La vía democrática al socialismo

La vía democrática al socialismo

Adolfo Pérez Esquivel


La búsqueda de alternativas en la vida de nuestros pueblos encuentra permanentemente caminos que abren nuevos horizontes. En ese caminar se van sedimentando experiencias de luchas, de aciertos y fracasos en la memoria colectiva, que permiten fortalecer avances esperanzadores, en los que diferentes sectores sociales van dejando de ser espectadores y se asumen como protagonistas de su propia historia.

Lo vemos en la vida cotidiana en los barrios, en las favelas, las villas; sindicatos, organizaciones indígenas y campesinas... fortaleciéndose en la resistencia social y cultural. Es una lucha desigual entre las fuerzas dominantes y la organización social, pero la persistencia de los pueblos va horadando la piedra del sistema de capitalista, de la violencia social y estructural, de la exclusión social y la pobreza.

Pablo VI, definió y sintió a Latinoamérica, como «el Continente de la Esperanza», de pueblos que caminan hacia nuevas posibilidades de vida, con firmeza y decisión. El Continente transita entre luces y sombras. Cuando los pueblos intentan emerger a la luz con propuestas y alternativas sociales, culturales y políticas, son reprimidos violentamente.

Una larga historia de sufrimiento y de resistencia

Las dictaduras militares impuestas en el Continente respondieron a un proyecto de dominación a través de la Doctrina de Seguridad Nacional. Provocaron graves daños y pérdidas en vidas humanas, y la destrucción de la capacidad productiva de los pueblos.

La resistencia popular surgió en defensa de la vida, de los valores e identidad de nuestros pueblos, buscando construir nuevos paradigmas de vida: un socialismo que permita superar las dominaciones y generar el derecho y la igualdad para todos y todas.

Superadas las dictaduras militares, surgen las democracias formales, condicionadas y restringidas, impuestas por el sistema dominante, «para que nada cambie». El sistema continúa profundizando la desigualdad en beneficio de los centros del poder. Esas democracias formales actúan con gran fragilidad y con muchos condicionamientos en su toma de decisiones.

La mayoría de los gobiernos latinoamericanos no logran superar los problemas existentes que viven sus países y por miedo, imposiciones y falta de proyectos alternativos, terminan repitiendo y afirmando el sistema de dominación.

Es un círculo vicioso: por un lado se habla de democracia, porque se vota, y por otro continúan aplicando las políticas neoliberales sobre los pueblos. El poder de decisión continúa en manos de los grandes intereses económicos, políticos y militares.

Experiencias hacia un «nuevo socialismo»

En América Latina hay experiencias parciales de «poder participativo» con nuevas relaciones horizontales; como las comunidades de base, organizaciones sociales, culturales y educativas, movimientos populares que tratan de recrear sus propias experiencias de vida en sus comunidades, campesinas, indígenas, sindicales, de mujeres, así como de otros sectores, que van conformando nuevos espacios sociales y aprenden a compartirlos con otros grupos y movimientos. Es todo un desafío en sociedades individualistas y consumistas, en las que se privilegia el capital financiero, sobre el capital humano.

Es necesario profundizar esas experiencias enriquecedoras del hacer social en el ejercicio «hacia un nuevo socialismo», para que alcancen la dimensión política en la construcción democrática y la vigencia de los derechos humanos como valores indivisibles.

Un socialismo que lleve a compartir dos grandes ejes: el Pan y la Libertad entre las personas y los pueblos. El Pan que alimenta el cuerpo y el Pan que alimenta el espíritu.

Compartir la Libertad que afirme la participación de la construcción colectiva de la sociedad que se quiere construir. La Libertad que permita crecer en conciencia critica y valores, en el derecho y la igualdad para todos. Sin Libertad no existe la capacidad de Amar, y sin Amor la vida pierde su sabor.

Es necesario restablecer el equilibrio, en cada uno y una, como personas: el equilibrio con los demás, con la Madre Naturaleza, con el Cosmos y con Dios. Cuando se quiebra ese equilibrio se genera la violencia que hoy viven nuestros pueblos y el mundo. Restablecer el equilibrio en nuestras sociedades es un gran desafío. Nadie puede dar aquello que no tiene.

