Las ideas continúan moviendo el mundo: práctica teórica

Para otra humanidad :  Otra relación entre teoría y praxis
 

François Houtart


Evidentemente, no se trasforma el mundo solamente con palabras, pero la fuerza de la palabra -es decir, de la cultura- como parte de la construcción social, es también muy importante. El peso político de los Foros Sociales Mundiales o regionales demuestra la importancia del intercambio de ideas y de definiciones de objetivos. Sin duda, los Foros Sociales deben desembocar en acciones y políticas, concretas -no de los Foros como tales, que son puntos de encuentro, sino de sus participantes-, pero la tarea de hacer crecer la conciencia colectiva frente a la globalización neoliberal es algo fundamental, lo que revela la importancia de la unidad entre teoría y praxis.

Deslegitimación de la hegemonía del capital

Para cambiar la dominación hegemónica del capital, es necesario primero deslegitimar el sistema. En el planeta, mucha gente piensa todavía que la «economía de mercado» capitalista puede contribuir al mejoramiento de la humanidad, especialmente cuando se añade la calificación «social» («economía social de mercado»). La experiencia histórica de lo que significa el capitalismo comprueba lo contrario. Sin duda, se trata de una organización económica muy eficaz para producir bienes y servicios (a condición de no interrogarse mucho sobre las condiciones ecológicas y sociales de la producción ni sobre su distribución), pero, si la economía es la actividad humana destinada a asegurar la base necesaria a la vida física, cultural y espiritual de todos los seres humanos en el mundo, jamás la humanidad ha producido un sistema tan ineficaz. Nunca hubo tanta riqueza en el mundo y nunca hemos tenido tantos pobres.

Eso significa la urgente necesidad de un trabajo de información y de análisis. La información no basta. Hoy día estamos super-informados, especialmente a propósito de las catástrofes, las guerras y la miseria en el mundo, pero lo necesario para mover fuerzas de cambio es entender el porqué (análisis) de esas situaciones. Así, se habla de un capitalismo «salvaje» en el Sur, o en los antiguos países socialistas, como si el del Norte fuese un capitalismo «civilizado», ocultando que muy a menudo son los mismos actores sociales los que son «civilizados» en el Norte y «salvajes» en el Sur. Se llaman Coca Cola, Nestlé, Vivendi, Levis Strauss, Shell, Total...

El capitalismo es «salvaje» siempre que puede, y «civilizado» cuando no le queda otro remedio. La maximización del lucro forma parte de su mismo ser, de su propia esencia. Para llegar a estas conclusiones, no basta describir situaciones dramáticas y condenarlas, sino analizar su lógica, análisis que es necesario para definir objetivos de lucha y orientar acciones. Como decía Pablo Freire, todavía necesaria la «concientización», que no significa imposición de ninguna ideología, sino, simplemente, ayudar a descubrir y a entender los mecanismos internos de la realidad.

Construir el proyecto estratégico

Son muchos los que piensan que lo único que hoy día se puede hacer es multiplicar las acciones locales, el micro-crédito, la economía social, los proyectos de barrios o de aldeas... porque las grandes perspectivas fracasaron. Fue el caso del «socialismo real» -dicen-, que no pudo presentar una alternativa al capitalismo...

Si bien es verdad que no debemos despreciar las acciones a corto plazo -porque la gente sufre y se muere hoy, no mañana-, es claro que la simple suma de pequeños proyectos no va a cambiar por sí misma la estructura de opresión edificada por el sistema capitalista. Al contrario, la fuerza de éste es tal, que puede muy fácilmente absorber todos esos esfuerzos y hacer de ellos un instrumento de su propia reproducción. Hay muchos ejemplos en este sentido: los grandes bancos se interesan y organizan el micro-crédito, porque es una fuente de acumulación; el Banco Mundial favorece la decentralización porque es más fácil para empresas transnacionales de negociar con entidades locales que con Estados...

Las acciones locales cotidianas, indispensables para la gente, tendrán capacidad de cambio a largo plazo solamente si se inscriben en un proyecto estratégico más amplio, es decir, si contribuyen realmente a la transformación y superación de la lógica dominante del capital. Eso significa que tienen que contribuir a una acumulación de fuerzas para un proyecto general, no abstracto, que sea expresión de este «otro mundo» del cual se habla hoy, desde el surgimiento del «altermundialismo».

