Las CEBs en américa latina y el caribe
Alex Pontes Tadeu. Brasil.
A mediados del siglo XX, con la intención de hacer la iglesia que el Concilio Vaticano II (1962-64) deseó, esto es, retomando la perspectiva de la iglesia a partir de las periferias y rescatando la forma de vida, de las primeras comunidades cristianas, se concretiza especialmente pero no exclusivamente en la iglesia católica de América Latina lo que se denominó Comunidad Eclesial de Base, una nueva forma de ser iglesia (CNBB, doc. 92).
Los Obispos, reunidos en Medellín el año 1968, en una conferencia que reflexionó sobre la realidad de América Latina a la luz del Concilio Vaticano II, comprendieron y de cierta forma legitimaron las CEBs como “...primer y fundamental núcleo eclesial, que debe en su propio nivel, responsabilizarse por la riqueza y por la expansión de la fe, como también por el culto que es su expresión. Ella es pues, célula inicial de estructuración eclesial y foco de evangelización, actualmente factor primordial de promoción humana y desarrollo” (documento de Medellín 15,10).
No es esta una indicación, sino una constatación de que son esas comunidades eclesiales de base, que se están multiplicando en medio del pueblo. esto significa que las CEBs son la base de la iglesia, son el pueblo de Dios organizado, por donde la iglesia participa de las realidades de la vida de las personas, en cada tiempo de la historia, ella no puede perder esa referencia.
Pero lo que parecía ser una tendencia apreciada inclusive por gran parte del episcopado latinoamericano y caribeño, se tornó objeto de crítica por parte de laicos anti simpatizantes y sus obispos, dividiendo a la iglesia católica: de un lado, un grupo preocupado con su eclesialidad, pero sin dejar de preocuparse con la sociedad y toda su diversidad, expresando así una fe comunitaria, que puede dialogar también con otras religiones; y del otro lado, una iglesia más vuelta para dentro de sus paredes pero contemplativa y devocional, valorizando de esta forma una fe más individualista y proselitista.
De hecho, una de las características más sobresaliente de las CEBs fue el uso de diversas formas de reflexionar sobre la realidad, que extrapolan los límites de una lectura teológica y doctrinal, haciendo uso de las ciencias humanas en sus reflexiones. Mediante una lectura clasista, reflejada en especial por la sociología, en quién por un lado también se verifica la exigencia teológica, las CEBs, se colocaron en una posición bien clara, al lado de los pobres, que como dice el documento de Aparecida es una de las peculiaridades que marca la fisonomía de la iglesia latinoamericana y caribeña (DA8.3).
Era muy común percibir que, dentro de los movimientos sociales crecientes en toda América Latina y Caribe, asolados por las dictaduras militares, había una gran cantidad de personas conectadas a la iglesia de base. Caracterizándose por un fuerte censo eclesial, las CEBS, siendo iglesia, salen fuera de sus paredes buscando transformar la sociedad, basadas en lo que entienden por construcción del Reino de Dios.
Por todos estos motivos, las comunidades eclesiales de base en toda América Latina y el Caribe, desde siempre, vienen trabajando para convertir su acción misionera concreta, contando, con muchos hombres y mujeres que inclusive dieron y dan su vida por la causa del Reino de Dios (cf. DA,396). Pero los cambios episcopales hechos por el papa Juan Pablo II, dieron un rostro diferente a nuestra iglesia latinoamericana y caribeña, convirtiéndola, en una iglesia menos crítica, a los problemas que afectan a la sociedad como un todo y más vuelta para sí misma y su doctrina. Fue en este periodo, que se verificó el crecimiento de la antigua dicotomía creada en la Edad Media que dice que la iglesia y el mundo son lugares diferentes.
El padre José Marín destaca en su libro “Pequeños pasos, largos caminos”, 7 obstáculos intraeclesiales que se están, todavía hoy, en ruta de colisión frente al Concilio Vaticano II y que podemos decir que también son obstáculos en el día a día de la pastoral de las CEBs:
1) la hermenéutica conservadora que va contra el Concilio Vaticano II; 2) el centralismo eclesial entorno de los ministros ordenados; 3) los movimientos conservadores que se convierten en Iglesias paralelas; 4) las condenaciones de una teología latinoamericana articulada a partir de los que sufren; 5) el liturgismo; 6) el devocionismo sin compromiso, sin misión, sin comunidades y sin la Palabra; 7) la iglesia de multitudes bautizadas y no evangelizadas.