Es un ejercicio permanente de construcción social y de memoria, no para quedarse en el pasado. La memoria nos permite iluminar el presente. El futuro depende de la huella que cada persona y cada pueblo dejen en el presente. En los tiempos que vivimos es necesario tener una mirada más profunda para descubrir y apreciar el fruto de lo sembrado.

América Latina es un extenso y rico mosaico de pueblos, con una gran diversidad intercultural y lingüística, y con valores religiosos que se fueron cimentando a través del tiempo. La diversidad es la riqueza del Continente y un «nuevo socialismo» tiene que expresarse también en la diversidad de los aportes culturales y espirituales.

En un mundo globalizado

Los grandes poderes internacionales van cerrando e imponiendo sus intereses económicos, políticos y militares, con desigualdad en la relación de fuerzas y con la complicidad de los gobiernos de turno, sometidos a los dominadores. Los pueblos tienen conciencia de que la dominación no comienza por lo económico, comienza por lo cultural.

La caída del Muro de Berlín fue el eje decisivo de la desintegración de la Unión Soviética, y la guerra fría generó la caída de un socialismo impuesto, autoritario. El poder mundial quedó en manos de la hegemonía de una gran potencia, EEUU, y de las grandes corporaciones internacionales. Surgieron otros muros de intolerancia que es necesario derribar, como la discriminación, la exclusión social, la concentración de los recursos y el aumento de la pobreza. La destrucción de los recursos naturales, del agua, de los bosques, de la biodiversidad. Ello responde a políticas impuestas de explotación y de dominación.

El «poder» debe ser entendido y practicado como «servicio», para no repetir el ciclo de dominación. Lograrlo requiere educación como práctica de la libertad. Y volver a las fuentes de nuestras culturas, recoger los frutos y aprender del legado de nuestros mayores, que lucharon y trabajaron por un mundo más justo y fraterno para todos, esa utopía que esperamos concretar de un «nuevo socialismo».

Política entendida como la búsqueda del bien común en la sociedad. Recuperar el ejercicio del hacer político, de sus valores e identidad cultural; del despertar a la conciencia crítica y los valores al servicio de nuestros pueblos.

Hay que replantearse con sinceridad, el camino recorrido durante estos años y la calidad de las democracias que vivimos.

El ejercicio del «poder» que gobiernos -llamados democráticos- ejercen, pero que no modifican las relaciones del poder dominación. El conformismo de gobiernos en continuar con las políticas neoliberales.

La entrega y la venta de tierras a los centros económicos de las empresas multinacionales, provocando la expulsión de los pueblos originarios y campesinos.

La entrega del patrimonio de los pueblos en la aplicación de las políticas de ajuste, capitalización y privatizaciones que hoy los centros del poder internacional imponen. Son los nuevos mecanismos de dominación. Como la deuda externa, inmoral e injusta, en la que se impone aquello de que «cuanto más pagamos, más debemos y menos tenemos». Y se olvidan los gobiernos de la deuda interna con sus pueblos.

Vía democrática al «socialismo nuevo»

Un «socialismo nuevo» se construye en base a la participación y memoria colectiva. Implica alcanzar y hacer tangible la redistribución de las riquezas y generar condiciones de vida más justa y más humana para todos.

En la situación internacional actual, tratar de alcanzar los objetivos y las utopías de construcción de un «nuevo socialismo», obliga a los pueblos a grandes desafíos, a asumir los costos en el camino de la liberación, y a resistir en la esperanza.

El poder dominación no está dispuesto a perder posesiones y beneficios. Ello lleva a la agudización de los conflictos, entre ellos el grave problema de la tierra y el de la concentración de la riqueza en pocas manos. Es la situación actual de gobiernos como Bolivia, Ecuador y Venezuela, que buscan avanzar con los pueblos en la construcción de un nuevo socialismo.

Es necesario pensar en políticas superadoras que lleven a la construcción de nuevos espacios de libertad, de resistencia y unidad de los pueblos.

La solidaridad es el eje de la unidad continental. Los intentos realizados en el Foro Social Mundial, las propuestas y alternativas para avanzar en propuestas superadoras.

La creatividad es parte de la lucha y en América Latina. Los sectores sociales en resistencia saben que los cambios son posibles, si tenemos objetivos comunes y la voluntad y decisión de alcanzarlos.

 

Adolfo Pérez Esquivel

Buenos Aires, Argentina