La Utopía como camino espiritual

La Utopía como camino espiritual
Para un socialismo nuevo
 

Marcelo Barros


Toda verdadera espiritualidad quiere hacer posible lo que, a los ojos del mundo, parece imposible. Y debe comenzar a convertir en experiencia personal la Utopía que deseamos para todos. Hasta hace poco tiempo, en los medios socialistas, no se podía hablar de utopía. Cuando alguien quería criticar a un pensador socialista cuya propuesta parecía inconsistente, lo llamaba «socialista utópico». Sólo recientemente, desde que Ernesto Loock proclamó que «el ser humano es un animal utópico», la Utopía fue asumida como elemento del camino transformador de la vida.

Hoy hablamos de un «socialismo nuevo» para referirnos al compromiso con la construcción de un «mundo nuevo posible», en el que creemos, y al que queremos consagrar nuestras fuerzas y nuestra vida. Valoramos sus mediaciones útiles y necesarias, como el proceso de la revolución bolivariana de América Latina, cuyo sueño viene de los inicios del siglo XIX, y que ha sido retomada en Venezuela y en otras regiones del Continente, mucho antes del actual gobierno venezolano. Respetamos el heroísmo de la experiencia socialista cubana, que consiguió democratizar lo más posible la educación, la salud e incluso la vivienda, bienes tan esenciales para todos los pueblos. Sin embargo, hoy, gran parte de la humanidad no se contenta ya con experiencias parciales y localizadas, sino que se compromete con una sociedad internacional más justa e igualitaria, que haga posible el nuevo mundo.

Aumenta cada día el número de personas que viven este fuego interior del deseo de cambios y la generosidad para consagrarse a este camino, y hacerlo real en el día a día de la vida. Muchas de esas personas, incluso sin sentirse vinculadas a alguna religión o tradición espiritual específica, se sienten motivadas por una verdadera fe en la Humanidad y un amor compasivo con el planeta Tierra. Necesitan encontrarse en los diversos foros sociales para alimentar su confianza en la victoria. Como Pablo dice de Abraham, el anciano llamado a iniciar un futuro nuevo: «es alguien que cree, incluso esperando contra toda esperanza» (Rm 4,18).

Para quien recorre un camino espiritual desde las religiones, este tipo de espiritualidad humana, centrada en una fe en la Humanidad, es una fuerte interpelación profética. Revela que el Espíritu de Dios, fuente de toda revolución amorosa y solidaria que pueda darse en el mundo, sopla donde quiere y se muestra activo en círculos que no se refieren a Dios, pero que practican su proyecto. Este camino nuevo de una Humanidad reunida en un gran proceso de transformación social interpela a todos los que viven la espiritualidad ecuménica, presente en las diversas tradiciones, a volverse cada vez más revolucionarios y osados, en la confianza de un futuro nuevo, totalmente transformador. En definitiva, quien hereda la propuesta transformadora de los grandes místicos y líderes de las religiones no puede dejarse dominar por las dificultades del camino. Quien encamina su vida por el Evangelio de Jesús no puede limitarse a lo religioso. Mons. Oscar Romero advertía: «Es fácil ser portador de la Palabra y no incomodar a nadie. Basta quedarse en lo ‘espiritual’ y no comprometerse en la historia. Decir palabras que pudieran ser dichas en cualquier tiempo y en cualquier lugar, porque no son de ninguna parte». Es necesario comprometerse espiritualmente en el camino de un socialismo nuevo y más plenamente humano.

En la antigua India, los Vedas contaban la guerra simbólica y mística entre Krishna y Arjuna tratando de proponer un mundo renovado. Más tarde, Sidarta Gautama, Buda, renunció a vivir como príncipe, se dejó llevar por la compasión con todos los seres vivos, y propuso el camino del budismo para que la Humanidad venza los sufrimientos y alcance una realidad nueva.

En la Biblia el Proyecto de Dios es la utopía que sirve de modelo a todas las actividades y propuestas humanas. Los evangelios llaman a ese proyecto Reino, o Reinado de Dios. Esa Utopía fue la Causa de Jesús. Pero, no hay que mirar ese proyecto como tan lejano o tan ideal que parezca algo para el fin del mundo, o para más allá de la historia. La Biblia tiene un término para el «anuncio de la utopía», para la aparición aquí y ahora de la Utopía, en el día a día de la vida: es la profecía. Un «cielo nuevo y una tierra renovada, sin luto, ni llanto, ni dolor» (Ap 21,5) es la propuesta de los profetas bíblicos, y más concretamente de Jesús de Nazaret, a quien los cristianos tomamos como maestro y Señor: una revolución de carácter socialista que va desde lo más íntimo del ser humano, hasta las estructuras económicas y políticas de la sociedad. Para los cristianos, la referencia concreta a este socialismo nuevo posible es la experiencia de Jesús en Galilea, especialmente su actitud de comensalidad abierta a todos los pobres y excluidos: comía con gente pecadora y de mala vida, y proponía una comunidad de acogida e inclusión social, compartiendo radicalmente todos los bienes. Según los Hechos de los Apóstoles, la primera comunidad cristiana, animada por el Espíritu, llegó a vivir algo de este socialismo de base que era utópico (cfr el artículo de Hoornaert en esta misma Agenda), no en cuanto irreal o inalcanzable, sino como referencia para todas las comunidades de fe en todas las épocas de la historia. Así como la Paz, que no es un ideal al cual llegaremos un día, sino un proyecto divino que debemos vivir ya aquí y ahora.

