La otra economía sólo puede ser ecocéntrica.

La otra economía sólo puede ser ecocéntrica.

Continuaremos destruyendo el planeta hasta que concienciemos que somos naturaleza


Comisión Teológica Internacional


Sólo dejaremos de destruir la naturaleza cuando descubramos su dimensión divina y nuestro carácter natural. Nos explicaremos:

Ha sido una visión religiosa tradicional la que ha hecho posible que llegáramos a esta situación.

a) La imagen del mundo-cosmos tradicional

- contemplaba la naturaleza como un mero «escenario» para la representación del drama humano;

- la religión vivía de espaldas a la naturaleza.

- la materia era considerada tradicionalmente como inferior, inerte, mala, pecaminosa...

- en un marco dualista: material/espiritual..

b) La imagen que teníamos de nosotros mismos

Nos hacía «sobre-naturales», creados aparte, como hijos de Dios. En realidad no seríamos de este mundo. La Tierra no sería nuestro hogar, sino el cielo...

Hemos puesto lo humano por encima de todo: el antropocentrismo. Lynn White denunció: «el judeocristianismo es la religión más antropocéntrica»:

Seríamos la especie elegida, a la cual todas han de servir (especismo). La naturaleza ha de ser dominada, pues no es sino una despensa infinita de recursos.

c) La imagen de Dios tradicional

Parece que desde el neolítico, la civilización agraria transformó su percepción de la divinidad:

distinguiéndola y separándola de la naturaleza, desposeyó a ésta de toda sacralidad, desplazando la divinidad hacia la transcendencia, hacia el mundo de las ideas (Platón), el mundo verdadero, perfecto...

y la configuró como theos (Dios), una divinidad dominadora, masculina, guerrera, patriarcal... El dualismo lo impregnó todo: dos pisos en la realidad.

(Ésta no era la imagen de Dios que tenía el ser humano paleolítico, que vivió en gran armonía con una Naturaleza considerada divina, Pachamama, Gran Diosa Madre nutricia respetada y venerada. ¿Dónde fue, en qué momento de nuestra historia nos equivocamos y torcimos nuestro camino? Hoy los analistas parecen coincidir: tomamos un camino errado a partir de la revolución agraria, y es ahora el momento de enderezar nuestro camino).

Pues bien, esta visión religiosa tradicional es la que ha hecho posible el surgimiento de un sistema civilizacional depredatorio, enemigo de la Naturaleza, responsable del desastre ecológico actual.

La causa principal no ha sido la mala voluntad de algunas personas o pueblos, sino el conjunto de elementos teóricos (religión, creencias, teologías...) que han permitido y justificado esa concepción despectiva, explotadora y depredadora hacia la naturaleza,

Esta actitud negativa ha visto multiplicarse sus efectos nocivos al aumentar vertiginosamente la población humana en el planeta y al desarrollar el ser humano exponencialmente sus capacidades tecnológicas, que han sido puestas casi exclusivamente al servicio del lucro. Lo que en siglos pasados era un daño fácilmente asimilable por el planeta, hoy está siendo, en verdad, un «eco-cidio»: muchos analistas denuncian que esta civilización y su opción por el actual tipo de desarrollo, se han hecho incompatibles con la supervivencia del planeta. Estamos, literalmente, en vías de auto-extinción.

Mientras mantengamos la vieja visión, los mejores medios tecnológicos continuarán sirviendo al lucro y depredando la naturaleza. Sólo con una nueva visión se podrá poner remedio -si llegamos a tiempo- al ecocidio. Y nadie como la religión, que educó a generaciones y generaciones inculcándoles las imágenes y visiones más básicas, podrá sustituir la vieja visión por una nueva con tanta eficacia. Nadie como ella tiene tanta responsabilidad en la situación actual.

Pero, ¿cuál es esa nueva visión? Necesitamos...:

a) Una nueva imagen del mundo

La nueva cosmología ha cambiado la imagen que teníamos del mundo. Ahora lo vemos como un cosmos en movimiento total, en expansión continua, en un proceso de evolución, con saltos cualitativos, autopoiesis, aparición de propiedades emergentes......

La nueva física nos descubre que la materia no es algo inerte... sino que materia y energía son convertibles, que la materia tiene interioridad, y que de ella (no de arriba ni de afuera, sino de adentro) brota la vida, que tiende a hacerse cada vez más compleja...

Una nueva comprensión nos hace descubrir el error en que hemos estado al considerar la naturaleza como inmanencia desprovista de transcendencia, de sacralidad, de divinidad... Estas dimensiones no pueden estar expatriadas a la «transcendencia meta-física» que hemos imaginado... La única transcendencia que hoy podemos aceptar es profundamente inmanente.