Tenemos aquí una característica de las CEBs que se fue diseñando en el transcurrir del tiempo en que ellas se tornaron un mecanismo de defensa del Concilio Vaticano II frente a este cuadro de iglesia que ya se formaba. En otros tiempos laicos y laicas juntamente con el valeroso trabajo de religiosas, padres y obispos fueron verdaderos fomentadores y fomentadoras de nuevas comunidades que:
- dejan de lado el modelo piramidal de iglesia, proponiendo un modelo circular;
- reflejan la Palabra a partir de la vida en comunidad, o iluminan la vida de la comunidad con la luz de la Palabra;
- tienen mentalidad verdaderamente sinodal atenta a los acontecimientos del día a día de la sociedad, proponiendo y participando de reivindicaciones político-sociales que inciden directamente en la vida de la comunidad;
- de esta forma se convierten en una especie de ovejas desgarradas para todos aquellos que prefieren la iglesia preconciliar, resultando en un punto en que hasta el propio nombre CEBs fue lentamente dejándose de lado, tanto por los contrarios como por los adeptos, tal vez como una forma de no causar discusiones acaloradas.
Frente al actual contexto eclesial en que se encuentran las iglesias de toda América Latina y el Caribe vemos hoy en muchos de estos lugares a las CEBs tornándose movimientos miedosos, intimistas, con Iglesias llenas de burocracia y poco compromiso con la comunidad que las rodea, distante de otras religiones vecinas, hay un crecimiento de parroquias que no crean núcleos básicos, sobresaliendo más de una vez la iglesia piramidal, donde todo depende de quién está en lo alto teniendo el poder, casi absoluto sobre la gran mayoría desparramada en la base, de esta forma hay un distanciamiento de aquella tendencia que está en la génesis de las CEBs que es el fortalecimiento de los laicos comunitarios, donde todos, hombres y mujeres, independiente de su función dentro de la institución, tienen derecho a dar su contribución y opinión sobre cómo debe ser el caminar de la iglesia inserta en aquella comunidad, como propuso la Conferencia de Medellín, 1968 y fue reafirmado en la de Puebla, 1979 y de Aparecida, 2007.
Saliendo de los límites de la institución, las CEBs se topan con otro movimiento todavía más fuerte que es el intra-eclesial, que es el proyecto neoliberal que impera en el sistema político social económico y ambiental actual siendo una iglesia que ve los problemas de la sociedad
como impedidores de la construcción del Reino de Dios. Las CEBs actúan denunciando este sistema que empobrece y marginaliza muchos en favor de unos pocos.
Todavía hoy el papel de las CEBs, a pesar de estar en otro contexto es el mismo de antiguamente: estar del lado de los pisados, nunca de los que pisan, como dice el padre Julio Lancellotti “estar juntos a los que pierden, no de los vencedores”, que vencen con fraudulencia e injusticia, como recordó Darcy Ribeiro: “y si hay alguna duda, siempre quedarse del lado de los pobres”, como decía, también, Don Pedro Casaldáliga.
A pesar de estas controversias las CEBs de toda América Latina y del Caribe continúan muy vivas. En un encuentro reciente sucedido en Guayaquil, Ecuador, en Marzo de 2020, un poco antes del inicio de la pandemia, estuvieron presentes representantes de las CEBs de 16 países, solamente Haití no consiguió participar por problemas diplomáticos entre los gobiernos, todas ellas con sus experiencias y realidades propias, pero en el transcurrir del encuentro fueron percibidas las afinidades en la lucha por una iglesia que ponga en práctica lo que de hecho se propuso en el Concilio Vaticano II, reconocieron también el deseo por una iglesia que se haga presente en las luchas de sus pueblos por gobiernos que realmente contemplen la soberanía y la justicia no sólo para los cristianos y cristianas sino para todos y todas, independiente de su opción de fe o no. Esa lucha y ese deseo es evidencia de que las CEBS continúan atentas a las señales de los tiempos estimuladas por documentos de la iglesia y en sintonía con el Papa Francisco.