Este socialismo es «nuevo» porque se basa en elementos que, antes, en experiencias anteriores, no fueron tan cuidados. Son principios a los que no podemos renunciar. Trabajamos por un modelo de socialismo...

1. que restaure la dignidad de los oprimidos y excluidos del mundo. Sin esta prioridad del cuidado para con los pobres, no habría verdaderamente una revolución. Un criterio decisivo de la fe es el compromiso con los derechos humanos y la transformación del mundo en una sociedad de justicia.

Cualquier religión tiene su prueba de fuego en la ética, en cuanto atención al ser humano concreto. El maestro Eckhart, el mayor maestro de la mística de la Edad Media occidental, escribió: «Si alguien está en un éxtasis como san Pablo, y viene a saber que un enfermo necesita que le lleven un plato de sopa, yo considero más importante que esa persona, por amor, abandone su éxtasis y vaya a servir al necesitado».

2. Este socialismo nuevo sólo conseguirá restaurar la dignidad de los oprimidos si se empeña cada día en restaurar la dignidad de la Tierra, del Agua y de todo el ambiente. Debe ser una revolución ecológica.

3. Esa revolución sólo será verdaderamente ecológica si consigue ser totalmente anti-racista (abierta a todas las razas y etnias) y anti-patriarcal, inauguradora de nuevas relaciones entre hombres y mujeres. Deberá necesariamente ser también, y fundamentalmente, macroecuménica en el sentido de estructurarse en el respeto a todas las tradiciones espirituales, y de estimular que éstas se encuentren y actúen juntas por la paz, la justicia y la defensa de la naturaleza.

4. Un socialismo nuevo considera la educación como el método más válido y eficaz para expandir esta transformación social por todo el pueblo. Su arma más eficiente es la palabra. La revolución del siglo XXI ha de ser no violenta. Este trabajo de la educación será hecho a partir del pluralismo cultural. Es necesario valorar las culturas amenazadas. La obra más espiritual que podemos hacer todos es difundir y profundizar una cultura de la acogida, de la convivialidad, de apertura al otro, solidaridad, reconciliación y perdón en los conflictos, así como de cuidado para con las personas y para con la naturaleza.

¿Cómo realizar eso, o cómo vivir este camino de compromiso espiritual con el socialismo nuevo? En cualquier tradición religiosa, para vivir esta utopía que ya está en proceso de realización, estamos llamados...

1) a un trabajo serio de conversión personal, que no se dará si nos aislamos. Eso supone de cada persona una disposición y hasta una educación para la autocrítica permanente, así como estar abiertos a la crítica capaz de llevarnos a un cambio de camino.

2) Necesitamos descubrir una capacidad nueva de convivir y de construir comunidades de vida. Es un desafío, pero forma parte del proceso espiritual de construcción de un socialismo nuevo y revolucionario.

3) No construiremos un mundo sostenible y verdaderamente democrático si no asumimos con ascesis de vida la sobriedad socio-económica e incluso una cierta actitud de renuncia y pobreza con relación a la forma de manejar los recursos naturales de la tierra.

4) Un camino de amorización supone que nosotros mismos demos interiormente tiempo y espacio para esta acción divina en nosotros. Aunque en la solidaridad y en la comunión con el pueblo encontraremos siempre al Espíritu de Dios, lo escucharemos más profundamente en el silencio interior, en la apertura del espíritu a la meditación, y, para los que osan aceptar este camino, en la oración amorosa e intimidad con ese Alguien que se manifiesta en nosotros y nos impulsa a salir al encuentro de los demás y de la vida, para hacerla crecer.

Eduardo Galeano cuenta que un labrador comentó:

- La Utopía me aparece siempre en el horizonte y quiero alcanzarla. Pero, si camino dos pasos, ella se aparta otros dos pasos. Si avanzo diez, también se aparta diez. ¿Para qué sirve entonces la Utopía?

El compañero le responde:

- Para hacerte caminar.

 

Marcelo Barros

Goiania, GO, Brasil