La otra Economía
La otra Economía
Pedro CASALDÁLIGA
En la Agenda de 2012 nos preguntábamos qué Humanidad podemos y queremos ser, qué vida podemos y queremos vivir, qué convivencia anhelamos. Esta Agenda de 2013 aterriza en el campo de batalla de la Economía, donde se decide la voluntad y la posibilidad de vivir y de convivir toda la Humanidad con verdadera dignidad humana.
Emmanuel Mounier nos recordó que todo es política, aun cuando la política no lo es todo. Mucho antes y después, ideologías y poderes lo han reducido todo a la Economía. Churchill decía que «en el fondo de toda cuestión hay una libra esterlina».
La Agenda aborda La Otra Economía. Que no es un tema nuevo en absoluto, sino que empalma con la lucha utópica de tanta Humanidad, en movimientos y revoluciones, con diferentes nombres, pero en la búsqueda de la justicia, contra el hambre y la esclavitud, contra todos los regímenes políticos que han negado el sol y el pan a la inmensa mayoría de la Humanidad una.
Hablamos de La Otra Economía, otra de verdad, radicalmente alternativa, no simplemente de «reformas económicas». De reformismos baratos nos libre el Dios de la Vida. La Otra Economía no puede ser sólo económica; ha de ser integral, ecológica, intercultural, al servicio del Buen Vivir y del Buen Convivir, en la construcción de la plenitud humana, desmontando la estructura económica actual que está exclusivamente al servicio del mercado total, apátrida, homicida de personas, genocida de pueblos. Soñamos con un cambio sistémico que atienda a las necesidades y aspiraciones de toda la Familia Humana reunida en la casa común, el Oikos. «Oiko-nomía» es «la administración de la casa», que tiene como ley la fraternidad/sororidad.
Esta economía otra, sólo puede darse a partir de una conciencia humana y humanizadora que se niegue a la desigualdad escandalosa en la que está estructurada la sociedad actual. Una Economía para todas las personas y para todos los pueblos, en comunión de luchas y esperanzas. Como soñaba el campesino para sus nueve hijos: «más o menos para todos». En nivel de familia, de vecindario, de ciudad, de país, de continente, de mundo. Siempre a partir de los pobres y excluidos; construyendo desde la tierra del Pueblo, desde su sudor, desde su grito y su canto, desde la sangre derramada por tantas muchedumbres de mártires testigos.
A raíz de la gran crisis escribía la revista «Iglesia Viva», en su número 248: «La única forma de salir de la crisis y evitar otras más graves es combatir la desigualdad en todas sus manifestaciones». Los informes del PNUD nos vienen recordando que el 20% más rico de la población mundial absorbe el 80% de las riquezas mundiales, y el 20% más pobre tiene que contentarse con el 1,6%. Según Noam Chomsky, 230 familias poseen el 80% de la riqueza mundial. Mientras perduren estas cifras de desigualdad monstruosa no habrá paz ni justicia en el mundo. La economía otra ha de ser la socialización de los bienes mayores, que son patrimonio de toda la Humanidad: la tierra, el agua, la vivienda, la salud, la educación, el trabajo, la comunicación, la movilidad…
La economía de mercado especulativa, financiera, rige el mundo y todo está así sometido a la macrodictadura de la economía capitalista neoliberal. En vez de una política social se ha impuesto el mercado total y su economía especulativa financiera globalizada. La civilización que hoy nos domina es la estructuración capitalista del egoísmo, de la prepotencia, de la exclusión, del hambre, de la muerte antes de tiempo y por causas inicuas…
El teólogo mártir Ellacuría propugnaba «la civilización de la pobreza». Yo la traducía como «la civilización de la sobriedad compartida». Si continuamos haciendo del lucro a cualquier costo la pauta de la economía, seguirán creciendo el hambre, la miseria, la violencia, la depredación. El crecimiento capitalista neoliberal sólo puede vencerse con un «decrecimiento» armónico y mundial. «El Buen Vivir y el Buen Convivir» exigen y posibilitan que la Humanidad crezca verdaderamente, humanizándose en todos los niveles. «Humanizar la Humanidad» es la consigna. Ecológicamente, pluriculturalmente, iguales y diferentes en la Casa Común, el Oikos.
A la luz de la fe religiosa, sobretodo, esa economía otra será una verdadera espiritualidad: de compasión solidaria con todos los caídos a la vera del camino; de indignación profética frente a todos los ídolos de mentira y de muerte; de convivencia amorosa con todos los seres. Supone una auténtica conversión al Misterio de la Vida, al Dios de ese Misterio, al Oikos que cohabitamos.
Se dirá que es utopía; y lo es. Una utopía legítima si se vive día a día construyéndola a fuerza de amor y de esperanza. Es una economía-utopía que hay que ir inventando desde la práctica diaria. Obligará a rever a fondo la noción y la práctica de la propiedad privada, tenida como sacral e ilimitada. Las Religiones, la Iglesia concretamente, han servido para justificar la entronización de una propiedad privada que es privativa y privadora. En los primeros tiempos de la Iglesia, por contrapartida, aquellos venerables obispos teólogos dictaminaban categóricamente: «lo que te sobra no es tuyo». Acumulando en pocas manos y excluyendo a las mayorías, la propiedad privada viene siendo una guerra a muerte entre los opresores y los oprimidos, que diría el teólogo Comblin, entre los que tienen y los que no tienen, que diría Cervantes.
En lenguaje bíblico-teológico tenemos la palabra clave para hablar de La Otra Economía, verdaderamente otra: el Reino, la economía del Reino. Obsesión de Jesús de Nazaret, revolución total de las estructuras personales y sociales. Utopía necesaria, «obligatoria», porque es la propuesta del propio Dios de la Vida, Padre-Madre de toda la familia humana.