Dios no puede estar fuera de la realidad cósmica. El cosmos viene a ser como el cuerpo del Espíritu.

No hay sobrenaturalidad y sacralidad si no es en la interioridad de la realidad: es la realidad misma la que es sagrada, la que es divina, la «Santa Materia» (Teilhard de Chardin).

Salvando las distancias y evitando los romanticismos, hoy debemos desandar el proceso de desacralización y desencantamiento a que hemos sometido a la naturaleza por la vía de la racionalización y el cientifismo, al degradarla de la sacralidad y divinidad con que nuestra misma especie la ha venerado durante muchos milenios (Paleolítico).

b) Una nueva imagen de nosotros mismos

No venimos «de arriba ni de afuera», sino «de adentro y de abajo»... Nuestra edad es de 13.730 millones de años. Nacimos todos con el big ban. Todas las eras, cada uno de los hitos de la evolución del cosmos son nuestra «historia sagrada»...

Somos «polvo de estrellas» -literalmente, sin metáfora-, formado en la explosión de las supernovas.

Somos Tierra, Tierra-Mater-ia, autoorganizada, que ha cobrado vida, y ha llegado a sentir, a pensar...

Somos una especie más, aunque muy peculiar, que no tiene derecho a menospreciar a los demás seres vivos, sentientes, e «inteligentes» a su manera, sino que debe fomentar con su inteligencia la armonía y el buen vivir entre todos los vivientes de este planeta.

No somos pues una realidad distinta, esencialmente «espiritual», superior, ajena a esta Tierra. Somos plenamente telúricos, profundamente naturales, la flor última y más reciente de la evolución en este rincón del cosmos, evolución que ahora, en nosotros, da un salto y se convierte en cultural y de calidad profunda... Estamos inter-religados con todo, en una red absolutamente interdependiente. Al destruir la naturaleza destruimos nuestro hogar, nuestra base nutricia, nos destruimos a nosotros mismos.

c) Una nueva visión de la divinidad...

El dios-theos patriarcal, espiritual, inmaterial, acósmico, todopoderoso, señor... no sólo ya no es creíble para muchas personas, sino que además descubrimos es una imagen que nos ha hecho y sigue haciendo daño, porque ha justificado el desprecio y la depredación de la naturaleza.

«Un error sobre el cosmos redunda en un error sobre Dios» (Tomás de Aquino): los inmensos errores y el gran desconocimiento que hemos tenido sobre el cosmos, la materia y la vida, han derivado en grandes errores sobre la divinidad. Hoy podemos intuir de un modo mucho más certero el rostro divino del cosmos, su alma divina, un nuevo rostro de Dios.

Para un número creciente de personas, el teísmo (un theos «ahí arriba, ahí fuera») no sólo resulta increíble, sino que es señalado cada vez más como el causante de la desacralización del mundo (al expatriar la divinidad a una transcendencia meta-física), del endiosamiento del ser humano, de su des-naturalización.

El teísmo (e igualmente el ateísmo) deben abrir paso a una cierta actitud pos-teísta. La divinidad de la realidad, o la Realidad Última, no tienen por qué ser necesariamente concebidas según el modelo de un teísmo antropomórfico); quizá pueden ser contempladas por un tiempo según el modelo de la vida, biomórfico: lo que vemos en el misterio evolutivo de la vida nos revela de alguna manera algún rasgo real de la Divinidad.

El panenteísmo (literalmente «Dios en todo, todo en Dios») es tenido hoy como el modelo más aceptable para esta era ecozoica (Berry) o antropoceno. Una divinidad que no está fuera, que no es un alguien como nosotros, ni un Señor... sino la Realidad última que anima el cuerpo del cosmos, la Realidad misma mirada a partir del misterio de sacralidad que lo envuelve todo desde dentro...

Conclusión

Nuestra supervivencia y la de muchas especies está en peligro, cada día más. Y ha sido una determinada visión religiosa la que nos ha conducido hasta esta situación, la misma visión religiosa que ha hecho posible el capitalismo. Es indispensable sustituir esa vieja visión religiosa dañina, por otra que reconduzca nuestro actual caminar hacia el desastre, y nos devuelva al hogar cósmico-materno del que no debimos separarnos. Son las religiones quienes tienen la mayor responsabilidad sobre este pasado, y somos las personas religiosas quienes debemos asumir con entusiasmo la tarea urgente de cambiar esta visión.

Recoja este texto, bastante más amplio, en: http://servicioskoinonia.org/relat/425.htm

 

Comisión Teológica Internacional

EATWOT, Asociación Ecuménica de Teólogos del Tercer Mundo