron, estimularon y guiaron movimientos de noviolencia. Pero también tenemos los casos de organizaciones de personas, que por intereses en común hicieron de la noviolencia su forma de lucha. Y en este último caso tenemos los ejemplos de las Madres de la Plaza de Mayo, en Argentina, las Damas de Blanco en Cuba, el Movimiento Contra la Tortura Sebastián Acevedo en Chile y las acciones de denuncia de los voluntarios de Greenpeace en distintas partes del mundo, entre otros.
Pero también tenemos antecedentes como Henry David Thoreau (1817 - 1862) quien, impulsado por un proceso personal de opción de vida, y como una forma de condenar la intervención de su país en México y también por la esclavitud, se negó a pagar unos impuestos, por lo que fue llevado a prisión.
Esta experiencia tuvo un alto impacto en el proceso personal que vivía y lo llevó a profundizar en estas acciones de desobediencia civil, escribiendo un verdadero tratado que lleva precisamente el nombre de “Desobediencia Civil”, en el cual se destacaba una de estas afirmaciones: “bajo un gobierno que encarcela injustamente a cualquiera, el hogar de un hombre honrado es la cárcel”. Fue estímulo para León Tolstoi y Mahatma Gandhi, entre otros, que siguieron este camino de la noviolencia.
El caso de León Tolstoi (1828-1910) es muy ejemplificador sobre como las polaridades que podemos ver en las experiencias de vida, llevan a optar frente a la violencia o la noviolencia como opción. Tolstoi tuvo una breve participación en la guerra de Crimea, viviendo el sitio de Sebastopol con todas las imágenes de destrucción, desolación y muerte, afectando su emocionalidad lo que detonó en una sensación de vacío e inutilidad. Es entonces que se encuentra y sintoniza con los escritos de Thoreau; llegando a mantener una correspondencia con Gandhi con quién compartía su visión de la noviolencia como camino de emancipación ante los conflictos del mundo. Esta visión que se transformó en una convicción para Tolstoi fue atizada por su espiritualidad cristiana y su vocación pacifista. Es de hecho el Sermón de la Montaña una de sus vertientes principales en el desarrollo de su pensamiento y opción.
Pero si vamos a un caso que va más allá de liderazgos puntuales, con nombre y apellido, u organizaciones cuya definición base sea la noviolencia, tenemos también ejemplos de manifestaciones pacíficas, noviolentas que, si bien fueron convocadas o por algún liderazgo individual o alguna organización, su mayor fuerza estuvo en la espontaneidad y la masividad de la práctica noviolenta tras sus causas. Ahí estuvo el Movimiento por los Derechos Civiles en los Estados Unidos o las manifestaciones estudiantiles por la Democracia en Tiananmen. En ambos casos ante la represión los manifestantes respondían con acciones pacíficas, aun cuando eso les significara, los golpes, la prisión o incluso la muerte. Estas acciones tuvieron y tienen cuando han surgido, el elemento distintivo de sumar voluntades, unir diversidades que están por una causa común.
Como podemos ver en este recorrido por el tiempo, la noviolencia no tan solo ha sido una opción, sino que en muchos momentos de la historia ha sido el motor de cambios en la humanidad.                                                       Y esto tiene una explicación también desde la biología, desde las emociones.
El biólogo y filósofo chileno Francisco Varela, que profundizó en el ámbito de las neurociencias y las ciencias cognitivas, afirmaba en una entrevista (La Belleza de Pensar. UC Televisión Chile. 2001) : “Entrevistador: -¿el afecto puede modificar el cuerpo?, es decir ¿el cariño que recibe un niño o un cariño más sistemático puede hacer un cuerpo más distinto de otro niño? F.V.: -es tal cual, es más. Hay estudios recientes que demuestran que ese cuerpo con menos o más cariño es modificado genéticamente, es decir hay genes que se abren y se cierran, o sea ya no estamos hablando solo del nivel psicológico (…) E: -¿Se podría hablar del poder biológico del amor? F. V.: ciertamente. El amor en ese sentido yo creo que es una palabra que es muy general, menos específica. Yo prefiero hablar del poder constitutivo de la empatía”.
Es entonces cuando volvemos a mirar la historia del último siglo y vemos lo ocurrido en Flandes la noche de navidad del año 1914, a meses de iniciada la Primera Guerra Mundial, cuando soldados británicos y alemanes, al escucharse cantar villancicos, dejaron sus fusiles, salieron de sus trincheras y durante algunas horas convivieron como seres humanos sin conflicto. Jugaron a la pelota, cantaron juntos, se abrazaron, juntos cantaron “Noche de Paz”. Bastó que se enteraran los altos mandos de ambos bandos para que la conocida como “tregua de Navidad” se acabara.
La Primera Guerra Mundial tuvo más de 8 millones de muertos. Durante algunas horas, hombres anónimos desoyeron a sus superiores dando rienda suelta a sus aspectos más profundos y genuinamente humanos, y manifestaron su cualidad esencial, la empatía.
El poder de la empatía, el poder transformador del amor, combustible ineludible de la No Violencia es lo que ha contribuido a los momentos más humanos, más pacíficos en la historia de la humanidad. Bregar por este camino es la clave para lograr un mundo en paz. Fue el camino que el jesuita José Aldunate alentó en muchos de nosotros cuando en los momentos dramáticos de la dictadura militar en Chile, salimos a las calles a cara descubierta con nuestras manos abiertas, con la letanía y el canto a todo pulmón a desafiar el oprobio de la tortura.
“No hay un camino para la paz. La paz es el camino” (Gandhi).