Este proyecto podríamos llamarlo «Utopía», es decir, algo que hoy no existe todavía, pero que está en camino de existir mañana. La Utopía es una construcción colectiva. No cae del cielo, ni sale de la cabeza de un genio. Todos los actores sociales pueden contribuir a su elaboración: ¿qué tipo de sociedad queremos?, ¿qué tipo de agricultura, de empresa, de salud, de educación, de redes de comunicaciones... queremos? Siempre va a ser necesario realizar este trabajo de construcción colectiva. Probablemente, uno de los puntos débiles del socialismo real fue haber olvidado que la «utopía» es una construcción continua, nunca algo concluido.

Ciertamente, hemos sufrido proyectos que fueron impuestos como si fueran dogmas... Pero no podemos caer en lo contrario: puras acciones concretas con ausencia de proyectos estratégicos. Éstos, como expresión de las alternativas, se construyen colectivamente, en un proceso incesante, y si se petrifican o se transforman en imposiciones, se vuelven incapaces de cambiar y de adaptarse a nuevas circunstancias, y terminan en un fracaso. Utopía significa poner fin a la hegemonía del capital, que rastreramente todo lo transforma en mercancía y destruye la naturaleza y la solidaridad humana, y pasar a construir otra manera de organizar la economía y la entera sociedad humana, lo que, evidentemente, es una perspectiva a largo plazo, que implica aspectos culturales y políticos.

No basta con definir proyectos estratégicos; también es necesario establecer estrategias de cambio, y eso requiere pensamiento y teoría. Conocer la historia de los movimientos sociales, sus experiencias y logros, sus éxitos y fracasos, forma parte de la elaboración de estrategias. Significa adaptar los medios a los fines, expresar valores en la manera de luchar, preocuparse de resultados a medio y largo plazo. El puro pragmatismo lleva a errores profundos, hasta entrar incluso en contradicción con los objetivos mismos que se persiguen. Una reflexión crítica permanente sobre las estrategias, con participación de todos los actores, es absolutamente necesaria.

La lucha ideológica

Todo eso indica la importancia de la lucha ideológica. José Cardijn, fundador de la JOC (Juventud Obrera Cristiana) organizó su movimiento proponiendo la metodología del «ver, juzgar, actuar», que hoy es la «metodología latinoamericana» por excelencia. «Ver» es observar y estudiar la realidad, para conocerla mejor. Ese «ver» lleva al «juzgar», que debe ser a la vez un análisis y un juicio moral. La conjunción de los dos momentos lleva al «actuar». De manera simple este método sintetiza todos los pasos de una transformación de la sociedad.

La importancia de la lucha ideológica viene también de las estrategias del adversario. Numerosos think tanks (reservas de ideas), trabajan en todo el mundo para estudiar y pensar el sistema capitalista en sus aspectos políticos, militares y culturales. La mayoría de ellos se encuentran en Estados Unidos, pero la iniciativa más visible es por el momento el Foro Económico Mundial de Davos (Suiza). Por eso, el Foro Social Mundial (Porto Alegre, Brasil) se reúne al mismo tiempo cada año, la última semana de enero. Eso tiene un valor simbólico muy importante.

Pero hay más: el adversario manipula los conceptos de las luchas sociales, utilizando las mismas palabras, pero dándoles otro sentido. Llama «sociedad civil» a los «empresarios»; por «descentralización» no entiende el poder de la base, sino el «desmantelamiento del Estado»; la «participación» la define dentro del marco del modelo neoliberal, y su «lucha contra la pobreza» trata sólo de paliar los efectos, no de atacar las causas... Es decir: la lucha social también es «semántica», se da hasta en el lenguaje, o sea, es «ideológica», teórica, no sólo práctica...

El papel de los intelectuales

Para los movimientos sociales y las organizaciones políticas que constituyen la base de otra relación de fuerza para realizar los cambios sociales, los intelectuales no son creíbles si no están comprometidos, y no son útiles si no son críticos. Intelectuales no son solamente los que tienen un título universitario, sino todos los que pueden tomar una distancia de reflexión crítica frente a la realidad. Un intelectual que no se siente concernido por la suerte de la humanidad viene a ser un «extraterrestre», o un cínico. No es que la investigación fundamental no sea necesaria, pero tiene que ser consciente de sus condicionamientos económicos, sociales y aun políticos.

Los movimientos sociales necesitan del pensamiento crítico para poder descubrir las consecuencias reales de la acción que desarrollan, para recordar las condiciones sociales de los fines perseguidos, para ayudar a la creación de la conciencia colectiva de los grupos en lucha. El intelectual no es el líder, en cuanto intelectual -aunque a veces también puede ser un líder social o político-. Su papel específico es el de acompañar la acción social en su dimensión ideológica y teórica, un papel tan necesario como irremplazable. Es verdad que la teoría sin praxis desemboca en la esterilidad, pero la praxis sin teoría termina en el pragmatismo.